Chereads / Lunatic by J.A Barrientos / Chapter 2 - Capítulo 2 Entre Borrachos y Amores

Chapter 2 - Capítulo 2 Entre Borrachos y Amores

- ¿donde crees que vas? – una estruendosa vos hiso que las aves huyeran despavoridas en medio del bosque, un fornido, pero bajo hombre gritaba a otro de manera descontrolada.

Una escena por lo más curiosa, pero típica en aquella excavación supuestamente arqueológica, realizada por un equipo de tan solo dos personas, que, sin permiso estatal, o pudor de alguna índole, habían declarado ese pedazo de terreno, el centro de operaciones de su investigación, si es que se le podía llamar así a escarbar la tierra de forma irresponsable y desordenada, obviamente sin objetivo académico alguno.

no eran más de las 10 am cuando se dio la discusión, el fornido y bajo hombre que parecía sacado de alguna jaula de lucha libre, detenía a un alto y aún más fornido personaje, el bajo ya un hombre mayor que rozaba los 60 años, pero con un cuerpo que envidiaría cualquier joven de 20, vigoroso y de marcada silueta atlética, vestido con un pantalón y camisas que en el pasado alguna vez fueron de un tono diferente al de hoy.

Sus ropas completamente manchadas por la tierra y el sudor, junto a un cabello en decadencia con una gran calva prominente estaba sucio y desordenado, su barba descuidada parecía que alguna vez trato de ser tipo candado, de tono gris no por los años, si no por lo mugriento sería lo único que delataría su edad, pues su rostro casi no mostraba arrugas y sus ojos llenos de nobleza y vida lo hacían ver a un joven.

Mientras que el alto un hombre de casi dos metros de poderosos brazos que parecían pertenecer a un oso, y recordaba a los protagonistas estereotípicos de las películas, fornido, de fuerte quijada con su típica partidura la cual resaltaba su masculinidad, barba mal afeitada de al menos 3 días sin rasurar, cabello negro como la boca de un lobo, increíblemente desordenado, he igual de sucio que el resto de su ser, sus ojos semejantes a dos agujeros negros que no permitían ver la pupila por su color, que a diferencia de los de su compañero carecían de vida, como si la oscuridad en ellos se hubiese comido cualquier chispa de alegría, su ropa estaba tan sucia como la del hombre bajo, pero la de él estaba aún más roída y rota dando la imagen de ser un vagabundo envés de un seudo arqueólogo, no aparentaba más de 30 años, a pesar de su apariencia.

En su cabeza llevaba un icónico sombrero, quizás lo único que lo hacía parecer medianamente un arqueólogo de alguna película, y la única prenda inmaculada en su vestuario

- bueno – respondió el alto- teniendo en cuenta que no he visto una bebida alcohólica desde que llegamos a este lugar, pensé en tomarme unas copas- usando su enorme cuerpo trato de intimidar al más bajo, pero este como una muralla infranqueable ni siquiera se inmuto

- dime algo, - le dijo el chaparro con una cálida mirada, como la de un padre que con amor trata de regresar por el buen camino a su hijo- ¿realmente entiendes la importancia de lo que hacemos?

- vamos Víctor, - el enorme hombre alzo los ojos exasperadamente, como un hijo que este arto de escuchar los sermones de su padre- lo entiendo, pero llevamos ¡3 meses! Encerrados en este lugar, quiero despejarme.

- ¡es que no lo comprendes Albert! - la tranquila y serena aura de Víctor desapareció dando lugar a una poderosa presencia que hiso que incluso los animales cercanos huyeran - Si no nos damos prisa, ellos llegaran primero y pasara lo mismo que en ese otro lugar. Además- miro a todos lados- ¿sabes dónde estamos acaso? - haciéndole notar que se encontraban en medio de la nada

- bueno, la verdad creo que no,- dijo Albert con asombrosa calma- pero asumo que si sigo la carretera llegare a algún lado ¿verdad?- la carretera en cuestión, no era más que un camino formado por plantas aplastadas dejadas atrás por ellos mismos

- no te pases de listo, conmigo- Víctor clavo su poderoso dedo índice en el abdomen de Albert- haciendo que este retrocediera

- nadie se pasa de listo contigo Víctor, solo déjame ir al pueblo un par de días y vendré a seguir buscando reliquias- Albert, en un movimiento increíblemente ágil paso por encima de Víctor y se trepo a un destartalado jeep que parecía armado con partes de diferentes vehículos, lo más asombroso de semejante cacharro era el que aun andaba.

- maldición si no fueras mi yerno te despediría- dijo desesperado mientras se restregaba los ojos con fuerza tratando de mantener la compostura

- por lo que me pagas suegro, debería renunciar, - le respondió mientras arrancaba el destartalado coche, y aceleraba alejándose del decepcionado anciano que lo despedía con un suspiro mientras se rascaba detrás del cuello.

El destrozado jeep surco el lugar, amenazando con desbaratarse con cada piedra o rama que sobrepasaba, pero milagrosamente y en contra de todo pronóstico dio muestra que, aunque estuviera a punto de desbaratarse era un gran vehículo, soportando por más 4 horas la inclemente forma de conducir de Albert, quien no parecía tenerle la menor consideración al sufrido auto,

Después de más de cuatro insufribles horas al volante, por fin salió de la jungla para uno kilómetros después arribar a un pueblo que aparentaba ser de estrato alto.

Un lugar bastante ameno, de esos lugares que las familias puritanas añoran habitar atraídas por su paz y tranquilidad, la cual se podía respirar nada más entrar, con gente amable y sonriente, que a pesar del aspecto de Albert y su agonizante jeep no parecían rechazarlo, ni siquiera mirarlo de forma despectiva, lo cual era bastante extraño, de hecho, incluso algunos lo saludaban dándole las buenas tardes desde otros vehículos en los semáforos.

Cosa que no le podría interesar menos, ya que él solo podía pensar en una cosa, embriagarse y rápido, necesitaba alcohol y lo necesitaba ahora, antes que los recuerdos regresaran y lo hundieran en un hueco del que tardaría semanas en salir.

Cuando Albert por fin llego a un lugar, algo rustico que ponía "fuente de sodas la taberna" en la entrada, se bajó como impulsado por un rayo, aunque ya ni siquiera sentía su trasero, eso no le importo en lo más mínimo, aporreo la puerta y la llanta de repuesto de atrás se calló, maldijo por lo bajo, pero ni siquiera se molestó en ir a buscarla mientras rodaba carretera abajo, hasta estrellarse con un despistado ciclista que termino besando el pavimento.

Al otro lado de la calle, se podía ver un hermoso parque con una enorme escuela de la cual salían cientos de jóvenes estudiantes ataviados con impecables uniformes.

-"adolescentes"- su cuerpo tembló del asco y girando rápidamente camino a la "taberna" que tenía enfrente, pero nuevamente tubo que maldecir, no era una taberna como las que él conocía, era alguna especie de lugar bizarro, donde los niños de algún jardín infantil, seguramente la escuela tras el parque, venían a jugar al papá y la mamá, mientras tomaban teteros de chocolate.

Si había algo que detestara tanto como las serpientes, los caníbales, los derrumbes, las trampas, los ladrones, las mujeres peligrosas y sobretodo las malditas reliquias, eran los mocosos.

Pero por supuesto había cosas que odiaba con tanta fuerza, que no estaban en esa lista, la imagen de una malvada sonrisa bajo una capucha negra apareció en su mente, acompañada con el recuerdo de la suave y delicada mano de su difunta esposa que lo acariciaba, mientras usaba sus últimas fuerzas para decirle su última voluntad, en una súplica hacia él,

Tuvo que contenerse para no caer en su hoyo hay mismo frente a esos mocosos, se dio media vuelta y justo cuando se abalanzo asía la salida, se chocó de frente con un chico, y de esos de los que más odiaba, un niño completamente inmaculado, de los que nunca han sufrido en su vida, de los que no podrían comprender el dolor de otro.

- ¡fíjate por donde andas! - le espeto Albert con mala cara, mientras el chico se retorcía en el suelo y trataba de ponerse torpemente en pie, sin embargo su expresión cambio al verlo bien, él estaba llorando.- ¿No me dirás que lloras por un simple empujón?- Albert le extendió la mano para ayudarlo a parar.

El chico se puso de pie por fin sin darle la mano, por su uniforme era un estudiante de enfrente, su elegante y fina ropa no dejaba en duda que todos los estudiantes de ese lugar eran niños ricos.

El uniforme consistía de un traje negro con el escudo del colegio bordado, corbata he incluso un pañuelo en su bolsillo, sus ojos de color café oscuro y cabello negro no eran nada especial, su color era levemente moreno y su cuerpo no parecía ser muy atlético, sería lo que se podría llamar un chico por debajo de la media, su única virtud física, si se le podía llamar así, era su altura, a su corta edad ya pasaba el metro ochenta, rivalizando con los casi dos metros de Albert.

Él estudiante trato de caminar lejos de ese horrible hombre que parecía sacado de una mala película de arqueólogos y calaveras de cristal, Pero el hombre lo detuvo.

- Cuando un hombre llora usual mente tiene que ver con la muerte de alguien o una mujer, dime ¿me equivoco? - el joven negó con la cabeza, aun sollozando, el chico trato de alejarse, lo último que necesitaba, era lidiar con un vagabundo sin hogar que apestaba a sudor y tierra.

- ¿tus padres o hermano murieron? – insistió el arqueólogo, presionándolo para que contestara, el chico negó otra vez con su cabeza guardando la esperanza que si respondía rápido lo dejara irse.

- déjame adivinar es una mujer – dijo Albert completamente seguro de que esa era la verdadera razón, y atinó, el chico asistió con la cabeza y trato de escapar del oloroso hombre nuevamente.

- ven te invito una copa- dijo el apestoso señor que lo había empujado y gritado tan solo hacia un instante, trato de alejarse pero, él vagabundo lo agarró del cuello tan fuerte, que él por más que lucho no se pudo zafar, luchando como un pobre conejo que es capturado por un tigre, el chico no pudo más que resignarse a su cruel destino y ser arrastrado por el hombre, no sin tratar de razonar inútilmente con él.

- pero... pero... no bebo- balbuceaba el chico que en inútiles intentos, trataba de hacerle ver a ese señor que él no podía beber.

- déjate de tonterías,- le regaño Albert- nada mejor para una decepción amorosa que una buena cerveza, andando.

- ¡no pero enserio! ¡No bebo soy menor de edad!...

Antes de darse cuenta los dos se encontraban bajo un árbol, con la corbata de su uniforme en la cabeza y cantando a coro junto a su nuevo amigo canciones de despecho, mientras el sol se ponía frente a ellos.

- mira hijo - dijo Albert- las mujeres son como la droga... te haces adicto a ellas y zaz! te arruinan la vida.

- si señor... quien las necesita.

- hey hey hey... son un mal necesario...

- el joven se puso a llorar nuevamente... ¡pero la amo! ¿por qué?

- haber hijo cuéntame que paso.

- pero ya te lo conté...

- me lo contaste mientras contaba las monedas para pagar la bebida, ¿crees que te escuche?

-yo termine pagando la bebida…- dijo el joven mirando de reojo al hombre

-Bueno, bueno, eso no importa- dijo Albert sonriendo por fin, batiendo la mano para quitarle importancia a ese pequeño detalle- más bien, cuéntame sobre tu amada

- ella... es demasiado popular, al parecer es hija de algún multimillonario o algo así, nadie conoce a sus padres, ella tiene un aura intimidante que hace que ningún chico tenga el coraje de hablarle, a pesar de ser sumamente admirada por todos, ella es tan solitaria, siempre se le puede ver sola, como si buscara algo por toda la ciudad, yo … siempre la sigo… no es que la acose o algo así, es solo que no quiero que algún patán se aproveche de que camina sola por estas calles, hoy, era un día especial, hoy por fin reuní el valor y me le iba a declarar...- dijo bastante ruborizado el chico

- ¿te rechazo?- pregunto Albert, luego dio un gran trago a su cerveza

- ni siquiera alcance... ¡ni siquiera me le acerque! - dijo el chico que estallo en lágrimas, ocultando su rostro en sus manos, luego busco una cerveza y bebido un trago de la misma forma que su nuevo amigo, pero lo vomito todo y tosió de manera descontrolada, mientras el enorme hombre le palmeaba la espalda y bebía mas.

- ¿qué paso entonces?- le dijo mientras le alcanzaba un sucio y roto pañuelo para que se limpiara.

- tiene novio...-dijo mientras se limpiaba, la boca y de paso las lágrimas con el mismo asqueroso trapo, eso incluso para Albert fue asqueroso.

- ¿la viste besarse?- dijo recibiendo el pañuelo con dos dedos y arrojándolo lejos de ahí.

- no, iba de la mano caminando con un tipo.

- ¿eres idiota? ¿y si era su hermano, su primo, su mejor amigo gay? Bueno eso mejor que no sea, ellos siempre terminan robándote la novia, no es que me haya pasado a mi claro, pero el punto es, que no puedes dar por hecho algo sin estar seguro.

- bueno... no pensé eso…- dijo levantando su mirada asía Albert.

- ¿y donde se fue tu amada dulcinea?

- bueno iba al cementerio...

- ¡ahí está!- palmoteo Albert en tono de victoria- iban a visitar la tumba de un pariente muerto.

- ¡es verdad ella quizás ella es huérfana!, pero espera….- el chico clavo una inquisidora mirada en el hombre mayor- ¿no acabas de decir que no dé por cierto cosas sin estar seguro?

- eso no aplica a mi chico- dijo seriamente Albert- lo importante es que todo tiene remedio.

El joven se puso de pie, dio unos cuantos tumbos y por fin dijo

- ¡iré por ella!

- ve chico corre por tu amor- lo animo Albert mientras abría una nueva cerveza.

El joven emprendió la carrera tambaleándose, cayéndose un par de beses pero sin detenerse.

Albert saco su billetera y abriéndola desdoblo una vieja foto, tomada en una cascada, él se veía muy diferente, se veía alegre lleno de vida, mientras abrazaba a una hermosa mujer, Víctor pescaba en el fondo y saludaba mientras un joven avivaba el fuego de una fogata y un anciano nadaba espantándole los peces a Víctor, no pudo evitar dejar salir un par de lágrimas que mojaron la cara de la mujer en la foto, el hombre bebió más cerveza y guardo la foto,

-¿un cementerio? será mejor que eche un vistazo.

El chico entro en el cementerio central del pueblo, se sentía muy elocuente y seguro de sí mismo, miro a todos lados esperando verla agachada en una tumba colocando flores al lado de su primo, o hermano, o mejor amigo gay, o lo que fuera, se adentró un poco más, era increíble se sentía incluso más valiente que nunca, en sus 5 sentidos jamás hubiera entrado a ese horripilante lugar.

Entonces la vio, una delgada y elegante joven de cabello rojo, aun uniformada, parecía que buscaba algo perdido, el chico camino con lo que él pensó era paso firme asía ella, la joven se giró y vio al delgado y tambaleante chico que, hecho un desastre y apestando a alcohol se acercaba lentamente a ella, sin duda era el joven no dejaba de observarla en el colegio, ese mismo que solía seguirla a todos partes.

El por fin se paró frente a ella y le dijo con toda su elocuencia

-Diane, te quiero confesar que….

El tufo del chico habría sido insoportable para cualquier persona, pero la chica no se inmuto, aun que hablaba en un idioma inteligible para ella, como si no pudiera vocalizar sus palabras y para colmo fuera incapaz de coordinar sus propias ideas, daba la impresión de que se quedaría dormido en cualquier momento.

De la nada un rugido tan feroz y estruendoso que devolvió al chico a la sobriedad mágicamente resonó tras él, nada más girarse el monstruo culpable de aquel ruido lo golpeo con una de sus manos enviándolo a volar por los aires, sobre las lapidas, sintió su cuerpo elevarse unos instantes para luego al estrellarse con una lápida, sentir su columna romperse, sabía que moriría, y con sus últimas fuerzas musito su última palabra

- Diane...