El viejo pueblo llamado Havel era un hervidero de personas que iban y venían por las calles de tierra que bifurcaban alejándose como la rosa de los vientos. Cuadrillas de guardias con el águila de Beruem en la capa, marchaban recorriendo el camino. Se abrían paso a gritos de las personas que transitaban sin cuidado. Justitia podía sentir los ojos de todos ellos seguirlo a donde quiera que fuese. Tenía entendido que llegarían al puerto luego de esta última parada.
El cachorro negro aun sin nombre que lo acompañaba a todos lados se había apegado a él como si fuese su madre. Justitia hallaba en la actividad diaria de cuidarlo, la tranquilidad suficiente como para olvidarse de todo lo demás. Rumiaba de vez en cuando los nombres que se le ocurrían para ponerle al cachorro. Sobre todo, cosas que la cría hacia o conseguía por el camino. Ninguno lo convencía por completo «Algo tan simple como un nombre, algo tan importante como un nombre. ¿Seré capaz de darte uno bueno?» Caminaba nombrando las cosas que pasaban por sus ojos. Buscaba algo que despertara suficiente creatividad en él para nombrar al cachorro. En el fondo de su cabeza, en el fondo de aquella celda se arremolinaba una sombra que le decía que no tenía el derecho a nombrar algo. Un sentimiento que lo empujaba contra el pegajoso suelo de su mente, tendido en el frio que le hacía estar tranquilo.
El pueblo al que habían llegado seria otro de sus intentos para acercarse a Luciel y Agony. Necesitaba decirles sobre los invocadores antes de llegar a Ilyberk y esta parecía como su última oportunidad. Las palabras de Sergius más que motivarlo se sentían como grilletes que le impedían determinarse por completo a hablar.
Agony había sido un caso perdido. Desde que el grupo de mercenarios se unió, parecía estar de peor humor que de costumbre. A veces, se acercaba a hablar consigo misma cerca de él. Hablaba y hablaba sobre la chica Adelayn, despedía celos y envidia por la muchacha. Cosa a la que Justitia era familiar, más no de la forma en que Agony llegaba a presentarlo. No esperaba respuesta, y se apartaba tan de pronto como se había aproximado a él. La única vez que llegó a decir algo siquiera remoto a una palabra, Agony desapareció antes de terminar de articular.
Luciel por su parte era ignorante de todo aquello. Pasaba su tiempo repartido entre Adelayn y los burdeles. No hablaba de su pasatiempo, no. Justitia pudo darse cuenta por mera casualidad en uno de los muchos paseos que daba por los pueblos. Se quedó mirando el establecimiento por largo rato hasta que una mujer lo invitó a pasar. Él huyó sin decir una palabra, despavorido ante la situación en que se había metido.
No era un lugar para él, jamás tendría las ganas de entrar en un lugar así, y aun cuando le pasó por la mente en aquella ocasión, se lanzó de vuelta a su celda, tan silenciosa, arrojando por la puerta todo pensamiento sobre ello.
El ruidoso pueblo le ofreció una de sus peores caminatas hasta ahora. La gente no paraba de acercársele a entablar conversación. Su celda estaba llena de palabras que no quería escuchar, ni responder.
Al regresar a la posada se encontró de vuelta con Eoin y su padre. Ambos calificaban para Justitia como buena compañía. Niall hablaba en breves frases todo aquello que quería decir. Mientras que Eoin no se callaba en ningún momento ni requería de una respuesta. Todo lo que contaba era referente a los cachorros Lo'óph Saepht. Justitia había aprendido tanto con el chiquillo que a veces sentía ganas de agradecerle de alguna forma. Nunca pasaba solo de aquel sentimiento, de aquella desazonada sensación de aprecio. Escuchó atentamente otra vez todo lo que el chico hablaba de los bosques de las estaciones.
Al terminar se puso a mirar al cachorro.
—¿Aun no decides el nombre? Viento tormenta —Dijo Eoin con ambas manos en el suelo cual garras. Provocaba al cachorro para jugar con él —Se ha apegado mucho a ti, se merece un buen nombre para cuando crezca, tal vez no sea el más grande o el más rudo, pero, no es lo único que les importa a ellos.
El cachorro sin nombre daba saltos de un lado a otro persiguiendo a Eoin.
—No... —Dijo Justitia con pesadez —Aun no me decido.
—No es bueno para su entrenamiento joven viento tormenta —Denotó Niall —El pequeño aceptará el nombre que le otorguen y tu podrás sentirte orgulloso de sus avances con más facilidad. Tomar mucho espacio en tu cabeza para ello no ayudara más que a postergar.
—Lo pensaré... —Dijo Justitia luego de una larga pausa.
Niall le ofreció un asentimiento, y luego de un rato en que Eoin pasó nombrando cosas al aire como ideas de nombre, ellos dos desaparecieron persiguiendo la silueta de Adelayn en cuanto esta se presentó en la posada.
Las noches en los pueblos eran extrañas para él. Como aquella vez del Anarek'li. Estar sentado y mirar en rededor como todos en el lugar se divierten, hablan y bailan, creaba un agrio silencio en su mente. Últimamente se hallaba a si mismo queriendo ser partícipe de esas actividades, deseaba poder distraerse tan fácilmente como lo hacían los demás. Estar sentado y mirar en rededor le creaba envidia por todos ellos. Por eso siempre decidía irse a su habitación antes de que el sentimiento lo sobrecogiera.
Esta vez Justitia estaba esperando solo por la llegada de Luciel. Tener la determinación de hablar con él era difícil y se le había complicado ahora mucho más por el tiempo que pasaba con Adelayn. La muchacha servía perfectamente de excusa para no hacerlo. Luego de las visitas que hacía a los burdeles Luciel llegaba a darse un baño sin importar la posada.
Justitia se pegó a Luciel en silencio a apenas entro por la puerta y lo siguió hasta los baños. No era raro compartirlo con Sergius o Poena, así que Luciel lo acepto sin reparo. En la posada contaban con una habitación de baño casi completamente echa de piedra grisácea con barias bañeras de madera preparadas con agua caliente y numerosos utensilios desperdigados para ellos. Las criadas los guiaron y se quedaron un largo rato dentro sin decir una palabra. «¿Cómo puede estar tan tranquilo?» Eventualmente los dejaron en paz.
—Luciel —Dijo Justitia al cabo de un largo rato en que pasó divagando las posibilidades —Yo... me gustaría...
—¿Qué pasa? —Interrumpió Luciel al enviar una mirada a través del vapor —No es común que me dirijas la palabra, ¿Qué es lo que tienes en mente?
—Yo... solo —Tartamudeo Justitia y se sumergió en la celda para poder hallar determinación —Hay algo que me gustaría poder hablar contigo...
—Adelante, No es como que pueda ocultar algo ahora mismo —Dijo Luciel con la misma seriedad en la que a veces bromeaba.
—Quiero... quiero hablar, sobre todo. No sé cómo ponerlo en palabras... yo... ¿Cómo te decidiste por el nombre del lobo? —La mente de Justitia se encontraba dando vueltas, abrumada con las opciones que pensaba.
—Pues —Comenzó Luciel levantando ambas cejas —Me parecía tan blanco como la nieve, así que Snow, aunque solo he visto nieve en mi tierra natal.
Le agradeció por la información y se hallaron en silencio otro rato más. Fueron interrumpidos por las criadas en una de esas ocasiones. Cuando las mujeres se fueron al no conseguir la imagen de los cuerpos de los muchachos, Luciel volvió a dirigirle la mirada.
—¿Aun no decides que hacer con los invocadores? —La voz calma de Luciel se relajó aún más sobre el agua caliente.
—¿Como? —Alzó un poco la voz Justitia. Aspiró aire para entrar de vuelta a la serenidad de su celda —¿Cuándo?
—Sergius me lo dijo el día que nos encontramos con los mercenarios. Puede ser un poco lengua suelta, no me dijo nada más. Solo eso, que tu debías decidir qué hacer con ello.
—Si...-Justitia se ocultó debajo del agua dejando su nariz libre —No sé qué debería haber hecho con eso... llevo, llevo pensándolo desde entonces.
—¿Por qué no solo nos dijiste? —Replicó Luciel
—No lo sé, quería, quería saber qué hacer con eso. Es por eso por lo que Sergius me lo dejo encargado o tal vez no era tan malo que se ocultara. No lo se. No quería tener que tomar una decisión así que solo lo deje pasar y pasar... Nunca llegué a nada en todo este tiempo y parece que ellos desaparecieron, por lo menos. Por lo menos quería poder decirlo antes de que llegáramos al puerto.
—No lo entiendo... —Luciel suspiró en la bañera de madera con los ojos pegados al techo.
—Perdón... —Justitia Agachó la cabeza metiéndola un poco más en el agua.