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Chapter 14 - 12.

12.

Nico miró con exasperación cómo Mora se ponía de pie y cruzaba los brazos, en clara actitud de hartazgo, aguardando a que él y Ali bajaran del auto que aún estaba encendido. Sintió la tentación de decirle a Ali que acelerara y se fueran de allí, pero se sentía aún débil y descompuesto, solo quería tirarse en el sillón o en su cama... posiblemente con Ali. No entendía qué hacía Mora en su casa, y tampoco quería averiguar cómo es que sabía dónde vivía. Volvió los ojos a Ali y vio que había transformado la cara en una máscara de frialdad y seriedad, lo cual no lo sorprendió.

—Ali... —comenzó, pero ella lo calló con un gesto de la mano.

Ella retiró las llaves del contacto y con rapidez se desabrochó el cinturón de seguridad, tomó su bolso y abrió la puerta para bajarse. Nico reaccionó y se desembarazó de su propio cinturón, salió también con celeridad y cerró la puerta con más fuerza de la que hubiera deseado. Ali se detuvo en la vereda y lo esperó, observando a Mora con una mirada que a cualquier otra chica la hubiera hecho huir como rata por tirante. Pero Mora no era cualquier otra chica y conocía el juego mejor que Ali. No se dejó amedrentar por los ojos glaciales que le perforaban la piel y, ni bien los pies de Nico tocaron la vereda, se acercó a él y lo tomó del brazo, en clara actitud posesiva.

—Hola, precioso —dijo, y le estampó un sonoro beso en la mejilla de Nico, que la miró abriendo los ojos en incredulidad.

—Acá tenés las llaves —dijo Ally y las lanzó en el aire con desdén. Le estaba costando mucho trabajo no dejarse llevar por la ira irracional que la invadía y destrozarle a Mora esa sonrisita soberbia con la que la miraba—. Hacele caso a tu hermano y hacé reposo —lo dijo en un tono claramente significativo, mirando a Mora, que continuó mirándola con suficiencia—. Espero que te mejores—. Dio media vuelta comenzó a caminar hacia la esquina.

—¡Ally, esperá! —Nico intentó seguirla y se soltó de la garra de Mora, pero la náusea lo sobrevino y se detuvo, apoyándose contra su auto.

Ali no le había dado tiempo a nada. Mora se acercó nuevamente y le puso una mano en el hombro, en actitud sobreprotectora, y Ali sólo continuó caminando, hasta perderse al dar vuelta la esquina.

—Lindo, ¿no te sentís bien? —La voz melosa de Mora hizo que Nico se sintiera peor—. Vení, vamos adentro así te ponemos cómodo.

Nico hizo acopio de toda su fuerza para erguirse y, desde toda su altura, lanzar a Mora una mirada por demás despectiva.

—No es tu tarea cuidarme ni nada. Nadie te invitó a venir acá.

El rostro de Mora se contrajo brevemente, golpeado por la contrariedad, pero se sobrepuso con rapidez. Ella no era de dejarse asustar con facilidad... Y Nico era su objetivo, no lo dejaría ir tan fácilmente.

—No seas así. ¿Acaso la única que tiene derecho a cuidarte y preocuparse por vos es el espárrago ese? ¿Qué pasa, es tu novia?

Mora lanzó la pregunta como al descuido, en un tono burlón, pero cada fibra de su ser estaba pendiente de la respuesta. Si Nico llegaba a decirle que sí, la estúpida de Ali iba a sufrir. Nico era de ella... Lo sería por las buenas o por las malas.

—No es mi novia, pero...— Nico se detuvo, indeciso. No quería que Mora supiera lo que sentía por Ali.

—¿Pero qué? —inquirió la chica, mientras internamente respiraba profundo, mientras sentía un bienvenido alivio.

—Nada —dijo Nico, cansado y derrotado. Se sentía cada vez peor, sólo quería dormir—. Mora, no me siento bien y no quiero discutir con vos ahora. Sólo quiero entrar y acostarme a dormir.

—Dejame acompañarte entonces y llamar un taxi así me voy.

Nico se rindió, no quería pelear. No sentía las fuerzas ni la motivación para hacerlo. Sin decir nada y bajando los hombros con resignación, caminó por el sendero que cruzaba el jardín, sacó del bolsillo las llaves de la casa y abrió, dejando pasar a Mora por delante de él. Escuchó ruidos en la cocina y se dirigió allí, para encontrar a su madre guardando compras en la alacena.

—¡Hijo! ¿Cómo te fue en el examen? —Laura le estaba sonriendo, pero al ver el rostro pálido y ojeroso de Nico su sonrisa desapareció y la preocupación le hizo fruncir el ceño. Dejó sin demora la bolsa de compra a medio vaciar que tenía en la mano sobre la mesada, y se acercó a él, que estaba sentándose en una de las banquetas altas—. Mi vida, ¿qué te pasa?

Mientras Nico la ponía al tanto de los acontecimientos de la mañana, Mora se mantuvo respetuosamente a un lado, sin dejar de observar en detalle la casa donde vivía Nico. Se había pensado a sí misma entrando a esa casa miles de veces de la mano de Nico, pero en sus sueños iba directamente al dormitorio... Le gustó el estilo general de la casa: sobrio, acogedor, en colores cálidos, ordenado y limpio. La madre de Nico parecía ser una mujer eficiente e inteligente, resuelta, lo veía en sus movimientos.

—Hijo, andá a acostarte, yo subo en unos minutos a llevarte agua y te dejo la medicación en la mesita de luz.

Nico se levantó de la banqueta con desgano, saludó a Mora con una inclinación de cabeza y desapareció por el pasillo. Mora hizo ademán de seguirlo, pero Laura la retuvo con suavidad, apoyándole su mano en el antebrazo.

—Me dijo Logan que te pida un taxi, ¿puede ser?

El tono de voz de Laura era cordial pero frío. Mora supo inmediatamente que no le caía bien, pero eso solía pasarle con las madres de sus novios. Lo comprendía... Su aspecto era agresivo y leonino, y todas las madres buscaban a la nena bien para sus hijos, a la típica chica de al lado. Nada más lejos de ella.

—No, no es necesario, él insiste, se preocupa... —Mora sonrió con dulzura, como si todo fuese idea de Nico—. Me tomaré un colectivo. Sólo quería asegurarme que Nico llegase bien, se lo veía realmente mal.

La mirada de Laura no cambió un ápice, no se dejó enternecer por el tono dulcificado de Mora. No por nada era psiquiatra, la leía como un libro abierto.

—Bien, querida, te acompaño a la puerta—. Con un gesto de la mano, le señaló el camino por donde acababa de venir.

Faltaban apenas dos pasos para llegar a la puerta cuando un teléfono comenzó a sonar en otra habitación.

—Oh, es el teléfono de mis pacientes... —Laura miró hacia el origen del sonido con apuro—. Querida, ¿podrás salir sola? No puedo dejar de atender.

—Sí, señora, por favor, vaya tranquila.

Laura salió disparada hacia otra estancia y Mora abrió la puerta, pero no salió. Volvió a cerrarla haciendo ruido y se dirigió hacia donde había visto desaparecer a Nico. Se encontró en un pasillo donde se abría una escalera a su derecha, que doblaba en un recodo, y subió por ella, asumiendo que los dormitorios estaban en la planta superior. Al terminar de ascender, se encontró en otro pasillo donde había cinco puertas, dos a cada lado y una al final. Se detuvo indecisa... ¿Cuál sería la habitación de Nico? ¿Y si había alguien más en la casa? Desconocía si Nico vivía con alguna otra persona además de su madre, suponía que con su padre... Ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía si Nico tenía hermanos. Ella quería saber... Quería conocerlo todo de él.

De pronto escuchó ruidos abajo y se dio cuenta con pesar que la madre de Nico ya había terminado con su llamada telefónica, y estaba indudablemente en la cocina buscando las cosas para su hijo. La invadió el apuro y la desesperación, tenía escasos instantes para encontrar la habitación de Nico y un lugar dónde esconderse dentro de ella. No pasaron diez segundos cuando la última puerta, la del fondo, se abrió y Nico salió por ella, descalzo, con una toalla azul oscuro envolviéndole la cintura y secándose el pelo con otra más pequeña, por lo que tenía la cabeza gacha y no la vio, parada como una estatua en el borde de la escalera, con la respiración detenida ante el cuerpo mojado y semidesnudo que se le presentaba. Nico entró por la puerta más cercana a él y la cerró, al tiempo que, al final de la escalera, Mora oyó los zapatos de Laura subiendo los primeros escalones. La adrenalina le corrió por el cuerpo y, pensando rápido, se lanzó en picada hacia la puerta del baño, entró y en silencio volvió a cerrar. Se agachó y miró por el ojo de la cerradura, para ver a Laura con una bandeja de desayuno acercarse por el pasillo e ingresar al dormitorio de Nico. Se quedó mirando y rogando con todas sus fuerzas que, cuando saliera de la habitación de su hijo, a la mujer no se le ocurriera entrar al baño. Pasó agachada y espiando los dos minutos más largos de su vida, hasta que finalmente Laura salió y bajó nuevamente por las escaleras. Mora se incorporó y exhaló largamente, aliviada. Esperó unos minutos a que se calmara un poco su ritmo cardíaco, casi desbocado, y salió silenciosamente del baño, hasta pararse frente al dormitorio de Nico. Acercó la oreja a la puerta y no escuchó nada, tomó el picaporte en su mano e inhaló profundamente, antes de bajarlo, abrir la puerta y entrar sin hacer un ruido, cerrando tras ella.

En el pasillo no quedó señal alguna de que ella hubiera estado ahí.

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Con dedos rápidos Ali limpió las dos lágrimas que no había podido contener. Se había sentado en uno de los últimos asientos del colectivo, en uno individual. Cinco cuadras de caminata desde la casa de Nico hasta la parada, diez minutos de espera y ahora ya diez minutos de viaje, y el enojo que sentía aún se revolvía dentro de su pecho, atenazándole el estómago y haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas.

Mora Rein parecía especializarse en arruinar los escasos momentos especiales que había tenido con Nico. Esa mujer tenía algo que la anulaba, sacaba lo peor de sí misma y no la dejaba pensar con claridad. Cuando Mora tomó del brazo tan posesivamente a Nico, que apenas había subido un pie a la vereda, sintió un enorme dragón furioso despertarse en su interior y solo quiso arrancarle la piel a tiras a esa leona con el pelo teñido de rojo. No entendía cómo ella, Ali, siempre tan fría, tan controlada, tan seria, podía estar a un paso de perder el control en apenas segundos, todo por esa mujer. No quería analizarlo mucho más. No tenía sentido... La llevaba a cuestionarse lo que sentía por Nico, porque claramente no había tenido nada contra Mora hasta que ambas habían comenzado a pretender a Nico.

Ali sacudió la cabeza y miró nuevamente el celular, que tenía abierta la conversación de WhatsApp con Nico. Veintidós minutos atrás él le había escrito, luego de que ella le rechazara una llamada.

* Linda, tenés que saber que no sé qué hacía Mora acá. No quería que te fueras, menos así. Estaba pasándola bien con vos, dentro de lo mal que me siento. Mora ya se fue. Estoy por acostarme porque me siento terrible, pero realmente me gustaría que volvieras. Sino... Lo entiendo, creo. No sé por qué reaccionaste así. ¿Tenés algún problema con Mora, o conmigo? Gracias por todo lo que hiciste por mí hoy... Gracias por cuidarme tanto. Y por cantar para mí, eso fue lo mejor de todo. - Nico, 12:21hs.

Había comenzado a escribir una respuesta no menos de tres veces, pero apenas escribía dos palabras y lo borraba. No sabía qué decir y no quería que su enojo le llevara a decir cosas que no quería. Sí, eso sería lo mejor... Llegar a casa, calmarse, tomar un té, y ya con la cabeza fría, responderle, con toda la sinceridad que le fuera posible, sin decirle lo que realmente le pasaba con él.

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Nico abrió los ojos con lentitud, embotado. Tenía sueño, pero se sentía dolorido e incómodo, como si hubiese estado mucho tiempo en la misma postura. Estaba de costado, una posición extraña en él para dormir. Se quiso dar vuelta para ponerse boca arriba, y se dio con un cuerpo que se encontraba tras él, abrazándolo. Unas piernas estaban enroscadas con las suyas y un brazo pasaba por su cintura y subía por su pecho, que terminaba en una mano que lucía uñas pintadas de color azul eléctrico.

Nico se quedó quieto, sorprendido, y su primer idea fue que Ali había vuelto con él. Sonriendo con anticipación giró la cabeza, dispuesto a besarla de una vez, y se encontró con la sonrisa empalagosa y el cabello rojo de Mora.

—Por fin despertaste, corazón —dijo ella con una voz ronca y sugerente.

—¿Pero qué hacés, loca de mierda? —Nico le dio un empujón y descubrió que ella estaba en ropa interior, y, por primera vez en su vida, sintió rechazo ante un cuerpo femenino casi desnudo—. ¡Salí de acá, maniática!

Nico se desembarazó con rapidez de las sábanas que lo cubrían, salió de la cama y dio dos pasos hacia atrás, como si sobre su cama hubiese una serpiente venenosa y no una atractiva chica semidesnuda. Mora se colocó de costado, apoyando el codo y la cabeza sobre la mano, como si estuviese posando para un catálogo de lencería.

—¿Por qué me tratás así? Creo recordar que siempre fuiste muy... cariñoso conmigo—. Mora le sonrió cómplice, haciéndole pensar en cuando solo la usaba para descargar sus ansias y no conseguía a otra chica. Sintió asco de sí mismo.

Nico se pasó la mano por la cara y se frotó los ojos con dos dedos, inspiró profundo y desterró ese recuerdo. No estaba orgulloso de ello, pero esto estaba más allá de todos los límites. Su furia crecía a una velocidad alarmante y no quería dejarse llevar por ella. Inhaló pausadamente una vez más tratando de calmarse, se soltó los ojos y miró a Mora con seriedad.

—Ya no sé cómo hacerte entender que no quiero nada con vos —su voz estaba milagrosamente tranquila—. No me gustás, no me interesás.

Fue efectivo. Pudo ver la cara de la chica desmoronarse y quedar con una expresión dolida primero, y luego seria y con un enojo subyacente que la hacía parecer peligrosa.

—No hace falta que seas tan cruel.

—No me estás dejando muchas opciones, Mora. Te lo he dicho bien y seguís insistiendo...

Mora se levantó de la cama en una completa muestra de desinhibición y total confianza en sí misma. Tenía con qué, su cuerpo era envidiable, y en cualquier otro momento Nico se hubiese acostado con ella sin miramientos, pero ya no la vio atractiva. La vio encaprichada y desesperada, y le dio lástima.

—Por favor... Vestite de una vez. Dejá de dar pena.

Nico se giró y dio tres pasos hacia la puerta.

—Te espero abajo en cinco minutos, voy a llamarte un taxi—. Sin dejarla responder, salió de la habitación y cerró la puerta.

Mora se quedó parada en medio de esa habitación que tanto había soñado con conocer, en ropa interior, descalza y con la sangre burbujeándole en las venas, pero de puro enojo. El rechazo de Nico la hería en lo más profundo de su orgullo, y la rabia que eso le causaba le hizo apretar los puños hasta dejarse las uñas marcadas en las palmas. Se vistió con rapidez, sentándose en la cama para subir el cierre de sus botas. Miró las sábanas revueltas con odio, debían estar revueltas por otros motivos... Se había imaginado a Nico tomándola en sus brazos, acariciándole la piel con esas hermosas manos, besándola con lujuria, llevándola a un paroxismo de placer que la dejase agotada, satisfecha y feliz, porque sentía que solo él, un jugador como ella, podría entenderla y darle lo que necesitaba. Pero no, esas sábanas sólo habían sido revueltas por una siesta compartida, y ni siquiera compartida por deseo de ambos. Nico estaba escapándosele... Tendría que hacer algo al respecto.

Para cuando bajó la escalera su pulso estaba tranquilo, su respiración sosegada y su mente tranquila. Aún no se rendiría.

No todavía.