- ¿Entonces tú eres la bruja del arenal?
Pregunta Adelina, y Romaia, al escucharla, automáticamente se quitó la diadema que le acababa de regalar.
-Soy algo más que una simple bruja, mucho más que eso, y no te la quites, por favor. –dice volviendo a colocarle la diadema a Romaia. –Que yo ya cambié, eso se los puedo jurar por mis hijos, por eso me uní al matriarcado para ayudar en algo a que no se terminara el mundo, cosa que casi estamos a punto de evitar, porque estoy segura que en cuanto la Condesa recupere a su hijo perdido, su maldición será conjurada, y podrá irse a descansar en paz con su pequeño en brazos, ella no necesita que su hijo la perdone, ella tan solo necesita tener a su hijo en brazos para sentirse perdonada, el niño no es un monstruo, en realidad, él nació hermoso y normal, pero yo le di esa apariencia para saber en qué medida, la Condesa deseaba ser madre y agradecía el haberlo logrado, si ella hubiera aceptado al niño a pesar de su horrible apariencia, el milagro de ser madre le hubiera perdonado todos sus pecados y así hubiera conocido la verdadera apariencia de su hijo, por eso cuando el Conde descubrió todo y la asesinó, ella se transformó en el monstruo en el cual se había convertido, porque la suma de todos sus pecados, dio como resultado un índice de maldad tan elevado, que ya ameritaba una maldición, y yo fui la encargada de instalársela, maldición que alcanzó los máximos niveles y al alma del Conde cuando asesinó al niño, que después de todo era inocente, y así comenzó la maldición de la condesa de Malibrán, y también ahí fue cuando decepcioné a la mulata de Córdoba.
- ¿Y cómo es que está tan segura, Señora de que eso terminará con la maldición?
Pregunta Leticia, que documentaba todo en filmes y grabaciones de voz, como era su costumbre y labor de reportera, además de fotografías, siempre acompañada por su camarógrafo, que por cierto siempre había sido el mismo, tal vez pensando en que algún día se iban a restablecer las comunicaciones.
-Por qué cuando una madre pierde a sus hijos, te aseguro que cuando los encuentra, ese sentimiento puede romper cualquier maldición, y como yo nunca he podido encontrar a los míos, por eso rescaté el cuerpo del pequeño conde de Malibrán, porque pensé que algún día iba a volver arrepentida a buscarlo.
Pamela se persignó varias veces antes de decir algo, que empezaba a comprender, completamente tiritando de miedo, mientras René la abrazaba.
—Pará qué entiendan mejor su situación, y el papel que a esta guardiana de la humanidad le tocó jugar en esta historia, ella es aquella alma en pena que busca a sus hijos, gritando: ¡Ayyy mis hijos! —dice Soledad.
- ¡Dios mío, es la Llorona!
-Exacto mi pequeña, yo soy aquella alma en pena que se lamentará por toda la eternidad buscando a sus hijos, al menos hasta que los encuentre, por eso sé que en cuando la Condesa encuentre a su hijo podrá por fin descansar en paz, por eso, por ahora me conformo con rescatar al hijo de Beatriz del Real.
Dice Tenpecutli, como preparándose a contarles una historia.