El Dios inmortal del desierto se quedó mirando la luz dorada que se desprendía de en medio de la habitación. En el lugar de aquella luz era donde se encontraba el cuerpo de Bai Yingzu. Después de haberlo noqueado el Dios inmortal del desierto lo dejó descansar en el suelo.
Pero de manera espontánea el cuerpo espiritual de Bai Yingzu se cubrió con una luz dorada y en tan solo unos segundos fue completamente engullido dejando solo partículas luminosas que flotaban en donde alguna vez estuvo. Esto no sorprendió al Dios inmortal del desierto ya que entendió lo que estaba sucediendo. Bai Yingzu había sido regresado al mundo de donde había venido, y el causante no era otro que el Gran Destino.
De manera repentina un aroma floral llenó la habitación. A su espalda el Dios inmortal del desierto pudo sentir una presencia, no había necesidad de voltear porque sabía quien era.
"Mira que gran sorpresa. Justo estaba pensando en las desgracias que atormentan al mundo, y he aquí detrás de mi al causante de esos orígenes". Dijo el Dios inmortal del desierto con un tono burlón.
"¿Qué has hecho?". Se escuchó una suave voz femenina con un profundo tono interrogante.
"Los niños se divierten bajo el puente, sumergiendo sus pies y mojándose entre ellos. Con brillantes sonrisas en sus rostros sintiendo la mayor felicidad, juegan, corren y nadan. Ríen a carcajadas sin pensar que sus vidas podrían terminar en un solo parpadeo, tan inocentes son aquellas criaturas que sin preocuparse de su futuro disfrutan del presente".
El Dios inmortal del desierto no contestó a la pregunta. Pareció hablar para sí mismo divagando a través de un pensamiento persistente, tal vez acerca del pasado lejano, el futuro próximo, o incluso el presente cercano. Su mirada fue más allá del límite actual, atravesando las barreras invisibles que resonaban en ecos ilimitados.
"¡Dejate te tonterías y dime que has hecho!". La mujer dejó la cortesía a un lado. Habló con una mezcla de ira e impaciencia.
"Ja, ja, ja. ¿Me preguntas que he hecho?. ¡Que estupidez!. Has enviado a un extraño para que aprendiera mi técnica más poderosa, debido a mis deudas pasadas me vi obligado a aceptar tus condiciones. Lo ha aprendido con total éxito, e incluso le di un pequeño extra. Maldición. ¿Por qué pareces molesta por eso?".
Tras salir de sus pensamientos, las palabras del Dios inmortal del desierto fueron agresivas porque realmente se había sentido molesto por la actitud de aquella mujer. Sabía que trasmitir su legado a Bai Yingzu no iba acorde al pago exigido por el Gran Destino, pero aún así no afectó negativamente, su acción tampoco había roto algún trato, fue como había dicho solo un extra.
La mujer se mordió los labios hasta que una pequeña línea de sangre fue visible, pudo tranquilizarse luego de sentir el sabor metálico, solo ella sabía cuanta ira sentía en esos momentos. No creía para nada en las palabras del Dios inmortal del desierto.
"Porque no se suponía que aprendiera esa técnica con éxito. Debía fracasar en ejecutarla, le sería imposible y posteriormente crearía una variante compatible con él. Eso es lo que debió suceder". La mujer dijo con un ligero tono melancólico.
Escuhar eso fue como recibir un balde de agua fría. El Dios inmortal del desierto dejó a un lado sus intenciones de burlarse de aquella mujer, y con una expresión seria preguntó. "¿A qué te refieres exactamente?".
"Es tal como lo he dicho. Las cosas han cambiando mucho de lo que se tenía previsto. Los destinos inminentes no pueden ser alterados, sin embargo, este cambio en medio de su ejecución. Estoy aquí para saber qué es lo que hiciste, tú eres la única variable que estuvo en contacto con la línea del destino antes de volverse cambiante".
El Dios inmortal del desierto pensó en lo sucedido. Recordó la extraña luz que había visto reuniéndose alrededor de Bai Yingzu, si bien había pensado que aquella anomalía podrían generar una abertura al destino inminente, tampoco había pensado que los cambios se reflerajarían de inmediato. Enterarse del resultado también fue una sorpresa para él.
El mismo Dios inmortal del desierto no tenía nada que ver con aquellos cambios, cuando se había dado cuenta de la pequeña anomalía sobre Bai Yingzu solo pensó en dar un pequeño empujón y ganar cierto favor. Que hubiese actuado o no, no hubiese cambiado las posibilidades.
Pero como se había decidido a actuar, el mismo Gran Destino lo había visto como el único factor determinante que entró en contacto con aquel destino inminente antes de que el detonante de la casualidad diera lugar.
El Dios inmortal del desierto era alguien inteligente, inmediatamente se dio cuenta de que había una oportunidad de alterar aquello por lo que el Gran Destino había trabajado. Realmente el no ganaba nada, tampoco perdería algo, las cosas ya estaban hechas. Simplemente su intervención sería un factor capaz de entorpecer los planes del Gran Destino por nada más que un capricho.
La mujer frunció el ceño ante el largo silencio que hizo el Dios inmortal del desierto. Antes de que hablara fue interrumpida por una ruidosa carcajada.
El Dios inmortal del desierto se echó a reír levantado su cabeza hacia el cielo.
"¿¡Y qué!?. Ya has descubierto que he actuado. ¿Qué me espera como castigo?. ¿Me dejarás encerrado por otros eones más dentro de mi propio mundo, o es que acaso me matarás para no estorbar en los próximos avances del destino?. Si es lo último puedes hacerlo, no me negaré". Dijo lo último mientras extendía sus brazos y bajaba todas sus defensas, en esos momentos cualquier ataque sería grave, pero no moriría debido a su inmortalidad innata.
Las palabras del Dios inmortal del desierto eran una clara burla hacia la mujer. Ella lo sabía muy bien y por eso no pudo hacer otra cosa más que soportar su disgusto.
Cerró los ojos y respiro para calmarse. Luego de pensar en algo los volvió a abrir y con una sonrisa dijo. "Claro que deseas la muerte. Una existencia tan patética y desgraciada como tú no podría pedir menos.
Pero dime, ¿De verdad crees que la muerte borrará tu pasado?. Piensa en todo lo que hiciste, perdiste algo valioso, y aun con eso podrías haber actuado para proteger lo más valioso que todavía quedaba. Pero no, por tu egoísmo elegiste el camino de la venganza.
Desde el primer momento en el que ignorante las súplicas de tu familia lo perdiste todo, incluyendo el derecho a morir. Alguien como tú no merece ser perdonado, y la muerte es un favor que jamás conseguirás -".
"¡Cierra la boca!". El dios inmortal del desierto interrumpió las palabras de la mujer con un grito estridente capaz de causar el desmayo de los fuertes y hacer explotar en miles de pedazos ensangrentados a los más débiles.
En un solo instante su cuerpo se rodeó con un brillo dorado, siendo este el color de su aura al hacer uso de su técnica más poderosa ‹Gran Dominio›. Con un solo parpadeo ya había aparecido frente a la mujer con una desenfrenada sed de sangre.
La mujer ni siquiera fue perturbada por su estridente grito. Y en cuanto había aparecido frente a ella no había entrado en pánico ya que se había preparado con antelación a un posible ataque proveniente de un furioso Dios inmortal del desierto. Una barrera invisible que desprendía un tenue brillo dorado había aparecido entre ambos protegiendo a la mujer de cualquier acción agresiva en su contra.
Un poderoso puño cayó sobre la barrera. El Dios inmortal del desierto parecía tan amenazante como una furiosa bestia salvaje, sus ojos se inyectaron en sangre y apretó sus dientes con gran furia. Miró a la mujer como si quisiera cortarla en miles de pedazos.
Sus fuertes golpes hicieron que en el exterior se generara una gigantesca tormenta de arena. El discípulo del Dios inmortal del desierto junto a la bestia mágica miraron el abrupto cambio del clima con algo de duda. Levantaron sus miradas hacia el templo del Dios inmortal del desierto cada uno teniendo diferentes pensamientos. Aquel era el mismo lugar al que había sido llevado Bai Yingzu para su entrenamiento.
Como una bestia desenfrenada el Dios inmortal del desierto continuó sus ataques a la barrera con la intención de destruirla, cada vez la fuerza de sus golpes iban en aumento, y seguía así sucesivamente.
Mientras ignoraba su desenfreno la mujer continuó hablando. "Tan hipócrita como puede ser una existencia sin valor como tú, te ves a ti mismo como una víctima de los sucesos pasados. ¡Patético!. Lamentas la pérdida de tu familia, pero nunca te has puesto a pensar en la verdad de las cosas, tú también arrebataste la vida de familias completas. Dejaste a padres sin hijos, a mujeres viudas y robaste los recuerdos más queridos de los ancianos".
"¡Cállate! ¡Cállate!". El Dios inmortal del desierto grito con desesperación mientras agarraba su cabeza por un intenso dolor. Cayó de rodilla sintiéndose caer en un abismo de remordimientos. Vívidas imágenes de recuerdos pasados fueron mostrados en su cabeza, pudo ver y sentir lo mismo que en aquellos momentos.
A pesar de que él mismo había bloqueado aquellos recuerdos, estos fueron abiertos en su momento de debilidad. La verdad fue proyectada, se dio cuenta, ninguna de las palabras anteriores dichas por la mujer eran mentiras. Con la verdad presente su cordura, junto a su voluntad y creencias estaban a punto de llegar a su límite para dar paso a un declive inminente.
Pero antes de que su mente se perdiera, una voz ronca puso en una guardia silenciosa a toda la habitación. "Lo que veo después de tanto tiempo es como te desmoronas tras escuchar unas cuantas verdades. Si que es algo decepcionante verte de esta manera".
Un extraño vórtice hecho con una densa concentración de niebla oscura apareció a un costado de la habitación, alejado unos pocos pasos entre la barrera que dividía a la mujer y al Dios inmortal del desierto.
Un hombre de apariencia juvenil con no más de 25 años que vestía con una túnica oscura se abrió paso del extraño vórtice. Caminó en dirección al arrodillado Dios inmortal del desierto con un semblante indiferente mientras exudaba un miasma corrupto de color negro.
La piel de este hombre era tan pálida que se podría pensar que era algún tipo de cadáver en movimiento, sus ojos desprendían un brillo carmesí que transmitían una extraña sensación de peligro.
Con un cabello oscuro ligeramente desordenado el cual era tan largo que llegaba hasta su cintura, le hicieron resaltar cierto atractivo. En cada momento desde su aparición aquel miasma no dejó de fluir fuera de su cuerpo y pronto llegó a cubrir por completo la habitación, trasmitiendo así una sensación incomoda similar a como si hubiesen sido olvidados por la misma existencia.
Cuando el hombre de túnica negra llegó frente al Dios inmortal del desierto este le dio unas palmaditas sobre su hombro. Con esta simple acción la desesperación del Dios inmortal del desierto desapareció sin dejar rastro.
Siendo casi imperceptible, los labios del extraño se curvaron en una sonrisa para posteriormente volver a su semblante serio. Entonces volteó su mirada hacia la mujer. Ella vestía con un conjunto totalmente rojo hecho de una seda visiblemente valiosa.
Un elegante vestido con magas largas, guantes, e incluso un velo que la cubría desde su rostro hasta su cabello. Con este arreglo ninguna parte de su cuerpo quedaba expuesta, siendo así ninguna expresión ni rasgo distintivo podía ser visto.
"Sería absolutamente beneficioso acabar con todos los obstáculos en mi camino, pero aún teniéndote frente a mí dejaré pasar esta oportunidad y permitiré que te vayas ilesa por simple cortesía. Sin embargo, recuerda que próxima vez que nos veamos esto no volverá a repetirse".
El silencio fue corto, sin siquiera hacer algún ruido la mujer dio la vuelta y se desvaneció en un resplandor dorado. Solo un polvo brillante quedó flotando en el lugar, siendo esto similar a las partículas luminosas que quedaron cuando Bai Yingzu desapareció.
El Dios inmortal del desierto miró todo de principio a fin una vez que su estado mental se había recuperado. Observó al extraño con interés, mirando con atención encontró el parecido con una persona que había conocido.
"Te ves muy diferente. Pero no tengo dudas de que eres tú". Dijo el Dios inmortal del desierto tras ponerse de pie.
"Me pondré al días contigo. Pienso que podemos trabajar juntos para cumplir nuestros objetivos, y por esa razón quiero que trabajes para mí. Conviértete en uno de mis subordinados, incluyendo a tu discípulo sucesor". Su voz fue tranquila hablando sin exigencia.
"Jaja, jaja". El Dios inmortal del desierto soltó una carcajada. Miró a los ojos del extraño y dijo. "Chico. Para hacerme tu subordinado deberás ser más fuerte que yo, además de superar por decenas de eones mi propia edad".
El extraño respondió mostrando una sonrisa sutil. "Entonces cumplo con todos los requisitos que has impuesto. Soy extremadamente antiguo, aún más que el universo. Además soy tan fuerte que solo hay dos existencia en todo el universo que podrían derrotarme".
El Dios inmortal del desierto quedó en silencio mientras miraba al extraño. El silencio fue tal que podría ser escuchado el sonido de un alfiler cuando caía al suelo. "¿En serio?". Preguntó con un atisbo de duda en su voz.
La expresión del extraño no cambió. "Totalmente. Si quieres pruebas puedo enfrentarme a ti, sin embargo, temo que puedas ser dañado severamente".
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