Después de haberse recuperado todas las monjas hicieron llamadas a los orfanatos más cercanos del lugar, sin embargo, todos estabas llenos.
-S, sacerdotisa, los orfanatos cercanos no tienen cupo.- Dijo con voz de preocupación una de las monjas.
-Mmmm, no importa eso, busca cualquier lugar al que pueda llegar ese niño maldito. No lo quiero cerca.
Varios minutos transcurrieron y por fin una de las monjas había dado con un orfanato ubicado en en una región urbanizada a casi 3 días de viaje desde el mediocre pueblo en el que se encontraban.
-¡Encontré algo!- Gritó una de las monjas- Encontré un lugar que puede recibir a ese niño, está a 3 días de distancia pero no es como que nosotras lo vayamos a llevar. Tiene pocos niños porque acaba de abrir, es perfecto.- Terminó de decir.
-Perfecto, llámalos de nuevo y diles que queremos un lugar para un niño. Ese mocoso se larga mañana a primera hora.
-Si sacerdotisa.
Después de haber apartado el sitio de Aran, una de las monjas salió del cuarto y se dirigió al de él. Lentamente abrió la puerta y asomó su cabeza, se dio cuenta que el niño parecía hablar con alguien, lo que causo que sintiera un escalofrió que recorrió todo su cuerpo.
Los tres espíritus escucharon la puerta abrirse y miraron con un odio tan inmenso a aquella monja, que si las miradas mataran, ni el alma de aquella mujer existiría más.
**Aran, una monja ha venido, se esta asomando por la puerta** Dijo Anty claramente molesto por la presencia de esa mujer.
Aran fijo su mirada en la mujer, cuando esta se dio cuenta que había sido descubierta entro rápidamente al cuarto y su mirada cambio de una de miedo a una despectiva.
-Mocoso, mañana te irás de esta iglesia. Ya no te cuidaremos más, ahora estarás en un orfanato. Claramente te daremos dinero y la dirección para que llegues hasta allá pero nadie te acompañara. No lo mereces.-
Lagrimas rodaron de los hermosos ojos de Aran, las nuevas noticias le cayeron como balde de agua fría, el no podía creer que lo echaran a la calle de repente, sobre todo cuando no sabía que había hecho mal.
-¿P,por qué? No hice nada malo.- Dijo con voz temblorosa y ojos llorosos.
-Bueno, es sencillo, ciertos sucesos ocurrieron cuando te desmayaste y pensamos que es debido a que estas MALDITO, por eso la sacerdotisa ya no te quiere más en este lugar... Y solo para que lo sepas, las lagrimas de un mocoso como tu no me afectan en lo más mínimo. - Dijo por ultimo la monja y salió del cuarto.
Aran y los tres seres míticos se quedaron solos en el cuarto sin decir una palabra, solo las pequeñas gotas que caían de los ojos del niño podían ser escuchados. Anty, Nina y Rony no podían de observar con furia la puerta por la que había salido aquella malvada persona, no podían dejar de preguntarse como era posible que los humanos llegaran a tal grado. Sus miradas se desviaron hacia Aran y los 3 liberaron sus magias para calmar el dolido corazón del niño, pasados 30 minutos el niño se durmió en los brazos de Nina, lagrimas secas habían quedado como prueba del daño hecho.
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Era de mañana nuevamente, el día anterior pasó tan rápido que los místicos adultos no se dieron cuenta cuando es que había amanecido.
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La noche anterior los 3 adultos tuvieron una conversación seria sobre la situación que estaba ocurriendo, entendían que la sacerdotisa había corrido de la iglesia a Aran y lo enviaría muy lejos para no encontrarse con el jamás. Sin embargo, aunque eso sonaba rudo, no tenían la intención de detener los planear de aquella egocéntrica y arrogante mujer, ellos pretendían darle solución a cierta situación que habían postergado y con ello ayudar a Aran como padres a superar la situación en la que se encontraba.
Lo que harían esa mañana antes de partir es volverse guardianes de Aran.
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El ser guardianes consistía en una unión aún más cercana que la de Rony y Aran, no era de esclavitud y tampoco incluía situaciones en las que uno debiera mandar sino que al ser guardianes, ellos se volverían padres espirituales de Aran, todo lo que les pertenecía, a su vez le pertenecería a Aran. Sin embargo, eso no era todo, pues a parte de conllevar obligaciones normales de padres, en relación a lo místico, ellos en las siguientes vidas podrían encarnar la vida de su hijo.
En aquella habitación solitaria tres vidas fueron unidas por la eternidad.