Los cuatro jóvenes, perseguían la figura de su mentor entre los pasillos de piedra caliza. Algunas puertas se abrían levemente para mirar a quienes caminaban tan apresurados. Los ojos que se asomaban dejaban ver un aspecto adormilado. Se podía apreciar incluso en algunas personas cómo aun llevaban sus ropajes para dormir, antes de volver a entrar apenas discernieron al grupo.
Al llegar al recinto principal, se encontraron en una catedral diferente. La habitación tenía una cúpula con vitrales de hombres que Luciel no reconoció. Las paredes mostraban murales con la historia del país, la familia Joram estaba contantemente en las pinturas. Era la segunda vez que viajaba por medio de reliquias, la primera le habían ocultado todo el proceso sin saber muy bien el porqué.
Sergius se detuvo en la puerta justo antes de salir del recinto.
—Debo hablar con alguien en la catedral —Anunció al grupo, viéndolos de lado a lado —Preparen los caballos, preparen las provisiones, y cualquier cosa que vayamos a necesitar, recuerden a donde vamos.
—Como ordene, Señor —Contestó fuertemente Poena apenas terminó de hablar Sergius. Su voz hizo eco en el recinto.
—Entendido, ¿Dónde lo esperamos? —Cuestionó Luciel alejándose de Poena. Intentaba mantener la vista en Sergius.
—Cuando tengan todo, diríjanse a la salida norte. No debería tardar demasiado —Dijo y abrió la puerta. Poena volvió a contestar con la misma intensidad, los otros dos se limitaron a asentir. Sergius salió del recinto murmurando algo sobre buscar de comer dejándolos a ellos cuatro solos.
Luciel salió, mirando los altos edificios color crema alzándose a lo lejos. La construcción inclinada de la ciudad le hacía apreciar las calles angostas, los edificios cuya arquitectura era demasiado similar a la de Jeshena, pero con adornos coloridos en las paredes, ventanas y balcones. También podía ver una gran cantidad de gente en las calles, algunas de estas con armas en sus caderas y espaldas. Las armas no sorprendían a los transeúntes, la guardia también hacia caso omiso de esas personas. Le llamaban la atención los coloridos y extraños ropajes con que iban algunos transeúntes, quería verlos de cerca. Aguzó la vista para ver los emblemas de la guardia que vestía capas celestes. Se percato solo de un símbolo, una cabeza de un águila y un ala mirando a la derecha de un tono rojizo oscuro, similar al vino. Intentó buscar el león del sagrado imperio, pero no lo halló en ninguno.
Giró el cuerpo hacia los otros que seguían dentro, soportó de vuelta hacer un gesto. «Rompe el hielo —Su mente le empujó» Puso su mejor cara intentando ocultar los pensamientos que comenzaban a surgir por su frustración. Se dirigió a los tres. Agony aun apartaba la mirada en cuanto se cruzaba con la suya, no le parecía avergonzada como era normal para el ver, era algo más, pero no quiso indagar. Poena no parecía estar viendo a nada, así que se dirigió a Justitia quien tenía la mirada en el suelo.
—Repartamos las tareas, debemos traer los caballos, conseguir provisiones y direcciones. ¿Les parece si vamos en grupos de dos? —Preguntó dirigiéndose a los ojos esquivos del moreno. Justitia abrió los ojos, como asustado y le asintió.
—S-Si, hagamos eso...
—No recibo ordenes de ti —Interrumpió Poena cruzando ambos brazos mientras sostenía la coraza en una mano. La declaración quito la sonrisa de Luciel. Posó la mirada en el musculoso. Pensó que él siempre había sido alguien alto, de los más altos en la academia, sino es que el más alto, pero para el musculoso debía alzar un poco la vista.
—No te ha ordenado nada, pedazo de imbécil —Espetó Agony atrapando la atención de los tres muchachos. Exasperada giró a verlos, y cuando su mirada toco la de Luciel, un leve rubor apareció en su cara antes de volver a ver a Poena.
—Vamos, no perdamos el tiempo, nos encargaremos de los caballos, debemos conseguir uno que soporte tu peso —mencionó apresuradamente mientras avanzaba por las escaleras de la catedral dando la espalda a sus compañeros. Cuando no escuchó pasos giro a ver a Poena y sin decir nada golpeo el tacón de sus botas un par de veces antes de que este caminara.
—¿Nos vamos? —Preguntó Luciel a Justitia ignorando tanto como le era posible lo que acababa de pasar.
—S-si —Contestó Justitia.
Ambos comenzaron a caminar por los jardines de la catedral.
Luciel divago en su mente pues ya que era la segunda vez que viajaba a través de magia notó la diferencia en la hora de inmediato. El sol debía haber salido hace apenas una hora, dos como mucho, el cálculo de la diferencia temporal entre las ciudades le mantuvo la mente ocupada y separada de sus sentimientos.
Caminaron en silencio durante no más de cinco minutos, antes de que se encontraran con uno de los guardias de la catedral. Luciel se dedicó a pedir indicaciones, mapas y víveres, se percató que Justitia solía abrir la boca en ocasiones, pero la cerraba al poco. Cerraba los puños con fuerza y suspiraba bastante. De alguna forma le recordaba a Sahely, la vio dudar mucho de esa forma cuando eran niños, debía darle tiempo y ayudarle, al final estarían trabajando juntos por un año.
Cuando el guardia les pidió esperar, ambos se sentaron en una banca del jardín. Estaba hermosamente cuidado, lleno de pequeños arbustos y planchas de flores, arboles de naranja aun con algunas frutas. Luciel se levantó a tomar un par. Miró las flores. Lirios de todos los colores, camelias, rosas, orquídeas, donde fuera que mirase recordaba a alguien, recordaba algo. Suspiró largamente y vacío su mente antes de que los murmullos llegaran. Para su sorpresa lo que regresó fue el ruido. Parado en el campo de flores era como si cada una de ellas le hablara, como si cada una de ellas tuviera algo que decirle. Lo ignoró como de costumbre, ellos se encargarían, siempre lo hacían, él solo debía vaciar su mente para ayudarles. Debía escribir su día hasta ahora.
Justitia miro a Luciel confundido mientras este le ofrecía una naranja, dudo si aceptarla. Acerco y retracto la mano un par de veces antes de tomarla. Lo miró sacar una libreta de una pequeña mochila de cuero, la llevaba en la espalda baja, cubierta por la rara túnica blanca que tenía puesta. Le parecía que el diseño había cambiado. Es más ahora parecía una capa como la de Sergius. «¿Se cambio en algún momento?» Le agradeció y comió en silencio, no podía dejar de mirarlo.
—¿Se conocen desde hace mucho?, no recuerdo haberlos visto en la academia, aunque sus caras, me suenan de algo. —Comentó Luciel sin apartar la vista de su libreta. Describía con todo el detalle posible que es lo que había pasado en la mañana, lo que recordaba.
—Yo...
—No te preocupes, tomate tu tiempo, solo quiero conocerlos un poco, sería raro si no podemos hablar. —Luciel levantó la mirada para hacer una leve sonrisa.
—S-si... digo, no, bueno... —se enredó en sus palabras, exhaló fuertemente al terminar, moviendo su cabeza a los lados -nos conocemos de hace mucho... no somos de la academia, por lo menos no creo que lo seamos...
Luciel le dedicó un sonido de entendimiento, lo examinó rápidamente, sin saber con exactitud la razón por la que no decía más, no quería interrogarlo, pero no sabía que tanto podía preguntar. Regresó a su libreta, casi estaba por terminar. Listaba los regalos de sus amigos en una parte de la hoja.
—¿Son amigos ustedes tres?
—N-No, al menos no lo creo... —Respondió Justitia bajando la cabeza. Se perdió en sus pensamientos un momento, y dirigió su vista a Luciel —No preguntes a los otros, no puedo explicar por qué, pero es mejor si no hablas con nosotros. Será malo para ti y también para nosotros, no se para cual será peor —dijo con la voz temblorosa y una pizca de valentía, Luciel no tuvo más que tomar confianza de lo que había escuchado.
—Entonces tal vez tú ya hablaste de más, ¿no? —cuestionó, con la cara seria, pero luego le sonrió, bromeando. Justitia no le respondió como esperaba, en sus ojos, la realización mostró algo de miedo, apretó un gajo de naranja tanto que el jugo resbaló por su mano.
—Está bien, aguantare las ganas, pero será un año largo y difícil de esa forma —le dijo Luciel, con una voz calmada, intentando reconfortar. Manipular su tono era algo que aprendió en las clases de etiqueta, era de los pocos que había avanzado tanto, de los pocos que se había quedado, pues la mayoría apreciaba más los entrenamientos. No le gustaba la sensación de mentir de esta forma, pero lo hallaba útil.
Justitia no hablo más luego de el ultimo intercambio, pero volvió a agradecerle por la naranja. Ambos se quedaron en silencio esperando al guardia que traería todas las cosas que pidieron. La libreta ya llena por la mitad daba cuenta de su uso por las arrugas y manchas de tinta en el cuero y hojas, se llenaba de pequeños comentarios, una lista de sucesos en perfecto orden dejaba la hoja aun con mucho espacio libre a su alrededor.
Cuando terminó de escribir Luciel solo quitó las correas, alzo la cubierta de su mochila y dejo caer la libreta. Esto hizo que Justitia girase al pasillo por el que se fue el guardia, su expresión se ocultaba en sus cabellos. Luciel frunció el ceño y apretó la mano en su bolsa. Podía sentir la mirada, la había sentido antes, de otros santos como los llamaba la iglesia. Lo estaba juzgando y no de buena manera.