Miguel observó desde atrás de Ivy y se sintió enojado.
—Parece que las pociones no son tan poderosas como creíamos.
Leonard bajó la cabeza sin saber qué decir. Todos se quedaron en silencio hasta que Miguel encontró algunas palabras apropiadas.
—Leonard, será mejor que comas algo y duermas, hablaremos cuando amanezca.
Leonard miró a Miguel y asintió, mientras que Ivy fue a buscar algo de comida.
Miguel salió del apartamento y se detuvo en las escaleras. Los Windwalkers parecían haber desaparecido sin dejar rastro, por lo que Miguel decidió que podía relajarse un momento. A lo largo de su carrera había visto muchos compañeros con heridas similares. Nunca era fácil cuando sucedía algo así. Leonard tardaría en acostumbrarse a tener solo un brazo.
Miguel deseó tener a la mano un cigarrillo, a pesar de que había dejado de fumar hacía años. En ese instante, el sonido de un zombie, en los pisos inferiores, lo hizo volver a la realidad. Recordó que la noche aún no había terminado, por lo que descendió y comenzó a matar a los Stalkers de manera sistemática, mientras esperaba sentir, en cualquier momento, el inminente peligro de una lanza. Para su suerte, tal ataque nunca sucedió, pero eso solo lo dejó intranquilo. ¿A dónde se había ido el Breeder?
El Windrunner había vuelto al superbloque. Se había establecido en la azotea del edificio, pero ahora con un ala dañada tuvo que escalar el edificio de reja en reja hasta llegar arriba. Todo el superbloque estaba plagado de zombies y, siendo un refugio de su raza, cada apartamento generaba ciertos "recursos". Para producir estos recursos, cada apartamento había sido modificado por el sistema de manera espontánea.
Cada uno de ellos albergaba un nuevo tipo de zombie, una masa de carne inmóvil con una boca amplia por la que escupía puñado tras puñado de huevos dorados que en cuestión de medio día eclosionaban en un nuevo y diminuto zombie Stalker. Los nuevos "recursos" no tardaban en crecer,pues luchaban y se consumían uno a otros hasta que solo un puñado adquirían suficiente energía para alcanzar el tamaño de un zombie Stalker normal. Luego, deambulaban fuera del apartamento y se unían a las docenas de Stalkers que custodiaban el edificio.
Algunos pisos estaban más vacíos, pues en ellos los Stalkers habían servido de alimento a zombies más poderosos. Pero ahora que el Breeder había regresado, ninguno de ellos se atrevía a salir.
El Windrunner llegó a la azotea del edificio, en donde le esperaba una pila de cadáveres humanos y una gran cantidad de huevos dorados esperando a eclosionar y darle vida a nuevos Windwalkers.
El zombie se sentó en el suelo y decidió esperar hasta estar curado. La mente recién nacida del zombie intentó encontrar una respuesta al por qué había sido derrotado. Se dio cuenta de que nunca debió entrar al apartamento, pues el espacio le limitaba demasiado. También se dio cuenta de que confiaba mucho en su plumaje, ya que ningún ataque le había dañado hasta ese momento. Pero ahora, esa extraña bola que impactó su cabeza le había aturdido horriblemente.
El Windrunner recordó toda la pelea en su mente. Desde la irritante oscuridad de la mujer y el viejo que parecía poder predecir sus ataques, hasta, finalmente, la aterradora bola aturdidora.
Se sentía inquieto, algo le decía que debía matar rápidamente a esos humanos. Miró por un segundo la montaña de cadáveres y se dio cuenta de que tendría que apurarse a completar el ritual si quería poder enfrentarse a sus presas. Además, se propuso a no enfrentarlos jamás en el interior de sus viviendas, sino a esperar a que salieran.
El Windrunner reflexionó durante horas en el techo, hasta que la noche dio paso al día. Desde donde estaba, pudo ver el amanecer. El sol ascendió desde el horizonte e iluminó todo en unos pocos segundos. El Windrunner alzó la vista y admiró la bola de fuego ascendiente en los cielos, hasta que su vista no aguantó más.
Se preguntó qué era aquella cosa y a qué altura volaba. La noche anterior también había presenciado su ascenso y había intentado alcanzarla, pero luego de ascender y ascender, no parecía que hubiera recorrido ni siquiera un pequeño trozo de su camino.
En la noche había observado algo parecido, un objeto más pequeño y menos luminoso, que también estaba suspendido del cielo. Su curiosidad despertó y por un segundo se preguntó si aquellos humanos sabían algo sobre ello. Quizá debería intentar preguntarles. Sin embargo, la idea pronto desapareció de su mente. Los humanos eran sus enemigos, incluso necesitaba consumirlos para aumentar su propio poder, por lo que dudaba poder llegar a un acuerdo con ellos; sobre todo después del ataque reciente.
El Windrunner observó entonces el horizonte. Desde el techo del edificio observaba parte de la ciudad de Vinte. A lo lejos se levantaba una montaña que se alargaba hasta desaparecer de su vista a la izquierda y a la derecha. Entre él y la montaña, el zombie observó cientos de edificios parecidos a su casa. Algunos eran mucho más altos y menos anchos. Por un segundo pensó en volar hacia alguno de ellos, pero un súbito impulso le indicó que no abandonara el refugio.
El Windrunner continuó observando. Se preguntaba, por primera vez, qué tan grande era el mundo allá afuera. Allí pasó horas, levantándose solo para devorar algunos Stalkers en los pisos inferiores. Poco a poco, su ala herida empezaba a recuperarse y el zombie calculó que quizá en dos días podría moverse de nuevo.
El grupo de Miguel dio la bienvenida a la mañana con gran alegría. Leonard, Ivy y Miguel se reunieron en el apartamento en donde habían combatido al Windwalker, mientras que los demás supervivientes regresaron a sus propios hogares.
Leonard estaba de mal humor. Había tomado otra poción, solo para confirmar que su brazo no volvería a recuperarse. Ahora solo tenía ganas de quedarse acostado en su cama, pero Miguel lo había arrastrado a la reunión.
—Creo que debemos intentar llegar al refugio en el bloque 4.
Ivy y Leonard le miraron sorprendidos. Antes de que pudieran preguntar algo, el viejo siguió hablando.
—Estoy seguro de que el Windrunner vendrá por nosotros de nuevo. Solo es cuestión de cuándo.
—Pero tenemos ventaja si nos enfrentamos a él en los apartamentos. Si salimos afuera…
Miguel sabía que Ivy tenía razón, pero sentía que lo mejor que podían hacer era largarse ahora mismo.
—Intentaré salir al estacionamiento. Tengo la sospecha de que el zombie estará recuperándose de la incursión de anoche. Después de todo, matamos a muchos Windwalkers y si tengo razón, entonces ese nombre de Breeder no es por nada. Creo que esa cosa puede dar vida a más zombies de su misma variante. Si en un solo día tuvo a tantos a su lado, entonces estaremos en problemas si esperamos.
Ivy asintió, mientras que Leonard se quedó callado. Parte de él deseaba cargar directamente contra el superbloque y matar a todos esos pajarracos, pero luego de mirar de nuevo su brazo se dio cuenta de que eso sería un suicidio.
—No creo que a los supervivientes les agrade tal opción —Dijo Ivy.
—Pues tendrán que aceptarlo. Ya son lo suficientemente inútiles como para seguir demandando más —Intervino Leonard.
Miguel e Ivy le observaron. Este se dio cuenta de que había hablado en voz alta. La repentina furia que sentía se apagó de inmediato, pero las brasas aún ardían.
—Lo siento, pero es la verdad. Si hubiera más personas dispuestas a arriesgar su vida y subir de nivel, no estaríamos en un estado tan lamentable.
Miguel frunció el ceño e Ivy bajó la cabeza, ambos sabían que era verdad, pero ambos también entendían que después del último fiasco, intentarlo de nuevo solo causaría problemas.
—Ya lo intentamos el primer día ¿recuerdas? De hecho, yo mismo te arrastré a participar. Creo que si no hubiera sido tan insistente tendríamos menos muertos, no todos están hechos para ello.
—Si no me hubieras arrastrado, jamás hubiera sabido que puedo acostumbrarme a esto. Hay muchas personas que ni siquiera lo han intentado, por lo que no pienso cambiar de opinión en esto.
Miguel suspiró y dejó pasar el asunto.
Leonard se quedó callado. Todavía estaba bastante enojado, pero decidió dejarlo pasar por ahora.
—¿Pero qué te hace pensar que esa cosa no nos atacará a medio camino?
—Por desgracia, nada. Pero todos moriremos si no nos movemos ahora, estamos demasiado cerca de donde vive ese monstruo.
Ivy asintió y no dijo nada más.
Mientras Miguel intentaba convencer a los supervivientes más tercos, Adam acababa de despertar de una buena noche de descanso. Irónicamente, a pesar de todos sus preparativos, el ataque que habían sufrido apenas si podía llamarse como tal.
Apenas unos 10 Stalkers los habían atacado en la noche y el grupo los había exterminado sin problemas. Sin embargo, en la anormal tranquilidad en la que se encontraban, Adam pudo escuchar disparos en la urbanización.
Eso le recordó que debía hablar con Tracel y entender mejor el estado de la urbanización. Debido a ello, apenas se levantó en la mañana, decidió dirigirse al apartamento de los Marriz. El que le atendió en esta ocasión fue Tarin.
—¿Adam? ¿Necesitas hablar conmigo?
—No, creo que es hora de que Tracel y yo hablemos.