El enemigo había sido repelido, las feroces bestias que provocaban la destrucción y la muerte, escapaban de miedo. La noche era fría, pero había esperanza, algunos rayos de sol se podían ver en el horizonte.
El sol salió y un amanecer se pudo ver, la tribu estaba cansada, pero aún había cosas por hacer.
Los niños alentados por sus madres volvieron a dormir, su descanso había sido interrumpido y necesitaban volver a dormir para soportar el trabajo del día a día. Mientras tanto, sus madres, quienes habían estado en vigilancia toda la noche, salían de su hogar para comenzar sus tareas diarias. Ellas eran el pilar de su hogar y no podían descansar si faltaba el alimento.
Los guerreros sobrevivientes ayudaban a sus compañeros heridos para trasladarlos a la cabaña de la abuela, mientras que los que aún podían luchar se organizaban para salir a cazar. Las elites fueron los primeros en partir hacia la caza, mientras que el jefe de tribu se quedó para realizar ceremonias fúnebres y hacer un conteo detallado de las muertes de la tribu.
Aunque él solo había salido, se lloraron la muerte de padres e hijos que valientemente habían dado su vida por defender a la tribu y sus familias.
También se tuvieron que reconstruir barricadas, trampas y cabañas que habían sido destruidos por el ataque enemigo o el fuego de las antorchas.
—Escuché que te mandaron a cortar árboles —
Como un susurro se escuchó detrás de Vera, ya acostumbrada a este tipo de apariciones sonrió.
—Así es, Maco. Yo escuché que también a ti, te mandaron a cortar árboles —
A Vera le hubiera gustado ir con el grupo de caza, pero se le fue otorgada el deber de cortar árboles.
—Es muy particular, a ninguna mujer se le había entregado antes este tipo de tarea ¿Crees que puedes hacerlo? —
Dijo Maco, siguiendo a Vera.
—No se trata de si lo creo o no, se trata de si puedo hacerlo. Si quiero que se me considere una guerrera necesito tener la misma fuerza que los demás —
Vera le había contado a Maco que su sueño era convertirse en una reconocida guerrera.
Maco no respondió y siguió a Vera en silencio por el bosque.
Los dos llegaron a una parte del bosque en donde los árboles eran más altos.
—Bien, ¿algún consejo sobre qué árbol cortar primero? —
Dijo Vera, sacando un hacha.
—Cualquiera de estos árboles son buenos, empieza con el que mejor te parezca —
Respondió Maco.
Vera miró a su alrededor, escogió uno al azar y comenzó a talar.
—¿Has escuchado la nueva noticia? —
Preguntó Maco.
—No suelo escuchar muchas cosas últimamente —
Respondió Vera.
—Es sobre Mia, dicen que se comprometió con el hijo del jefe —
Dijo Maco.
—¿El hijo del jefe? ¿Quién es? —
Preguntó Vera.
—Puede que ya lo conozcas, su nombre es Ruyo, fue quien te trajo a la tribu cuando colapsaste cerca del río —
Respondió Maco.
—Ruyo, escuché que no es un guerrero y se dedica a ayudar a la abuela —
Dijo Vera.
—Sí, es por eso que muchos no están de acuerdo de que Mia se case con él —
Dijo Maco.
—Fue una decisión tomada por el jefe, así que se debe respetar —
Dijo Vera.
—¿Tú que harías si te fuera a casar con alguien como él? —
Preguntó Maco.
—Yo no me voy a casar, prefiero ser una guerrera que solo una dama —
Respondió Vera.
Maco siguió conversando con Vera hasta que el árbol cayó, entre los dos quitaron las ramas y cargando por los extremos lo llevaron a la tribu.