Saigona y Fergolak notaron que las huestes celestiales retrocedieron. Ellos salieron a ver y miraron el implacable rostro gigante y blanco de Golowy. Yehbal se llenó de miedo, pero al ver a Lu regresar y alzar su puño azul todos gritaron «¡Victoria!».
Gorlick regresó y Lenet no le perdonó la vida. «Así supieron del ataque subterráneo».
Los herejes recogieron el cuerpo de su líder. Sus lágrimas eran de alegría. Ella murió defendiendo su causa. Fergolak encontró el cadáver de su hermano. Entre sollozos repetía una y otra vez «Gracias hermano mío». Todos celebraron y tomaron por doquier. Lu se sentó en la orilla del lugar donde habló con Lenet antes de iniciar la batalla. La tarde era hermosa. La campesina indigna fue a hablar con ella. Fue la primera en darse cuenta. La mujer consoló a la niña. «Maldra estaría muy orgulloso» le repitió.
Weledyn, Dall y Lu extrañaron a los que partieron juntos. La madre le agradeció por la pelea dada por ella. La niña de cabello azul le contó su decisión. «No harás tal cosa, no después de lo que ellos hicieron por ti».
—No tengo más opción.
En la noche, cuando la luna llena estuvo en su punto más alto llegaron a las colinas estrellas rojas junto a Lenet. La sorprendieron. Lu escondió el reloj.
—¿Lista?
—Acabemos con esto de una buena vez.
En una jaula se llevaron la mejor mercancía de Maldra. Weledyn no la pudo verla partir. Saigona no lo creía. Lu se había entregado.