En un rincón remoto del vasto universo, un joven planeta tomaba forma. Su superficie, estaba coloreada por la mezcla de diferentes colores, predominando principalmente el azul de sus inmensos mares y el verde grisáceo de su abundante vegetación extravagante.
Las estrellas cercanas derramaban algunos destellos de luz sobre el planeta, sumiendolo en una eterna penumbra capaz de otorgarle la vitalidad necesaria para sustentar una gran variedad de seres vivos.
De entre estas criaturas, se destacaban algunas razas de formas extrañas, constituidas principalmente por especies de reptiles de apariencia prehistórica, crustáceos extraídos de los sueños más bizarros y calamares de pesadilla.
En medio de este gran ecosistema, un evento sobrenatural sacudió el tranquilo cielo lúgubre cuando rayos dorados iluminaron el firmamento, creando una aurora radiante desplegándose por todo el mundo en una belleza nunca antes contemplada.
Las criaturas, presas del pánico ante el inesperado espectáculo, emprendieron una frenética huida. Sin embargo, no pudieron escapar de los destellos luminosos que los envolvieron, provocando en ellas temblores incontrolables. En cuestión de instantes, su existencia tomó un rumbo inaudito, y su evolución se desencadenó a un ritmo vertiginoso.
Los lagartos, antes diminutos y dóciles como perros, se convirtieron en majestuosos dragones de proporciones monumentales. Sus cuerpos se volvieron enormes e imponentes, con escamas resplandecientes que irradiaban ferocidad y poderío. Sus alas crecieron hasta alcanzar dimensiones descomunales, y sus fauces revelaban una dentadura formidable capaz de devorar montañas enteras.
A su vez, los crustáceos, cuya forma bizarra los había hecho objeto de asombro, se convirtieron en gigantes inamovibles, cuyas tenazas poderosas podrían hacer añicos las rocas más sólidas. Sus caparazones, ahora fortalezas inexpugnables, reflejaban el destello de la luz en una exhibición de esplendor sobrenatural.
Por su parte, los calamares, no quedaron exentos de la metamorfosis, creciendo hasta mutar en titanes del océano, adquiriendo la forma de krakens colosales cuyos tentáculos se enroscaban alrededor de montañas submarinas.
Mientras las criaturas se transformaban, la vegetación también se vio afectada por el esplendor luminoso. Las plantas, antes modestas y delicadas, crecieron hasta alcanzar alturas descomunales, ocultando el firmamento bajo sus hojas. Sus troncos se volvieron sólidos como el acero, capaces de resistir las condiciones más violentas de la naturaleza.
El mundo, en un abrir y cerrar de ojos, se sumergió en el caos. Aquellas criaturas pacíficas que antes coexistían en relativa armonía, ahora se enfrentaban en conflictos encarnizados. Sus batallas desgarradoras arrasaron con paisajes enteros, destruyendo todo a su paso. La violencia se desató sin límites, y las fuerzas destructivas de cada ser, eran desatadas en batallas que no parecían tener fin.
Con el pasar de los años, solo los más fuertes prevalecieron, evolucionando y obteniendo habilidades prodigiosas.
Pronto adquirieron el control de los elementos primigenios y las leyes fundamentales del universo, desafiando las mismas fuerzas cósmicas que los habían transformado.
El destino de aquel mundo joven, se encontraba ahora en manos de estos seres, cuyo poder había roto la estructura lógica del universo.
Fue entonces, tras casi cuatro siglos de transformación, cuando una nave espacial apareció en el horizonte. Su interior albergaba a seis seres de una especie conocidos como Humes.
A simple vista, los Humes se asemejaban mucho a los humanos, salvo por sus orejas puntiagudas y su piel de un tono celeste. Sus ojos de un azul claro, brillaban con un tenue brillo, reforzando el misticismo de su apariencia.
Esta especie era hermosa y cautivadora, pero carecía de fuerza física sobresaliente o poderes especiales. Lo cual sumado a su ligeramente ineficiente capacidad reproductiva, los había llevado al borde de la extinción en muchas ocasiones.
Sin embargo, los Humes estaban bendecidos con una longevidad notable y una inteligencia superior a la mayoría de las especies. Por lo que si no se enfrentaban a grandes peligros durante su etapa inicial de crecimiento, tenían el potencial de desarrollar tecnologías sumamente avanzadas que les permitirían luchar en igualdad de condiciones con las especies más poderosas.
Por suerte, en esta ocasión los Humes habían nacido en un mundo pacífico, sin enemigos formidables que amenazaran su existencia. Esto les había otorgado tiempo suficiente para crear utopías, desarrollando tecnologías de vanguardia en todas las áreas.
La convivencia de su comunidades se basaba en el respeto mutuo y la cooperación. A su vez la economía fluía con equidad, garantizando bienestar sin excesos ni carencias, mientras que la industria operaba con plena conciencia del entorno, en equilibrio con la naturaleza.
En el ámbito de la medicina, sus logros desafiaban la lógica donde terapias capaces de revertir males incurables y tratamientos que rozaban lo prodigioso eran parte de la vida cotidiana.
Además, la naturaleza de los Humes estaba prácticamente libre de la violencia y la crueldad inherentes a la humanidad. Por lo cual sus sociedades carecían casi por completo de criminales y se caracterizaban por su enfoque pacífico e intelectual.
En resumen, la sociedad Hume había alcanzado un nivel de desarrollo que se acercaba a la perfección, una combinación de progreso científico y valores éticos que hacían de su mundo un refugio de armonía y bienestar.
Pero ni siquiera esta plenitud bastaba para acallar el anhelo generado por su insaciable curiosidad, por lo que en poco tiempo, sintieron la necesidad de expandir sus horizontes y explorar el vasto espacio.
Para lo cual, asiendo uso del ingenio propio de sus mentes privilegiadas, se embarcaron en la creación de naves avanzadas, capaces de alcanzar las estrellas.
Pronto, los Humes asimilaron los conceptos que gobiernan el espacio, desarrollando técnicas para crear portales teletransportadores que les permitían viajar a los rincones más distantes del universo.
Pocos siglos después, ya habían explorado una gran cantidad de planetas y galaxias, desvelando gran parte de los misterios del cosmos.
Pero no todo fue fácil, debido a que en el vasto universo, sus encuentros con otras formas de vida inteligentes no eran pocos. Aún así rápidamente los Humes demostraron su ausencia de ambición y deseos de conquista. En lugar de ello, optaron por ser amables y compartir su vasto conocimiento, ofreciendo ayuda para resolver los problemas que aquejaban a estas civilizaciones.
Por ejemplo, cuando se encontraban con sociedades que padecían hambrunas, los Humes rápidamente analizaban las plantas y organismos responsables de la generación de alimentos, modificándolos genéticamente para aumentar su eficiencia y asegurar el abastecimiento.
Del mismo modo, si una civilización sufría alguna enfermedad, sus brillantes científicos se dedicaban a encontrar una cura y la distribuían de manera gratuita entre los habitantes.
Sus acciones altruistas pronto se ganaron la confianza y el aprecio de todos, dando lugar a que la mayoría de sus reuniones con otras civilizaciones culminaran en negociaciones amistosas. De esta manera los Humes se convirtieran en seres queridos y admirados allá donde fueran. Su reputación se cimentó como guardianes benevolentes y portadores de sabiduría, dedicados a promover el bienestar y el progreso en todo el universo.
Sin embargo, en su travesía por el cosmos no todo era coser y cantar, dando lugar a situaciones en las que también se encontraron con seres viles y agresivos que los atacaban sin previo aviso.
A pesar de su aversión por los conflictos, Los Humes comprendieron que era necesario contar con una forma de defensa ante cualquier peligro potencial. Con ese propósito en mente, crearon armas y armaduras capaces de controlar las leyes y los elementos fundamentales del universo.
En la mayoría de los casos, utilizaban estos inventos de manera defensiva y abandonaban el planeta sin causar daño alguno. Sin embargo, había ocasiones en las que descubrían seres extremadamente malignos, con el potencial de convertirse en una amenaza futura. Solo en esos casos excepcionales, sus poderosas armas y armaduras salían a la luz, desplegando habilidades arrasadoras contra sus enemigos.
Estas armas, imbuidas con el poder de generar relámpagos, desatar huracanes, provocar terremotos o crear tsunamis, les otorgaban una ventaja abrumadora y garantizaban una victoria rápida y contundente contra cualquier adversario.
De esta manera, los Humes continuaron existiendo durante eones, labrándose una fama y un respeto en gran parte del universo entre las razas inteligentes. Su enfoque en la paz y la sabiduría, combinado con su capacidad para protegerse en situaciones extremas, los convirtió en figuras célebres y admiradas en los confines del cosmos.
En esta ocasión, un grupo de Humes llegaba a un nuevo planeta para explorarlo, sin tener ni la más mínima idea de la gran sorpresa que les deparaba el destino.