El universo, tan grande y vasto, tan bello e incomparable, guardián de los misterios más grandes y las bellezas más inimaginables, inalcanzables, que están fuera de la mente y no han subido aún al pensamiento humano, ya que intentar resolverlas o comprenderlas podrían desquiciar a cualquiera. El misterioso, el magnífico, el que guarda las riquezas más incontables ya que son prácticamente infinitas.
––Tengo miedo, me duelen mis alas, están en llamas.
––Tranquila, yo estoy a tu lado, a mí también me duelen las mías.
En el universo existen dos tipos de seres, los Viltris, cuyo propósito es el de edificar todo lo que hay, desde planetas hasta los miles de millones de especies que hay en cada uno de ellos; las grandes estrellas que comparten su luz en la oscuridad del cosmos, hasta las constelaciones y estrellas fugases que se pasean por este mismo.
––Quiero permanecer a tu lado, me alegra haber vivido siempre en tu compañía.
––A mí también me agrada estar contigo, siempre te amaré.
También existen los Hilents, cuyo propósito es aniquilar todo lo que ya no sea necesario, usan cualquier método y tienen muchas estrategias bajo sus mangas, desde los agujeros negros hasta las inmensas explosiones.
––Sabes, ahora que estamos así… nada me importa, es como… como si el tiempo no existiera.
––Yo opino lo mismo, hubiera preferido estar condenado y sufriendo por toda la eternidad, a nunca haberte conocido.
La tierra de Faernes fue edificada por dos creadores, ellos brindaron dos energías que mantendrían el balance y la paz.
––Sabes, ahora que lo veo, el espacio no es tan frío y oscuro como siempre lo vi.
––Tranquila, no te preocupes ni te pongas triste, solo… sigamos bailando hasta ya no poder.
Dicho planeta tenía algo de distinción, ya que en el seno de su tierra pusieron la fuente de la energía de los dioses reducida para comprensión de seres más bajos de mente y pasó a llamarse Aura. Las hadas, los humanos y las mágicas y no mágicas criaturas vivían en completa paz.
Los creadores de la tierra la dejaron. Su luz pasó a ser parte del infinito universo, pasaron a ser parte de los miles de trillones de estrellas que adornan ese cosmos, pero… no todo se fue, ya que antes de abandonar su creación encargaron a tres espíritus, de cuidar y velar por la paz de la tierra de Faernes. Muchos siglos pasaron desde que los tres espíritus nacieron…
Los árboles extendían sobre el sol sus copas, ramificando sus verdes hojas sobre la luz que hacía de las suyas para pasar hasta la tierra, haciendo que aquel lugar dejara ver esos haces de luz que se entretejían por todo el silencioso lugar cual telas de araña en cuevas.
El silencio relajaba a Aurora, la tranquilidad del lugar era abrumadora y para ella eso llegaba a caerle como anillo al dedo ya que disfrutaba de las sombras y el estar recostada en aquel árbol hacía despertar en ella un sentimiento pasivo que permanecía en su personalidad. Sus cabellos que cambiaban a tonos pastel alumbraban la sombra de dicho árbol y sus dos alas que cambiaban en los mismos colores cobijaban, haciendo que sus plumas cayeran al suelo.
Entre el silencio empezó a escuchar unos pasos que rompían y hacían crujir las ramas que eran arrastradas por el trinar del viento, el cual cantaba mientras arrastraba y arrebataba cual buitre las hojas más débiles. Aurora observó detenidamente y pudo ver a una mujer encapuchada, sus pechos se alzaban entre su vestimenta y andaba con confianza.
Venus retiró aquellas ropas y dejó que sus cuatro alas se alzaran y extendieran de forma majestuosa sus plumas blancas y negras por sobre el suelo, bañando con su sombra a algunas flores coral que nacían entre las raíces de los árboles.
––Y… ¿Cómo te fue? ––Cruzó sus piernas levemente y observó a Venus desde aquella sombra ubicada en las alturas de aquel árbol.
––Supongo que bien, tiene un hogar y estará bien cuidada.
––Me alegra, por lo menos logramos cumplir su última voluntad.
––Eso me conforta…––Observó a su hermana con más tranquilidad––. Venus.
––¿Sí? ––La tristeza se había mezclado entre su voz, era algo depresivo.
––Comprendo que estés triste, yo también, pero… … sabíamos las consecuencias y ella más que nadie.
Venus bajó su mirada hacia el pasto.
––¿Encontraste a Alba?
––No, busqué por todos lados, no está ni en los cielos ni en los mares, las sirenas no la han visto y menos las hadas, además… no creo que esté en las tierras de la luz.
––¿Te ayudo a buscarla? ––La ternura calaba entre aquellas palabras.
––No, no es necesario.
––Ella también está muy afectada, bastante, ya que era la más allegada.
Las palabras brotaron con un tono de tristeza que arrastraba propios pensamientos que… seguían en su memoria.
––Bueno, creo que nuestro trabajo terminó, debemos volver a nuestras labores.
––Venus.
––¿Qué sucede Aurora?
–– ¿Lograste resolver ese asunto?
Venus contempló en silencio los árboles y la pasividad de aquel lugar, algunas aves jugaban entre las ramas y sus plumajes resplandecían cuando pasaban por los haces de luz.
––Ella está mejor, aunque no era un asunto que me correspondía.
––Sé que tienes un gran corazón y sé que llegó sana y salva.
––Yo solo espero no haberme equivocado.
––Bueno, yo volveré a mis labores, tengo que darles color a los cielos… Venus… cuídate.
––Lo mismo digo Aurora… cuídate, nos volveremos a ver.
Mientras Venus se retiraba al mundo de los espíritus, en su mente se cruzó un pensamiento que fragmentó sus ideas con la misma facilidad en la que se fragmenta el vidrio con un despilaro, dejando que las esquirlas de sus dudas se esparcieran por los suelos.
––Más vale que funcione… de lo contrario; si ocurre lo de hace trecientos años no creo que esta tierra se salve, espero… … que todo salga bien, ya que si nosotras fallecemos… estas tierras estarán condenadas.
Aurora se retiró a patrullar los cielos que tenían por vestidura las esponjosas nubes que se manchaban de tonos anaranjados cuando el sol se despedía de las bellas tierras. Parecía que todo había terminado, la pesadilla en la que las tierras de Faernes se habían sumergido hace muchos años había llegado a su fin, las sombras que agobiaron en el pasado, pasaron a ser recuerdos pasajeros que se llevó el viento, los árboles ya no tenían un descontento y la nociva e inquietante imagen de los cientos de cadáveres que se esparcían por toda la tierra de Faernes, pasó a ser solo un recuerdo nublado del cual nadie quería volver a recordar.
Mientras Aurora se paseaba por los cielos montada sobre su nube, recordaba todos los bellos momentos que compartió con sus hermanas, recordaba el cómo les encantaba jugar al juego de reyes y pasarse horas haciendo estratagemas para lograr hacerse con el rey y ganar las partidas… lastimosamente… ella ya no estaba.
––Por lo menos puedo tener el consuelo de poder ver los cielos del cosmos, aunque no es justo–– Observaba los cielos mientras se acurrucaba en su nube—. ¿Por qué las magias son tan malas?
Conforme más ascendía, podía ver el cielo estrellado, pero para su desgracia, aquel nuevo cielo no podía ser explorado ya que su magia la mantenía ligada el planeta como si de una cadena se tratara. Observó las constelaciones y los colores del universo, su belleza era algo que siempre la mantenía enamorada y quería explorar y conocer todo lo que aquél misterioso lugar ocultaba para ella a plena vista.
Voló un poco y llegó a la isla flotante en la que ella solía vivir, le pasó de lejos y se dirigió rápidamente al templo en donde se encontraba aquella arma sagrada con la que había nacido. Al entrar, tocó la gigantesca puerta que tenía grabados celestiales, susurró en la lengua de los dioses y el grabado del dios abrió sus manos. La puerta se tambaleó y se abrió con fuerte estruendo, dejando pasar el sol que golpeó los suelos y rebotó por toda la sala central. Entró con suavidad a la cámara central, era enorme y esta tenía una gigantesca cúpula que hacía girar todo el mecanismo con el que funcionaba el templo, observó los inmensos engranajes y luego retuvo su mirada en la legión de querubines. El templo era tan enorme que la hacía lucir como una ratoncita recién nacida, pero también era muy majestuoso y estaba suspendido por los cielos para que ningún mortal pudiera alcanzarlo por voluntad propia.
Se movilizó y se acercó a uno de los querubines. Este, al igual que los demás, estaba en uno de los engranajes de gravedad que lo mantenía atado y le imposibilitaba el volar. Pasó uno de sus dedos en la cara de aquella figura angelical.
––Creo que el no usarlos desde hace años los llenó de polvo, de no ser por la maquinaria, que mantiene en movimiento este lugar, sin lugar a dudas el templo sería un desastre, aunque debo mucho de ello al sol y las lunas.
Volteó nuevamente su mirada hacia el querubín que estaba completamente encadenado en el suelo. Los demás querubines se veían suspendidos en aquellas pequeñas plataformas de gravedad y la sala era gigantesca, fácilmente podían entrar ahí un ejército de doscientos mil soldados y faltarían aún más para poder llenarla por completo.
Aurora bajó hasta el suelo y se acercó al querubín, sus alas estaban encadenadas al igual que su cuello. Con su mano le acarició el rostro.
––Este lugar sin dudas es majestuoso, ustedes y su belleza son la joya de este templo, su poder de destrucción es increíble, pero, aun así, son inútiles para mí, no soy capaz de controlarlos a todos a la perfección, llevan guardados tanto tiempo. Los volvería a activar, pero, no son de mucha utilidad, quizá en un futuro lo vuelva a hacer, cuando necesite nuevamente de su ayuda, o cuando me canse de patrullar los cielos y me rehúse de usar esta magia maldita.
Aurora salió de la enorme sala y se dispuso a entrar en la biblioteca, los libros de oro relucían entre los estantes, pero Aurora, después de meditar cerró la puerta. Continuó caminando y llegó a una gigantesca puerta con grabados del idioma de los espíritus.
––Lehirus trael.
Susurró y la joven, que era un dibujo de ella grabado en la puerta, comenzó a cantar.
––Iluintrae ed faer no extraustir dae mo.
El dibujo extendió sus manos y los grabados de la entrada se encendieron como lo hacía el carbón, provocando que la misma se abriera lentamente. Ahí, en esa sala, era donde Aurora guardaba todos los secretos que se le fueron negados a los hijos de la tierra, no por nada era la guardiana de los cielos.
––Creo que empezaré a acomodar todo… ––Exclamó mientras se rascaba la cabeza, luego soltó un bostezo y se acomodó en su nube nuevamente—. Otra vez.
Mientras ordenaba los pergaminos del cielo, Aurora se preguntaba cómo habrían de criar a la niña, sin duda, ese pensamiento la había dejado con la miel en los labios.
Mientras ordenaba los manuscritos encontró uno muy curioso, uno en donde había grabados antiguos desde hacía muchos siglos, mucho antes de que la primer gran bruja existiera. Abrió el pergamino y el papel dorado mostró para ella dibujos y escritos en la lengua muerta de los espíritus, en él había varios dibujos: uno era de un sol, otro de una luna, otro de dos alas y el último de un árbol.
––Hacía siglos que no veía este pergamino… … Magia blanca del sol, de la luna, del cielo y de la tierra. Sin duda magias a las cuales su estudio fue buena inversión, me pregunto ¿qué tipo desarrollará esa enana? Aunque no sé si un humano pueda usar magia sin morir brutalmente, ninguno de su raza lo ha logrado.
Dio un largo bostezo y continuó con pereza ordenando los pergaminos. Ahí encontró todo tipo de cosas, hasta los canticos prohibidos de los cielos espirituales, aquellos que se ocupaban para poder ejecutar la Danza de las Hadas. Con delicadeza lo abrió y observó las letras y los grabados de las hadas mismas; ellas habían escrito eso mucho antes de que Aurora y sus hermanas nacieran.
––Un deseo…
Leyó la letra de la canción que estaba en Feérico antiguo. Cuando lo hizo, escuchó un susurro de una niña y el viento empezó a cantar, escalofríos recorrieron su cuerpo y el silencio se convirtió en una tumba, pues empezaba a sentir la muerte cerca de ella. Rápidamente cerró el pergamino, asustada, colocándolo en el estante más alto. Para su desgracia y estupidez propia, ella no lo había colocado de manera muy cuidadosa y el manuscrito resbaló por estar mal colocado entre los demás. Este le cayó en la cabeza y provocó un sonido hueco, rebotando y provocando que Aurora chocara con la estantería en donde tenía los demás pergaminos.
––¡Maldición!
Todo, al instante se tambaleó y se vino abajo como un castillo de cartas, los pergaminos se estrellaron contra el suelo y la dejaron enterrada, golpeándola en la cabeza más de diez veces, solo sobresalía su mechón el cuál se movía como una cola de perro.
Levantó temblorosa su brazo cuando el estante le cayó encima y golpeó la montaña de pergaminos, el sonido hueco de su cabeza era divertido, aunque el dolor que generaba solo produjo odio.
Salió para poder tomar aire y muchos pergaminos rodaron hasta el suelo, dejando solamente la cabeza de Aurora sobresaliendo entre todos ellos.
––¡No puede ser que deba empezar de cero! ––Su tono infantil resonó a manera de eco por todo el templo.
… …
En las tierras superiores, el anciano Celgris tenía un problema, ¿cómo demonios se suponía que él iba a mantener a una niña hiperactiva en un lugar como en el que vivía?
La habían abandonado, su madre no la quería y él desconocía los motivos, la pequeña se notaba saludable y parecía que no había nada malo en ella. La niña lo observaba con suma curiosidad y él, que nunca había sido padre, no sabía qué hacer, por lo que se puso a pensar. La tomó como si llevara toda la vida haciéndolo y se sentó con ella, la pequeña estaba en su regazo y seguía mirándolo con intensa curiosidad, dejando que sus ojos color armiño lo penetraran.
––¿Qué puedo hacer con esta niña sin nombre?
El anciano rascó su barba y se puso a pensar tratando de prever el futuro de la criatura.
––Bueno, creo que a tu edad ya manejas bien el idioma, por lo que creo saber que te puede ser de ayuda y quiénes te pueden criar bien, no es que yo no pueda pequeña, pero debes entender que soy alguien muy ocupado y no tengo el tiempo de andar arreglando los desastres que me puedas dar. También sé que no tienes la culpa. Tranquila, nos volveremos a ver y espero que me puedas recordar, si es que la amnesia infantil no te borra dichos momentos.
La niña tomó su barba y empezó a jugar con ella, tirando de la misma como si fuera un elástico.
El anciano se levantó y llevó la niña en brazos a donde sabía que la cuidarían bien.
––Recuerda esto niña… nadie nace sin una razón en este mundo.
Observó la marca que la pequeña poseía. Notó que el destino de ella ya estaba marcado. Su corazón se resintió y le dolió profundamente observaba que la inocencia de la niña le impedía enseñarle de dónde provenía el legado de su marca.
––Pero me duele mucho, me duele… ver lo que te depara el futuro.
La observó mejor.
—Pero antes creo que necesitas un nombre… ¿Cómo puedo llamarte? La mujer no me dijo siquiera cómo te llamabas.
Rascó su barba, caminó en círculos mientras trataba de ponerle un buen nombre.
—¿Qué te parece Calai?
La niña observó silenciosa mientras él esperaba una reacción.
—Es un nombre muy lindo y bastante elegante. Juega a tono con este país.
La pequeña solo parpadeó mientras reía al ver el aspecto desordenado del anciano.
…
Entre la tormenta de nieve había una chica de cabellos blancos con máscara de conejo que había observado la escena, sus alas en llamas blancas quemaban los copos blancos que intentaban tocarla. Ella, en lo más profundo de su alma se sintió aliviada, pero a la vez preocupada, ya que temía por la sanidad mental de la niña y de lo que le deparaba su futuro, esperaba que Celgris pudiera encontrar una manera de protegerla la mayor cantidad de tiempo posible. Además, ella sabía cómo fue la cordura de su mejor amiga antes de que sellara su alma y muriera entre aquellos abedules que le hicieron sombra hasta que su luz fue apagada.
––En algún momento se dará el espacio para que platiquemos, hasta entonces… no nos volveremos a ver. Celestia…
Nota del autor
No olviden comentar, compartir y dejar su reseña, eso me ayuda bastante. Mi hermana menor está trabajando en un manga de la novela que pronto saldrá a la luz, por lo que espero de corazón que si les gusta la historia, sigan apoyando el proyecto. Ustedes, mis lectores son muy importantes y quiero que la historia sea de la mejor calidad para ustedes