—Creo que me pasé... pero quería que vieses las ondas de mi alma sin esfuerzo —Dijo Luciel retomando asiento frente a ella. Sus ojos se habían desprendido de aquel brillo de concentración —Además de ello también podrías defenderte de un ataque con un arma filosa sin necesidad de armadura. No te otorga la fuerza física para hacer eso, como dije no soy tan fuerte. Te permite superar muchos límites que tu cuerpo tendría normalmente, y llegar a un nuevo límite en algunas cosas amplificando aquello con lo que ya cuentas. Ello te dejara enfrentarte a Shaeyvah. Sentir tu alma y poder, solidificarla es el primer paso. Puedes llamarlo expresar tu alma.
—Entiendo... —Adelayn intentaba mantener su calma ante la puerta que se había abierto ante ella —¿Cómo empiezo a hacer eso? Sentir mi alma y todo lo que explicaste.
—Primero cierra los ojos... relaja tu cuerpo, yo te guiare en todo momento —Las palabras que salían Luciel le hacían volar la imaginación. Con los ojos cerrados esperaba no estar tan ruborizada como se sentía —Debes aprender a respirar, inhala y exhala largamente.
Adelayn siguió con el ejercicio guiada por las palabras de Luciel. Su mente la apresuraba en cada respiración, no paraba de pensar en todo cuanto había escuchado. Mas aun, fantaseaba con todo cuanto podría hacer con una fuerza como aquella. «Sera sencillísimo si aprendo Saeya, debo tener mucha suerte para que el destino me dejara encontrarme con él» Respirar de esa forma hacía que su cabeza se sintiera liviana, algo mareada a partes.
—Bien eso es lo básico... —Dijo Luciel al terminar una de las series de respiraciones —Ahora encontraremos una imagen en la que te centres, un foco, también conocido como Yidoum. Cada persona tiene uno diferente, céntrate en un lugar o una cosa, cualquiera puede funcionar. Lo importante es que eso que imagines te ayude a concentrarte. Hay quienes se apoyan con palabras como si fuera un hechizo que lanzan, forma una imagen tan clara como puedas en mente. Respira como te he enseñado, en cada respiro intenta formarla más clara ...
Adelayn siguió las instrucciones sin siquiera abrir los ojos. Imaginaba cosas varias mientras lo hacía, su habitación, un recuerdo de su niñez, la seguridad de los brazos de su madre, Un campo lleno de flores, las flores, a sí misma. Ninguno creyó le sirviera por completo aun en la calma que la sumergían.
—No creo estar haciéndolo bien... —Dijo Adelayn frustrada pues sentía había pasado mucho tiempo desde que comenzó el ejercicio —¿Cuál es tu imagen Yidoum?
—Un pozo... —Respondió Luciel. Abrió Los ojos poco después de ella. El seguía el ejercicio junto a Adelayn.
—¿Cómo podría un pozo ayudar? —Las palabras se le escurrieron de la boca
—Es un pozo, tan grande que parece solo un abismo sin fondo. En él lanzo todo lo que no necesito, pensamientos, recuerdos, ideas, deseos. Si me acerco lo suficiente hay agua dentro de él, tan clara que no se ve la diferencia del vacío con ella. Es cálida y fría al mismo tiempo. Cuando toco el agua, y me concentro en sentirla en mi cuerpo, puedo conectarme con mi alma...Es solo una imagen. El agua es mi alma, el pozo es mi mente. Y lo que siento es mi cuerpo...
—Eso no es lo que me explicaste... —Replicó Adelayn. Se encontraba más confusa con la definición de Luciel. Cerró los ojos volviendo a imaginar algo.
—Es el siguiente paso, primero céntrate en la imagen, respira.... —La voz de Luciel parecía más dulce de lo normal. —Imagina un lugar de paz, un lugar que temas, un lugar que te deje recordar tu deseo de seguir adelante. El fuego que lo quema todo, pero al que debes cruzar para iluminar tu camino.
Adelayn se centraba en las palabras una vez más como si ello fueran ecos de sus propios pensamientos. Imaginó incontables lugares y objetos, hasta que se halló a sí misma en una playa de arena gris como la ceniza, Un negro mar azotaba sus altas olas frente a ella. No estaba en ningún lugar, solo había arena detrás suyo y el salvaje y vasto mar delante de ella. Mientras el horizonte era un desconocido infinito sin luna. Su propia respiración comenzó a descompasarse, sentía un cierto temor ante lo que veía. Se le dificultaba aspirar aire tanto, que hubo de abrir la boca para apoyarse. Las olas de aquel negro mar se levantaban más furiosas con cada respiración. Daba impresión que una tormenta azotaría el lugar en cualquier momento. Su respiración se hizo más y más rápida. Hasta que sintió ganas de salir corriendo, comenzó a temblar abrazándose a sí misma.
—Está bien... Respira despacio... —Unas manos frotaron sus hombros y brazos. La dulce voz irrumpía en aquella playa calentando la arena debajo de ella —No hagas caso a lo que ves, céntrate en lo que oyes, lo que hueles, el sabor de tu boca y en lo que tu cuerpo siente.
Abrió los ojos como platos al percibir el deseo que creció como una ola hasta tragársela. Luciel estaba detrás de ella, aun acariciando sus hombros para darle seguridad. Por un instante pensó que podía percibir el olor de él, como si se hallara olisqueándolo. Por un instante apretó fuertemente las piernas. Se levantó apartándose de el a trompicones.
—Creo que lo vi... —Dijo Adelayn exhalando aire lentamente.
—Eso es muy bueno —Luciel se acercó con una sonrisa en el rostro —Deberás intentarlo en más y más ocasiones hasta que puedas ver el Yidoum sin mucho esfuerzo. Tu cuerpo se abrirá lentamente a todo. Debes pasar mucho tiempo con tu mente para eso y... también con tu cuerpo, debes dejar que tu cuerpo sienta tu alma por completo
Luciel se ruborizó lo suficiente para que se notara que aquella idea lo avergonzaba. Lo cual solo creo otra ola de deseo en la mente de Adelayn. No era capaz de procesar correctamente. Pues su cabeza divagaba en imaginaciones de su deseo. Uno que le hizo esconderse en la capa de Luciel.
—Sera mejor que regresemos. Perdona si te asusté, solo quería calmarte —Se disculpó Luciel.
Adelayn se limitó a negar con la cabeza. Como otras veces creía que si hablaba ahora diría una estupidez. Se removió en la capa de camino al campamento y se la entregó a Luciel poco antes de llegar. Las miradas los siguieron un tramo antes de que cada uno siguiese a lo suyo.
Los siguientes días Luciel se dedicó a guiarla en aquella playa de ceniza en cada descanso que tenían. Explicó que aquel lugar era solo una representación de ella y su mente. El miedo que sentía era normal para muchos, y era algo que le sería bueno dominar. Aquellas prácticas alejadas de todos siempre terminaban con Luciel confortándola de alguna forma, al verse sobrepasada por sus pensamientos y su miedo. La calidez de su enseñanza y sus manos acababan por derretir el muro que creía haber puesto entre ellos. Dejaba salir un deseo que le generaba. Algo que aprendió a disimular con el pasar de los días.
Al cabo de una semana Luciel la instó a que debía practicar aun cuando fueran a caballo y que el solo la guiaría por las noches. Charlaba con todos como había acostumbrado hasta ese punto. Y juzgaba, ahora se limitaba más en sus pláticas con Luciel.
Se enteró en el camino que Luciel sabia muchas cosas por diferentes personas que había conocido en su estancia en la academia. Los recordaba y describía tan claro que a veces ella creía haberlos conocido también. Se mostraba nostálgico cuando hablaba de ello. Evitaba contar de más y cada que el ambiente entre ellos llegaba a oscurecerse con los recuerdos de la academia, Luciel le mostraba canciones que tarareaba. Era un músico talentoso, por más que intentara ocultarse en las historias de los amigos que eran mejor que él.
Los días pasaban rápido. No importa donde se hallaran, ella aprovechaba cualquier instante para ir a la playa de su mente. A veces era más difícil ingresar a la imagen que otras, prefería el silencio para hacerlo. Era más sencillo mantener cualquiera de las olas alejadas de la arena de esa forma. Ella misma se sorprendió de la calma que podía llegar a sentir en aquellos momentos. A veces, arrojaba los deseos que le causaba Luciel, a veces, la ansiedad de saber que estaba pronto su encuentro con Cilya. Pero de alguna forma las olas en aquella playa volvían a traer de vuelta esos pensamientos. Sentía la arena fría como la roca o la silla donde se sentaba. Nunca tan cálida como cuando Luciel estaba cerca suyo.
—No creo mejorar más...—Dijo Adelayn en alguna de las noches —He practicado mucho y no siento que mejore en nada. La pla... imagen está ahí siempre que quiero, pero no puedo calmarme del todo y cuando lo hago no siento nada.
—A veces, es difícil lograrlo por más que quieras...
—¿No hay algún otro ejercicio o alguna otra manera? —Interrumpió Adelayn
Luciel abrió los ojos liberándose de la concentración. Rumio la idea un momento hasta que sacudió la cabeza alejando algo de su mente.
—¿Qué es? —Se apresuró Adelayn.
—Es...—Luciel tanteo el pensamiento en silencio un momento —Existen formas, pero ninguna que este a tu alcance ahora mismo. Céntrate en tu respiración y vuelve a intentarlo. Siempre que estas aquí pareces estar tan cerca...
—Es solo porque... tú me ayudas. Cuando estamos aquí solo debo centrarme en tus palabras y llego ahí enseguida, a veces siento...—Adelayn detuvo sus palabras abruptamente. Estaba punto de decir una estupidez, no, una verdad que le avergonzaba.
Los ojos lavanda se acercaron a ella, la inspeccionaron. Cuando Luciel se ponía serio, solía aproximarse demasiado a su espacio personal. Él no se percataba de ello cuando lo hacía, y nunca se disculpaba pues su cabeza estaba demasiado centrada en otra cosa.
—Si lo que dices es cierto... puede que sea momento de la segunda parte. —Dijo Luciel apartándose de ella —Ahora deberás centrarte en aquello que sientes.
—¿De qué hablas? —Cuestionó Adelayn de alguna forma estaba segura de que Luciel no se refería a lo mismo con lo que su mente se tropezó.
—Debes sentir tu alma... verás, el alma es solo cuando tu mente y cuerpo están en el mismo ritmo. La mente es lo primero que debes entrenar. Llegar a tener esa calma, esa imagen, poder entrar ahí es el primer paso. Luego, debes aprender a sentir tu cuerpo desde tus pies hasta los vellos de tus brazos. Si te conectas, aunque sea un poco con tu alma te sentirás muy sensible, ante todo. Controlar ese sentir es lo que debes lograr... Me estoy adelantando. Por ahora Adelayn, practica como hasta ahora, pero intenta agregar a tu cuerpo en ese lugar. Sentirlo, olerlo, saborearlo, verlo, oír las olas golpear la playa.
—Aún me da pena decir que es eso... —Dijo Adelayn removiéndose en su lugar —Entonces, ¿solo debo percibirlo como real?
—Lo veo... —Luciel le dedicaba una sonrisa por la que ella se derretiría cualquier vez. Ahora podía empujarla en su mente contra las olas, y lo hizo, aunque regresó al poco ante ella —Recuerdo que ayudé a alguien a mejorar su sincronización. La concentración es un punto importante, pero que no dejes a tu cuerpo sentir es un problema. Prueba con flores, texturas, comidas. Todo cuanto entre en contacto con tus sentidos. Contemplar algo hermoso sumido en la calma...Deja que, en tu mente, en esa imagen entre tu cuerpo y el objeto en el que te centres. Si tu cuerpo entra en contacto con un rio céntrate en la corriente que envuelve tu cuerpo. La sensación será similar a entrar en contacto con tu alma.
—¿Entonces solo debo ponerme a explorar con mi cuerpo? —Dijo Adelayn, y luego dio cuenta de lo extraña que sonaba esa frase. Apretó los labios queriendo que él no se diera cuenta, pero lo hizo.
—Pues... —Carraspeo Luciel —Si... algo así también funcionaría.
—Yo solo...—Adelayn gruñó para sí.
—Practica con lo que puedas, en el camino puede que consigas comenzar a entrar en contacto con tu alma antes de que nos separemos. Y para ese entonces podrás seguir por tu cuenta. Tienes bastante determinación y eso para aprender Saeya es muy importante.
—Basta, solo me adulas para que me olvide de lo otro...—Adelayn suspiró su pena —Practicaré, gracias... realmente pensé que no podría.
Luego de aquella noche ella comenzó a practicar como Luciel le dijo. En un inicio era más difícil que el ejercicio de la imagen en su cabeza. Por más que tratase solo se centraba en una cosa, su cuerpo y su mente se repelían. Hasta que, una noche de todas en las que Luciel la reconfortaba por su miedo, ella cerró los ojos centrándose en aquel deseo que dejaba en ella, tan cálido. Como la arena caliente en una playa, se dejó hundir en ella. Luciel no se dio cuenta, mas Adelayn comenzó a dejarse llevar por él, apreciando esa calidez de su cercanía podía llegar a sentirlo, aunque fuera solo un poco.
Recordaba el sentimiento en las noches que pasaron por los pueblos. Donde su vergüenza y su deseo se ocultaran debajo de las sábanas. Allí lo dejaba salir todo, aquel deseo que se arremolinaba en las olas. Seguía el movimiento de esa tormenta con sus dedos, apretando, penetrando levemente en él cálido recuerdo de sus cercanías. Su mente se dejaba hundir en el placer que ofrecía la arena mientras su cuerpo se separaba en acallados gimoteos. Esas prácticas la acercaron a el sentimiento del que Luciel hablaba. Pero se lo ocultó aun cuando tenía muy presente que solo quedaban unos cuantos días antes de que llegaran a Ilyberk.