Luego de beber un trago de agua, Mailo Cane dejó la botella en el suelo tras el pequeño escenario, tras un respiró y un asentimiento para darse valor volvió al frente, tomó su guitarra y tras colgársela revisó el amplificador, entonces fue a su lugar en el banco de madera frente al micrófono.
—Ahora me gustaría cantarles el cover de una canción muy popular. Esta… esta es una de mis favoritas —dijo mientras ajustaba el micrófono.
Acomodó la guitarra acústica contra su pecho.
—Los hombres sabios dicen, que solo los tontos se precipitan, pero no puedo evitar… enamorarme de ti —cantó Mailo con voz suave y profunda. Dándole su propio toque a tan icónico tema.
Algunas personas frecuentes en el bar siguieron la letra en un tono bajo, algunos se mostraban nostálgicos, otros sonreían suavemente conmovidos, probablemente evocando buenos momentos. Mailo no concentró su mirada en su pequeño público mucho tiempo, porque sin poder evitarlo sus ojos grises fueron atraídos a la barra, concretamente a la espalda encorvada de un alfa con cabello rubio cenizo.
No apartó la mirada y movió sus dedos sobre las cuerdas.
—¿Debo quedarme? ¿Sería un pecado? Si no puedo evitar enamorarme de ti.
Ese hombre era Alexander Drake. Un alfa que lo había salvado cuando Mailo había llegado a la ciudad junto a su padre hacia tres años a la edad de dieciséis años.
—Como el río fluye, seguramente hacia al mar…
Mailo recordaba ese noche, había hecho frío, sin embargo, no se había abrigado, no había podido, recordaba las palpitaciones de su corazón, el sudor en sus manos y lo difícil que le había resultado ocultar su miedo cuando se le acercó a ese vendedor. Había estado buscado un escape, demasiado cansado, triste y solo; acercándose a la playa durante la noche bajo la lluvia, acercándose a un lugar del que había escuchado su padre hablaba con amigos mientras bebían en la sala de estar.
Cuando había estado apunto de dar el dinero, Alec había aparecido, completamente mojado y con una expresión feroz, había ahuyentado al vendedor para después comenzar a regañar a Mailo, luego le había preguntado si estaba bien, después lo había llevado a casa, donde su padre ni si quiera se había percatado Mailo había salido y había estado apunto de arruinar su vida.
—… Cariño, así es como va. Algunas cosas están destinadas a ser, toma mi mano, toma mi vida entera también, porque no puedo evitar enamorarme de ti.
Había tardado meses en volver a ver a Alec, pero entonces un día, su salvador solo había entrado al bar cuando tocaba por primera vez, y la mirada de Mailo se había visto atraída hacia él, justo como había ocurrido minutos antes.
Alec había sido borde en su segunda reunión, no realmente porque lo hubiera reconocido, había parecido lo sería con cualquiera se acercará a él. Las primeras palabras que le había dirigido a Mailo habían sido prácticamente un gruñido esquivo, no había querido escuchar su agradecimiento, lo había intentado alejar. Y aún así, Mailo no había podido resistirse a sentarse en su mesa queriendo charlar y saber de inmediato todo sobre él.
Se había enamorado de él a primera vista aquella noche lluviosa, solo no había podido dejar de pensar en Alec. Había preguntado por el alfa, obteniendo uno dos detalles sobre el alfa que no hablaban exactamente bien de él.
Alec tenía mala fama por ser un ex convicto, el alfa había salido de prisión al demostrarse su inocencia cuando el verdadero culpable había sido detenido. A Mailo no le importaba nada de eso, a él le había traído lo taciturno del alfa, la tristeza mal oculta en sus pálidos ojos azules, su ruda amabilidad. Un caballero sin armadura o corcel que aún así lo había rescatado.
Mailo tenía como muchas mujeres y hombres un tonto complejo de salvador, creía que el chico malo y oscuro sanaría con amor, que solo hacía falta que se enamorará de él para cambiar y ser feliz. A pesar de que lo parecía o creyera gran parte de la ciudad, Alec no era un hombre malo, solo era un alfa de mal temperamento, que no era bueno con las palabras y que claramente había sufrido demasiado.
Mailo quería cuidarlo, curar sus heridas y comprender como habían sido hechas, compartir las suyas y también ser cuidado. Quería recibir una sonrisa de cariño, un abrazo y un cálido beso, Mailo quería ser notado, deseaba ser amado por Alec, solo que sabía eso nunca sucedería.
Porque los alfas no salen, no se emparejan y nunca se enamoran… de los betas.
Y Mailo era un beta.
En los últimos meses Mailo lo había comprendido al fin, y estaba haciendo las pases con su amor no correspondido, porque siempre sería eso, un amor no correspondido.
Mailo lo había entendido cuando Alec se había enamorado frente a sus ojos de alguien más.
Luke White, un omega rubio de ojos azules espectaculares, poseedor de una belleza envidiable, también un hombre exitoso y rico, elegante y maduro, todo lo que Mailo nunca sería.
Lo que no era. Él solo un chico escuálido y demasiado temeroso con más miedos que pecas en el rostro.
Y Luke, un omega, que en tan solo unos minutos de conocerse había conquistado a Alec.
Mailo podía recordar la manera en que Alec se había perdido en Luke aquella noche meses atrás, guiado bajo la voz y guitarra de Mailo, podía recordar el día exacto en que el alfa lo había comenzado a cortejar, el dolor que Mailo había sentido esos primeros días de cortejo aún estaba presente y aumentaba día con día.
Su dolor crecía con cada sonrisa que Alec le dirigía al omega, con cada mirada sensual que compartían, con el comportamiento de pareja que comenzaban a mostrar entre ellos, a veces Mailo se preguntaba si no sería mejor marcharse, dejar todo atrás y convertirse en un músico errante, llevar su música a otros lugares, para alejarse de todo dolor, pero la idea de dejar de ver a Alec se lo impedía.
Mailo estaba bien siendo amigo de Alec, quizás el alfa no lo viera así, pero Mailo tenía la esperanza de que algún día lo haría. De que algún día lo vería por lo menos, como un amigo.
No podía esperar nada más de Alec.