Después de la intensa batalla contra los hombres pájaros, el ejército inca continuó su marcha hacia adelante. El sol estaba en lo más alto cuando finalmente el Auqui decidió que era hora de descansar. Ordenó a sus hombres detenerse y tomar un merecido respiro.
Huamanga, sirviente personal del Auqui, observaba con atención al joven líder. Sus preocupaciones se agolpaban en su mente mientras observaba los rastros de fatiga y agotamiento en el rostro de su señor. El peso de las derrotas y la responsabilidad de su título parecían pesar sobre sus hombros.
En medio del descanso, Huamanga se acercó discretamente al Auqui y le ofreció un poco de agua fresca. El Auqui agradeció el gesto con una sonrisa cansada y se dispuso a tomar un breve descanso. Huamanga, sin embargo, no podía ignorar las inquietudes que le asaltaban.
Los diálogos internos de Huamanga se entrelazaban con su lealtad y cuidado hacia el Auqui. "Mi señor ha enfrentado tantas derrotas en esta travesía. ¿Cómo está afectando su salud mental? ¿Puede soportar la carga que lleva sobre sus hombros?". Las preguntas resonaban en su mente, alimentando su preocupación.
Huamanga sabía que el Auqui era un líder valiente y decidido, pero también era humano, vulnerable a las preocupaciones y dudas. ¿Cómo podía ayudarlo en ese momento de desafíos y adversidades constantes? La respuesta no estaba clara, pero estaba determinado a encontrar la manera de brindarle apoyo.
En medio de sus pensamientos, Huamanga decidió acercarse al Auqui y expresar sus preocupaciones. Con cautela, le habló en voz baja: "Mi señor, veo el peso que lleva sobre sus hombros. No olvide que estoy aquí para apoyarlo. Lo apoyaré frente al Inca y en la batalla. Juntos superaremos los desafíos que se nos presenten".
El Auqui levantó la mirada hacia Huamanga, sus ojos se encontraron en un instante cargado de significado. En ese momento, Huamanga pudo captar la gratitud y vulnerabilidad en la expresión del Auqui. Un silencio lleno de entendimiento se extendió entre ellos, sin necesidad de más palabras.
La escena transmitía una conexión profunda, un vínculo especial entre el Auqui y Huamanga. Era un momento de comprensión mutua, un lazo que empezó desde su infancia y que se fortalecía en medio de las adversidades. La preocupación y el apoyo se manifestaban en el lenguaje no verbal, en el contacto visual y en el gesto silencioso.
Mientras el ejército descansaba y recuperaba fuerzas, Huamanga y el Auqui compartieron un momento íntimo de apoyo silencioso.