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Chapter 46 - La vieja mansión Malibrán.

Ya pasaban de las 7 de la mañana cuando la expedición estaba lista, el destino era la mansión de la Condesa pero tenían que salir del perímetro defensivo y adentrarse en territorio enemigo, para esto, utilizaron carros blindados de la marina que habían recuperado de las calles; Romaia y Nathan, sus hermanos, y los ostros, fuertemente armados con una calibre 50 montada en su Caribe, que ya había sido modificada a manera de carro de guerra, al estilo de Mad Máx, y portando armas largas encabezaban el convoy, donde Adelina; Érika; Pamela; Belinda; Carolina; Soledad, Hermelindo, y por supuesto, el más poderoso y valiente guerrero apocalíptico de este historia; El "Queco" viajaban en la Combi, poco después de las 8 de la mañana ya estaban estacionándose en los amplios patios abandonados de la vieja mansión abandonada y en ruinas, que ya no tenía puertas ni ventanas.

-Según la leyenda, el Conde arrojó los cuerpos al pozo de los cocodrilos, entonces los huesos del niño deben de estar ahí entre los de los marinos y la Condesa.

Dice Pamela, siendo ese el primer objetivo de búsqueda, pero fue inútil, porque a pesar de la ayuda del poderoso olfato del Queco, ni en el pozo, ni en toda la casona en ruinas, encontraron de todo menos huesos humanos.

- ¡Es inútil! –dice Soledad. –Han sido siglos de abandono y no creo que encontremos huesos humanos, menos los de un niño que cualquiera de los lagartos se lo ha de haber tragado de un solo bocado.

- ¿Entonces? Piensa en algo Soledad, -dice Romaia. –Que a mí ya se me acabaron las ideas, ya pasan de las 3 de la tarde y te aseguro que las legionarias ya saben que estamos aquí, o nos atacan aquí o atacan la mansión Román, no sé, háblale a la líder del matriarcado, a esa Tzempasuchitl o no sé cómo se llama, tal vez ella como es una bruja muy poderosa como tú, pueda ayudarnos a encontrar al niño.

- ¡Demonios Romaita! Eres una puta genio; ¡Tienes razón! No existe nadie que sepa más de buscar de niños que ella; ¡Ahorita vengo! Prácticamente ella es una experta en niños perdidos, aunque nunca haya encontrado a los suyos, y se llama Tenpecutli.

Dice Soledad mientras con un pedazo de piedra de las ruinas, dibujaba una puerta en una pared para desaparecer en ella, y a los pocos minutos apareció con Tenpecutli de la mano, Ella también era muy bonita y traía un vestido blanco al estilo victoriano que la hacía lucir tan bella y elegante como la Condesa, en su cabeza portaba una diadema de flores y piedras preciosas.

- ¿Así que tú eres la portadora del alma antigua que nos dio la posible clave para conjurar la maldición de la Condesa? –le dice la elegante dama a Romaia. - ¡Mucho gusto en conocerte y tendrás que permitirme el honor de regalarte este pequeño detalle, que lucirá mejor en tu inteligente cabecita!

Enseguida le puso la diadema en la cabeza; Romaia la recibió entre nerviosa e impresionada, ya que la presencia de Tenpecutli era imponente.

- ¡Pues bien mis queridos guerreros del fin del mundo! Lo que buscan no está en esta vieja mansión en ruinas, porque cuando todo sucedió, yo rescaté el cadáver del niño del pozo de los lagartos y le di cristiana sepultura, en un lugar donde la Condesa nunca pudo encontrarlo, no muy lejos de aquí. –dice Tenpecutli.

-Pero; ¿Cómo es posible que tú hayas estado aquí esa noche de hace 200 años, acaso eras una de las esclavas? –pregunta Adelina.

-Algo mucho mejor que eso mi querida Señora, además en esa época las esclavas no eran blancas como ahora, esa fatídica noche fue cuando Soledad se decepcionó de mí, porque ella fue la que me convirtió en una guardiana de la humanidad y yo le fallé creando a la Condesa, déjenme contarles una versión más precisa de los hechos que dieron inicio a la maldición de los Malibrán.

Dice Tenpecutli preparándose para contar una historia.