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Año 1983. Villa de Osato, Japón.
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Una mujer de cabello castaño y pañuelo sale repentinamente por la puerta de casa, con la escoba aún en la mano. "¡Chihiro, Hiroko, no vayáis demasiado lejos!"
"No, mama, ya somos grandes las dos." Contesta Hiroko, la hermana menor, sin dejar de correr por el terroso sendero de la villa. Viste una camisa blanca, unos pantalones tejanos y un sombrero de paja sintético. Su edad ronda los 16 años.
Por otro lado, está Chihiro, más alta que su hermana pequeña (por la edad; le saca 5 años). Lleva un vestido corto de color negro y moño. Su cintura está cubierta por una faja blanca.
Los extensos campos de alrededor son completamente verdes. "Encajan perfectamente con el cielo azul, ¿verdad Chihiro?" Añade Hiroko.
"Y que lo digas, este año la cosecha va a ser brillante." Contesta, la hermana mayor.
Ambas se detienen enfrente de un pequeño santuario. Apoyado en una de las columnas de la puerta torii hay un chico. Pese a tener la mayoría de edad, no es demasiado alto. Sus ojos son negros y su cabello también. Carga en la mano derecha un pequeño saco. "Buenas tardes, chicas."
"¡Tsubasa-niisama!" Hiroko se acerca y abraza al chico, que le da una caricia en la cabeza. "Has crecido desde el mes pasado, eh."
Cuando Hiroko termina de abrazarlo, Tsubasa se acerca a Chihiro y la besa con delicadez. "¿Cómo estás?"
"Bien, como siempre... ¿Entramos?" Los tres juntos suben las escaleras que conducen hasta la capilla del santuario de Osato.
Una vez entran, se sientan frente a la estatua. Tsubasa saca de la bolsa unas pequeñas insignias forjadas en porcelana y las deposita sobre un plato.
Chihiro mira a Hiroko. "¿Quieres recitar tu el canto? Me dijo mamá que has aprendido." Con una sonrisa alienta a su hermana.
"Está bien." Hiroko, algo nerviosa, toma aire. "Divina madre de las flores y los árboles, atiende a mi plegaria... Bendícenos con tus alimentos, haznos dichosos de tu fortuna, protégenos de los espíritus, rodéanos de salud y amor. Escúchanos a cambio de todo cuanto tenemos."
Cuando Hiroko termina de recitar, Tsubasa y Chihiro rompen el silencio felicitándola. Con gran entusiasmo salen del santuario.
"Hiroko, dile a mamá que iré un rato con Tsubasa. Volveré para cenar." Chihiro toma la mano de Tsubasa y marchan colina arriba, dejando atrás a Hiroko.
"¿Qué te sucede Chihiro? Intentas disimularlo, pero te noto distinta. ¿Se trata otra vez de esa pesadilla?" Pregunta Tsubasa con preocupación.
Chihiro no lo mira, sus ojos apuntan hacia delante. "No se trata de eso." Llegan a la ermita y entran.
"¿De qué se trata entonces? Cuéntame." Insiste Tsubasa mientras se acomodan en el recibidor (mucho mejor cuidado que el del presente).
"Es sobre el libro que encontré. Creo que todos nosotros, los pueblerinos, estamos interpretando mal el mensaje de la bruja." Chihiro mira a Tsubasa a los ojos. "¿Crees que rezarle a una estatua nos va a proteger? Desconozco hasta qué punto la leyenda es real, pero puedo asegurar que no hay ningun hechizo protegiendo Osato. Estamos desprotegidos."
Tsubasa apoya la mano sobre la espalda de Chihiro. "Así que sí se trata de la misma pesadilla de siempre..."
"No es una pesadilla." Interrumpe Chihiro. "Las maldiciones nos pueden asaltar en cualquier momento... Lo que quiero decir es que la voluntad de la bruja no es el canto que debe calmarnos, sino la alerta de peligro que necesitamos para tomar acción.
He estado investigando el fenómeno. Es extraño que Osato, pese a no tener barrera, no reciba por ahora ataques de maldiciones, ¿verdad? Eso tiene una explicación: las maldiciones sienten miedo."
Chihiro se estaba empezando a alterar y Tsubasa la tranquiliza. "Sé lo que tratas de decir, y puede que sea así. Sin embargo, de ser el caso, ¿qué propones?"
"Vayamos a exterminar maldiciones. Que sepan que deben temernos. De esta manera sí podremos proteger la villa, y no rezando." Chihiro toma la mano de Tsubasa.
"Está bien. Nos vemos después de cenar, en el poste del bosque." Tubasa accede.
Llega el anochecer y ambos se reúnen en el punto establecido. Lucen completamente de negro para camuflarse en la oscuridad de la noche. "Toma estas diez. Creo que llegarán." El joven ermitaño reparte algunas dagas de amatista a su amada.
Cuando se adentran en el bosque, no tardan en aparecer las maldiciones. Ambos demuestran habilidad y experiencia en combate, por lo que las diversas maldiciones de bajo rango que acechan no suponen ningún problema para sus afiladas dagas.
"Arf." Tsubasa termina con otra y se gira para ver a Chihiro. Su mirada es distinta, sanguinaria, sádica. Ella está disfrutando de la matanza.
Chihiro se complace de ver las maldiciones esfumarse. "Sangre... es lo que mi vista necesitaba para esclarecerse. Ahora lo veo, ahora lo entiendo. Es esta su voluntad, Tsubasa. Debemos eliminar a todas las maldiciones de este mundo."
Él la mira sorprendido. 'Debe estar afectada por no dormir.' Se acerca a ella. "Volvamos a casa, ya no nos quedan dagas. Será más que suficiente esto por ahora."
"¿A casa? ¿Ahora...? Escapémonos, Tsubasa Junhagane. Hagámonos fuertes, aprendamos y acabemos con todas ellas. La humanidad necesita héroes que creen una nueva era en que los hombres vivan a salvo de las maldiciones."
'¿Esta es realmente Chihiro?' Tsubasa intenta agarrarla del brazo para salir del bosque, pero Chihiro no se deja. Sin previo aviso, un grupo mucho mayor de maldiciones asalta a los dos jóvenes. "¡Chihiro escúchame, vámonos! Ya discutiremos esto en otro momento."
"No me toques idiota." Con un gesto de desprecio, Chihiro aparta a Tsubasa y encara a las maldiciones. Tsubasa es golpeado en ese momento por una maldición en la nuca y pierde el conocimiento.
Cuando vuelve a despertar encuentra el lugar lleno de sangre y rastro maldito. En pie se encuentra ella. Respira, pero su mirada y expresión parecen las de un muñeco inerte.
"¡Chihiro! ¿Te encuentras bien?"
Con las yemas de ocho de sus dedos manchadas de sangre, ella responde. "Diles a todos que Chihiro ha muerto..."
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Tsubasa, atravesado por el puñal, había dejado de sostener a Ember y yace en el suelo.
"¡Señor ermitaño!" Ryo y Usaga se acercan deprisa a Junhagane.
A su lado, Ember los mira. Tiene la misma mirada fría e inmóvil que tenía aquella vez en el bosque. Una lágrima surca su anciana mejilla.
Tsubasa gesticula con la boca, intentando hablar, pero la puñalada de la tráquea no se lo permite.
Afligida por algún tipo de recuerdo, Ember toma su sombrero de bruja y lo pone sobre el cuerpo irremediablemente moribundo de quien una vez había sido su amor. "Dadle un buen entierro."
Mira a Ryo y Usaga y les entrega una carta. "Esto, hacédselo llegar a Hiroko Fuji." Ember se da la media vuelta y marcha. "No creas que todo termina aquí, chica maldición... Vendré a por ti en otro momento. Esto es solo una tregua táctica." La bruja desaparece entre las llamas.
Ryo y Usaga se quedan solos junto a Tsubasa en sus últimos mudos momentos de vida.
"Logramos nuestro cometido" Añade Usaga. "Muchas gracias por los regalos, señor ermitaño."
Los ojos del ermitaño vislumbran cierto sentimiento reconfortante y, finalmente, se cierran.
A la mañana siguiente, el pueblo entero se reúne para el sepelio de Tsubasa Junhagane. Ryo y Usaga asisten a la ceremonia y luego vuelven a casa junto a la señora Fuji.
"Muchas gracias, señora, por su hospitalidad." Ryo hace una reverencia de gratitud y, junto a Usaga, carga el equipaje para volver a Tokio.
"¿Estás seguro de lo de la carta? Ember nos pidió que se la entregásemos." Pregunta Usaga.
Ryo comprueba que tiene la misiva en el bolsillo y contesta. "La he leído y no creo que sea buena idea dársela. Para Hiroko Fuji, lo mejor es seguir creyendo que su hermana está muerta."