Siegger y Adán se habían separado del grupo principal, aquellos a los que ahora Frank podía llamar amigos estaban siendo carne de cañón del grueso del Gremio de Asesinos.
-Asegura la Capilla Doctor, esa Bóveda es el punto final de esta batalla, sé que sabrás lidiar con lo que encuentres dentro de ella-.
-¿Y tú dónde iras?- preguntó Siegger, que a pesar de estar con la mente calmada, sabía que el plan de su Maestro ocultaba aún mucho por revelar.
-A las catacumbas, dentro de ella hay algo que inclinara esta guerra a nuestro favor-.
-¿Guerra, Adán?-Siegger comenzó a perder la compostura;-esta batalla es una masacre y piensas extenderla más-.
-La Guerra, muchacho, aún no comienza- respondió Al Khaled desapareciendo entre la oscuridad de la noche.
Frank estaba dudando si esta era la forma de salvar el mundo.
Y cada duda, empezaba a agitar más y más el monstruo que llevaba escondido entre su armadura.
Al fin llegó a aquella Bóveda, una de las obras maestras de Miguel Ángel. Le había parecido una eternidad el trayecto, pero en su mente estaba contando toda su vida, este era acaso el lugar de su muerte.
Pavor.
Miedo.
Terror.
¡Muerte inevitable!
Otra vez él, RedHand, su némesis, pero sin gafas, expulsando tanto de su magia que incluso Azsael pareció temer y quedarse quieto.
El asesino número uno del Gremio, el que parecía ser el Avatar de la Muerte Verdadera, estaba suspendido en el aire, envuelto en una pompa de energía roja que amplificaba aún más sus poderes.
Pero, era inofensivo, estaba en trance, meditando con los ojos abiertos, sirviendo como el arma definitiva del Gremio.
Había cuatro magos conjurando aquel hechizo sobre el Segador de Almas.
Y uno más.
-Tu camino se termina aquí, Buitre- le advirtió el 5° sujeto, parecía un hombre de mediana edad, de origen Indio, vestido formalmente como lo haría alguien de ese país para una ocasión en extremo especial; -No hace falta que te presentes, yo lo sé todo sobre ti, Doctor Frank Siegger, más de lo que tú sabes de ti mismo-.
-Me conozco bastante bien, dime, ¿tú te presentaras?- expresó serenando su mente, haciendo poco caso a aquel terror que flotaba, tiñendo de rojo los frescos de la capilla.
-En la agencia me llaman 6, lo que significa que soy en términos de fuerza bruta y capacidades físicas el sexto mago más fuerte del Gremio de Asesinos-.
-Vengo acá, ¿6?, a enfrentar al número 1, el blanquito que tienen flotando en el aire, hazte a un lado y no estorbes-.
No era un alardeo, fuera incluso el 2° más fuerte no sería rival para el Buitre Ascendido, estaba completamente convencido que ni aquel monstruo, el llamado Calamidad Humana sería rival para su jugada maestra, Talia había visto el resultado de esta batalla, sin detalles, le era favorable, ella no erraba.
No lo vio venir.
Las paredes de la capilla, la Bóveda misma, todos aquellos fantásticos dibujos comenzaron a moverse.
La realidad parpadeo, como si se tratara de un poderoso narcótico se vio absolutamente frenado, estático.
-Vamos a conversar un rato, ¿quieres?, hay mucho que tu Maestro no te ha contado-.
-¿Qué es esto?¿tu magia cuál es?- exigió Siegger apenas pudiendo mover la boca, no importa cuánto se esforzase, no se zafaba de aquella trampa.
-He vivido por muchos años, he reencarnado muchas veces, te darás cuenta que esto no es magia, así como tú "súper" oído tampoco lo es-.
- ¿Qué planeas?- cada vez se sentía más presionado, más rígido e invalido.
-Lo que te afecta es una simple neuro-toxina que altera completamente tus sentidos, hasta el punto que te vuelves 2, mente y cuerpo-.
No podía hablar, ya hasta aquello lo había perdido.
-Soy el líder del Gremio, desde los inicios de la civilización, en el Valle del Indo, a veces he sido el número 1 otras veces he sido tan débil que apenas podía mover mi lengua para hablar. Así cómo tú has sido también el 1, u otras veces más débil, pero siempre te las arreglaste para estar junto a mí, y apuñalarme, empujarme por un risco, envenenar mi comida, bueno, sabes, luchar el uno contra el otro es nuestro destino, pero ¡aghh!, tú aliado con Papá, es una idea repulsiva, es antinatural, Caín, hermano mayor, mi primer asesino, aquel que siempre termina matándome, por los siglos de los siglos, hasta que la Tierra se pudra-.
Siegger no podía creer aquello, hasta que finalmente su mente se separó de su inmóvil cuerpo.
No necesitó más explicaciones, todo era cierto, 5500 años de recuerdos, 99 reencarnaciones desde morir viejo y amargado en la tierra de Nod, hasta seguir envidiando lo que no tiene, hasta ser manipulado por su padre Adán el Inmortal, pero, hoy se rompía el ciclo.
Hoy Abel mataría a Caín.
¿O la rueda del destino seguiría girando sobre el mismo eje?, acaso aquella puñalada de Abel tan bien encaminada a su corazón rompería el contenedor del demonio.
Una risa tan macabra como inhumana inundo la bóveda.
-Su padre les educó bien- habló aquella nube sanguinolenta que prontamente tomo forma, nada que se hubiera visto en la realidad o irrealidad de la imaginación, su idioma, Enoquiano, pero ambos lo entendieron bien, ya lo habían escuchado, y también esa voz;- Pero siempre hay uno más fuerte que el otro, y siempre eres tu, Er Kaín-.
La aforme criatura abrió ampliamente la quijada de Siegger, y se introdujo dentro de él.
Ahora eran uno, Azsael, Caín, Siegger, El Buitre.
-¿Cómo debería de llamarme ahora?- se preguntó el nuevo Ser, pisando con gracia la cabeza sin vida de Abel, el 6° Asesino más fuerte de la Agencia, el líder secreto del Gremio, el protector de la humanidad y de la creación divina en la Tierra.