Después de un largo viaje con destino a un nuevo hogar, si es que puede ser llamado de esa manera, Aran, Anty, Nina y Rony arribaron al orfanato "sonrisas para el futuro" un edificio color gris pálido muy grande y con un aura demasiado tétrica.
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**Papis, tengo miedo, este lugar no me gusta** Dijo Aran en lenguaje de señas
Delante de la reja se podía observar un niño solitario que no se decidía en si debía tocar el timbre o no, de repente, una señorita bastante arreglada y con celular en mano que pasaba por ahí se dio cuenta del niño, le sonrió y se acercó a él.
-Hola pequeño, ¿Qué haces por estos rumbos?- Pregunto la amable señorita mientras se hincaba para encontrarse a la estatura del pequeño niño.
Aran, nervioso por la repentina comunicación, olvido que debía hablar con palabras y en su lugar se comunicó en lenguaje de señas con la amable joven. Cuando la desconocida joven y los 3 espíritus que acompañaban a Aran se dieron cuenta entraron en pánico, pues la señorita no conocía el lenguaje de señas y se suponía que Aran nunca fuera descubierto por su discapacidad auditiva.
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Rápidamente Nina se colocó en frente de Aran y en lenguaje de señas le dijo que estaba cometiendo un error. Cuando Aran supo lo que estaba haciendo, comenzó a hablar inmediatamente.
-Lo siento, yo, no me di cuenta- Dijo Aran sumamente preocupado por la reacción de la señorita.
La joven, que claramente sabía que sucedía, se dio cuenta que Aran era sordo y al ver la cara triste del niño puso la sonrisa más tierna que pudo para calmar al pequeño que con miedo le regresaba el saludo.
-Tranquilo, está bien si no escuchas, pero, ¿Qué haces aquí?- Finalmente preguntó la mujer sin hacer mucho hincapié en el hecho de que el niño era sordo.
-Y,yo, vengo porque las monjas de una iglesia en la que vivía me mandaron aquí. Ellas ya no me querían cerca así que me metieron a este lugar- Respondió.
-Ah, comprendo, bueno, este lugar del que hablas se llama orfanato y es un lugar donde niños como tu viven, es como una casa compartida. Hay personas que cuidan de ellos todos los días. Tienes que tocar el timbre si quieres que te abran- Explicó la señorita que a poco se fue levantando.
Aran, que del 100% de las palabras que salieron de la boca de la chica entendió el 60%, asintió con la cabeza.
-... Me tengo que ir, cuídate jovencito, mi nombre es Ann, un gusto, espero que nos volvamos a encontrar algún día- Con esa despedida se levantó y con sus elegantes pies adornados con unas costosas zapatillas siguió su camino.
-Gracias señorita Ann- Dijo Aran en voz baja mientras la observaba irse perdiendo entre la gente.
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Anty tocó el hombro de Aran y le dijo en señas.
**Debes tocar el timbre, no tengas miedo, estamos contigo**
**Si...** Contestó nervioso el niño.
__Ding dong__
El sonido del timbre llegó hasta la oficina principal del encargado de aquel orfanato de mala muerte. Cuando dicha persona escuchó el timbre se levantó de su escritorio lujoso lleno de papeles y dulces. Su caminar era pesado igual que su cuerpo e indicaban de una vida llena de lujos, su cuerpo arropado con prendas únicas de marcas reconocidas daban la impresión de un señor de renombre, su calzado brillante y su cabellera negra con algunas canas visibles mencionaba el pasar de los años sobre él. Abrió la puerta de su lujosa oficina y con sus manos hizo un ademan.
-Señorita Graciela, alguien tocó el timbre, por favor revise quien es- Ordenó el hombre elegante.
-Claro, vuelvo en seguida-
La persona llamada Graciela al recibir la orden se dirigió a la puerta principal del orfanato. Una vez llegó pudo observar a un niño sumamente hermoso, ojos de colores, cabello suave al igual que su piel y sumamente inocente. Tal belleza le causó una sensación de repugne indescriptible, nauseas la daban ver tanta belleza e inocencia en una persona. Sin embargo, ella tenía que atender a la personita frente a ella. Así que trago su asco y preguntó.
-Hola jovencito, ¿Quién eres y por qué estás aquí?- Preguntó cortante Graciela
Aran pudo notar la disconformidad de la señora por los gestos que inconscientemente hacía su rostro y por ello respondió lo más cortes que pudo.
-Hola, me llamo Aran, soy el niño que las monjas del pueblo dirían que vendría, un gusto conocerla- Respondió nervioso
-Ah, tu... ven conmigo, te explicaré cómo funciona el orfanato-