Chapter 53 - Arco 5.5

"¿Irnos? ¿Por qué? ¿Qué sucedió?"

Preguntó Dae desconcertado.

"Me encontré con uno de los sirvientes de la familia. Me reconoció, hablamos un poco, y me comentó que muchos pueblerinos están migrando para evitar a un grupo de alfas que se dirige hacia acá"

Las dudas reflejadas en el rostro de Dae, se borraron rápidamente. 

Si la información obtenida era cierta, eso significaba que la ciudad se convertiría en el lugar de paso de esos alfas. En el peor de los casos, podrían terminar matando a todos.

Dae estaba sumamente preocupado por lo que podría ocurrir, pero más lo inquietaba el hecho de que la trama no mencionaba nada sobre una manada de alfas movilizándose. 

La inyección proporcionada por el sistema perdería efecto en un par de días. No era recomendable permanecer en este lugar con tantos alfas alrededor. Si su celo aparecía de improvisto, podría acabar muerto. 

Si. No había otra opción más que marcharse. Debía buscar refugio en otra ciudad o asentamiento. 

"Empaquemos todo lo necesario y huyamos"

Tame asintió y enseguida comenzó a preparar su equipaje. En una bolsa de tela cargaron las hierbas e instrumentos necesarios para fabricar la cura, mientras que en otra acomodaron vestimentas y alimentos. 

"Iré a comprar una carreta así no tenemos que caminar"

Dae apoyó su decisión y le entregó las monedas de plata que le habían sobrado. Serían más que suficientes para comprar lo que pudiera hacerles falta durante el viaje.

Tame se fue a toda prisa, dejando a Dae solo en la habitación. El silencio era profundo, siendo interrumpido ocasionalmente por el sonido de su pesada respiración. 

Dae estaba pensando sobre los posibles lugares a los que dirigirse a continuación. Su investigación estaba en curso y le tomaría un tiempo más obtener la preciada cura. 

También había hecho avances sobre un supresor de feromonas, pero bajo esta situación de peligro, no creía tenerlo listo a tiempo. Dae mordió sus uñas con inquietud. Había hecho mal los cálculos. Creyó que con sus habilidades, sería capaz de desarrollar un fármaco capaz de eliminar sus feromonas pero no tuvo en cuenta las escasas herramientas que brinda esta época. Fue complejo encontrar las hibernas necesarias y elaborar los elementos para procesarlas. 

Se encontraba entre la espada y la pared. Alfas y omegas seguían muriendo, y por si fuera poco, ahora corría el riesgo de que su celo apareciera en cualquier momento convirtiéndolo en una presa.

Dae sacudió sus cabellos con frustración. En momentos como este ¿dónde estaba su hombre? Lo necesitaba con urgencia y no daba señales de vida. 

Dae juró darle un golpe en la cabeza cuando se encontraran. 

Toc Toc

Toques en la puerta lo sorprendieron. Se preguntó quién podía estar buscándolo. No conocía a nadie en la ciudad, salvo el dueño de la posada. ¿Podía necesitar algo de ellos?

Dae se acercó hasta la puerta y la abrió ligeramente. Preguntó con un atisbo de duda.

"¿Quién es?"

Sin embargo no obtuvo la respuesta esperada. Una mano se adentró por la rendija y sujetó firmemente el marco de la entrada. Empujo con fuerza, haciéndolo retroceder y perder estabilidad. Dae por poco tropezó.

La puerta se abrió de golpe y un grupo de personas entraron con apuro. Colmaron la habitación y la llenaron de su desagradable aroma a suciedad y alcohol.

Un hombre barbudo y desaliñado se acercó hasta Dae y lo sujetó de la muñeca. Tiró de él, generándole dolor y repulsión. Podía notar una marca roja en su piel blanca y delicada. 

"¿Estás seguro de que no es un beta?"

El sujeto acercó su nariz hasta el cuello de Dae y lo olfateó un par de veces. Dae debió contener las ganas de vomitar y el desagradable sentimiento que le provocaba su piel en contacto con la suya. Quería alejarse de esta persona cuanto antes, pero no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo. 

En momentos como este descubría la gran disparidad que existía con respecto al cuerpo omega y al del resto. Pese a ser un simple beta, tenía más poder que él. Era algo frustrante.

"No huelo nada"

Otro de los intrusos avanzó y le pegó una cachetada en la cabeza. 

"Claro que no hueles nada. Eres un beta. ¿Qué carajos puedes oler?"

"Es suficiente. Dejen sus charlas sin sentido" 

Una tercera persona tomó la palabra. Acalló al grupo de personas que aprisionaban a Dae, dando la impresión de que se trataba de su jefe. Parecía tener gran poder sobre ellos. 

Dae lo miró con detenimiento. Si no estaba equivocado, esta persona era la que había mencionado Tame. Un sirviente de su mansión. Lástima que no recordase su nombre.

"¿Qué hacemos ahora?"

Ashimo caminó hasta Dae, se inclinó y lo observó atentamente. Sus ojos oscuros recorrieron el rostro de ese maestro mimado e ingenuo que solía atender. 

Con una expresión frívola le preguntó.

"¿Sabe quien soy, joven maestro?"

"Afortunadamente no"

Contestó Dae con sarcasmo.

Ashimo se sorprendió ante su actitud. No esperaba que el omega que subestimaba y despreciaba fuera a tener semejante cambio de personalidad. Quizás la pérdida de su familia y estatus social lo habían obligado a crecer y aprender a sobrevivir. Aunque sus conocimientos no iban a poder salvarlo de esta situación.

Ashimo sonrió.

"Mi nombre es Ashimo. Solía servir al maestro mayor Kimon. Eso antes de que se convirtiera en una bestia y matara a todos. Me pregunto qué será de él ahora. Debe estar vagando por ahí, desnutrido y sucio"

Dae presionó sus dientes con furia. Esta persona estaba despreciando a la familia del personaje original. Eran seres de buen corazón que no discriminaban a nadie por su género. No consideraban a los esclavos o sirvientes como tal, sino que los trataban como parte de su familia. Les daban más de lo que se merecían.

Que vergüenza que hubieran tratado con amor a un lobo de ojos blancos. Habían alimentado y cuidado de una alimaña.

Ashimo esperó pacientemente pero no obtuvo la respuesta que esperaba. Dae se mantuvo tranquilo y ni siquiera profirió insultos en su contra. Esto despertó aún más su resentimiento y desdén, ya que consideró que lo estaba tratando como una persona de baja alcurnia. 

La sonrisa que estaba dibujada en su rostro se desvaneció. Ashimo se puso de pie y ordenó a sus hombres. 

"Llévenlo a la base. Lo cuidaremos bien hasta que lleguen los alfas"

Los hombres tomaron a Dae de ambos brazos y lo arrastraron hacia la salida. Ignoraron sus luchas, las cuales no ejercían ninguna presión sobre ellos. La fuerza de Dae no era superior a la de un niño. 

En cuestión de minutos, la habitación quedó vacía. No quedó rastro alguno de los intrusos ni registro de la conversación que había ocurrido. Era como si Dae se hubiera desvanecido de un momento a otro. 

Eso mismo fue lo que pensó Tame cuando regresó. Aunque no creyó ingenuamente que Dae se hubiera ido y abandonado por seguridad. La puerta estaba abierta y las herramientas médicas seguían en el mismo lugar que siempre. Estaba claro que algo había sucedió en lo que iba por la carreta.

Tame mordió su labio inferior. Provocó una pequeña herida que comenzó a sangrar ante la presión de sus dientes, pero eso no le importó. La preocupación sobre el paradero de Dae era mayor.

Tenía una vaga idea sobre lo que podría haber podido ocurrir. Llevaban semanas en esta ciudad y jamás habían tenido ningún problema. Era mucha coincidencia que Dae desapareciera tras el encuentro con Ashimo. Sospechaba que algo tenía que ver, por no decir que era el culpable de todo lo acontecido.

Tame formó su mano en un puño.

Debía encontrar a Dae costase lo que costase. El tiempo se les agotaba y debían marcharse antes de que la manada de alfas llegara. No tenían tiempo que perder. 

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Dae recuperó la consciencia. 

Contempló la celda maloliente y descuidada a la que había sido arrojado días atrás. No podía saberlo con certeza, pero suponía que tres días habían transcurrido desde entonces.

Tanto Ashimo, como sus secuaces, no lo habían alimentado ni dado nada de beber. Su estómago se había hundido, chocando contra su espalda y generándole gran dolor. Su garganta estaba seca, al igual que sus labios. Ni la saliva que secretaba era capaz de aliviar su terrible sed.

Dae inclinó la cabeza. Tantos mundos y no recordaba haber sufrido de esta manera antes. Había sido abandonado como una basura insignificante. 

Dae formó la mano en un puño con firmeza. Juró hacer pagar a este grupo de personas. 

Por lo que había alcanzado a escuchar, estaban llevando a cabo el rito de iniciación. Para poder formar parte del grupo de betas revolucionarios debían demostrar su ferviente odio hacia alfas y omegas. Lo más común era masacrar a alguna de estas personas y enviar sus restos como evidencia.

El plan de Ashimo era aprovechar la manada alfa para que acaben con él. Obtendría el reconocimiento y la prueba que tanto necesitaba. No le importaba si la ciudad se veía afectada a causa de sus atroces deseos y objetivos.

Suspiró. El aire escapó de sus pulmones, haciendo que su cuerpo se vaciara y la sensación de hambre fuera aún más notoria. 

Dae no tenía forma de escapar. Las habilidades que poseía eran inútiles y no contaba con Lumie para obtener información o ayuda extra. Desconocía el paradero de Tame y si había podido descubrir lo que le sucedió. 

Lo único que podía hacer era contar las horas e implorar por que su celo no llegara en el peor momento posible.

"¡Ahhh!"

"¡Son alfas! ¡Huyan!"

"¡Mamá! ¡Wahhh!"

"No. Nooooo. ¡Ayuda!"

Gritos despertaron a Dae de entre sus negativos pensamientos. Movió ligeramente sus extremidades encadenadas y agudizó el oído para tratar de entender lo que estaba pasando en el exterior. Aunque podía darse una vaga idea al respecto.

La famosa manada de alfas había arribado a la ciudad. Era solo cuestión de tiempo antes de que Ashimo lo sacara y arrojara ante esa orda. 

Y tal y como previó Dae, así ocurrió. Ashimo y sus hombres caminaron hasta la celda y lo contemplaron con burla en sus rostros. Se reían ocasionalmente, mientras apostaban cuánto tiempo podría resistir antes de que esos alfas lo fueran a despedazar.

Dae no se inmutó. El miedo jamás se hizo presente en su mirada ya que no dudaba de sus habilidades. Por más herido o cansado que estuviese, confiaba en que podría sobrevivir. Así había sido con la niña de rojo, el clan lobo y su desolado mundo. ¿Una manada de alfas? ¿Iba a demostrarles lo letal que puede ser un omega? 

"Sáquenlo"

Ashimo dio la orden y dos personas ingresaron a su celda y lo liberaron de sus cadenas. Lo sujetaron de ambos brazos y arrastraron sin consideración por el suelo mugroso y cubierto de sangre. 

Dae podía sentir la piel de sus piernas siendo quemada ante el rose con la tierra y suciedad. La sensación era dolorosa y desagradable. 

El grupo atravesó una serie de pasillos hasta llegar a una escalera. Subieron rápidamente y desembocaron en una propiedad destartalada. Al parecer la cárcel se encontraba en el sótano de alguna vivienda. Era un recoveco bien apartado del ojo público.

Aprovechando el caos en la ciudad, Ashimo lideró a sus hombres hasta la puerta principal. No le importó ser descubierto por los aldeanos, quienes inmediatamente resolvieron los entresijos del asunto. La llegada de alfas, sumado a una persona que arrastraban cruelmente en su dirección, era obvio suponer de qué se trataba.

El corazón de los testigos dio un vuelco. Ahora todo cobraba sentido. Esa manada de alfas había irrumpido bruscamente en la ciudad portuaria por culpa de ese omega. Lo peor de todo era que esos betas lo sabían y no lo habían entregado anteriormente.

Dae presenció todo. La emoción del grupo de Ashimo, la ira e incredulidad de los aldeanos, el resentimiento de algunos betas que lo consideraban una desgracia y la tristeza de esas personas que habían perdido a sus seres queridos con el gen omega. Diversas miradas y sentimientos se reflejaban en sus rostros.

Tame apareció de repente en su campo de visión. A un costado del camino, tratando de evitar ser empujado por los aldeanos, lo miraba atentamente. Sus ojos brillaban de angustia y desesperación.

Dae negó. Trató de transmitirle en silencio que no se acercara, que estaría bien. Lo primordial era que buscara un lugar seguro donde esconderse. Él se encargaría de escapar.

Sin embargo, Tame se rehusó. ¿Abandonar a Dae? ¿Ser testigo de cómo esos alfas lo descuartizan? ¡Ni soñando!

Sin pensarlo dos veces, Tame corrió hacia ellos. Ashimo y sus hombres estaban distraídos, pensando en la fortuna y el poder que amasarían cuando fueran aceptados por los revolucionarios. No se percataron de la llegada de él.

El joven, haciendo uso de su velocidad, empujó con fuerza a uno de los hombres que arrastraba a Dae. Este perdió estabilidad y soltó su brazo. 

En un segundo, el grupo se detuvo sorprendido y tratando de procesar lo que había pasado pero Dae no se quedó sin hacer nada. Aprovechó la distracción de Tame para patear a uno de sus agresores. Apuntó hacia la zona de su rodilla, provocando que sus piernas perdieran su fuerza y acabara contra el suelo. El hombre gritó de dolor.

El rostro de Ashimo se contrajo de furia.

"¡Maldito!"

Intentó propinarle un golpe en el rostro que Tame apenas esquivó. Ashimo no se rindió y volvió a apuntar su puño hacia él, pero tampoco consiguió asentarlo. Esta vez Dae lo empujó, haciendo uso de su peso y arrojándose prácticamente sobre él.

"¡Awww!". Ashimo se quejó. "¿Qué diablos están haciendo ustedes? ¡Atrapen a ese omega!"

Tame se acercó hacia Dae y lo ayudó a levantarse. Se cercioró de que no estuviese herido y adoptó una postura defensiva. Estaba listo para enfrentarse contra esos betas y ganar tiempo suficiente para que su joven amo escape.

Dae retrocedió un par de pasos. Sentía su cuerpo pesado, hambriento y sediento. Su visión estaba borrosa y podía percibir sus sentidos saturados. Sus oídos zumbaban, su cabeza daba vueltas y su nariz estaba siendo invadida por un aroma extraño pero familiar al mismo tiempo. Aroma que, sin saberlo, estaba despertando sus sentidos más animales y aumentando la temperatura de su cuerpo.

Dae retrocedió un par de pasos más, completamente perdido. Sus pies se arrastraron sin energía, marcando el camino de su retirada en la tierra. 

En ese momento, chocó contra una especie de pared dura y caliente. No comprendía lo que había sucedido. No recordaba que hubiese nada detrás de sí.

Volteó levemente y contempló un abrigo oscuro que envolvía un cuerpo musculoso y grande. Piernas largas, brazos robustos, mandíbula cincelada y ojos penetrantes. 

Dae contempló embelesado a la persona que yacía a su espalda. 

"Te encontré"

Dijo el hombre antes de tomarlo por la cintura.