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Chapter 5 - Capitulo IV. Las pistas del caso

Ya encontrada la pista, los detectives y yo nos acercamos a la pared pintada, el tío Arthur saca del bolsillo de su saco una lupa con mucho aumento y registra la palabra escrita de pie a cabeza, a veces hablando para si mismo y olvidando que le veíamos, acto seguido, terminó de examinar la pared y siguió con el resto de la habitación; la chimenea, el librero, el escritorio, todo lo que hubo en esa habitación fue registrado por la mirada inquisitiva y curiosa del tío Arthur. Cerca de la chimenea encontró una pipa, mando a llamar a la señora Christina para preguntarle:—¿Me puede decir si ésta pipa pertenece al coronel?—colocó la pipa en el escritorio.

—no señor, el no fumaba ya que tenía problemas de salud.—contestó la empleada.

—¿Problemas de salud?

Mi tío puso su mano en su barbilla y murmuró:«interesante, realmente interesante»

—señora Christina, gracias por su cooperación, puede retirarse—dijo—. Detective Morrison, revisaré el cuerpo, por favor se puede alejar un poco junto a los demás.

—claro.

Dejando de lado el asunto de la pipa, prosiguió con el cuerpo e hizo lo mismo que con la pared, para no aburrirlos con detalles, les diré que después de unos minutos de analizar el cuerpo, dijo por fin:—Matthew, nuestro trabajo aquí ha terminado, detective Morrison ya pueden llevarse el cadáver.

—por supuesto, pero señor tengo una duda, ¿dónde está el arma del crimen?—preguntó Morrison.

—pronto aparecerá, pronto—respondió pensativo—. Sabemos que el arma del crimen debe ser un cuchillo, o tal vez...—volvió a sumirse en sus pensamientos.

—entiendo—dijo el detective Morrison—, ¿Y al final que sacó usted de la palabra escrita en la pared?

—ah, eso. Pues que nuestro hombre mide entre 1.70 y 1.80 de alto, está ya en la tercera edad pero es de cuerpo corpulento y se mantiene en buen estado físico. Tiene una leve lesión en su pie izquierdo.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro el detective y yo, pues no sabíamos de dónde sacó el tío Arthur estos datos.

—¡pero señor Chandler!

—ya le he proporcionado los datos necesarios detective, ahora sí me disculpa, debo ir al pueblo en busca de más pistas. ¡Matthew, vamos!

El detective Morrison se quedó allí a esperar a los de la morgue, al rato mi tío y yo bajamos en busca de la casa rodante. Y así nos embarcamos en la casa rodante e íbamos camino a Howardville. Sarah y Steve aún no volvían de traer a ese cerrajero, y al recordar esto me pregunté para que necesitaría mi tío a un cerrajero en éste caso. Por otro lado, no aguante la curiosidad y le pregunté de dónde sacó los datos que nos dijo al detective y a mí hace un momento.

—aún no puedo deducir de dónde has sacado esos datos, tío.—comenté para iniciar una conversación.

—es fácil, las personas por instinto suelen escribir a la altura de sus ojos y pudiste ver qué la palabra escrita estaba cerca de los dos metros de altura.

—¿Y lo del su cuerpo y  estado físico?

—la pipa muchacho, la pipa no era del coronel Sandler, en la boquilla estaba fuertemente mordida lo cual indica una buena dentadura—explicó—. Y lo del cuerpo lo supe debido al trazo de su caligrafía, pude observar con mi lupa que esa persona remarcó la palabra, sus dedos eran gruesos y de una mano muy grande, además la precisión y profundidad con la que enterró el cuchillo al coronel no pudo hacerlo alguien de cuerpo normal, no, debió ser alguien fuerte.

—entiendo, ¿Y lo de la lesión en la pierna?

—por las huellas, había huellas de la zuela del zapato llenas de barro y arena, estás eran más profundas que las del pie izquierdo el cual es el lesionado, la precisión de su paso firme en un pie y en el otro no, me llevó a la conclusión de que está herido de la pierna izquierda.

—y lo de la tercera edad?

—por la longitud de sus pasos, eso fue muy sencillo de averiguar, observación hijo, observación.

Asentí a sus respuestas, y al parecer leyó mis pensamientos y dijo:

—del cuerpo no te puedo decir lo que averigüe, me lo estoy guardando para el acto final—dijo serena y confiadamente—. Ahora nos dirigimos a la casa de un viejo borracho que vive en este pueblo, nos será de ayuda.

—¿un viejo amigo?—pregunté curioso.

—sí, es dueño de una taberna pero a esta hora suele estar libre.

Ya había comprendido sus palabras, mi tío planeaba buscar información acerca de alguien. Al ir por la carretera me puse a pensar en el tal Alvin Cooper, ¿Fue la última persona que vió con vida a la víctima? A los ojos de todos es el principal sospechoso pero nadie había preguntado por él, ni siquiera el tío mostraba interés alguno en él a pesar de que dijo que se traía algo entre manos cuando entró con el coronel a su habitación de trabajo. También empecé a recordar a Ángela, la pobre muchacha ha de estar destrozada y yo no estoy allá para consolarla y darle mi apoyo.

—ya llegamos—dijo mi tío abriendo la puerta del conductor de la casa rodante—, bienvenido a Howardville, Matthew.

Era un pueblo muy hermoso y cómodo, lleno de calles calladas y un tanto solitarias, la soledad de las calles era compensada con la belleza de sus casas, casas sencillas de dos pisos de alto y un pequeño jardín en la puerta frontal; caminamos por las calles,a veces cruzando por calles habitadas y otras veces por calles solitarias hasta que por fin llegamos a nuestro destino.

—¡se encuentra el viejo Phil!—exclamó mi tío tocando la puerta—¡Phil, soy Arthur!

Al cabo de decir estás palabras, la puerta abrió en un santiamén, y ocultando parte de su ser en ella, estaba un hombre de cara astuta y cuadrada, su cabello canoso resaltaba el color oscuro de la puerta, sus ojeras eran señal de desvelo, tal y como le entendí a mi tío cuando dijo que trabaja en un bar, su espalda era encorvada, y las venas y huesos de su cuerpo eran notorias en sus manos. Se sostenía con un viejo bastón de madera y llevaba puesto un saco color café y pantalones del mismo color, un bonito anillo de oro decoraba su delgada mano, sus orejas eran grandes como las de un sabueso, su nariz era larga y puntiaguda como el pico de un águila. Al cabo de unos segundos nos recibió y permitió entrar a su hogar.

Era una sala sencillamente amueblada, sin cuadros en la pared a excepción de un retrato de mi nuevo conocido, la repisa de la chimenea estaba decorada con figuras fotos de su juventud, me pareció un poco inseguro colocar fotos cerca de la chimenea pero no era de mi incumbencia. Nos ofreció un café que por su olor, era delicioso pero lo rechazamos ya que no era una visita social desde el punto de vista de mi tío.