Chapter 52 - Arco 5.4

Dae y Tame reservaron una habitación en una posada relativamente económica. No cargaban con demasiado dinero, ya que se habían visto obligados a huir de repente. Lo poco que tenían debían invertirlo sabiamente. 

Dae tomó asiento en lo que sería su cama. El colchón se hundió ante su peso, dando la sensación de ser bastante cómodo. 

"Beba un poco de té, joven maestro"

Tame le acercó una taza blanca que contenía un líquido verde claro. Olía fragante, suave y dulce. El humo que sobrevolaba daba cuenta de lo caliente que estaba el agua.

Ambos se relajaron y lavaron la fatiga que se había acumulado en sus hombros a causa del viaje. Habían pasado varios días tensos, teniendo que escapar y ocultar su identidad. Afortunadamente no habían sido descubiertos y estaban a salvo.

"¿Cuál es el plan maestro? ¿Seguiremos viajando más hacia el este? Dicen que hay tierras fértiles donde es posible cultivar y criar animales. Se podría construir una cabaña pequeña, apartada de todo"

Dae negó.

"No funcionará. Podremos escondernos de betas pero los alfas me encontrarán. La única forma de sobrevivir es seguir movilizándonos o encontrar la cura nosotros mismos"

Tame abrió los ojos consternado. Sabía que Dae no era un omega débil y aburrido, que no hacía más que cuidar su apariencia. Le gustaba leer todo tipo de libros y aprender conocimientos destinado únicamente para los alfas o betas de gran cognición. 

Tame estaba convencido de que si se proponía encontrar una cura, sería capaz de descubrir la razón tras la locura de los alfas y cómo podría regresar todo a la normalidad.

Tame se propuso ayudar a su maestro. Le asistiría en lo que fuese necesario.

"¿Que tiene pensado hacer entonces?"

Preguntó.

"Necesito comprar unas hierbas en el mercado. El dinero que disponemos no será suficiente por lo que tendremos que…"

Tame lo interrumpió.

"No diga tendremos. No puedo permitir que se ensucie las manos. Si es dinero lo que necesitamos, comenzaré a trabajar de inmediato. Ganaré las monedas necesarias para mantenernos y comprar los ingredientes"

Dae le concedió una cálida sonrisa. 

"Cuento contigo entonces"

Afirmó, tomando otro sorbo de su té. 

Llevarían a cabo sus actividades a partir de mañana, mientras tanto, repondrían sus fuerzas y obtendrían información sobre el estado de la ciudad y lo que estaba ocurriendo en el resto del mundo.

Era importante que descubrieran las zonas afectadas por alfas, a fin de evitarlas. Dae no tenía mucho tiempo. El efecto de la droga de Lumie solo duraría un poco más de un mes, y si no hallaba la cura de inmediato, al menos debía elaborar un fármaco para ocultar sus feromonas.

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Dos semanas transcurrieron rápidamente. Mientras Tame trabajaba en una lavandería, Dae se enfocaba en su investigación. En el mercado logró encontrar varias hierbas con efectos calmantes y sedativos. La idea era elaborar una droga que pacificara a los alfas y les devolviera la razón perdida. 

El único problema es que no había suficientes elementos para fabricar el fármaco. La época no era la adecuada como para desarrollar el antídoto a una enfermedad que provenía del futuro. 

Aun así, Dae no pensaba rendirse. Centró toda su atención en la elaboración del medicamento, incluso ignorando la situación del protagonista quien, a estas alturas, ya había formado un grupo de aliados. 

Actualmente se movían por los distintos poblados, reuniendo mano de obra y adeptos bajo la excusa de librarlos de la crueldad de los alfas.

El destino final de Hyno era la capital. Planeaba hacerse con el puesto de emperador, aunque para ello debía contar con un ejército y ayudantes calificados. 

La capital estaba repleta de alfas que, por algún motivo, no se habían movido de su locación. Permanecían tranquilos, rodeando el palacio y espantando a cualquiera que se acercase.

Hyno no podía entender lo que estaba sucediendo. ¿Había algo en ese lugar que neutralizaba su droga? No creía que eso fuese posible, pero la curiosidad que sentía era enorme. Eso sumado a que, dicho problema, obstaculizaba sus planes.

Si el emperador no enloquecía, no tendría la excusa perfecta como para usurparle el trono. Hyno mordió sus uñas con nerviosismo. Quería obtener poder y deshacerse de esas alimañas que cubrían el territorio cuanto antes.

"¡Hyno!"

En ese momento un joven desaliñado irrumpió en la habitación de Hyno. Sin siquiera tocar la puerta, entró corriendo y tomó a Hyno de los hombros. Agitado, le explicó las novedades que acababa de recibir.

"¡Se fueron! Los alfas que estaban en la capital desaparecieron"

Hyno quedó consternado. La capital estaba repleta de funcionarios y guerreros. Incluso el ejército personal del primer ministro estaba asentado a las afueras. ¿Me estaba diciendo que ellos simplemente se fueron, así como así? Hablamos de cientos de alfas poderosos y entrenados en combate. 

"¿Sabemos dónde están?"

El joven negó.

"Desaparecieron de un momento a otro. Todo ocurrió en silencio y en completo orden. Es imposible rastrearlos"

Hyno golpeó la mesa a su izquierda. Su mano se puso roja y comenzó a palpitar de dolor. El joven se sorprendió ante su arrebato y se distanció un par de pasos.

"Asigna a algunos de los chicos para investigar qué está pasando. Necesitamos encontrarlos"

"¡Si!"

El joven se marchó, dejando la puerta abierta detrás de sí. Quienquiera que pasase en estos momentos podría notar la aterradora expresión de Hyno. Sus ojos estaban rojos y todo su cuerpo temblaba ante el profundo odio que crecía en su corazón. 

Sus planes no avanzaban de la manera correcta y eso significaba que seguiría respirando el mismo aire que omegas y alfas. Ese simple pensamiento lo atormentaba y le daba ganas de vomitar. Tenía tanta repulsión por esas personas que no podía controlarse. 

Sin siquiera saberlo, se asemejaba a esos alfas que tanto detestaba, que eran manipulados por su fármaco. Había enloquecido al igual que ellos. Su odio lo estaba privado de toda lógica y raciocinio.

Al mismo tiempo, el ejército que tanto lo inquietaba, estaba cabalgando en línea recta. Atravesaban poblados desiertos y destruidos, deteniéndose solo para que los caballos pasten y beban un poco de agua.

Los alfas no hablaban y apenas descansaban. Debían recibir las órdenes de su comandante antes de actuar como seres humanos. Estaba claro que la droga de Hyno los había afectado hasta el punto en el que no comían ni dormían por iniciativa propia. De no ser por el poderoso alfa que los controlaba con feromonas, no serían diferentes a esos hombres que recorren el territorio en busca de omegas. 

El hombre musculoso, y con una cicatriz en la mejilla, contempló el horizonte a lo lejos. Su nariz percibía tenuemente un aroma a jazmín, que hacía hervir su sangre y generar una terrible urgencia en su corazón.

Quería correr desesperadamente hacia la fuente de esa fragancia. Esa persona lo tentaba sin siquiera saberlo. Su aroma corporal lo estaba guiando y atrayendo segundo a segundo.

El hombre respiró hondo. Infló sus pulmones de oxígeno y el olor peculiar olor a jazmín. Se tranquilizó a sí mismo diciendo: ya falta poco. En un par de semanas sostendría a esa fragante persona entre sus brazos, la haría suya y nunca más permitiría que se separase de su lado.

El hombre se estremeció. La idea hizo latir más deprisa a su corazón, mientras su pantalón se apretaba en la zona de la ingle. Un enorme bulto daba cuenta del terrible deseo que atormentaba a su portador. 

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Tame enderezó su espalda y limpió el sudor que bajaba por su frente. Suspiró satisfecho tras otro día de trabajo cumplido.

La encargada del lavadero le entregó un par de monedas de plata y le ordenó no venir al día siguiente. El dueño no planeaba abrir por un tiempo.

Tame se sorprendió. No podía entender cómo, un sitio que tanto dinero generaba, iba a cerrar sus puertas por tiempo indefinido. Eso no sonaba nada lógico.

La mujer no le dio más detalles y simplemente lo espantó. Tame se marchó con dudas y aferrándose a esas pequeñas monedas con olor a metal y un tanto sucias. Sus manos callosas sujetaban esos círculos plateados que tanto valor tenían para ellos en estos momentos. Su sustento actual dependía de estas pocas monedas.

Perdido entre sus pensamientos, Tame no se percató de la presencia de un joven que corría a toda velocidad. Lo llevó por delante, haciéndolo retroceder bruscamente y cayendo al suelo. Su trasero impactó contra la arena, entumeciendo su espalda y provocándole gran dolor.

Tame se quejó adolorido, con lágrimas asomándose en sus pestañas. El joven se disculpó de inmediato y le tendió la mano.

"Lo siento. Lo siento mucho. No te vi"

Tame levantó la mirada y quedó en shock. Sus ojos se abrieron ampliamente al distinguir a la persona que tenía delante. Al mismo tiempo, el joven se sorprendió y pronunció con incertidumbre.

"¿Tame?"

Tame tomó su mano y se puso de pie. Sacudió el polvo en sus ropas, tratando de ocultar su nerviosismo. 

"Oh. Ashimo…cuanto tiempo…"

Los ojos de Tame vagaban de un lado al otro inquietos. No se detenían en el rostro de Ashimo por temor a revelar algún detalle. 

El corazón de Tame latía descontroladamente. Nunca imaginó encontrarse con uno de los sirvientes de la mansión aquí. 

Ashimo sonrió y palmeó la espalda de Tame. 

"Que alegría volver a verte. Sabía que seguirías mi consejo. No había forma de que murieras por culpa de ese omega"

Tame presionó sus dientes. 

"Si..je je…"

Trató de continuar con la conversación a pesar de lo incómodo que lo hacía sentir. ¿Abandonar a su maestro? ¿Permitir que Dae quedara solo y a su suerte? ¡Imposible!

"Si me hubieras dicho que pensabas abandonarlo, pudimos haberlo hecho juntos". Ashimo suspiro. "Afortunadamente nos separamos de esa familia y evitamos la tragedia. Escuché que no sobrevivió nadie. Todos los sirvientes fueron asesinados. Que lamentable"

Ashimo siguió hablando sin notar el estado de Tame. Incluso lo tomó de los hombres y comenzó a caminar lentamente. Sin destino aparente, transitaba por el centro del poblado.

"¿Cuando llegaste a la ciudad? ¿Estás trabajando en algún lugar?"

"Hace unos días comencé a trabajar en la lavandería"

"Es un buen lugar. La paga es decente, pero no creo que abra por un tiempo"

Tame enarcó una ceja.

"¿Por qué dices eso?"

Ashimo lo miró desconcertado.

"¿No estás enterado?". Acercó su boca hasta su oído y susurró cual secreto. "La mayoría de aldeanos está cerrando sus locales y mudándose temporalmente. Algunos planean marcharse de la ciudad y no volver jamás. Todo a causa de la manada de alfas que se dirige hacia aquí. Seguro están de paso, buscando algún omega que matar"

Tame se detuvo en seco. Clavó sus pies al suelo, obligando a Ashimo a frenar el paso también. 

Su corazón, que ya estaba latiendo velozmente, aumentó de intensidad. Tame percibía el retumbar en sus tímpanos. ¿Qué una manada de alfas se aproximaba hacia ellos? 

Ashimo siguió hablando.

"Yo no pienso mudarme. No hay omegas en esta ciudad. Lo más probable es que los alfas sigan de largo y no suceda nada malo. Aprovecharé estos días para descansar y…"

Tame lo interrumpió. Alejó su cuerpo del suyo y retrocedió un par de pasos. Con las manos aferrándose a las mangas de su ropa, y tratando de mantener el control, dijo.

"Olvidé que tenía un encargo. Será mejor que me vaya. Hablaremos luego"

Dio media vuelta y salió corriendo. 

Ashimo contempló su espalda serio, sin la ignorancia y la alegría que había mostrado anteriormente. Su rostro cambió de expresión y un aura oscura lo cubrió. Parecía ser una persona completamente diferente y desconocida.

Ashimo no continuó con su camino habitual sino que se dirigió a una propiedad apartada, silbando y pateando una que otra piedra en el sendero. Si su suposición era cierta, las cosas estaban a punto de cambiar a su favor.

Mientras tanto, Tame se dirigió a toda prisa a la posada donde se hospedaban. Abrió la puerta de golpe, sorprendiendo a Dae que estaba trabajando en la cura.

Tame estaba completamente agitado, nervioso y cubierto de sudor. Esto extraño a Dae y lo hizo inquietarse.

"¿Tame? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué luces así?"

Tame cerró la puerta y avanzó hacia él. Lo sujetó de los hombros y le dijo con firmeza.

"Tenemos que irnos. ¡Ya!"