«¿Este es el final?» Preguntó la niña a si misma. No lo sabía. Su corazón estaba lleno de miedo. Su lucha fue en vano. Lo perdió todo. Ahora quería salvar lo poco que quedaba. Aun así, se engañaba. No quería aceptarlo. Sus pensamientos eran contrarios a sus acciones. No podía desprenderse de todo por lo que peleó. Por su existencia. Siempre lo supo. Lenet se lo dijo en la colina. No eran sus manos azules las que destruían, sino sus acciones.
Reconoció la ciudad de las caras de piedra. En donde había un altar ahora yacía una pirámide enorme de piedra. Sahidra le entregó la daga a su sobrino. «Pronto todo acabará».
Abrieron la jaula. Sentaron a la niña en un trono de piedra. La amarraron. Lenet miraba la daga indeciso. Apretó fuerte la mano con la que sostenía el arma. Caminó hasta quedar frente a ella. Calmó su temblor. Llevó su brazo hacia atrás y clavó el objeto imposible en la costilla de Lu. La primera alumna sintió el frío metal entrar a su cuerpo. Se ahogaba en su propia sangre. El líquido de la vida manchó a Bli. Era azul. Desapareció por un segundo. Levantó su mirada. Reconoció los ojos de decepción. Eran los de su madre.
La sangre de la niña se esparció. La pirámide enorme se llenó de líneas azules. Los lectores de Sahidra mostraron el desenlace. El ojo que todo lo ve colapsaría. El reloj fue alcanzado por el líquido azul de la niña. Se unió a ella. Aumentó el avance. La diosa se asustó. Las huestes celestiales abandonaron el planeta.
—¿Qué hago? —Dijo Lenet antes de que partiera.
—Arréglalo o no te podrán llamar Lenet.
El hijo de Sahi usó su tablero temeroso. No tenía idea qué hacer. Kaleck lo tomó de su túnica verde. Él no quería abandonar la pirámide. Gritaba llorando por su derrota mientras él y su hermanos salieron corriendo de ahí. Incrédulo. Se entumió en los brazos del segundo enviado. Lenet alzó su mirada la pirámide estaba en lo más alto como un segundo sol azul.
Un destello azul se alzó por encima de las montañas abriendo un hoyo en el espacio tiempo. Weledyn abrazó a Dall. Miró como la luz azul venía por ellos. «¿Qué has hecho Lu?»