Mientras tanto, Jayden y Max echaron un ojo a los demás puestos que había desperdigados por aquí y por allá, una vez que terminaron de ayudar a Mary, de repente, escucharon el fortísimo aullido de lo que parecía ser un enorme lobo, casi al mismo tiempo que escuchaban al Señor Arthur —ya tranquilizado—, decir a la gente desde el balcón:
—Tranquilos, no teman, todo está bajo control, es un camarada el que se acerca.
Una vez más, se escucha un gran aullido, pero está vez, el sonido se escuchó más cerca.
—Espero que el Señor Arthur tenga razón, no quiero imaginarme la clase de bestia que se aproxima —comentó Max, y Jayden asintió, justo un segundo antes de que, como caído del cielo, un gigantesco animal aterrizara en medio de la gente.
El lobo tenía una presencia tenebrosa: enorme, de color negro, con unos impresionantes ojos rojos, en su cuerpo se notaban fácilmente las cicatrices causadas por diversas peleas… y, sin embargo, nadie lo miraba, porque lo que llamaba la atención de los presentes era la presa que llevaba entre sus mandíbulas: ¡era un dragón!
—He traído conmigo lo que me pediste, mi señor —dijo entonces el hombre que montaba al lobo, en el que nadie había reparado hasta el momento y que, tras descender de la temible bestia, se postró ante el Señor Arthur.
—Veo que es un hombre de palabra —le respondió el Señor Arthur, quien había bajado a la plaza y se le miraba tranquilo, aunque claro está, no hacía otra cosa que mostrar su apariencia de Señor de Riverwood, por dentro su enojo y frustración aún estaba ardiendo.
—¿Dudaba de mí? Bien sabe que por un buen precio tomaría cualquier tipo de trabajo, y una vez que lo tome, se considera hecho. Hago honor a la fama de mi nombre, el cazador Leo Grant, el mejor cazador.
—Ja, ja, ja —río el Señor Arthur—, no lo dudé ni un momento mi querido amigo —Y, volviéndose hacia los presentes, prosiguió—: ¡Miren, he aquí un dragón!
Se creía que el Antiguo que tomó la iniciativa en la batalla era un dragón, ya que se les suele atribuir cualidades como una gran sabiduría y conocimiento, por esa razón el dragón es la bestia más deseable para formar una alianza entre los cazadores.
—Hijo mío, ven aquí —llamó el Señor Arthur a Edwin quien tardó apenas unos segundos en acercarse a su padre—. Hijo mío, en este día tan especial quiero otorgar este regalo, para que tú, que posees el don de los cazadores, formes una alianza con este dragón y te conviertas en el gran cazador que estás destinado a ser.
Jayden, entre el gentío, esbozó una sonrisa burlona y se dirigió a su hermano:
—Ya sabemos por qué tanto alboroto en que su hijo ganara la competencia.
—Sí…
Edwin, junto a su padre, contestaba:
—Muchas gracias padre, te haré sentir orgulloso.
Leo Grant se dirigió a su lobo:
—Vamos Svart, suelta la presa.
El dragón cayó al suelo desde las fauces del lobo. Era un animal joven, negro, de ojos azules y unos cuatro metros de alto, agotado por la pelea con el lobo, este quedó justo delante de Edwin. Éste le colocó la mano en la cabeza, su tatuaje empezó a brillar, y dijo:
—Yo, Edwin de la casa Hall, te escojo a ti, dragón, como mi compañero. Ahora concédeme tu poder y tu sabiduría y formemos una alianza que dure siglos.
Todas las personas que se juntaron alrededor de la plaza a observar la escena, se quedaron en expectación por lo que acababa de pasar. Era raro ver un dragón en ese estado tan lamentable, y mucho más raro observar que un humano hiciera una alianza con un dragón, todos estaban a la espera de que terminara la alianza para aplaudir, pero tal alianza no se dio.
—¿Qué pasó?, ¿por qué no se completa la alianza? —preguntó el Señor Arthur.
Edwin estaba desconcertado.
—No lo sé, lo he dicho de la manera correcta —respondió.
—¡Pues inténtalo de nuevo! —Exclamó su padre.
—Sí —y repitió—, yo, Edwin de la casa de Hall, te escojo a ti, dragón, como mi compañero, ahora concédeme tu poder y tu sabiduría y formemos una alianza que dure siglos.
Una vez más, nada ocurrió, ni una señal de que el dragón aceptase la alianza, solo unas pequeñas risas se escuchaban a lo lejos, dónde se encontraban los hermanos, y la risa se fue contagiando a las personas que se encontraban en la plaza.
—No está funcionando padre —se desesperaba Edwin.
Señor Arthur, rojo de ira, se encaró con Leo Grant:
—¡Cazador!, ¿Qué significa esto? ¿Me has traído a este dragón solo para dejarnos en vergüenza a mí y a mi hijo?
Pero el cazador lo veía de otra forma:
—¿Disculpe? Quizás usted no lo sepa, porque es un Mittels. Pero si una bestia no acepta una alianza, es porque no considera al cazador digno de prestarle su poder, yo he cumplido con lo que se me pidió, el que el dragón se abstenga de formar una alianza no es mi problema.
Señor Arthur se acercó a la bestia y colocando su pie sobre el cuerpo del dragón dijo enojado:
—¡Estúpido dragón! ¿Cómo te atreves a despreciar a mi hijo?
Pero Edwin se interpuso:
—No padre, te equivocas. Yo soy demasiado bueno para esta criatura insignificante, debe creer que no merece formar una alianza con alguien tan especial como yo.
Eso pareció calmar al Señor Arthur, que sentenció:
—Tienes razón hijo mío, cómo pude ser tan ignorante, vean todos, ¡ni siquiera un dragón es digno de formar una alianza con mi hijo! ¿No es esto algo grandioso? El destino te tiene reservado algo grandioso hijo mío.
Todos en la plaza, a excepción de Max y Jayden, aplaudieron.
—Tú, llévate a esta criatura fuera de mi vista. —gritó Edwin en dirección a Leo Grant, con desprecio, antes de reunirse con su padre, que ya se retiraba.
—Vamos hijo, regresemos al balcón, vamos todos, que siga la fiesta.
Jayden y Max seguían observando la escena.
—Este tipo es bueno para nada, no me sorprende que el dragón no quisiera formar una alianza con él —comentó Jayden.
—¿A dónde crees que se lo llevan? —preguntó Max.
—¿Al dragón? Ni idea, solo espero que lo dejen con vida. Mejor vamos a buscar a papá y a seguir disfrutando del festival.
—Sí, vamos.
Tras la fiesta, los tres piratas acamparon a las afueras de la villa —pues sabían cuán importante era guardar el dinero y no malgastarlo—, pero Max no podía dormir.
—Jayden, ¿sigues despierto? —susurró, esperando no despertar a su padre, y ante la falta de respuesta prosiguió— Sabes, últimamente sueño con el día en que me vuelva un pirata. Cuando lo haga, viajaré por todo este mundo, tendré las aventuras más locas que te puedas imaginar, me haré rico con todos los tesoros que habré recolectado y me daré el lujo de beber agua y hasta de bañarme con ella.
—Ya lo sé, me lo has repetido un millón de veces.
—Ja, ja, ja, es solo que es emocionante.
—Tienes que esperar un año más, cuando cumplas los dieciocho años y el tatuaje se complete, hasta entonces no podrás usar tus dones.
—Es extraño, este tatuaje y todo lo que implica, ¡maldición! Qué suerte tienes tú, ya pronto cumplirás los dieciocho, estamos a días nada más para que se complete tu tatuaje.
—Sí, y para cuando tú cumplas los dieciocho, yo ya habré hecho de todo, estaré viviendo tus sueños.
—¡No te atreverías!
—Ja, ja. ja, quién sabe, con tantas veces que me lo has repetido, quiero hacerlo mío.
—Ve a buscar tus propios sueños, no te metas con los míos.
Jayden estalló en carcajadas y Derrick, al que habían despertado las risas, los riñó a los dos.
—Ustedes dos, ya cállense, ¡déjenme dormir! Si tienen tantas energías, úsela mañana para alguna misión de cacería.
Los hermanos se sentaron y se dispusieron a dormir. Al día siguiente se acercaron a ver a Mary.
—¡Buenos días Mary!
La taberna Blue Bird, a esa hora, estaba vacía.
—No hay nadie, seguirá dormida —comentó Jayden, pero Max había visto algo.
—Jayden mira, aquí hay una nota.
—¿Qué dice?
Max leyó:
—«La taberna permanecerá cerrada hasta el mediodía por falta de productos, si desean solicitar una misión de cacería pueden encontrarme en la zona Este del bosque, estará recolectando savia.»
—Con que está en el bosque.
—¿Qué dices? ¿Vamos a ayudarla?
—Claro que sí, de paso pedimos información sobre las misiones y ganamos dinero, matamos a dos pájaros de un tiro.
—Con destino al bosque entonces.
A las afueras de la taberna se divisan tres personas que vigilan con sumo cuidado las acciones de Max y Jayden.
—Tenías razón Edwin, se dirigen al bosque.
—Se lo dije, fue pan comido.
—Esos pobres, no saben lo que les espera en esa área del bosque.
—Eso les pasa por meterse conmigo, veremos quién se ríe de último —comentó Edwin.
En el bosque, encontrar a Mary no era fácil.
—¡Mary! ¡Mary! ¿Dónde estás?
—¿Cuánto más tendremos que caminar? —Se quejaba Max.
—Vamos, continuemos un poco más.
—Tal vez ya regresó al pueblo por otro camino.
—O tal vez le pasó algo.
—Ella es la dueña de una taberna a la que llegan mayormente hombres, por lo que tiene que lidiar con varios cazadores y piratas, estoy muy seguro de que puede cuidarse sola.
—Puede que tengas razón.
—Estoy en lo correcto, regresemos al pueblo.
—Sí, hagámoslo —convino Jayden, y entonces vio algo que le llamó la atención—. ¡Oye!, mira, es una Archidius.
—¿Una qué?
—Archidius —repitió Jayden—, es una planta que produce savia de buena calidad, sus raíces son muy profundas, por lo tanto, su savia recolecta muchos nutrientes.
—¿En serio?
Jayden asintió.
—Sí, si conseguimos un poco de esa savia podemos llevársela a Mary, seguro se pondrá contenta, la ceiba que se prepara con esta savia es muy rica.
—Estupendo, consigamos un poco para Mary, quizás nos prepare unas bebidas gratis —comentó Max, feliz de la idea de beber ceiba de buena calidad.
Pero a Jayden no le gustó esa respuesta:
—¿En serio? ¿Es en lo que piensas?
—Claro que sí, ella es muy buena preparando bebidas.
—Como sea, ven aquí, y ayúdame.
—De acuerdo, por cierto, ¿cómo se supone que cortaremos esto?
Jayden parecía muy concentrado.
—Dame un momento.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó su hermano.
—Crearé una daga.
Max se sorprendió.
—¿Ya puedes crear armas?
—No del todo, pero como el tatuaje ya está por completarse, puedo crear pequeñas cosas, papá me enseñó a hacer una daga.
—Eso es increíble.
Y lo era. El don de crear cualquier tipo de arma era algo mágico, que supera incluso la habilidad de los alquimistas.
—¿Y a qué esperas?
—Tranquilo, esto es difícil… —y continuó, más para sí mismo que para su hermano—. Muy bien Jayden concéntrate, recuerda lo que te dijo Derrick…
Su padre le había explicado que debía cerrar los ojos y tratar de visualizar las partículas a su alrededor.
—Sí, logro ver unas partículas de color azul —había admitido el chico, y su padre había continuado con la explicación:
—¡Ése es mi chico, al primer intento!, Jayden lo que estás viendo es el don de todas las personas que pertenecen a la raza pirata, esas partículas representan la autoridad que se te concedió para crear armas, ahora imagina lo que quieres crear, por ejemplo, una daga, moldea esas partículas azules en una daga y cuando la tengas listo sujétala con la mano.
A Jayden aquello le había parecido algo muy complicado.
—Sí, lo será, es tu primer intento —había admitido Derrick—, pero cuando tengas completado tu tatuaje será más fácil y cuánto más lo uses se convertirá en algo sencillo. Los grandes piratas son capaces de crear armas de gran calibre en cuestión de segundos, y algunos son tan fuertes que si prestas atención a su persona podrás percibir esas mismas partículas a su alrededor.
—Comprendo padre… ya lo tengo —había gritado Jayden, emocionado, tras ese primer intento.
— Estupendo, ahora abre los ojos y observa —había dicho su padre, y al abrir los ojos había visto la pequeña daga en su mano.
—¡Jayden! ¡Jayden! —los gritos de Max sacaron a Jayden de su ensoñación.
—¿Qué sucede Max?, estoy tratando de concentrarme aquí —respondió, enfadado.
—Pero es que la daga ya está creada.
—¿Ah?, oh por Dios, lo hice, de verdad lo hice, pensé que no lo lograría.
—Fue increíble, la daga empezó a tomar forma delante de ti, se formó como un pequeño remolino delante de ti y de la nada salió la daga.
Max estaba emocionado.
—Esta sensación es extraña.
—Qué increíble, no puedo esperar para poder hacer lo mismo.
—Sí, bueno es hora de extraer savia.
—Tú eres el que nos está atrasando.
—Mira y aprende, hermano.
Pero, cuando Jayden empujó la daga contra la planta, ésta empezó a moverse de manera desesperada, y se escuchó un fuerte ruido.
—Jayden, ¿esto es normal? —preguntó Max, preocupado.
—No lo creo, creo que nos hemos metido en serios problemas, esta planta no es un Archidius.
—Ya me di cuenta de eso, la pregunta es: ¿qué diablos es eso?
—Es una planta carnívora, atrae a sus víctimas con su savia y cuando éstas se descuidan las devora, esta es una Pyranikus.
Habían caído en una trampa muy común, y deberían haberlo previsto, aunque la tarea de recolectar savia para la producción de Ceiba podía realizarlo cualquier persona, solían hacerlo los cazadores, ya que sus alianzas con las bestias le permitían tener ventajas en cualquier terreno y sus bestias lograban diferenciar fácilmente entre una planta normal de las plantas mortales. Pero ellos eran piratas, y su error les podía costar muy caro. Cuando la planta por fin salió de su escondite, su tamaño era de unos doce metros de alto, su cuerpo mostraba varias extensiones de raíces que utilizaba como si de látigos se tratase, además de eso poseía tres cabezas que poseían poderosas mandíbulas similares a las de un depredador.
—No creo que le haya gustado que la apuñalara.
Pero Max no estaba para bromas:
—¿Tú crees? Dime qué puedes hacer algo más grande que una daga.
—Me temo que no —se lamentó su hermano.
—¿Y qué hacemos?
—Correr me parece una excelente idea.
Max y Jayden se disponían a salir disparados de aquel lugar cuando la Pyranikus lanzó una de sus raíces a modo de látigo y sujetó a Max de una de sus piernas, tras lo cual le golpeó repetidamente y con fuerza contra el suelo, como si tratara de abrir un cráter con él. Luego soltó al chico y se centró en Jayden, quién, paralizado, murmuraba para sí:
—Maldición, maldición, qué diablos está pasando aquí, ¿por qué nos tuvo que pasar esto?, Si tan solo hubiera tenido más cuidado… ¿Qué será de mí?, ¿Aquí voy a morir?
La planta lo atrapó. Jayden no se podía mover. Armándose de valor, usó su daga para escapar de la atadura y se colocó en posición de ataque.
—Lo siento, pero no quiero morir el día de hoy, yo…. no, nosotros nos convertiremos en los más grandes piratas que este mundo haya conocido, y tú, no nos quitarás ese sueño.
Aprovechando la agonía de la planta, Jayden clavó su daga en una de sus cabezas y estalló, eufórico:
—¡Lo hice, lo hice!
Pero no había terminado: la planta seguía en movimiento y esta vez utilizó sus otras dos cabezas para intentar triturar a Jayden con sus dientes. Sin embargo, éste, al ver el movimiento, reaccionó lo más rápido que pudo, sin evitar no obstante ser alcanzado por uno de los dientes de la Pyranikus, que terminó haciendo un corte en el muslo de su pierna derecha, no muy profundo, pero sí lo suficiente como para inmovilizarlo.
—¡Maldición! Esto duele.
La Pyranikus lanzó su raíz en forma de látigo y lanzó al chico contra un árbol. Desde allí, viendo acercarse al monstruo, Jayden se lamentó.
—Ja, ja, ja, ser comido por una jodida planta suena bastante mal, ¡maldición! Por lo menos quería ver terminado mi tatuaje —y, viendo como la cabeza principal de la planta se acercaba, con sus mandíbulas abiertas y sus dientes a la vista, decidió despedirse de su familia—. Adiós Max, adiós Derrick.
Y cerró los ojos para morir. Pero el fin no llegaba. Algo había detenido el avance de la Pyranikus, y Jayden respiró aliviado al oír la voz de Max, que gritaba:
—¡Espera un momento! Tú y yo todavía no terminamos de pelear.
Jayden reconociendo en el peligro que se encontraban grito:
—¡Max! ¿qué diablos haces? Lárgate de aquí carajo, no eres lo suficientemente fuerte para vencer está cosa.
Pero Max no le hizo ningún caso.
—¡No lo haré!, ¡no te dejaré solo!, tu no vas a morir aquí me oíste, todavía tenemos un sueño que cumplir.
—¡Idiota!, ¿Quién se preocupa por eso en estos momentos?
—La familia, hermano, la familia.
La planta Pyranikus, al percatarse de Max, se dio media vuelta y se abalanzó en su dirección con rapidez, dispuesta a morder. Max esperó a tenerla cerca y, de una patada, le lanzó una de las piedras que se habían removido del suelo tras ser golpeado por la Pyranikus, con la fortuna de que la roca se quedó atravesada en la boca de la planta. Aprovechando el momento, Max logró trepar por la parte trasera de la planta y, con una roca, acabó de incrustar la daga de Jayden en la cabeza de la planta, matándola.
—Nunca deja de sorprenderme tu resistencia —exclamó Jayden con una sonrisa en su rostro—. Pero gracias, estuvieron a punto de comerme, creí que mi tiempo había terminado.
—Ja, ja, ja, te dije que tú serías la carnada la próxima vez, ¿recuerdas?
—No hagas esas bromas Max, y ayúdame, ya no siento la pierna.