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Chapter 53 - Los guerreros caídos del cielo. 

Con su cabeza apoyada en la mesa de su campamento Lenet se arrepentía de la idea que le comentó a Sahidra. No tenía más opción. Ningún mortal seguiría sus pasos. Gorlick preguntó al niño por su tristeza. «En este momento de seguro Yalep debe estar imaginando mil maneras de matarme. Me siento extraño. Seguro es porque jamás peleé contra una parte de mí mismo». 

—Todos perdemos algo en el campo de batalla —. Aseguró el hombre delgado cual rama. 

—No temo perder algo en el campo de batalla sino a que tendré que hacer si no lo logro. 

* * *

Yalep desquitó su ira contra Lenet en sus entrenamientos. El vio a la distancia a Fergolak paseando en medio de la noche. El niño pelirrojo lo busco. Extendió su pesar por la decisión de su hermano. Al estafador no le sorprendió la decisión mas si le dolió. 

—Se cómo te sientes. Lenet es igual. Frío y calculador. Pero un imbécil al final. Por eso paso las noches en los escondites del centro de la ciudad. Quiero ser yo quien lo mate.

—En vez de vivir obsesionado con tu venganza deberías pasar más tiempo con tu novia si es que entendí bien lo que me contaste en la mañana. Deja que los adultos nos encarguemos de los escondites.

Yalep sonrió avergonzado:

—¿Por qué lo dices?

—Intuición. 

* * *

Gorlick describió con una frase el destino del niño. «Perder hoy para ganar mañana». Lenet ya lo sabía. El dirigió miles de batallas para liberar otros mundos. El estafador con la nariz torcida resaltó un detalle en su historia. Jamás el primer enviado llevó tropas sedientas de sangre a las puertas de su familia. Bli negó ese parentesco con los montañeses. 

—Sabes que eso no es cierto. El libre albedrío que prometieron los dioses es una farsa. ¿O tú escogiste tu familia?

* * *

Lu temía perder el control de su luz. La meditación la ayudaba a tener sus ideas en orden. Después practicaba la pose con sus manos. En su escondite, con el pueblo a sus pies estaba segura de su reflejo. Odiaría recordar su pesadilla. Yalep llegó para devolverle la sonrisa. Los dos se sentían terribles pero juntos sufrían menos. Ella sabía que no escogió sentirse así. Se lo dijo al niño pelirrojo.

—Creo que después de catorce años aquí hasta ahora me doy cuenta.  No escogí tener mis manos así o quitarle el alma a Lenet. Ahora lo vuelvo a pensar y está claro que soy una tonta. Bli tenía razón. Si Maldra nos salvó es porque valemos algo y si no me aprecio, así como él me quiso, sería una falta de respeto a su nombre. 

—Quiero superar lo de mi padre como tú estás llevando lo de Maldra.

—Para eso necesitas alguien como tú. 

Con la información que recogieron las estrellas, los hombres de Lenet lograron avanzar colina arriba. Subieron por la parte boscosa. El viento sopló y los montañeses percibieron su aroma. La tormenta inició antes. Los truenos de las estrellas atacaron a las casas. El fuego llamó la atención de Yalep. «Busca tu refugio» dijo cuando sacó su reloj.

Apenas siendo perceptible, Yalep bajó la colina. Tomó impulso y atacó a sus enemigos desde arriba. Sus rayos eran fulminantes. Esquivaba los golpes y se protegía de los truenos con el campo de fuerza. Presionó la corona por cinco segundos. La estrella roja no pudo protegerse del puñetazo electrificado a su barbilla. Usaba el escudo para ganar aire. El brazo con el que sostenía el reloj lo carcomían las líneas amarillas. Los caídos concentraron su ataque en él. Ese era su objetivo. A las espaldas de los hombres de Lenet, Saigona y Welick estaban listos para acabar con las huestes celestiales. 

Con su puño de hierro Yehbal destrozó los rostros de piedra de los caídos. Aplaudió para desestabilizarlos. Los maestros del rayo salieron de sus escondites. Rodearon a los hombres de piedra. De los tejados bajaron los herejes. Welick dirigió el ataque combinado. El suelo de las montañas de Kenot recibió como ofrenda los cuerpos desechos de sus invasores. Yalep alzó la mirada. Una luz blanca parpadeó en el escondite de Lu. Bli usó su misma estrategia.

Welick cuidó su espalda. Con un aplauso de Saigona tomó impulso. Mantuvo presionada la corona del reloj todo lo que pudo. Debía alcanzar a Lenet y detenerlo. Su mirada lo vio todo en un segundo. La niña derrotada en el suelo. Bli listo para acabar con ella con su mano apuntando a la cabeza de su amor. Su pulgar se quería zafar del objeto imposible. Nada era más rápido que la luz, hasta ese día. 

Lu abrió sus ojos azules. El campo de fuerza la protegió. Yalep la volvió a ver. Sonriente no le importó que las líneas amarillas lo consumieran. Una explosión lo desintegró por completo.  Lenet apenas se agarró del suelo por la onda expansiva. Se arrastró dolido por quien conoció por mucho tiempo. «Él no debía morir así» Exclamó al cielo. Frustrado atacó con su luz a la niña. Ella tomó el reloj y se protegió con él. 

Lenet golpeaba el campo de fuerza mas se rindió en llanto. Vio a Saigona y a Welick aproximarse a toda velocidad. Juntó su orgullo y se marchó cuan rápido pudo. «No» Repetía Lu desconsolada.