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Chapter 5 - El Elfo

Eru I

La vida en la Tierra siempre había sido solitaria para él, una existencia marcada por la ausencia y el dolor. A los diez años, cuando aún llevaba el nombre de Alex Moreau, su madre falleció debido a un cáncer implacable, un suceso que le arrancó lo poco de inocencia que le quedaba y lo dejó completamente huérfano. El vacío que aquella pérdida dejó en su corazón nunca pudo ser llenado, ni siquiera por la gran pasión que más tarde descubriría en la medicina.

La muerte de su madre, causada por un tumor maligno, fue el catalizador que lo llevó a estudiar medicina y especializarse en oncología. En su ingenuidad, creyó que sanando a otros podría también sanar su propio dolor, cerrar las heridas que nunca cicatrizaron. Sin embargo, con cada paciente que no lograba salvar, ese vacío se hacía más profundo, más oscuro. Su dedicación al trabajo se convirtió en una obsesión, una que lo llevó a descuidar su propia vida. Se refugiaba en su labor, utilizando su bata blanca como escudo contra una realidad que le parecía demasiado cruel. Intentó llenar su soledad con relaciones amorosas y amistades, pero ninguna de ellas duraba. Los pocos amigos que logró hacer estaban igual de absortos en sus propias vidas, y poco a poco, Alex se fue aislando. Las relaciones sentimentales que intentó mantener se limitaban a lo físico, nunca logrando una verdadera conexión emocional. Su salud, antes robusta, comenzó a deteriorarse con el tiempo. Se transformó de un hombre atractivo en alguien demacrado y descuidado, reflejo de su desmoronamiento interno.

El día de su muerte, Alex no sintió miedo ni arrepentimiento, solo alivio. Sentía que, finalmente, se liberaba del peso de trabajar más de doce horas al día en busca de una cura que aún no existía. Estaba listo para ir a donde van los muertos, para desvanecerse en la nada. Pero, cuando menos lo esperaba, una diosa lo renació con su apariencia más joven y saludable en un mundo de fantasía medieval. Esta nueva vida era como las historias japonesas de mundos isekai: venció a un ser poderoso, encontró a mujeres que llenaron ese vacío emocional que tanto lo atormentaba, y vivió ochenta años de relativa felicidad en una gran mansión junto a su familia. Sin embargo, todo lo bueno tiene un final, y su vida placentera llegó a su fin una noche en la que no despertó. No había arrepentimientos; el vacío en su corazón, en su mayoría, había sido llenado, y él estaba en paz consigo mismo.

Al morir, volvió a encontrarse con la diosa que lo había reencarnado, llamada Alisft. Ella era la mujer más hermosa que había visto en su vida, una visión celestial que eclipsaba todo lo que conocía. Su piel era tan blanca y perfecta como la porcelana, su rostro angelical irradiaba una bondad imposible de describir con palabras, y sus ojos, azules como el cielo, brillaban con una luz etérea que hipnotizaba a cualquiera que los mirara. El cabello dorado de Alisft caía en cascada como oro líquido, y su vestimenta, reveladora pero elegante, mostraba un cuerpo voluptuoso y curvilíneo, diseñado para tentar incluso al más puro de los hombres.

Alisft le informó que lo enviaría a otro mundo llamado Iklin, no como un simple renacido, sino como un reencarnado y su campeón. Tendría que enfrentarse a otros siete campeones de diferentes razas: humanos, enanos, orcos, ogros, vampiros, semi humanos y goblins. Si lograba salir victorioso, le concedería ocho deseos sin restricciones. Cuando Alex, deseoso de recuperar su juventud, pidió ser renacido como una versión más joven de sí mismo, ella se negó. Su cuerpo, le explicó, estaba demasiado dañado. En cambio, lo reencarnaría como un alto elfo, rey de Ravalerh, el reino más grande y fuerte de los elfos en el continente de Greuvus, perteneciente a la antigua y poderosa casa Sarfil.

La oferta era tentadora, y Alex, seducido tanto por la belleza de Alisft como por la promesa de los deseos, aceptó sin dudar. No prestó atención a la advertencia de la diosa sobre el castigo eterno que le esperaba si fracasaba; estaba cegado por su deseo de escapar de su vida pasada y comenzar de nuevo.

Reencarnado como Eru Sarfil, conocido como "El Único", despertó en una lujosa habitación decorada con opulencia. Sin embargo, cuando intentó usar la magia que alguna vez había dominado, un dolor punzante atravesó su cabeza, forzándolo a asimilar las memorias de su nuevo cuerpo. Para su horror, descubrió que en este mundo la magia ya no existía. Después de las Guerras Continentales, los cristales mágicos que alimentaban la magia fueron destruidos, condenando a todos los seres mágicos a una existencia sin sus antiguos poderes.

Sentado en la cama, Eru asimilaba la abrumadora cantidad de información que le llegaba. El mundo era mucho más grande y complejo que cualquiera en el que hubiera vivido antes. Aunque Eru había liderado un ejército élfico, pronto se dio cuenta de que todos los demás reinos también tenían ejércitos altamente profesionales. Los humanos al oeste eran mucho más numerosos y estaban mejor entrenados. Reinos como Lanad y Ronel disfrutaban de una riqueza inimaginable, mientras que Ugrian poseía los ejércitos más grandes y abundantes recursos alimenticios. Los reinos de Slumor, Satish y Vaékha contaban con soldados de élite, y los enanos al norte habían desarrollado maquinaria de guerra avanzada que superaba cualquier cosa que Eru hubiera visto.

A medida que exploraba los recuerdos de su nuevo cuerpo, Eru se dio cuenta de que su reino no solo enfrentaba amenazas internas, sino también externas, con imperios en otros continentes, como Drosen y Qoren, ambos con ojos codiciosos puestos en Greuvus.

Los recuerdos de Eru también le revelaron la ambición que su nueva persona albergaba: unificar todos los reinos élficos bajo su mandato. Sin embargo, aunque Eru era un gran monarca, guerrero y general, su arrogancia y el elitismo innato de los elfos lo hacían profundamente impopular entre las otras razas.

Ahora, sentado en su lujosa cama, Eru reflexionaba sobre su situación. Se había equivocado al pensar que su nueva vida sería fácil, un simple paseo en el parque. No tenía idea de cómo gobernar un reino ni de cómo liderar un ejército en la realidad. En su vida anterior, solo había sido un doctor, y luego, un mago y aventurero en un mundo mucho más sencillo.

La única fuente de consuelo que tenía eran las memorias que le enseñaban cómo gobernar, y su nueva apariencia etérea que, aunque poderosa, no le aseguraba el éxito. Sin embargo, sabía que la teoría siempre era diferente a la práctica, y temía que la carga de su nueva responsabilidad fuera demasiado para él.

Intentó dormir, pero los recuerdos y la responsabilidad lo mantenían despierto, dando vueltas en la cama. Cuando finalmente cayó en un sueño agitado, soñó con la vida de Eru, desde su infancia hasta su coronación y las batallas que había librado. Despertó sudado y agitado, con una convicción creciente de que aceptar ser el campeón de Alisft había sido la peor decisión de su vida. El vacío en su corazón, que creía haber llenado, volvía a hacerse presente, junto con la abrumadora responsabilidad de gobernar un reino y luchar contra otros campeones. Con suerte, el invierno le daría tiempo suficiente para aprender lo necesario para sobrevivir en este nuevo y peligroso mundo.