Para su suerte, Abril tenía en su poder el celular que Erika le había prestado, dado que ella no tenía dinero para poder comprarse uno nuevamente y el que tenía, tuvo que venderlo para pagar las clases de kinesiología de la hermana por tres meses más.
En el momento que ingresó al baño, dejó que todo su cuerpo reciba el frío de la madera y calme sus emociones. Por alguna razón ese desconocido lograba alterarla de una forma que no conseguía con nadie y en su cabeza se volvió a proyectar lo vivido anteriormente. Es que no podía evitar Que se le erice la piel con solo recordar cómo la miraba, como sus ojos negros penetraban su cuerpo, esos ojos que le miraban con total descaro los pechos y como su rostro inexpresivo en cierta forma le excitaba. Pero enseguida borró esas ideas de su mente, ella tenía novio y lo amaba mucho.
- Erika. Necesito pedirte un favor. – habla rápido
- Hola mejor amiga ¿Cómo estás, bien? Gracias si, si yo bien ¿Vos? Qué pasa. – Abril puso los ojos en blanco al escuchar la manera en la que le contesto. Es que Erika no podía con su genio.
- Un imbécil me tiró vino en el vestido y tengo todo hecho un desastre. – de repente ella rompe en carcajadas y Abril se molesta. - ¿Qué es lo chistoso? –
- Decime la verdad ¿Te hiciste la sexi y te salió mal? –
Abril tenía la costumbre de "hacerse la rica" cada vez que la llevaba a visitar lugares como ese, dónde frecuenta personas de clase media alta y ella era de media baja. Más baja que media.
- Por favor, no estoy para bromas. Mauro me espera en el salón y yo acá, con los pechos todos llenos de vino. – pero evidentemente, cada comentario embarran más la cosas.
- Dile que te las seque con la lengua. – tanto Cathy como Erika rompen en risas casi desquiciadas.
- ¡No estoy para bromas idiotas. Pro favor, pode si no traerme un vestido elegante. – pregunta molesta.
- Dale. – y detrás de la línea se escucha una risita malévola y ya anticipa lo que hará - ¡Ni se te ocurra! –
Cuando se estaba probando los vestidos y antes de elegir el que llevaba puesto, se había probado uno color rojo pasión, con toda la espalda descubierta, hasta la parte donde inicia la curva de sus glúteos, un escote en V que se ataba por el cuello, pero que a diferencia del anterior dejaba bien a la vista el contorno de sus pechos grandes y, llevaba un corte en uno de sus costados. El vestido era hermoso y para un lugar como ese, no estaba mal, pero en cierta forma le avergonzaba mostrar tanto. Si, amaba sus curvas, pero más amaba mostrarse para Mauro.
- Te veo en un rato mí amor. – y mientras Abril le gritaba para que se de por enterada que ese no es el vestido que va a ponerse, pero era totalmente en vano, por qué ella, haría lo que quisiera.
Santino nunca se hubiera imaginado encontrar a esa mujer en ese lugar, porque realmente era un sitio muy caro y a decir verdad, Abril no se veía como una mujer de la alta sociedad, por lo que ni se le cruzaba por la cabeza el por qué se encontraba allí.
Respecto a él, de vez en cuando le apetecía ir a cenar a ese tipo de lugares y lo hacía solo. Las mozas se peleaban por atenderlo y siempre o la mayoría de las veces, se les olvidaba algo por lo que terminaba por dirigirse solo hacia la cocina a reclamarles. Ese día, había ocurrido algo con la copa de vino, resulta ser que la misma estaba sucia y la llevaba nuevamente a la cocina a devolver y quejarse con los empleados, pero en el camino fue que se llevó pro delante a una mujer, sin imaginarse nunca jamás, de que esa mujer seria la misma que le rayo el auto.
Todo el contenido de su copa se vertió sobre los pechos de ésta, y él no pudo evitar mirárselos y desear tener sus manos apretando los o sus dientes mordiendo esos duros pezones que resaltaban sobre la delgada tela. Sus manos intentaban secar el líquido de los mismos y el quiso meter sus manos allí, es que eran del tamaño perfecto para sus manos y se desesperaba por poder poseerlos.
Pero nada se compara al momento en el que ella mordió sus labios, fue fulminante para su cabeza y por un instante sus manos le temblaron y luchó contra su propio instinto, aunque claramente no pudo hacer mucho.
Si era por el, allí mismo la tomaba como suya, pero solo quiso verla repetir la acción y como era costumbre, su mal genio lo dejo excitado.
De momento a otro, ve ciertos movimientos en el baño y piensa por un segundo en si esa chica que pasó con una bolsa fue en su ayuda y de ser así, moría de curiosidad por saber qué le iría a decir y cómo solucionaría lo del vestido porque para ser sincero, le había arruinado el mismo.
- ¡¿Por qué me trajiste esto Erika?! – dice enfadada mientras se miraba en el espejo. – si me muevo mucho se me verán los pezones. – dice a punto de llorar frustrada ante los ojos divertidos de su mejor amiga. –
- Mejor, así lo excitas. – y le guiña un ojo. – no seas amarga. Te queda bellísimo saca esa "perra" que llevas dentro. – dice intentando convencerla, en vano. – bueno abril tenés ese vestido como única opción o aquel todo mojado. Tu elijes. – y no le quedó más que usar ese.
En el momento en el que Abril aparece por el gran salón, todas las miradas, especialmente la de los hombres, se fueron directamente a su cuerpo, a sus pechos, lo cual le incomodaba demasiado. Pero aquella mirada, que le intimidada más que cualquier otra e incluso más la de su novio, es la de aquel joven ¿por qué entre tantos lugares disponibles tuvo que pedir la reserva en frente de su mesa? ¿podría ser tanta casualidad o más bien todo era por pura casualidad?
Al verla salir del baño con ese vestido que no dejaba nada a la imaginación, Santino sintió que le faltaba el aire y que el deseo de apretar esos pechos con sus grandes manos lo estaban consumiendo. Cuando sus miradas se encontraron, ella puso sus ojos en blanco y él no hizo ninguna mueca, simplemente la miraba tan fijamente que todo su cuerpo ardía en llamas. Es que él no podía dejar de imaginar las mil y una poses sexuales que podrían experimentar juntos y la manera en la que podría llevarla al éxtasis sin siquiera tocarla porque toda ella era deseo en su máxima expresión.
- ¿qué sucedió? – le pregunta percatándose del cambio del vestido.
- Un imbécil me tiró la copa de vino encima. – esto lo dijo un tono alto para que justamente Santino pudiera oírla, pero él solo se limitaba a comer y beber sin dejar de mirarla.
- ¿quieres decirme de quién se trata? –
Mauro podía ser tímido, pero cada vez que algún desubicado le decía o hacía algo desubicado a su novia, la defendía con uñas y dientes.
- No amor, ya se fue del restaurante. – mintió, algo ene se hombre le llamaba la atención y no podía admitir que no le pasaba nada al tener esos ojos negros como la noche posados en su cuerpo.
- De todas maneras, ese vestido te queda mejor. – le dice a modo de susurro y guiñándole el ojo con picardía.
- Lo sé. No ves la hora de arrancarlo con los dientes. – le dice siguiendo su jugueteo.
- Si sigues hablándome de esa manera, no seré responsable de lo que pueda hacerte aquí, delante de todos. –
Ellos tenían este tipo de jugueteo, pero la realidad que solo quedaba en eso, porque Mauro no era de ese tipo de hombre que le faltara el respeto delante de todos, pero sí le gustaba alagarla, alagar su cuerpo y por qué no, expresarle cuanto la deseaba. Claro, cuando tenía el valor para hacerlo.
- Debo ir al toilette amor, antes de irnos. No aguanto las ganas de hacerte mía esta noche. – le susurra al oído y se estremece de solo pensarse entre las sabanas.
- No te tardes. – y se va para dejarla sola.
En ese momento, ella se levanta y camina los pocos pasos que separaba su mesa de la de Santino. Esa mirada suya ya comenzaba a molestarle.
- ¿quieres una foto o qué? –
La había visto dirigirse hacía él y supo, pese a solo conocer la manera en dirigirse hacía él, que no le diría nada agradable, aunque su pregunta, le llamo la atención.
Claro que quería una foto, pero no vestida, no parada frente a él sintiéndose una mujer empoderada, no. La quería a sus pies, con una correa de cuero, completamente desnuda y con una joya anal es su zona intima entre los glúteos.
- ¿eres mudo o qué? Contesta. – entonces él dejó su copa y mirándola de arriba a bajo es que relamió el sobrante de vino en su labio superior, para luego posar su mirada en sus ojos. – deja de mirarme así. –
- ¿así cómo? – pregunto serio. Ella no sabía si se trataba de un hombre cuyo comportamiento frío y distante lo utilizaba para seducir o un degenerado que iba por la vida intimidando mujeres.
- Así… - sentía pudor decirle que su mirada la sentía como si estuviera fallándola duro ¿pero ¿cómo iba a decirle eso?
- ¿cómo si quisiera follarla? – le pregunta lo más tranquilo y ella casi se ahoga con su propia saliva.
- Usted es un cerdo degenerado. – el eleva una ceja y sonríe de lado. Gesto que la derritió por completo.
- Y usted se me presenta prácticamente con sus pechos desnudos ¿pretende que no se los mire? – ella quedó boquiabierta ¿cómo podía decirle esas cosas? Ese hombre no tenía vergüenza. – y respecto a la foto. – dice mirándola descaradamente de arriba abajo. – realmente no creo que me dé la foto cómo quisiera verla. –
No le dijo más nada, porque comprendió efectivamente que sus palabras tenían gran connotación sexual y si bien cualquiera en su lugar lo denunciaría por acoso, una parte de ella se sentía excitada por cómo la miraba, por como le hablaba y por la forma en la que se le insinuaba.
- Pero déjeme decirle que lo que usted necesita, es alguien que la eduque, porque parece un animalito salvaje. – ella lo miró y frunció su ceño ¿Qué le decía ese hombre?
- Y usted necesita ser menos idiota ,.. – pero no pudo continuar porque enseguida la interrumpió.
- ¿lo ve? Usted necesita disciplina. – Entonces ella lo miró y se volteó y justo cuando se iba a ir, le dice una ultima cosa que hizo que la estabilidad de sus piernas casi le fallen. – por cierto, ese escote le sienta mucho mejor. – pero ella ya no respondió, porque volvió a su sitio antes de que volviera Mauro y pueda generarse algún tipo de discusión.