Hoy es un día como cualquiera otro donde la soledad por momentos me atormenta al notar la ausencia de a quienes amo ya que no les tengo cerca.
Allí permanezco de pie desde hace ya un rato junto a la gran ventana corrediza de mi oficina desde la cual observando con atención como el patio de la mansión Bastrii mi casa se encuentra rodeado por la soledad y la desesperanza.
La gran residencia Bastrii se encuentra localizada en Belcier ubicada próxima al centro de la ciudad en un costado donde la naturaleza y lo artificial conviven en estrecha armonía.
En pocas palabras se trata nada más y nada menos de un pequeño estrecho del bosque que se adentra hasta la ciudad y el cual proporciona un sentimiento evidente de privacidad por lo mismo en medio de tal porción oculto a la vista de los curiosos transeúntes que se encuentra aquel excéntrico hogar.
La vedad ya han pasado algunos años desde que esta casa fue tomada por la lúgubre figura de la muerte que parecía danzar con alegría en contra de sus residentes provocando que la misma fuese abandonada.
Tanto mi vida como la de mis padres aquel trágico día en el cual la guerra estalló en su interior, estuvieron corriendo un enorme peligro tras una de las manadas vecinas que antes se pensaba era nuestra aliada nos declaró la guerra llegando casi aquellos a acabar con nuestra existencia.
Por algunas circunstancias donde quizás el destino se colocó a nuestro favor los tres conseguimos salvarnos; logramos ante las posibilidades en contra que teníamos huir aun a pesar de encontrarnos con nuestros cuerpos magullados y adoloridos por el peso de tal calvario.
Ya sin hogar nos vimos en la obligación de abandonar Belcier y desaparecer borrando completamente nuestro rastro por lo que el mundo se olvidó de nuestra existencia por un buen período.
Ya tiempo después luego de mantenernos un buen tiempo ocultos con la excusa de que mi futuro no podía estar condenado por sus errores tras dos años perdidos de la vista de los lobos mis padres me enviaron a la ciudad bajo el resguardo de Lyall.
Aquel lobo no era más que su más fiel sirviente quien sin preguntar simplemente me tomó bajo su cuidado y protección por lo que termine nuevamente de regreso, aunque diferente porque aún a pesar de ser un niño mi mente había madurado drásticamente.
Lyall sin dudarlo me tomó en sus manos y me protegió, aunque no tenía forma alguna de pagarle me acogió, en tanto a pesar de ello me educo y me formo para que fuera un excelso líder sin tachadura, cosa que conseguí, pero a qué precio y uno de sangre.
Así fue que, tras tener la suficiente fuerza, tras enfrentarnos en varias contiendas contra la manada la cual había levantado armas en contra nuestra los Bastri pues los tales tras su levantamiento se terminaron estableciendo aquí en la residencia, junto a un gran ejército de lobos completamente a mi servicio que nos enfrentamos a ellos para recuperar mi hogar.
… … … …
Vaya vida tan caótica se ha de llevar cuando eres el jefe, aunque bueno es una simple consecuencia la cual acepté con gusto cuando decidí formar parte de este mundo de la mafia para explotar de igual manera con entereza mi naturaleza como lobo, aunque no de una forma positiva que digamos.
¡Toc, toc, toc!
Aquel sonido resuena en medio del silencio entre toda mi oficina dándome aviso a que alguien apela por mi presencia.
Aquellos nudillos chocan con especial énfasis contra la madera agitados guiados por un toque sutil de insistencia que puedo percibir con completa claridad sumado al leve aroma de tensión procedente del otro lado que se adentra por las grietas de aquella con puerta puedo suponer que un dilema se ha de presentar.
Con un evidente sigilo aquella entrada se es abierta revelándose por ende a la persona que se encuentra del otro lado, por lo que debido a tal intervención me veo en la obligación de darme la vuelta en dirección a esta y abandonar la tan sinigual calma que me proporciona la solitaria área verde de este enorme lugar.
— Disculpe señor.
Quien recalca aquello es Lyall una vez que cruza el umbral, quién con cuál actitud fría pronuncia aquellas palabras mientras se acerca con la cabeza semi agachada.
Lyall es tanto mi amigo, consejero y tutor, además de que es el lobo principal que guía a los betas de la manada la cual yo lidero.
Tal de igual forma es mi mano derecha, mi mejor estratega, un experto en espionaje capaz de camuflarse de la mejor manera, aunque su labor no solo se limita a esto.
Una vez ya dentro y tras acercarse a mi escritorio una vez posa sus ojos en mi puedo percibir que sin dudas algo había pasado, algo que me llenaba de intriga pues conozco a la perfección sus expresiones junto a sus cambios de humor cuando algo no anda bien.
— ¿Qué sucede? — recalco aquellas palabras con cual toque de frialdad tomado por la curiosidad.
— Hubo un problema en el almacén.
—¿Qué clase de problema?
— La carga fue intervenida, no sé cómo, pero los polis pudieron dar con la ubicación y la hora de la entrega; simplemente cuando el italiano llegó al puerto aquellos se lanzaron desde las sombras, no nos dieron ni la más mínima oportunidad de pensar, lo único que pudimos hacer fue huir, claro los que pudimos pues varios de nuestros hombres fueron capturados.
— Pudieron salvar algo.
— No, nada en absoluto, ellos tienen completa posesión de la mercancía.
— Esos imbéciles, lo sabía desde un principio todo esto no me daba buena espina.
Por un momento agaché la mirada para disponerme a pensar tenía un marullo de pensamientos los cuales rondaban sin tregua alguna produciendo en mí cual sentimiento de intranquilidad y cuando finalmente me encontraba listo eleve mi cabeza para replicar mientras que aquel permanecía en silencio.
— Lyall encárgate de averiguar quién es el responsable, algo me dice que entre nosotros hay un topo...
Dije con una evidente rabia la incomodidad sin dudas me estaba consumiendo por dentro y sin dudas no la liberaba lo más pronto posible iba a reventar y no de una forma muy agradable.
Ante aquel tome mis manos y las choque con fuerza contra el escritorio mientras continuaba diciendo.
— No quiero hacer acusaciones directas, pero tengo mis dudas respecto al enviado de los alfas, tráelo ante mí, tendrá que dar una buena explicación a todo esto pues era el principal responsable de llevar las negociaciones.
— Si señor.
— Además, solicita una reunión de urgencia con el consejo de alfas necesitamos resolver esto lo antes posible así que ha de conocimiento el fallo de la entrega sin ahondar demasiado en los detalles, de lo demás me encargo yo.
— Como diga — y sin pensarlo dos veces aquel abandono aquella oficina con una evidente prisa.
Aquella noticia me callo con pesadez hacía rato que todo me traía revuelto ya que no era para nada normal la tranquilidad que se había alojado en el ambiente y aún menos por parte de las autoridades.
Los polis saben de mis movidas con la mafia o al menos se los presumen así que por lo general aquellos suelen encontrarse pisandonos los talones dañando nuestros negocios y poniéndonos en una mala posición.
En tanto mirándolo desde ese punto es de entender el sentimiento tan amargo de desconfianza que en mi se mantenía alojado hasta el momento justo del acuerdo hasta que los ancianos intervinieron.
Desde hacía bastante tiempo que las relaciones con los italianos iban progresando gracias a mi intervención por lo que rápidamente pudimos llegar a establecer un convenio bueno para cada parte, con mi gran astucia había logrado que estos dieran el visto bueno y aceptaran entablar negociaciones con nosotros.
Al principio todo marchaba bien pero no muy bien los cuatro alfas que conforma el consejo de lobos se enteraron de tal logro intervinieron para adueñarse de tal crédito ya que me consideran un simple niñato incapaz de cumplir tales objetivos.
… … …
Tiempo después de que Lyall se marchó respire hondo con mala gana tomado por la rabia ya que presumía que de todo esto nada bueno saldría, me encontraba agobiado, inquieto, cargado con pensamientos viles y destructivos.
La bruma en presencia de mi mal humor de la nada empezó a atormentarme haciendo que percibiera aquella oficina encoger sobre mí.
El aire contenido allí empezó a hacerse sumamente pesado volviéndose casi imposible de respirar al menos así yo lo percibía, aunque por algún no mayor a unos escasos minutos estuve allí batallando contra mí hasta que no pude aguantar más y acercándome hasta la ventana donde anteriormente me encontraba la abrí de golpe abandonando velozmente aquel lugar.
Aliviado una vez ya en el exterior respire profundamente el aire fresco que se adentraba entre mis pulmones mientras elevaba la cabeza al llevar mis manos hasta las caderas un alivio completamente necesario.
Ante aquella vista pensaba quedarme un rato de pie allí sin hacer absolutamente nada más que contemplar el paisaje pero las circunstancias no me lo permitirían.
— Señor Bastrii.
Resuena aquella voz chillona detrás de mí, aumentando en una nueva instancia mi tensión por lo que se sin siquiera virarme de quien se trataba la persona que allí se encuentra pues reconozco a la perfección su voz.
— Leila espero que lo que tengas que decir sea realmente importante, porque no estoy de humor para aguantar tus sandeces.
Leila es la hija de la señora Zoe quien es el ama de llaves de la mansión, más que nada es la que controla todo el movimiento que corresponde a las tareas que se han de llevar a cabo en tal lugar.
— Imagino que lo es, desconozco que planes tenga usted para hoy.
Nuevamente respiró hondo, pues tal jovencita es conocida por probar mi paciencia de más de una forma.
— Solo dime que es lo que necesitas.
— Bazili su chofer está en la entrada, me pidió que le avisara que ya está todo listo para partir.
Y no muy bien la escuche un recuerdo atravesó velozmente mi cabeza.
— Cierto la cita, me había olvidado por completo de ella.
Sin mediar más intervención alejándome de Leila regreso al lugar del cual anteriormente hui ´´la oficina´´, para tomar del perchero el saco que completa el traje que llevaba puesto para terminar de acomodar mi ropa de la manera más pulcra que el tiempo me permitía y así abandonar mi despacho sin mirar atrás.
Salir de casa solo me llevo algunos pocos cuantos segundos y ya Bazili aguardaba en la entrada de forma despreocupada, parecía que llevaba un buen tiempo aguardando por mí por cómo se miraba tan indiferente y era tanto su descuido que como si nada permanecía semi recostado sobre el vehículo.
Desde lo lejos lo observe disimuladamente pensando que quizás se percataría de mi presencia al acercarme o, aunque fuera detectaría mi aroma, pero, estaba completamente a su bola.
Descaradamente me acercó hasta él, pero nada caso omiso era lo que reflejaba por lo que estimo que probablemente estoy pintando como cual obra de arte o que en ese momento soy inexistente completamente para él y no es hasta que apropósito toso...
— ¡ Cof, cof...! — que aquel fija su mirada en mí.
Con cuál actitud nerviosa aquel se endereza y pasa a acomodar su ropa con gran destreza y velocidad se dirige hasta la puerta del coche que da al asiento trasero la cual abre para que yo finalmente ingresará en sus inmediaciones.
Sin perder tiempo Bazili acelera el automóvil abandonando con gran prisa la residencia aquel iba sumamente enfocado en el camino mientras que yo yacía distraído en la parte trasera.
Lo admito fue culpa mía lo sucedido, pero de no ser así no me hubiera topado con aquellos hermosos ojos azules.
Ya llevábamos algunos cuantos minutos recorriendo aquella carretera cuando por suma curiosidad le pedí a Bazili algo que presuponía importante.
— Donde dejaste los documentos que te entregue esta mañana.
— Están aquí delante señor Bastrii.
— Hazme el favor de facilitármelos, ahora.
Solo fue una mínima fracción de segundos en los cuales Bazili extendió su mano hasta el asiento del copiloto para extraer la carpeta que en su superficie yacía desviando así su vista cuando de la nada una chica se nos atravesó en el camino.