El viernes llegó al fin y la mayoría de los alumnos respiró con alivio. Eran las últimas dos semanas de clase antes de las vacaciones invernales, y el ritmo se había acelerado a tal punto que hasta a Lorena le estaba costando trabajo seguir el ritmo para llegar con todo.
Una vez más, la garganta de Ali pedía un respiro. Las prácticas de esa semana habían sido intensivas; ella había solicitado la tutoría de su profesor de canto y éste le exigía más allá del límite de sus posibilidades, pero porque sabía que ella podía llegar. Ese viernes, sin embargo, había sido demasiado, y Ali llegó a su casa con ganas de desconectarse del mundo.
Ni bien hubo cerrado la puerta sintió una tensión casi palpable en el ambiente, y entonces notó el abrigo de su padre colgado en el perchero junto a la entrada. Suspiró en resignación y se dirigió con lentitud a la cocina, donde encontró a su padre bebiendo una taza de café junto al desayunador, sentado en una banqueta y con cara cansada, y a su madre de brazos cruzados apoyada contra la heladera, bien despierta y con una imponencia que Ali pocas veces le había visto. Parecía una reina, pese a estar vestida de jeans y camisa.
—¿Dónde están los chicos? —preguntó Ali sin preámbulos.
—Hola, hija—. Su padre le sonrió, pero Ali no le prestó atención, solo miró a su madre con insistencia.
—Noah está en una pijamada en lo de su amigo Mati, Elías fue al cine con otros amigos y se quedaba a dormir en lo de José.
Ali se acercó al lavamanos, cargó agua en una botella y tomó un trago. De pronto se le había secado la garganta.
—Yo saldré esta noche, hay fiesta de la Universidad, y después me voy a lo de Lorena.
—Todo bien, hija—. Su madre se acercó y le dio un beso—. Avisame nomás cuando ya estés en lo de Lorena así me quedo tranquila.
—Sí, ma, te escribo, aunque seguro será tarde.
—No importa, aunque lea el mensaje cuando me despierte, me quedo tranquila.
Ali abrazó a su madre, un poco más fuerte de lo habitual, levantó apenas la mano a modo de saludo hacia su padre y salió de la cocina hacia las escaleras. Al llegar al pie de las mismas, no pudo evitar oír a sus padres.
—Ni siquiera me saluda —oyó cómo su padre apoyaba la taza en el desayunador.
—Dale tiempo, está enojada—. Su madre era siempre tan conciliadora... demasiado conciliadora—. No soy la única a quien lastimaste.
Ali no quiso escuchar más y subió a su habitación a buscar sus cosas.
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Moon era una discoteca bastante grande que se encontraba en el centro de la ciudad, y fue el emplazamiento elegido por la Universidad para hacer su fiesta de mitad de año, debido a la gran cantidad de gente que podía albergar. Generalmente Ali no asistía a esas fiestas: demasiada gente, demasiado alcohol, demasiada gente haciendo estupideces por haber bebido demasiado alcohol...
Esta vez era distinto. Quería ver a Nico. Había tratado de negarse a sí misma que ese era el motivo, inventándose excusas: que quería estar fuera de su casa, que necesitaba despejar la cabeza, que le vendría bien una noche de baile y despreocupación, y todas eran parcialmente ciertas... Pero la verdad es que deseaba ver a Nico fuera de la Universidad, estando más descontracturada, sin verse como si hubiese salido de un cesto de ropa para donación.
Se había esmerado en su atuendo y su maquillaje, cosa que casi nunca hacía, pero quería verse bien. Odiaba saber que Nico la consideraba solo una amiga y que no la veía como una mujer, y estaba dispuesta a cambiar ese concepto. Una vez había tomado un curso de automaquillaje junto a Lorena, no porque le interesara, sino porque había sido una promoción dos por uno, y ahora ese conocimiento le vino como anillo al dedo. Conocía sus puntos fuertes: sus grandes ojos verdes, y su enorme cantidad de pelo. Milagrosamente, esa noche su cabello no le estaba dando problemas y había quedado como le gustaba, con los rulos bien definidos, sin un volumen exasperante. Se maquilló con sombras oscuras en los ojos, logrando un esfumado muy decente, un labial suave y contorneó su rostro con un rubor que iba muy bien con su tono de piel. Se vistió con un corset negro con hebillas y cintas que había comprado en un impulso, pero nunca había tenido oportunidad de utilizar, una falda con vuelo y cintas atrás, y un par de botas negras con un poco de taco, que creía poder manejar. Se miró al espejo y vio que el estilo era bastante pin up, pero le gustó.
Se sentó en su cama con un libro a esperar a que Lorena pasara a buscarla, tal como habían quedado, y no alcanzó a leer dos renglones que sonó su celular. Miró en la pantalla y vio que era Mariano.
—¡Hey, hola! —saludó ella con alegría. Comenzó a escuchar con atención—. No, Marian, no hay problema, ustedes terminen con eso tranquilos y nos vemos directamente en Moon.
Tras cortar la llamada, tomó su campera de cuero, su pequeño bolso, y salió. Pidió un taxi por teléfono que, tras veinte minutos de viaje, la dejó en la puerta de Moon. Estaba esperando a recibir el vuelto cuando la puerta se abrió y una mano larga y masculina se extendió ante ella, para ayudarla a salir. La tomó con delicadeza y salió del vehículo con cierta gracia. Cuando plantó los pies en la vereda vio que Nico le sonreía y, sin soltarle la mano, le dio un rápido beso en la mejilla.
—¡Bienvenida, Mercán!— la miró con actitud crítica de la cabeza a los pies, haciéndola sonrojar—. Estás realmente linda hoy—. Cerró la puerta del taxi y le soltó la mano.
Ali tardó dos microsegundos más de la cuenta en reaccionar. La tibieza de la mano de Nico estaba desapareciendo de la suya e inconscientemente apretó el puño, como si así pudiese resguardar el calor y la hermosa sensación que le había dado.
—Hola, Viggiano. ¿Llegaste hace mucho?
—No, hace dos minutos. Pensaba esperar a Andrés, pero hace demasiado frío acá afuera.
Ali escaneó a las pocas personas que estaban paradas en la vereda, la mayoría de ellas fumando, pero ninguna eran ni Lorena ni Mariano. Suspiró con exasperación.
—La verdad que está frío —dijo, arrebujándose en su campera—. ¿No viste a Lorena?
—No, no sé si estará adentro—. Nico señaló la puerta de entrada con la cabeza—. ¿Querés que entremos y esperemos ahí? Me estoy muriendo de frío.
Ali miró nuevamente a la gente que estaba por allí, como si Lorena fuera rápidamente a materializarse de la nada, y finalmente caminó hacia la puerta junto a Nico. Ya la encontraría después.
Dentro del local la temperatura era más que agradable, casi que hasta hacía calor. Nico caminó con soltura hacia el guardarropas, donde registró y dejó su campera, y esperó a que Ali hiciera lo mismo. Cuando ella se acercó al mostrador y se sacó la prenda, abrió la boca en sorpresa, y agradeció que ella estuviese de espaldas para que no lo viera. Nunca pensó que ella sería la clase de chica que usara un corset, le quedaba precioso. Pero lo que más le sorprendió fue el tatuaje que ella lucía en su hombro izquierdo y que bajaba por su brazo delgado: un cello rodeado de rosas y enredaderas. Sin darse cuenta, lo tocó suavemente con un dedo, haciendo que ella diera un respingo y se le erizara la piel.
—Perdón, no te quería sobresaltar—. Miró el tatuaje de nuevo—. ¡Qué buena tinta! ¿Quién te lo hizo?
Ally le contó que Mariano lo había diseñado, que lo tenía hacía seis meses y que era su segundo tatuaje. Pero no podía sobreponerse de lo que le había causado el toque de Nico en su hombro, la electricidad que le había corrido por la piel mientras él había deslizado su yema a lo largo del tatuaje, como si ese dedo estuviese cargado de estática. Trató de restarle importancia y siguió a Nico hasta el borde de una de las barras, donde se acomodaron en banquetas, con la puerta de entrada a la vista.
El lugar estaba hermosamente decorado, la música era agradable, aunque con un volumen alto, lo cual no era de extrañar en una discoteca. Nico la miró interrogativamente.
—¿Qué veneno querés?
—Un fernet con coca está bien —respondió Ali con una sonrisa.
Mientras esperaban sus bebidas, Nico se volvió hacia Ali y contempló nuevamente el tatuaje, con mayor atención. Era un excelente trabajo, muy prolijo y delicado, sumamente bello. No resistió la compulsión de tocarlo nuevamente, pero en realidad quería volver a sentir la suavidad de la piel de Ali.
—¿Por qué un cello? —le preguntó mientras recorría los bordes del dibujo con su dedo, como si lo estuviera estudiando.
Ali, para variar, demoró en reaccionar. El toque leve de Nico sobre su brazo le estaba despertando sensaciones dormidas y extrañas, pero buenas.
—Me inicié en la música con el cello —le respondió, le estaba costando hablar, pero Nico no lo notó—. Es mi instrumento preferido... Ojalá hubiese nacido con el talento para tocarlo, pero no fue así. Mi talento pasaba por otro lado... —Su voz se fue apagando, obnubilada por la sensación en su piel.
Nico alejó su dedo reluctantemente, y tomó un trago de su vaso. El frío de la bebida lo hizo volver a la realidad, hubiera seguido acariciando el brazo de Ali hasta el fin de sus días. Notó con sorpresa un cosquilleo en su bajo vientre, y se dio cuenta que esa simple caricia lo había excitado. Tratando de que Ali no se diera cuenta, bajó su vaso helado hacia su entrepierna, sosteniéndolo entre sus manos en una postura natural, con la esperanza de que la cercanía del frío bajara el hervor de su sangre.
—Así que el cello... —Saberlo le causó placer, y sonrió—. Yo también toco el cello.
—Sí, lo sé —dijo Ali, también tratando de reponerse de lo que ese sencillo toque le había causado—. Te vi cuando tocaste en Club Berlín.
—¡Cierto que fuiste! Qué boludo soy... —Se restregó el pelo con incomodidad, pensando que había quedado como un tonto, pero ella se rió.
—No te maltrates, al fin y al cabo esa noche no nos vimos en verdad. Yo sólo te vi en el escenario.
—Cierto, te fuiste... —Un flash de pena pasó por el rostro de Nico, pero duró un nanosegundo—. ¿Seguís tocando el cello?
—De vez en cuando, pero no lo hago bien. Es más un placer que otra cosa.
—Algún día podríamos tocar juntos... —Nico lo dijo sin darse cuenta, más bien había pensado en voz alta, y levantó la mirada atento, esperando su reacción.
—¡No podría! —Al ver la cara de decepción de Nico, Ali se estiró y le tomó la mano, en un impulso, y nuevamente la electricidad los recorrió a ambos—. Tocás excelente, es... mágico escucharte. Yo sólo pasaría vergüenza—. Se sonrojó y lo soltó, volviendo a tomar su vaso.
—Lo dudo, Ali —dijo él, sonriendo—. Tal vez podrías cantar y yo tocar el cello.
Ella le sonrió y le respondió que podía ser. Se enfrascaron en una conversación sobre música, violoncellos y gustos particulares tan entretenida para ambos, que pasó más de una hora sin que se dieran cuenta. Dentro de la disco la cantidad de gente había ido aumentando, pero no prestaban atención a lo que sucedía a su alrededor. Era increíble cómo la conversación fluía sin esfuerzo, la comodidad que se había instalado entre ambos.
Nico descubrió que era la primera vez que hablaba con una chica estando realmente interesado en lo que estaba escuchando, y no porque estuviera fingiendo para poder llevársela a la cama. Ali era de por sí interesante, y resurgía en él su deseo de conocerla a fondo, de saberlo todo de ella. Le gustó saber que su instrumento preferido era el cello, que usaba una resina inglesa que le traía una tía, que amaba a Apocalyptica y que el año anterior, cuando habían venido, se los había perdido por estar enferma.
—¿Qué te pasó? ¡Yo hubiera ido con suero y todo! —Logan comprendía el dolor de perderse a una de tus bandas preferidas.
—Yo hubiera ido de todos modos... pero estuve internada. Y no me dejaron salir, menos para ir a un concierto a once horas de viaje.
—¿Internada? ¿Qué tenías?
—Apendicitis. Me habían operado el día antes.
Continuaron charlando de sus bandas preferidas y la indignación compartida de que eran todas bandas internacionales que casi nunca asomaban la nariz por su país y, si lo hacían, era siempre en la capital, tan lejos.
Ali estaba sorprendida de lo bien que la estaba pasando, de lo agradable que era la conversación con Nico. No podía dejar de sonreír, se sentía en las nubes y no sabía si eso también tenía que ver con los tres vasos de fernet con coca que ya había bebido. Estaba descubriendo un Nico hasta ese momento desconocido para ella, ya que no mostraba su lado seductor, no sentía que él estuviese aparentando nada. Recordó que la consideraba una "amiga" y le encontró un poco más de sentido. Algo debió notarse en su rostro porque Nico le levantó la cara tomándola delicadamente por el mentón.
—Ali, ¿pasa algo?
Ella lo miró con una cierta tristeza en los ojos y descubrió a Nico mirándola con confusión, y con un poco de avidez. No pudo emitir ningún sonido. Su corazón empezó a latir desbocado y notó que Nico le miró los labios con rapidez, para volver a sus ojos.
Nico dio todo por perdido. Sintió que los huesos se le derretían al darse cuenta que su propio cuerpo estaba actuando por sí mismo, llevándolo a lo que él inconscientemente quería y necesitaba, pero que no haría conscientemente: besar a Ali. Se acercó un ápice a ella, apenas entreabriendo los labios, y unos brazos fuertes lo tomaron de atrás en un abrazo y lo alejaron de Ali, quien parpadeó sorprendida, cual si despertara de un trance, y se sentó erguida en la banqueta como activada por un resorte.
—¡Nico! —Andrés no se dio ni cuenta de lo que estaba pasando ni lo que acababa de interrumpir, era notorio que cargaba unas copas extra y su estado de alegría le impedía preocuparse por nada—. ¡Pensé que no habías venido, hermano, te busqué por la pista! Pensé que estarías bailando con alguna chica con buen culo.
Nico lo miró exasperado y se quitó el brazo de Andrés de encima, para luego mirar a Ali con disculpa en la mirada.
—Hermano, estuve acá todo el rato, miraste para el orto.
Ali se paró tomando su pequeño bolso, mientras ambos hablaban, y decidió salvar la situación con el antiguo recurso que todas las mujeres utilizaban cada vez que salían a algún lado.
—Voy al baño, Nico, te veo luego—. Y sin darle oportunidad de responder, caminó con rapidez hacia el sector de toilettes, que estaba al otro lado del local.
Ingresó al baño, muy iluminado en comparación a la penumbra general de la discoteca, y arrugó la cara ante el contraste. Se acercó a la mesada llena de bachas, donde algunas chicas retocaban su maquillaje y charlaban animadas; no reconoció a ninguna de ellas, debían ser de otras carreras de la Universidad. Se miró al espejo y se vio un poco sofocada, como si acabara de correr. Abrió una canilla y metió las manos debajo del refrescante chorro de agua, bañó sus muñecas y se apoyó las manos frescas en la nuca, buscando bajar el calor que sentía de repente. ¿Nico había estado por besarla? Trató de rememorar la situación con exactitud, de estudiar la mirada de Nico cuando tomó su rostro en la mano, ese leve acercamiento... pero todo fue tan rápido, y ella estaba con el corazón latiendo tan deprisa, que se le mezclaron detalles, se le nubló la memoria... le quedaba la sensación de anticipación, de nerviosismo, de expectación. Se sintió una adolescente idiota, sacudió la cabeza y apoyó ambas manos en la mesada. Dio un respiro profundo y, al levantar la vista, se miró seriamente en el reflejo que le devolvía el espejo, y decidió volver a la barra, a ver qué pasaba. Esa noche ya no le importaba nada.
Salió del baño y demoró unos instantes en la puerta, hasta que la vista se le acostumbró nuevamente a la oscuridad coloreada por las luces estrambóticas que acompañaban la música que reverberaba en el lugar. Esquivando cuerpos danzantes y algunas parejas que de tan apretadas parecían una sola persona, tardó unos minutos hasta llegar de nuevo a la barra, pero un par de metros antes se detuvo con sorpresa, y el enojo que nació ante lo que observaba le llenó los ojos de lágrimas. Apretó la mandíbula y se las tragó, sabiendo de sobra que ningún tipo merecía que derramara una sola por él, miró a Nico un segundo más, y dio media vuelta para volver por donde había venido.
Nico seguía sentado en la misma banqueta de antes, excepto que, en lugar de estar charlando con Andrés, estaba besando a Mora Rein.
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A Nico no le quedó más opción que poner una mano en el pecho de Mora y empujarla hacia atrás. El ruido que hizo la boca de ésta al despegarse de sus labios le sonó a una sopapa.
—¿Pero qué carajo te pasa, Mora? —le recriminó, pasándose el dorso de la mano por los labios.
Mientras Nico hablaba con Andrés, y trataba disimuladamente de echarlo para que le dejara espacio con Ali, quien debía volver en pocos minutos, Mora vio su oportunidad de ataque. Hacía unos veinte minutos que observaba cómo Nico y Ali charlaban, tragando bilis y tratando de descrifrar el lenguaje corporal de ambos, dudando si intervenir o no. Cuando vio a Nico tomar la barbilla de Ali todo su cuerpo se tensionó y dio dos pasos decidida a interrumpirlos, pero un oportunísimo Andrés apareció por detrás de Nico y la salvó de tener que brindar explicaciones que no tenía. Sonrió triunfante cuando Ali se alejó hacia los baños y Nico se quedó hablando con Andrés, visiblemente molesto. Finalmente Andrés se fue del brazo de una chica rubia y pulposa que indudablemente lo estaba buscando, y Mora decidió acercarse a Nico.
—¡Hola, precioso! ¿Cómo la estás pasando?
La cara de Nico ni siquiera dio el atisbo de una sonrisa, sino que la miró con el mismo hastío con el que había mirado previamente a Andrés.
—Mora, hoy no tengo ganas para tus avances—. Nico tomó su vaso y se reacomodó en su asiento, mirando hacia la pista de baile, donde todo el mundo parecía estar pasándola bien.
Pero Mora no se iba a dar por vencida muy fácil. Vio su oportunidad muy clara cuando, a lo lejos divisó a Ali esquivando parejas y claramente volviendo a donde antes estaba con Nico. Calculó el tiempo exacto y en el segundo indicado, se plantó frente a Nico.
—Eso no lo decidís vos, corazón.
Lo abrazó con firmeza y lo besó. Nico no atinó a reaccionar, su cuerpo reaccionó de forma instintiva y cerró los ojos, pero pensó en Ali, en el beso que casi le había podido dar, y quiso despegarse de Mora. Para cuando logró empujarla, habían pasado los cinco segundos cruciales en los que Ali había visto todo, pero él no lo había notado. Mora dejó que Nico la empujara y miró hacia donde sabía estaba Ali, para verla alejándose con rapidez entre la gente, y sonrió, sabiendo que era imposible que no los hubiese visto.
—¿Pero qué carajo te pasa, Mora?
La chica lo miró sonriendo de lado, con un brillo extraño en su mirada que la hacía peligrosa.
—Yo siempre logro lo que quiero, corazón —le dijo, tocándole la nariz, y se alejó contoneándose.
Nico se levantó de la banqueta molesto como pocas veces lo había estado. Entre Andrés y Mora se habían arreglado para arruinarle lo que venía siendo una noche perfecta. Tomó el último trago de fernet que quedaba en su vaso y lo dejó sobre la barra, y salió decidido a buscar a Ali. Fue hasta los baños y esperó unos minutos afuera, sin que nadie saliera y sin animarse a asomar la cabeza un instante, para verificar si estaba. Finalmente una chica salió y la interceptó.
—Hola, perdoná que te moleste...— La chica le sonrió inmediatamente y se acomodó el pelo en un gesto automático, un gesto básico que Nico estaba acostumbrado a ver en cada chica a la que hablaba—. ¿No viste adentro a una chica de rulos, que tiene un corset negro? De ojos verdes...
—No, no la vi—. La decepción en la cara de la chica fue notoria—. Adentro al menos no está, hay solo dos chicas más.
—Bien, linda, gracias...— Logan dio media vuelta y se alejó, mirando para todos lados, buscando a Ali.
No podía haber desaparecido, ¿se habría ido acaso del local? Su cerebro funcionaba con rapidez, calibrando mil opciones. Tal vez Ali se había molestado por el intento de besarla, al fin y al cabo, ella solo lo veía como un amigo, y la había asustado. O tal vez estaba avergonzada por eso, o posiblemente no estaba en absoluto interesada, sólo había estado hablando con él mientras esperaba a su amiga por pura cortesía... No, no podía ser, habían estado hablando por más de una hora... eso iba más allá de la cortesía, además ella parecía interesada en la conversación, le sonreía, le había tomado la mano...
Sus pensamientos se cortaron cuando vio a Ali parada junto a una columna, de brazos cruzados, pero sonriéndole al imbécil con el que hablaba. Se le nubló la vista de odio y le surgieron unas intensas ganas de reventarle la cara a puño limpio, pero se la pensó mejor cuando vio que el hombre, si bien era apenas más bajo que él, lo doblaba en ancho. Los miró unos instantes más hasta que Ali soltó una carcajada ante alguna estupidez que había dicho el tipo, y en un gesto casual pero que Nico sabía no era nada inocente, le apoyó la mano en el antebrazo. Fue todo lo que necesitó para acercarse a ellos como un vendaval.
—¡Ali! —exclamó cuando llegó junto a ella—. Te estaba buscando. Vení, vamos.
La cara de Ali parecía cincelada en mármol. El delineado negro en los ojos le daba un toque más agresivo que antes a Nico le había gustado, pero ahora la hacía parecer una esfinge molesta.
—Estoy hablando con Bruno—. Señaló al otro con un leve gesto de la mano. Nico podía sentir la tensión que bullía bajo su cara de estatua—. Podés volver tranquilo a tus asuntos con Mora.
Así que lo había visto. Y estaba claramente enojada. Se acercó a ella y extendió la mano para tomarle el brazo, pero ella se retiró con un movimiento fluido y se acercó más al otro.
—¿En qué quedamos para mañana, entonces? —preguntó ella, toda dulzura e intencionalidad, como si Nico no estuviese parado a medio metro de distancia.
—Nos encontramos tipo ocho para cenar en Romanoff y de ahí al cine, ¿te parece?
—¿Vas a salir con este imbécil?— Nico estaba por perder los estribos.
—Hey, hermano, bajá un cambio —el tal Bruno habló con calma—. ¿Es tu novia acaso? Si es así me hago a un lado.
—No, no lo es, pero...— Nico no sabía qué decir. No podía decir que estaba loco por Ali, que estaba furioso con Mora y Andrés por haberle arruinado la noche, que Ali debía estar con él y con ningún otro porque él sabía que podía hacerla feliz. Se quedó callado.
—¿Pero qué? —le espetó Ali, desafiante. Ella esperaba que él se transformara de golpe en un chico diferente, que sólo la besara y la abrazara, que no la viese sólo como amiga... Pero sabía que no pasaría.
—Ella... Ella es mi amiga y estábamos hablando...
Una vez más, Nico se arrepintió de haber hablado. Por el rostro de Ali leyó un dolor repentino que no supo interpretar y que fue reemplazado casi de inmediato por la máscara de mármol que portaba usualmente.
—Exacto, sólo soy su amiga—. Ally cargó la ultima palabra de sarcasmo— Así que no debería importarle con quién tengo o no una cita—. Miró a Bruno nuevamente y le sonrió—. ¿Me acompañás afuera a tomarme un taxi?
—Yo te llevo —dijo Nico en un arranque de inspiración. Allí tendría la oportunidad de explicarle... ¿explicarle qué? No lo sabía, pero algo tendría que poder aclarar.
—No—. Ally fue tajante—. Andá con Mora que debe estar esperándote...
Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida, mientras Bruno le pasaba un brazo sobre los hombros.
Aquello fue demasiado para Nico. Se giró y vio a una rubia pequeña con cara de nada que bailaba con dos amigas. Se pasó la mano por el pelo y avanzó con su mejor sonrisa de seductor.
—Hola, linda... ¿Puedo invitarte un trago?