Einar y su equipo se quedaron atónitos, y por un momento no pudieron procesar lo que había pasado, pero luego de unos segundos viendo la lanza en el suelo y el cuerpo inerte del dragón al fin entendieron la situación.
Estaban preparados para morir, pero ese momento nunca llegó, al final de todo habían vencido y podrían seguir viviendo.
Y quién los había salvado al final era esa pequeña hiperactiva que siempre parecía tan alegre y despreocupada.
Luego levantaron la cabeza y vieron el pequeño cuerpo de Élis cayendo rápidamente.
Cuando golpeó el suelo al lado del cadáver del dragón, al fin se recuperaron de su sorpresa.
—¡Élis! —gritaron al unísono, mientras trataban de ir a su ayuda, pero todo el cansancio acumulado durante la batalla los golpeó, haciéndoles parecer que una tarea tan sencilla como caminar sea una verdadera tortura.
—Siena por... favor ayuda a Élis —dijo Einar antes de desmayarse.
Lo mismo le pasó a los demás, sus cuerpos ya habían alcanzado el límite absoluto de su resistencia.
Siena era la única que aún conservaba un poco de su energía, debido a que había desactivado antes el modo berseker.
Ella ya había salido de la nave corriendo rápidamente al lugar donde Élis había caído, al llegar al lugar y examinar su estado sus pensamientos se paralizaron.
—No puede ser —murmuro en voz baja.
Su corazón se había detenido.
—No puede ser —repitió.
—¡No, no lo acepto, no decías que no morirías hasta ser la mejor exploradora de todas y que viajarías a más planetas que ningún otro! —se podía escuchar la furia en su voz.
—Vamos levántate, por favor.
—Si te levantas, te juro que no te regañaré nunca más por tus estúpidas bromas.
—Por favor, levántate —su voz paso gradualmente de la furia hasta una tristeza que podía romper el corazón de quién la escuchara.
—¡Por favor, no te mueras! —empezó a decir mientras sollozaba, cubriéndose el rostro con sus manos.
A pesar de que Siena se quejaba de ella en varias ocasiones y la regañaba con frecuencia, la verdad era que la valoraba mucho como amiga.
Un par de minutos pasaron mientras Siena lloraba desconsoladamente, luego recordó que tenía que atender las heridas del resto y se apresuró a cargar el cuerpo de Élis en su espalda.
Entonces sintió una suave respiración en su nuca.
Inmediatamente se volteó a ver el rostro de Élis, al ver que su color había regresado se sobresaltó y la puso en el suelo.
—¿Élis, estás bien? Respóndeme rápido —dijo con urgencia.
Cuando bajo la vista, vio como la herida que le había atravesado el estómago, se había curado en gran medida.
Incluso en este momento podía ver cómo se cerraba a un ritmo visible.
—Como es esto po...posible —tartamudeo con sorpresa.
Justo en ese momento, un orbe luminoso similar al de Aren apareció en la frente de Élis. Siena contuvo la respiración, su mente girando con preguntas que no encontraba cómo formular. Pero los cambios no terminaron allí. Otros dos orbes brillantes se materializaron cerca de sus sienes, y antes de que Siena pudiera procesar lo que veía, el cabello de Élis comenzó a emitir un brillo plateado, como si la misma luna se hubiera reflejado en sus hebras, otorgándole la apariencia de una diosa.
Al poco tiempo Siena se dio por vencida en tratar de entender que era lo que pasaba y dijo con gran alivio —No se que está pasando, pero lo importante es que estás viva, te llevaré a la nave para que descanses.
Luego de eso llevo a todos sus amigos dentro de la nave, y les aplicó primeros auxilios. Sorprendentemente ninguno tenía heridas que puedan poner en peligro su vida. Solo estaban inconscientes por qué habían sobre girado su fuerza por el uso excesivo del modo berseker.
El que en peor estado estaba, era Liam que había recibido de lleno un ataque de la cola del dragón, que lo había lanzado a volar. Tenía varios cortes en su cuerpo y un órgano con hemorragia interna. Pero para la tecnología médica de los Humes sanar esas heridas era pan comido.
Aun así, era sorprendente que no haya sufrido peores heridas teniendo en cuenta el ataque que recibió.
«Supongo que consiguió protegerse con ese extraño poder suyo» pensó.
Siena al fin termino de atender a todos los heridos y se dispuso a despegar la nave, pero entonces...
—Detectado fallo en el sistema, batería principal dañada —dijo la IA de la nave.
—Energía agotada, apagando sistemas.
—Maldición, ahora ni siquiera puedo pedir ayuda —gritó enojada, cuando varias de las funciones de la nave dejaron de operar.
Quería abandonar el planeta de inmediato, pero ella no tenía la capacidad para arreglar la nave, tendría que esperar a que Drake se levante.
Por suerte el camuflaje óptico seguía funcionando.
Estaba a punto de revisar la condición de sus compañeros cuando el cansancio acumulado la asaltó, quedándose inconsciente sobre el suelo.
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—Señor, le informo que estamos a menos de 15 minutos de llegar a nuestro destino —dijo un soldado humano, su cuerpo temblaba por el intenso miedo que sentía.
Desde hace poco que trabajaba en esta nave, pero había bastado para darse cuenta de que sus jefes eran unos tipos muy peligrosos.
—Al fin estamos de vuelta, ku, ku, ku —dijo riéndose un Orco, que parecía estar de buen humor.
Tenía un enorme cuerpo que medía casi 4 metros y era tan musculoso que un solo bíceps suyo doblaba en tamaño a la cabeza de una persona adulta.
Su piel era del color de la sangre y tenía múltiples cicatrices en todo su cuerpo. Vestía como un bárbaro y llevaba una enorme hacha en su espalda.
—al fin podremos alcanzar la divinidad, ku, ku, ku —dijo mientras se reía con más fuerza que antes.
Mientras se reía, inconscientemente emanó una intensa energía desde su cuerpo. Al instante siguiente el soldado que estaba a su lado, colapsó en el suelo mientras sangraba por todos los orificios de su rostro.
—Eh, no puede ser otra vez rompí a otro, estos humanos son muy frágiles, Seri me volverá a regañar —dijo el orco mientras se rascaba la cabeza con una mano y con la otra agarraba el cuerpo del humano caído, tratando de ponerlo de pie como si se tratara de un juguete.
—¡Vaya, vaya! Xeltar, otra vez mataste a otro, por tu culpa estamos bajos de personal, es que acaso realizarás tú las tareas de los sirvientes, y te dije que mi nombre es Beltseri— intervino la voz femenina de una Elfa que acababa de llegar.
Su cuerpo era delgado y esbelto.
Su tez era blanca y tenía una belleza que podía causar guerras entre naciones.
En su frente había un símbolo extraño que era del color de la obsidiana y emanaba un tenue brilló púrpura. Tenía unos ojos que eran tan negros como su cabello.
A pesar que sonaba algo enojada, su rostro permanecía inexpresivo.
—No es mi culpa, estos seres son tan débiles que se mueren con solo mirarlos Seri —Respondió el Orco.
—Es natural, son formas de vida con poder de clase "F" o "E", su función es hacer las tareas más básicas, no tienen la fuerza para aguantar la energía vital de un idiota como tú, que no sabe contenerse —dijo otra voz que tenía puesto un traje robótico qué medía casi 3 metros.
El traje se veía sumamente robusto y moderno hasta el punto que incluso a simple vista, parecía ser superior a los exotrajes de nivel 5.
—Meir hazme recordar, acaso no te aposté a que este idiota volvería a matar a otro sirviente antes de llegar al planeta de la evolución —dijo la Elfa con una mirada de satisfacción, dirigiéndose al tipo del traje.
—Tch, está bien tú ganas, la primera presa será tuya —respondió Meir chasqueando la lengua con voz disgustada.
«No volveré a apostar a favor de este idiota» pensó interiormente.
—Bueno pronto ya no necesitaremos a estás formas de vida inferiores —dijo Beltseri esbozando una sonrisa de satisfacción.
De pronto se sintió una presión muy fuerte cuando un último sujeto entró en la habitación.
El aura que desprendía naturalmente con cada uno de sus movimientos era tan fuerte, que hasta los 3 individuos anteriores se sintieron presionados. Era un humano alto, que medía alrededor de 1.90 metros, tenía el cabello largo, y cada movimiento suyo evidenciaba arrogancia y autoconfianza.
Su cuerpo parecía expulsar un tenue brillo dándole la apariencia de una divinidad.
«Maldición, su fuerza volvió a crecer» pensó interiormente Xeltar, pero lejos de estar asustado, su sangre empezó a hervir con espíritu de lucha.
Todos los Orcos, valoraban la fuerza por encima de todo, pero Xeltar estaba en su propia liga. Llamarlo maníaco de las batallas no era una exageración en lo más mínimo.
Es por esto que desde que había conocido a aquel tipo, lo había retado a varias peleas, tratando de vencerlo, pero hasta ahora solo había conseguido derrotas. Pero Xeltar no era alguien que se acobardara, él incluso consideraba que pelear en batalla contra un enemigo poderoso, era la mejor manera de morir.
Por eso, cada vez que lo veía, no podía evitar retarlo, aun sabiendo que la derrota era casi segura. Pero, para Xeltar, la victoria no era lo único que importaba; era la batalla en sí, el choque de poderes, lo que verdaderamente lo motivaba.
—Tian, tengamos otr... Ouch —cuando Xeltar iba a retar a otra pelea a este sujeto, Meír lo golpeó en la cabeza.
—Idiota, no has sido vencido lo suficiente, ¿Acaso crees que esta nave es capaz de aguantar la pelea de seres de clase "SS"? —regañó Meír con tono de reproche.
—Además no debes olvidar cuál es nuestro objetivo —dijo Beltseri.
—Está bien, lo retaré en cuanto bajemos, Beleri —respondió Xeltar.
—Es como hablar con una piedra, no entiendes que nuestro objetivo es otro, y mi nombre es Beltseri —dijo la Elfa con un poco de exasperación.
—Ah si, Betsi claro, lo recordaré —dijo con desinterés, sus ojos estaban fijos en Tian.
—Desgraciado ¿Estás buscando pelea? — dijo la elfa expulsando un aura peligrosa.
Al escuchar la palabra "pelea" la atención de Xeltar volvió a Beltseri y con una sonrisa dijo —Claro.
«¿Por qué diablos tú también estás buscando pelea, no estabas tratando de evitar justamente eso?» se preguntó Meír, sintiendo una mezcla de exasperación y resignación.
«Supongo que tengo que intervenir, aunque me gustaría verlos pelear, es mejor evitarlas hasta que terminemos con nuestro objetivo»
A Meír le interesaba recopilar información acerca de sus debilidades y fortalezas.
Él tenía una idea de la fuerza de todos, pero aún no podía estar seguro si sus estimaciones eran correctas.
Según creía, el más fuerte de todos era sin lugar a dudas Tian. Él ya debería haber alcanzado el nivel 5 de la clase "SS" y era un verdadero experto de las artes marciales, además sus técnicas de pelea habían sido pulidas hasta la perfección. Por lo que su fuerza no podía ser medida solo por su nivel de poder.
Él había escuchado como hace varios cientos de años, se había enfrentado a enemigos que lo superaban en 2 o 3 niveles y los había aplastado.
«Lo más seguro es que en este universo no haya nadie que sea capaz de derrotarlo» pensó con un poco de pesar.
Xeltar por otro lado era fuerte, pero su nivel solo está en el nivel 3 de la clase "SS", pero incluso si estuviera al mismo nivel que Tian era casi imposible que pudiera vencerlo.
«Por último Beltseri y yo deberíamos estar en el nivel 2 de la clase "SS", pero aun así no creó poder vencerla en una pelea justa» pensó Meír mientras suspiraba.
Mientras divagaba se escuchó una voz decir —Meir, como fue el asunto del que hablamos —dijo Tian hablando por primera vez.
Su voz sonaba calmada y suave como si nada en este mundo pudiera perturbarlo, pero Meír sabía que el ánimo de este tipo podía tener cambios abruptos de manera inmediata.
—Fue sencillo —respondió Meir, manteniendo su tono controlado—. Solo tuve que hackear el sistema de asignación de misiones de "los Humes" para que solo el equipo de Einar recibiera esta misión. Luego, incrementé la dificultad de las demás opciones, de modo que este planeta se convirtiera en la única opción viable. Mientras el capitán no sea un idiota, elegirán venir aquí.
En todo el universo conocido, la única persona que podría decir que es sencillo hackear el sistema de los Humes era Meir. Su inteligencia era sin duda notable, un don perfeccionado gracias a su reciente evolución. Este avance le había otorgado una capacidad cognitiva que le permitía desentrañar incluso los códigos más complejos y desviar los sistemas de seguridad más avanzados con una facilidad que rozaba lo insultante. Para Meir, lo que otros considerarían una tarea monumental no era más que un simple ejercicio mental.
—Ya he asignado a un subordinado para que los vigile. Te informaré en cuanto tengamos novedades —añadió con calma, tratando de mantener la situación bajo control.
En eso otro subordinado entró, dirigiéndose hacía Meír.
—Capitán, acerca del asunto anterior— dijo otro subordinado susurrándole algo cerca del oído.
—¿Qué, su nave ya arribó, por qué no me informaron antes? — cuestionó Meír, algo exaltado.
—Esto... es que el subordinado que fue encargado de supervisar está tarea murió ayer —respondió asustado.
—No me digas qué... —Meír se giró a ver a Xeltar y entendió todo.
—Bueno dejando eso de lado, ¿Cuánto tiempo llevan en el planeta?
—Según las estimaciones deberían haber llegado hace más de un día, pero es solo que un equipo de solo 6 integrantes no tiene ninguna posibilidad de supervivencia —respondió el subordinado.
—Disculpa, puedes repetir lo que dijiste —dijo la voz tranquila de Tian, pero irradiaba una inmensa ira y aura asesina.