Chereads / El Capricho de los Dioses / Chapter 4 - El Baño y La Cena

Chapter 4 - El Baño y La Cena

Ragnar IV

Después del breve encuentro con su madre, Ragnar ascendió los dos pisos que separaban el nivel del rey del resto del castillo. Ahora, este piso pertenecía exclusivamente a él y a su futura esposa o esposas. En este espacio también se encontraba su sala de baño personal, un lugar que había sido testigo de muchas de sus reflexiones más íntimas e innecesarias en el pasado. Una vez dentro, simplemente hizo un gesto con la mano para que los Demons Volks montaran guardia fuera de la habitación. Además, instruyó que nadie debía entrar, a excepción de las sombras o Liz, quien siempre tendría libre acceso a su espacio más privado.

Al cruzar el umbral, se despojó de las últimas prendas que aún llevaba puestas: el pantalón de lino blanco manchado con restos ceremoniales de sangre y la corona que simbolizaba su autoridad. Después, descendió los cuatro escalones que lo separaban de la piscina central, la más grande de las tres que adornaban la amplia estancia. Una sensación de alivio lo invadió al sumergirse en el agua cristalina y tibia, que parecía abrazar su cuerpo cansado y lavar los vestigios de la sangre ritualística. También sintió cómo el ardor de las runas de la plegaria, grabadas en su piel, se disipaba poco a poco.

El cuarto de baño privado del rey era un espacio que siempre había admirado. Con una decoración exquisita y cuidadosamente detallada, albergaba tres piscinas de diferentes tamaños, todas alimentadas por pequeñas fuentes que emanaban agua fresca y purificadora. La piscina central ocupaba el lugar de honor en el centro de la sala, mientras que las otras dos, de menor tamaño, se encontraban en un nivel ligeramente elevado, a unos cuantos escalones de distancia. Además de las piscinas, la habitación albergaba dos compartimentos adicionales: un vestidor y un sauna. Pero lo que más le fascinaba a Ragnar era el diseño y la estética general del lugar. Las paredes blancas estaban adornadas con mosaicos de vivos colores, algunos de los cuales representaban criaturas marinas en movimiento. Sin embargo, lo que realmente capturaba su atención era el techo, decorado con pinturas al estilo renacentista que contaban historias de tiempos pasados y héroes olvidados.

—¿No te gustaría unirte, Liz? —preguntó Ragnar con una sonrisa. Sin embargo, su gesto no reflejaba ninguna intención oculta; simplemente no estaba de humor para ello.

—Por supuesto, majestad —respondió Liz con una sonrisa, asintiendo en señal de aceptación. Después, comenzó a desvestirse, revelando su atractivo y sensual cuerpo. Antes de sumergirse en la piscina, se aseguró de recoger su ropa: pantalones y corona. Con cuidado, dobló las prendas y se dirigió hacia el vestidor para dejarlas allí.

Ragnar siempre detestaba cuando lo trataba con tanta formalidad. «Solo una vez me llamó por mi nombre... antes de que muriera», reflexionó. Aún podía ver la expresión de temor en sus ojos esmeralda, recordando cómo su cuerpo maltratado se había enfriado lentamente.

Ragnar rápidamente salió de sus pensamientos al notar la presencia de Liz, quien llevaba consigo una canasta conteniendo una barra de jabón y un frasco de un líquido importado del Imperio Drosen, ubicado en el continente Quyinn. Se trataba de un exclusivo aceite aromático capaz de perdurar por días con una sensación refrescante. Su aroma estaba compuesto por notas de cedro, cítricos, flores y una sutil mezcla de especias. Inicialmente, Liz lucía una pequeña sonrisa en el rostro, pero su expresión cambió al ver a Ragnar. Sin decir palabra, dejó la canasta a un lado y se adentró en la piscina, dirigiéndose hacia donde él se encontraba.

—Majestad —susurró Liz con tono suave, mientras sus delicadas manos acariciaban el rostro de Ragnar—. ¿Por qué te ves tan triste?

Ragnar no respondió de inmediato. En su lugar, simplemente la abrazó, sintiendo el reconfortante contacto de su cuerpo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Ragnar con una risa carente de humor.

—Soy el Lobo Blanco, el que hizo temblar a tres reinos en la batalla de Campo Sangre. También soy el Lobo Demoniaco, aquel que erigió una muralla de cadáveres en su primera batalla y derrotó a Espada de Fuego en un duelo singular. Soy el Demonio del Mar Carmesí, el que derrotó a los reyes de los mares en una tormenta de carmín. Y si eso no fuera suficiente, soy uno de los mejores guerreros del continente. He ganado batallas legendarias, permanezco invicto en combate singular, y soy igualmente respetado, temido y amado. Y ahora, como si eso fuera poco, soy el rey de Vaékha y uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. ¿Qué más podría desear un hombre?

Su voz, desprovista de ánimo, resonó en la habitación mientras mantenía el abrazo con Liz.

—Majestad, por favor, dime qué te sucede —dijo Liz con un tono tranquilizador, mientras secaba unas lágrimas que Ragnar ni siquiera había notado antes.

—Liz, yo... Me siento... Siento tantas cosas en este momento. Tengo miedo, una ira incontrolable me consume y, al mismo tiempo, una profunda tristeza me embarga. Pero, sobre todo, me siento extremadamente cansado...

Ragnar habló con la voz entrecortada, y comenzó a llorar en silencio, un llanto lleno de rabia contenida.

Se sentía abrumado. Los recuerdos de su vida anterior aún estaban frescos en su memoria, pesando como una carga insoportable. Trató de mantener su máscara de fortaleza, pero cada día, cada momento, recordaba los horrores de su pasado. Recordaba los incontables días en los que fue sometido a tortura, cada látigo que desgarraba su piel hasta dejarla en carne viva, cada olor nauseabundo de su propia carne chamuscada por las varas de hierro ardiente, cada momento en el que lo desollaban vivo para luego dejar que su carne se pudriera. Recordaba cómo los guardias, por orden de su hermano, lo sometían a abusos cada día, a cada hora, cada minuto. Aún podía sentir el dolor agudo de aquel día en el que perdió su ojo, una agonía que pareció prolongarse por una eternidad, todo por las órdenes de su ex esposa. Ella le había asegurado que le dejaron uno para que pudiera ser testigo de la tortura infligida a los pocos leales que sobrevivieron, para presenciar cómo masacraban a los hijos de sus amigos y violaban a sus esposas e hijas. Diez años de tortura inhumana, grabados en su mente como cicatrices en el alma. Pero lo más doloroso de todo eran los recuerdos compartidos con Liz. Liz, la mujer que fue su primera amiga en este nuevo mundo, la que siempre estuvo a su lado... La mujer que sufrió debido a él.

Aún resonaban en su mente las últimas palabras de Liz.

—N-no qui-quie-ro ir...me d-de tu la-la-do Rag-gnar, n-no quie-ero deja-ja-arte, no sin decir-irte l-lo que si-siento—. Su voz temblorosa, entre sollozos, resonaba en la habitación, mientras Ragnar la abrazaba con fuerza, sintiendo cómo su sujeción se debilitaba con cada latido de su corazón. Sus hermosos ojos esmeralda, que solían brillar con vitalidad, ahora estaban nublados por el pesar y la desesperación. Fue entonces cuando algo dentro de Ragnar se quebró por completo. Ya no le importaba un carajo el maldito trono que había perdido, ni el hecho de que la zorra de su esposa y la puta de su madre lo hubieran traicionado, ni siquiera el tormento constante al que lo sometieron día y noche... Ya nada de eso tenía relevancia alguna.

Ragnar limpió sus lágrimas y se enderezó, tratando de recobrar la compostura.

—Hubiera deseado que nos alejáramos lo más lejos posible cuando tuvimos la oportunidad —confesó con voz cargada de pesar—. Siento que si no te tuviera a ti, ya me habría vuelto completamente loco —añadió, buscando consuelo en la mirada comprensiva de Liz.

Ella asintió con ternura, reconociendo su angustia.

—Siempre estaré a tu lado, majestad, yo...

—Liz, llámame por mi nombre. No me gusta que me llames "Majestad". Tú... tú no, por favor —interrumpió Ragnar suavemente, mientras acariciaba la mejilla de Liz con gesto afectuoso.

—Pero, yo no tengo el derecho, yo solo soy...

—Tú eres mi Sienne. Eres una de las pocas personas que realmente tiene el derecho de llamarme por mi nombre —respondió Ragnar con sinceridad, viendo cómo la sonrisa iluminaba el rostro de Liz.

—Está bien... Ra-ragnar —dijo Liz, con un brillo de felicidad en sus ojos al pronunciar su nombre, lo cual también llenó de alegría a Ragnar.

—¿Ragnar, puedo preguntarte algo? —Liz parecía algo nerviosa al plantear la pregunta.

— Claro, Liz. Puedes preguntarme lo que quieras —respondió Ragnar, intentando transmitir tranquilidad con su tono de voz. Cuando dijo eso, Liz pareció ganar algo de confianza.

— ¿Qué le ocurrió a la segunda reina? —inquirió Liz con suavidad, buscando refugio en el abrazo de Ragnar—. Su actitud se tornó melancólica, pero también noté una ira reprimida en ella. Los Demons Volks quizás no lo notaron, pero yo vi cómo la mirabas a ella y cómo apretabas con fuerza los puños hasta que tus nudillos se volvieron blancos. Así que... ¿podrías contarme qué está pasando? —Liz conocía a Ragnar mejor que nadie, y él a ella; por lo tanto, sabía que, de una forma u otra, ella conseguiría obtener una respuesta, y prefería compartir parte de la verdad con ella.

Ragnar permaneció en silencio por un momento, sus ojos perdidos en los recuerdos mientras su mente vagaba por los caminos oscuros de su pasado. Finalmente, habló con voz baja y tensa:

— Cuando estuve en el cuarto de la iglesia y te sacaron, no sé por qué, pero me puse a reflexionar sobre mi vida, sobre lo que he hecho por alguien a quien no le importé... Recuerdo muy bien cuando pasé la prueba de fe de mi padre. Fui el primero en matar y el único que no recibió consuelo de su madre. Bueno, tú intentaste hacerlo, pero éramos solo unos niños —Ragnar soltó un suspiro cargado de tristeza y prosiguió—. Y ese es solo el primer recuerdo, Liz. Mi madre siempre me ha visto como algo que puede usar, no como el hijo que debería ser. ¿Pero sabes qué es lo que más me llena de ira? —Liz tenía su rostro enterrado en el pecho de Ragnar y solo sintió cómo negaba con la cabeza.

— Que fui tan estúpido como para dejarme manipular por ella —Ragnar guardó silencio por un momento, respirando profundamente para intentar calmar su creciente ira—. Pero lo hecho, hecho está, y ahora soy algo que nunca quise, un rey.

Liz se quedó en silencio. Solo unos segundos después, dijo algo que sorprendió a Ragnar.

— ¿Ragnar, quieres... que la mate? —Liz habló con una voz gélida, mientras su mirada se tornaba aún más fría, desprovista de cualquier rastro de compasión.

— No, no quiero que te manches las manos con esto, Liz —respondió Ragnar con calma, aunque Liz parecía a punto de contradecirlo, su gesto se detuvo con el dedo de Ragnar sobre sus labios—. No te equivoques, Liz. No la estoy perdonando, pero la necesito viva para mis planes. Cuando ya no me sea útil, yo mismo la mataré —añadió, mientras Liz parecía querer expresar algo más, pero finalmente se resignó y simplemente asintió con la cabeza.

Después de su conversación, pasaron un momento cómodo en silencio, disfrutando del agua y de su abrazo. Sin embargo, Ragnar interrumpió la paz con una pregunta.

— Liz, ¿deseas algo? ¿Quieres que te libere de tu deber como mi sienne? ¿Dinero, joyas, vestidos o... quieres que te compre un apellido? —Ragnar acarició suavemente el cabello de Liz mientras hablaba.

— Y-ya... n-no me qui-quiere... su la-lado? —Liz habló con una voz dolida y entrecortada, apretando su abrazo con Ragnar.

— No, yo quiero darte una recompensa. ¿Por qué piensas que quiero que te vayas de mi lado? —Ragnar levantó el rostro de Liz y la miró a los ojos, sus palabras parecieron tranquilizarla.

— ¿Entonces le puedo pedir lo que quiera? —Liz habló con una voz apenas más alta que un susurro.

— Lo que quieras.

— Quiero estar a su lado toda su vida —Liz dijo con algo de nerviosismo. Aunque estaba feliz con su petición, quería explicar el motivo.

— ¿Por qué quieres algo así, Liz? —Ragnar esperó con curiosidad, mientras Liz sonreía y permanecía en sus brazos.

— Mi madre murió de enfermedad cuando yo tenía solo dos años, y mi padre falleció en una tormenta cuando tenía ocho. Entonces fui llevada a un orfanato, donde a veces era molestada. Tal vez porque nunca fui muy expresiva, pero desde que murió mi padre, nada me importaba, estaba rota por dentro. Un día llegó un hombre viejo con porte orgulloso y bien vestido, acompañado de dos gigantes vestidos con acero negro y rojo. Nos dijo que buscaba niñas voluntarias para ser siennes. Al principio todas estaban emocionadas, ¿por qué no? Habíamos escuchado historias y canciones sobre las Siennes, mujeres que servían a guapos príncipes y, si tenían suerte y estos se enamoraban de ellas, las volvían princesas o incluso reinas, como fue el caso de la famosa reina Cristina Wex, primera esposa de Arglic El Lobo Rojo. Pero cuando el hombre nos explicó las responsabilidades y los peligros que implicaba ser una sienne, como nuestra posible muerte o la escasa probabilidad de convertirnos en princesas, muchas se fueron desilusionadas. Sin darme cuenta, fui la única que se quedó. Fui llevada con otras niñas y niños, nos hicieron unas pruebas y al final pasé junto con otras cuatro niñas y dos niños. Nos llevaron con nuestros príncipes y me alegró saber que tenía al príncipe más guapo de los cinco... pero también me alegró que ese príncipe se convirtiera en mi primer amigo, la primera persona que me quería desde la muerte de mis padres, mi primer amor y quien me hizo recuperar esa parte que perdí. —Liz se apartó de los brazos de Ragnar y lo miró con una sonrisa y lágrimas en sus hermosos ojos esmeraldas—. Es por eso que no quiero separarme de quien me ayudó a encontrarme. No me importa si nunca me tomas o si nunca me amas... solo quiero estar a tu lado —Liz habló con voz entrecortada mientras lloraba. Ragnar se acercó a ella y la abrazó para reconfortarla.

— Liz, yo... nunca he entendido de qué forma, pero sé que te amo. No sé si como mi amiga, mi amante o algo más... pero sí sé que quiero que estés a mi lado toda mi vida —Ragnar confesó, y los ojos de Liz se iluminaron, mostrando una alegría genuina por las palabras de Ragnar—. Siempre que me acompañabas en una campaña y veía cómo los soldados te miraban, una parte de mí sentía tantos celos que quería mandarlos a azotar o ahorcar. Odiaba cómo te veían; ellos no tenían derecho a mirarte así, tú eres mía y solo mía —Ragnar no se dio cuenta de cómo sus ojos rojos se oscurecieron aún más, pero tampoco le importó lo último que dijo. Liz era suya, y a ella tampoco pareció importarle, en cambio, tenía una mirada enamorada y un rostro ruborizado. Resultaba curioso, ya que Liz rara vez se ruborizaba, ni siquiera cuando mostraba su desnudez frente a él.

Liz se acercó lentamente a los labios de Ragnar y lo besó. Fue un beso tierno y torpe. Después del beso, Liz estaba aún más ruborizada. Ragnar solo le dio una sonrisa y ahora él la besó, un beso más largo e igual de tierno, pero poco a poco empezó a volverse más apasionado, sus lenguas luchando y masajeando entre sí. Liz puso sus brazos alrededor del cuello de Ragnar y él empezó a bajar sus manos hasta llegar al suave y firme trasero de Liz y comenzó a masajear suavemente. También empezó a bajar hasta su cuello donde empezó a darle pequeños besos.

— Te prometo que siempre estaremos juntos, Liz —Ragnar le susurró al oído, y Liz parecía estar en las nubes.

— Prometo que te voy a hacer mi reina, pero ¿sabes que no vas a ser mi única esposa, verdad? —Liz se separó y trató de tener una expresión seria, pero su cara ruborizada y su mirada enamorada lo evitaban.

— No me importa cuántas mujeres tengas, pero promete que nunca me dejarás de lado.

— Te lo prometo —. Iba a volver a besarla, pero un sonido metálico tocando su puerta lo detuvo. Frunció el ceño y, a regañadientes, se levantó y fue a abrir, pero antes de irse escuchó una pequeña risita de Liz.

— ¿Qué? —Liz no respondió y solo se levantó para darle otro beso.

— Te ves lindo cuando estás enojado —. Después de eso, Liz fue por una toalla para él y una para ella. Estos pequeños momentos con Liz lo hacían feliz y lo ayudaban a no pensar en su pasado, hasta se le estaba quitando lo "cansado".

Cuando abrió la puerta, uno de los Demons Volks que estaban haciendo guardia habló rápidamente.

— Perdone por molestarlo, majestad —dijo mientras le extendía un pequeño rollo de pergamino blanco amarrado con un listón negro—. Una sombra nos dio esto para usted, dijo que eran noticias del noroeste.

Ragnar abrió el listón y empezó a leer el contenido, no le sorprendió lo que decía, pero sí que fuera tan pronto.

— Quema este mensaje —. El Demon Volk solo asintió—. También ve con Boris y dile que envié a más sombras a Satish, quiero saber todo lo que está y lo que está por pasar —. El Demon Volk volvió a asentir, para poco después irse.

Cuando volvió al cuarto, vio a Liz sonriéndole, lo que siempre lo hacía feliz. Su Liz solo mostraba esa expresión con él; sus sonrisas, sus tiernas expresiones, sus pucheros, incluso su felicidad y su enojo eran solo para él.

— ¿Qué te dijeron? —preguntó Liz mientras volvía a abrazarlo y a besarlo.

— Noticias de Satish —respondió, abrazándola también.

— Se dice que el rey Igberth cayó enfermo.

— Buenas noticias, ¿no? —comentó Liz con una sonrisa.

— Muy buenas de hecho —dijo Ragnar mientras la besaba.

— Me alegro, cariño —añadió Liz con un bonito sonrojo.

— ¿Cariño? —preguntó Ragnar con una sonrisa burlona.

— No, no te gusta —respondió Liz, algo cabizbaja.

— No, de hecho me gusta —dijo Ragnar mientras acariciaba su mejilla.

— Cariño~ —repitió Liz, con la cara más roja y nerviosa, pero le dio una sonrisa tierna. Después de eso Ragnar y Liz disfrutaron un poco más del agua caliente, y poco después empezar a bañarse. Ragnar pidió que una sirvienta les trajera ropa limpia para Liz y el.

A Liz le trajeron un hermoso vestido de color esmeralda y blanco con detalles en negro, unos zapatos negros con tacón, junto con pequeños diamantes para decorar su cabello y un collar de diamantes y esmeraldas. Liz tenía esta clase de ropa por ser un evento especial, normalmente si el rey no tiene una esposa o prometida las Siennes actúan como sus acompañantes, algo bastante común entre los reyes de Vaékha.

A él le trajeron un traje hecho a su medida, digno para la ocasión y cuidando cada detalle. Un pantalón y camisola negros, chaleco de cuero con bordados dorados y un saco rojo largo y abierto con motivos dorados propios del reino. Una piel de lobo al hombro. Sus botas altas con relieves sencillos pero con el mejor acabado y calidad, también su colgante Vritxel, colgantes que se les da a todos lo iniciados en el credo de Eqlis, tiene el símbolo de Vrisna y está hecho de platino. También se cepillo el largo cabello blanco para ponerse su corona, se lo amarró en una media cola dejando algunos mechones para remarcar su rostro y uno que cubría relativamente su ojo izquierdo donde tenia una cicatriz delgada que se recorría hasta su mejilla.

Personalmente no le gustaba vestirse tan pomposo, pero cuando acabó de vestirse y se vio en el espejo tenía que admitir que se veía bastante imponente. También se sorprendió, había olvidado lo atractivo que era a sus veintidós años. Su cuerpo todavía estaba en forma, aunque todavía tenía algunas cicatrices pero estás eran de anteriores batallas, también había olvidado el tatuaje con estilo nórdico que tenía en la espalda, este tatuaje es hecho por los Docheri y los hacen más grande de acuerdo por cuántas batallas una persona a ganado, el suyo era bastante grande, casi acaparando toda su espalda.

De lo poco bueno que tenía de sus padres era su apariencia, siempre fue el más atractivo de sus hermanos, el tenia todos los rasgos de los Wintercolt y la legendaria belleza de los Velkor. Tenia el cabello blanco similar a la nieve, los ojos de un rojo oscuro, una piel pálida y un rostro muy atractivo con rasgos finos. Incluso entre sus hermanos y hermanas el tenía los rasgos más marcados de los Wintercolt y talvez por eso las personas siempre lo apoyaron más a el que ha cualquiera de sus hermanos. Bueno eso era solo un pensamiento, aúnque era cierto que el siempre fue el más apoyado y amado por el pueblo vaékho.

Cuando él y Liz salieron del cuarto de baño, fueron escoltados por los Demons Volks hasta la sala de banquetes. Liz se veía hermosa, pero lamentablemente, volvía a tener su máscara de indiferencia y seriedad. Antes de llegar a la sala de banquetes, Liz le habló.

— Majestad, puedo pedirle algo —dijo con voz monotona, pero se percibía algo de preocupación en sus ojos.

— Claro, Liz —respondió él con una sonrisa.

— ¿Puede no beber tanto... por favor? —Aunque su pregunta fue pronunciada en voz baja y con monotonía, sus ojos reflejaban preocupación.

Liz le hacía esta petición porque Ragnar no podía dormir bien desde su primera batalla. Tenía pesadillas con las personas que había matado y empezaba a gritar por las noches. El alcohol lo ayudaba a conciliar el sueño sin sueños perturbadores, y cuando dormía con alguien, no tenía esas pesadillas. Esa era la única manera en que podía dormir profundamente.

— ¿Tan pronto quieres que duerma contigo? —dijo él en voz baja, con una sonrisa coqueta.

— No... yo no... —Por un momento, Liz dejó caer su máscara y se sonrojó. Él soltó una pequeña risa y le sonrió.

— Está bien, Liz, trataré de no beber tanto... pero necesitas dormir conmigo... ¿De acuerdo? —dijo, ofreciéndole otra sonrisa.

— S-si, si es la única forma, lo haré —respondió Liz, intentando mantener la seriedad, pero su rostro estaba muy ruborizado, lo que la hacía ver tierna.

Ni siquiera se dió cuenta cuando llegaron a las enormes puerta de roble con grabados de la sala de banquetes, solo hasta que un Demon Volk les abrió, vio que el salón de banquetes era tal y como lo recordaba, una enorme habitación finamente decorada, la habitación tenía grandes ventanales y cuatro grandes candelabros de oro, el salón tenía dos filas de seis mesas de granito y sillas cómodas dónde ya había tres mil personas; entre los presentes estaban los que le hicieron juramento, sus acompañantes y Demos Volks que estaban para hacer de guardias. Había otra mesa en un un lugar más elevado, la llamada mesa del rey, en la cual ya estaba sentada su madre y sus hermanos con sus madres, noto que su madre ya se había sentado a la derecha de la silla principal, el lugar de honor. Cuando los presente se dieron cuenta de su presencia, se levantaron y aplaudieron y el solo uso su máscara saludando y sonriendo a todos los presentes.

El banquete fue exactamente igual de como fue en su anterior vida, hubo comida deliciosa y licores en abundancia, música agradable con la que saco a bailar a Liz, Kristiel, y a varias hijas de las familias nobles, castellanos, líderes y hijas de militares y aunque no quería también saco a bailar a Lirit y a sus hermanas. Caundo ya casi se acababan las celebraciones empezó la entrega de regalos a su persona.

Primero paso la parte noble que le dió grandes cofres con lingotes, placas y monedas de platino, oro y plata que tenían gradados el lobo de Vaékha y el símbolo de Vrisna. También le dieron joyas, ropas finas, objetos exóticos y sugerencias para propuestas de matrimonio, exepto las familias Canbarn y Surious por obvias razones, pero tampoco de más familias como los Tylbarri, Smallgett, Vernignac y Roowlin, al igual que castellanos y líderes que solo tenías varones o hijas ya casadas. La parte militar le dieron armas y armaduras hechas de acero Klok que estaban finamente detalladas y grabadas.

Hasta el último pasaron sus hermanos. Los primeros en pasar fueron su hermano mayor por seis horas Arlan Wintercolt y su esposa Sabina Vernignac. Arlan es el primer hijo y único de la primera reina, Joanna Seyston primera hija de Arturo V "El sin Ojo", rey de Yizar. Una mujer tan hermosa como su propia madre, pero tan víbora como ella.

Arlan es conocido como "Espada de Oro", o "El Ángel de Oro", el apodo con el que es más reconocido. Arlan era un hombre violento y mucho mejor guerrero que el, ya sea con la espada, la lanza, la hacha o la maza el siempre fue mejor, pero Ragnar era mucho mejor comandante y estratega que todos sus hermanos. Arlan era un hombre atractivo con los rasgos de la familia Seyston, tenía el cabello rubio y corto, su atractivo rostro tenía rasgos afilados, sus ojos eran de un azules marino, su compresión era musculosa y su piel blanca estaba algo bronceada. Su esposa y su anterior amor Sabina, era una mujer esbelta y muy hermosa, es alta y de tez clara, tenía el cabello largo y muy oscuro, pero lo que más resaltaba de ella eran sus grandes ojos color violeta. Ambos le dieron una lanza finamente decorada y muy ornamentada para su gusto, el solo uso su máscara y acepto el regalo y abrazo a su hermano y a su esposa, dándose palabras amigables prometiendose amistad eterna y todas esas cortesías. Pero esto era solo una fachada que parecía acabar con viejas rencillas, en verdad Ragnar y Arlan solo se veían con ojos llenos de odio, Arlan tenía los ojos azules llenos de una ira ardiente y Ragnar tenía los ojos rojos más oscuros y llenos de una ira fría.

Después pasaron su otro hermano mayor por dos horas, Brinden Wintercolt "El Cuervo Blanco". Y una cortesana con la que venía acompañado llamada Alis Ylen.

Brinden Wintercolt es el primer hijo de la tercera reina Yelin Brynkkon, tercera hija de Benjam Brynkkon rey de el reino de Redflood, una mujer que igual a las otras reinas tenia belleza y ambición.

Brinden tenía una piel pálida, pero a comparación a la de Ragnar, el parecía estar enfermo. Su cabello largo era del color del hueso, sus ojos eran rojos y pálidos, pero apesar de eso aún era algo atractivo. Brinden era el mejor arquero de todos sus hermanos, era tan bueno que se dice que supero a Keila "La Cierva Blanca", la mejor arquera que tenía Vaékha. (Además de ser la esposa de Ivor Ruenet y madre de Arlik y Demian). La cortesana con la que venía parecía ser una mujer elegante, era bella y esbelta. Tenía el cabello platinado y rizado, sus ojos eran azules. Pero no le tomo importancia a esta mujer, no era alguien importante para su futuro. Brinden le dio un arco blanco de madera fantasma, con detalles en platino y un carcaj de plata, con flechas de madera fantasma y plumas rojas. La madera fantasma es muy buena para la creacion de arcos y flechas, pero es muy escasa, solo en los reinos de Redflood y Satish crecen en abundancia.

Ver a Arlan y Brinden solo lo llenaba de una profunda irá, no solo porqué fueron los primeros en revelarse contra el, si no porque fueron el detonante para que sus otros hermanos también comenzaran a conspirar contra el.

Después de que pasarán Arlan y Brinden paso su hermana menor por tres días, Seren Wintercolt y su otro hermano menor por diez meses, Darío Wintercolt "El Amante". Ambos hijos de la cuarta reina Alayne Sullot, cuarta hija de Harold II, rey de Bidora. Cada uno de sus hermano le dieron una daga igual de ornamentada y detallada.

De sus hermanos, Seren era quien más se parecía a un Wintercolt, su corto cabello era de color blanco como la nieve, tenía unos ojos que parecían rubís, una hermosa piel blanca algo pálida, su único defecto al igual que su hermano Arlan es que tenían la llamada «Sangre de Bestia». La sangre de bestia es muy romantizada en las leyendas de Vaékha, pero en verdad solo hace que los que tengan está sangre actúen con un temperamento apasionado, testarudo y muy impulsivo, que hace que normalmente actúen sin pensar en las consecuencias. Lo contrario a su «Sangre de Invierno», que hace a una persona actuar con algo de melancolía y siempre pensar con la cabeza fría, es un rasgo poco apreciado pero muy bueno para gobernar según le dijeron.

Hubo un tiempo en que ella fue la única hermana que no odiaba, pero en la batalla de

El Último Infierno. Última batalla con la que se iba a decidir el futuro de Vaékha, la hija de puta lo traiciono, ella se había escapado del continente de Greuvus durante treinta años y viajo por el mundo como mercenaria y poco después fundó una banda de piratas mercenarios, entonces durante la guerra civil donde están enfrentando a Autar, el pidió su ayuda a cambio de la mitad de sus riquezas que aún le quedaban, pero en medio de la batalla los traicionó y empezó a atacar su retaguardia, haciendo que perdiera y que lo capturaran.

Darío su otro hermano, tenía los rasgos de su madre. Tenia el cabello corto y café, ojos como oro fundido, con piel blanca. Darío desde el principio nunca quiso el trono, pero le gusta su vida de lujos y su estatus que lo ayudaban con las mujeres. Al final el solo apoyaria al hermano que tenía más posibilidades que le dieran esa vida.

Después paso su otra hermana Ashen nacida el mismo día que Seren. Ashen era la segunda hija de Yelin Brynkkon. Ashen es una mujer sumamente narcisista y era tan idiota como ambiciosa. Siempre se creyó más inteligente que todos sus hermanos pero era una de las más idiotas.

Ashen era una mujere muy hermosa de pómulos altos, ojos de color vino. Un largo cabello negro azabache bien cuidado, un cuerpo curvilíneo y una hermosa y bien cuidada piel blanca. Ella le dio una alabarda muy pomposa pero almenos es lo que más la ha gustado hasta ahora de sus regalos, ya que era una buena arma y de sus favoritas.

Por último paso el hijo de puta que más a odiado en todo su vida, quien dio como juguete a su Liz y a las hijas y esposas de sus aliados a los mercenarios, quien se entretenía y exitaba, mientras torturaba a los pocos leales que aún tenía y a el. Autar Wintercolt "La Serpiente Esmeralda". Hijo de la quinta reina Meridid Walks, hija de un Rey Santo del Santo Imperio. Autar era el menos atractivo de sus hermanos pero aún así tenía cierto encantó, su piel blanca tenía algunas pecas, su cabello verde oscuro le caía por debajo del cuello. Sus ojos eran de color turquesa. El le dió un escudo redondo de acero Klok detallado y con el lobo rojo de Vaékha.

Cuando se acabo la entrega de regalos se disculpó y se fue acompañado de Liz a sus habitaciones, la verdad la noche fue amena pero la presencia de su madre y hermanos lo llenaban de ira. Y no quería tomar hasta poder ignorar a su familia... se lo prometió a Liz.

No paso mucho tiempo antes de que el y Liz llegaran a las habitaciones del rey, un cuarto grande y decorado. Se fue directo a la gran cama del cuarto junto a Liz. La verdad quería hacer algo más con ella, pero Liz estaba algo alcoholizada y no quería hacerle nada así. Solo la abrazo y se acomodo para dormir, cuando sintió que Liz también lo abrazo sintió que hoy podría dormir. Estaban en otoño y todavía tenía tres meses para que sus planes pudieran funcionar bien. Por lo mientras iba a disfrutar de su poco tiempo libre.