Al término de las vacaciones me encontraba lo suficientemente desanimada como para querer volver al colegio y ver a Paula, Paco y Angela, la abuela había dicho le había dicho a Ángela que estaba enferma por petición mía y no le permitía el paso a la casa. Sabía que lo estaba disfrutando porque la abuela nunca se fio de Angela, le parecía que no era sincera sin importar las veces que yo intentaba defenderla.
La abuela veía con más claridad que yo, porque el cariño no estaba nublando su sentido común.
Al término del domingo, me siento en mi cama y suelto un grito de frustración porque yo no quería volver al colegio y tener que enfrentar a esas tres personas.
La abuela entra a mi cuarto y se sienta a mi lado, sé que me ha notado rara con mi pérdida de apetito y mis incontrolables ganas de dormir.
— ¿Puedo faltar mañana a clase?— le pregunto casi suplicante.
— No—
— No es justo ¿Por qué eres tan injusta?— refunfuño y la abuela me sonríe— Yo soy buena estudiante, déjame saltarme las clases de mañana y ya.
— No— vuelve a decir la abuela y yo suspiro— Solo faltaras si estas enferma, y yo te veo en buen estado.
— Eres injusta— me quejo y ella sonríe.
Besa mi cabeza y sale de mi habitación, realmente quiero saltar clases y el único método es enfermándome ¡Ah, qué basura! ¿Debería escaparme y quedarme toda la mañana vagando? Lo malo es que la abuela se enteraría y no volvería a confiar en mí y yo no quiero decepcionarla.
Tengo que pensar en algo.
Me quedo mirando un punto fijo por un largo rato mientras me la ingenio para no ir al colegio pero tampoco perder la confianza de la abuela, y mientras veo una mancha de mugre en la fotografía en mi escritorio se me ocurre algo (no intentar en casa, no sean vagos y vayan a estudiar).
Con rapidez, me acerco a mi armario y de este sacó los calcetines térmicos que me regaló Pacho hace algunos años, me los meto en la copa de mi sostén y voy al baño sin que nadie se de cuenta, allí mojo los calcetines hasta que se vuelven pesados y voy rápidamente a mi habitación.
Me pongo un suéter grueso y unos pantalones de algodón para dormir, luego me acuesto y me pongo los calcetines mojados en mis pies y me acobijo dispuesta a dormir.
Se supone que esto debe subir la temperatura de mi cuerpo.
Cuando amanece, la abuela entra a mi habitación y toca mi rostro al verme todavía en la cama, sale un momento de mi habitación para volver con un termómetro para ponerme en mi boca.
— Parece que alguien faltara a clase hoy— dice ella y yo quiero saltar de la felicidad porque si funciono— Duerme un rato más, mi amor.
La abuela sale de mi habitación y yo siento los ojos pesados, así que duermo un rato más.
Para cuando me vuelvo a despertar, siento a alguien a mi lado y me llena de angustia pensar que puede ser Angela y quiera volver a hacerme algo, pero cuando mis ojos ven los de Paula, una aplastante paz me invade y suspiro.
— Hola— saluda Paula mientras toca mi frente con la palma de su suave mano— Todavía estás ardiendo.
— ¿Cuánto llevas aquí?— le pregunto y Paula me regala una sonrisa tranquila que me hace sentir segura.
— Unos minutos— me responde; cuando va a volver a hablar, entra Lorena a la habitación ganándose nuestras miradas.
— Angela te está buscando— dice Lorena y cuando ve mi cara de susto, frunce el ceño.
— No, no la dejes entrar— le pido y Lorena asiente, luego se va.
Paula se queda mirándome por un rato algo confundida y le estoy pidiendo mentalmente que no haga ninguna pregunta porque se que no le va a gustar la respuesta y me va a dejar de hablar.
— Hoy nos dejaron tarea— dice Paula y yo asiento con la cabeza— Quiero ayudarte, así que voy a copiar lo que hicimos hoy en clase en tus cuadernos y hacer tu tarea.
Quiero tirarme encima de ella y besarla eternamente, ver todo lo que hace Paula por mí me llena de amor y calidez, y ese es uno de los motivos por los que no la quiero perder.
— No te merezco— murmuro y Paula besa mi frente para luego ir a mi escritorio— Eres la mejor.
— Si me mereces— dice ella sacando los cuadernos de su mochila— Mereces todo lo bueno.