Chereads / El Susurro de las Flores / Chapter 39 - Despertar de un dulce sueño (Parte 4)

Chapter 39 - Despertar de un dulce sueño (Parte 4)

Aquellas revelaciones que acusaba debía haber estado muy ciego para no notar antes. El simple hecho de que los nombres que había usado fueran tan. «tan ridículos» ¿Cómo no había caído en la idea antes? ¿Cómo es que aquellos dos estaban acompañándolo en esta imposible misión? La calma escapaba de sus manos en cada ocasión que pensaba en ello.

Aquella noche en que hiló los recuerdos donde ambos desaparecieron de la academia, recordó a Raegan. Dejo todo el entrenamiento de lado y se sumió en recuerdos. Lo que menos necesitaba era una preocupación más, lo que menos quería era tener otra crisis. Fumaba sin parar mientras su mente encajaba las piezas de la identidad de Agony.

A diferencia de los otros dos Agony había sido una amiga cercana, su mejor amiga cuando recién había llegado a la academia. Raegan lo había confundido con una niña en aquel entonces, y el aun no podía oponerse a que su mente se deslizara hasta el abismo dejando solo un murmullo en su lugar.

Raegan fue la primera a la que le contó acerca de esos murmullos, Alastor y Lucy quienes parecían haber estado ahí en todo momento también formaron un cariño con ella. Entre los dos vivieron sus propias pequeñas aventuras por la naturaleza imprudente de ambos cuando eran pequeños.

Uno de sus más grandes logros y aquel que lo llevó por primera vez al calabozo para reflexionar, fue su encuentro con un Mair'wùin, un Shaeyvah cambia formas. Se enfrentaron a esa cosa sin esperar a los profesores y salieron victoriosos aun a su corta edad. Esa época traía en él una agridulce sensación en el pecho. Aquella época definió a sus amigos cercanos. Aquella época perdió a uno de ellos sin ninguna explicación por parte del director Abraham, solo desapareció.

Le dijeron que ella había sido llevada por el pacificador que la trajo inicialmente para entrenarla fuera de la iglesia. Lo creyó enviando cartas cada mes con la esperanza de que Raegan respondiera, que sus sentimientos le llegaran. Pero nunca recibió ninguna de vuelta.

Raegan tenía un carácter tan animoso, tan idealista en muchos casos y soñaba en grande. Recordaba su aprecio por los manzanos, las promesas que hicieron con tan pocos años. No portaba el collar que ella le regaló en aquel entonces, lo guardaba en una caja de madera que consiguió a base de favores a profesores. Ahí guardaba sus más importantes recuerdos. Aquellos lazos que lo unían a las personas que más apreciaba.

Ese collar hecho por lo que ella había dicho eran raíces oscuras de árboles. Tenía una forma curva en ambos lados formando alas. Según ella representaba a las Pharain de los bosques de donde ella venía, seres que al igual que Luciel podían realizar milagros.

Recordó muchas de las historias que ella había contado, sobre todo aquellas de los sueños de Raegan. Ella no buscaba más que tener un lugar donde poder estar en paz. Su sueño, uno que compartió con ella mientras estuvieron juntos, era una cabaña en medio de un bosque de manzanos con pequeños zorros de todos los colores rodeándolo. Un lugar en la cima de alguna montaña, tan alto que pudieran ver todo el mundo. Un dulce sueño que les permitiera dejar sus espadas en la tierra para no tener que volver a blandirlas.

Aquel momento donde sus recuerdos lo arrastraron como un río, hizo aflorar en él una aflicción que perduro hasta la mañana. Luciel se quedó en blanco, no sabía que hacer, como acercarse a Raegan. «Hay tanto de lo que me gustaría hablar, hay tanto que me gustaría decirle, hay tanto que imaginé decirle y hablarle durante estos 8 años, que ahora mismo, no... aun sigo sin saber que hacer. una parte de mi quiere abrazarla como si no fuera a volver a soltarla nunca más y la otra me dice que primero debo hablar con ella, sobre lo que ha pasado durante este tiempo, sobre las cartas, sobre... nosotros —Pensó en aquel momento que se encontró con ella recién levantada»

Cada que la miraba un cúmulo de pensamientos explotaba en su cabeza, sin una sola respuesta. Ni siquiera Alastor o Lucy parecían darle algún acercamiento claro. El primero decía esperar hasta que las cosas con la espada se aclaren, la otra aumentaba el miedo y la duda de aquello que había pasado en todo este tiempo.

Luciel tenía miedo, un miedo tan intenso a la respuesta que le daría Raegan que no hizo nada. Ahora, se hacía llamar Agony, ahora, era una pacificadora que lo evitaba a cada instante. Ahora, habían pasado tantos años desde que eran unos niños fantaseando.

Los sentimientos de cariño por su preciada amiga no habían disminuido ni un poco en todos estos años. Sufrió su miedo consumirlo cada noche. En parte sabía que no podría estar así durante mucho tiempo, el día que la confrontara debía estar preparado. El día que la confrontara seria uno en el que hallara la fuerza de mantenerse más calmado que ahora mismo.

Luciel comprendía muy bien el miedo que significaba arrojarse al abismo en cada ocasión. El temor que podía causar en uno lo desconocido y, sobre todo el terror que significaba el primer paso para enfrentarte a ese miedo. Por ello confortaba a Adelayn con el cuidado y el cariño que a él le hubiese gustado cuando niño. Que a él le gustaría poder tener ahora.