El día estaba a punto de terminar, el sol estaba a punto de ponerse y el aire frío comenzaba a hacerse presente. Muchas cosas habían pasado, nuevas noticias además de oportunidades no faltaron. En un día que estaba terminando 4 seres míticos adultos se encontraban discutiendo ciertos problemas que no podían esperar para mañana.
< < << Lo gracioso es que los monstruos somos nosotros. Pero tienes razón, parecen ellos los salvajes.>> Asintió con la cabeza Anty. << ¿Ves? Hasta tu me das la razón.>> << Calma chicos. Todo va a estar bien, en mi hogar tengo unos libros que he recolectado de la basura humana. Son libros de lenguaje de señas que podemos usar para enseñarle>> Dijo Izaro orgulloso de sí mismo. << Woow, que falso eres. Dices que odias a los humanos pero guardas sus cosas. ¿Por qué no admites que solo estas decepcionado de ellos desde aquella vez?>> Soltó descaradamente Mir. <<...>> En aquel lago había una discusión que no podía esperar para mañana porque era muy importante, sobre todo por la parte en que se recordaban sus situaciones del pasado. El agua cristalina brillaba bajo el sol que estaba a punto de ponerse, en ella se podían ver todos los seres que vivían en ella. Seres que en realidad el ser humano normal jamás podría ver, no porque no existieran, sino porque no tenían la capacidad de verlos. Aran se encontraba distraído viendo a todos los seres debajo del agua, unos de ellos lo saludaban de cerca, otros pasaban de largo mientras que otros lo miraban fijamente desde lejos. Una curiosa sirena se iba acercando lentamente hacía donde estaba Aran, un poco temerosa saco la mitad de su rostro dejando ver sus ojos sin pupilas así como algunas escamas. Saco su mano del agua y con su dedo mojado toco rápidamente la mejilla del bebé. La nueva sensación de aquella criatura débil formó lagrimas en los ojos de la sirena. Asustada por la sonrisa que le regaló el bebé nadó velozmente a lo profundo del lago. Shura miro fijamente el agua al ver que su primera amiga se alejaba. ---------------------------- - ¡Búsquenlo! ¿Ya pensaron como se verá la iglesia cuando la gente sepa que perdimos a un bebé? ¿Acaso no tienen cerebro? ¡CORRAN! - Gritó a todo pulmón la sacerdotisa a todas las monjas. - Pero Señora, la última que reviso al bebé dijo que todo estaba bien. ¡El bebé estaba ahí! lo juro. - No diré mas. Haz lo que se te ha ordenado y avisa a las demás lo que dije. Con una ansiedad inimaginable la monja corrió a avisar a todas las demás, una vez que acordaron donde buscaría cada una se separaron. Corrían por toda la iglesia buscando en cada rincón oscuro que encontraran subían cajas, buscaban dentro de ellas, debajo de las camas, en la cocina, en el jardín, e inclusive en el baño. Nadie sabía como se había perdido ese mocoso si ninguna de ellas lo sacaba nunca, siempre lo cambiaban le daban de comer y a veces bañaban pero siempre lo dejaban en el mismo lugar. No podía haber ocurrido algo así en esas circunstancias. -¿Cómo es posible esto? La Sacerdotisa nos va a matar. Tanto que ha esperado para convertirse en suma sacerdotisa... ¿Por qué ahora? Mientras hablaba con ella misma llegó al cuarto de puerta verde en donde se supone debería estar durmiendo Aran. El cuarto que parecía bodega debido a su oscuridad, hongo y colección de cajas con quien sabe que cosas estaba vacío, como era de esperarse. La monja al no ver que el niño apareciera se sentó en el piso como si estuviera derrotada cuando de repente comenzó a llorar. Ella no quería estar ahí, no quería ser monja, su familia la había obligado a serlo. En este mundo ser de la iglesia pagaba mas que ser cualquier otra cosa. Sin embargo, nada es gratis, tuvo que dar su vida por una persona que la trataba mal y la humillaba, ¿De quien hablaba? de la Sacerdotisa arrogante. Cada día tenia que servirle para que su familia tuviera que comer. No había tortura mas grande que esa. No es que la monja fuera una santa pero estaba cansada de la hipocresía con la que teniía que vivir y aparentar día a día. Llorando en el piso de aquel cuarto oscuro con el rostro entre sus rodillas la monja de repente escuchó el abrir de la ventana. Cuando vio que estaba sucediendo, el bebé se encontraba de nuevo ahí, intacto, con ropas nuevas y una sonrisa hermosa. -Gracias Dios. ¿Qué le hubiera pasado a mi familia si este niño no hubiera aparecido? No quiero ni pensarlo- Dijo arrodillada dando una plegaría. Aran vio fijamente con curiosidad a aquella mujer de rostro lloroso. Sus pequeñas manos intentaban tocarla por alguna razón que se desconoce. ¿Qué pensaban los bebés? Eso era un secreto que solo ellos y el mundo sabrían. La monja de nombre Rosa al ver esto no pudo evitar reírse un poco, pues esta situación le recordaba mucho al hermano pequeño que dejó hacía mas de 7 años. -¿Pretendes consolarme chiquito? Estoy bien, si tu estas bien yo también. La Sacerdotisa da miedo... Pero ya estas aquí así que no me puede regañar más. ------------------------------------ En el lago 30 minutos antes. La discusión tonta y al mismo tiempo importante que se llevaba a cabo en el lago del espíritu nombrado Mir estaba llegando a un punto importante sobre la educación de Aran Shura, cuando... << Anty... Creo que ya deberíamos regresar al bebé. Las monjas pasan cada cierto tiempo a revisarlo ¿Y si descubren que no esta? >> << Podemos cuidarlo por nuestra cuenta>> Dijo enojado Anty << ¿Y como pretendes hacerlo? ¿Lo vas a llevar a tu cueva? Necesita estar con humanos>> Terminando de discutir ambos padres se despidieron y regresaron a la ventana de barrotes oxidados, la abrieron dejando al bebé donde lo habían encontrado al inicio. Lo cierto era que en el tiempo que estuvieron discutiendo los 4 seres míticos las monjas buscaron con impaciencia a Aran. Los últimos 30 minutos recurridos se pasaron entre Anty y Nina caminando de regreso a la ventana con barrotes oxidados y la monja llorando dentro del cuarto.