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Chapter 2 - CAPITULO I: UNA CIUDAD FANTASMA - Parte 1

"Hace mucho, en los comienzos de esta Era, los niños salvados despertaron. El Thanato recién había arrasado con la humanidad, y ahora los pequeños estaban perdidos en un mundo vacío." - Los Comienzos del Mundo Vacío – Cuento popular _ Por: anónimo

La luz brillante la hizo cerrar sus ojos tan pronto los abrió, y sabía que olvidaba algo el momento en que despertó, pero eso también lo olvidó.

La chica no sabía dónde estaba. El entorno aun cegado por la luz blanca que ardía desde un techo cercano.

Con un gruñido se intenta mover en lo que parece una camilla mal acolchonada, valiéndose solo de sus extremidades entumecidas y débiles. No tarda mucho en percatarse de la pequeñez de la camilla cuando sobrepasa su borde y cae dolorosamente en el suelo, que estaba más lejos de lo que debería de estar.

Su garganta seca no le deja gritar cuando sus sentidos reaccionan al dolor y abrir la boca parece costar más de lo que debería. La chica siente como su cabeza le da vueltas tras el golpe. Tiene el impulso de tocarse su cara, su cabeza, pero sus extremidades parecen gritar del dolor con cada movimiento. Una lágrima abandona uno de sus ojos marrón-madera silenciosamente.

Su corazón palpita cuan fuerte puede. Cierra los ojos con la esperanza de que mitigue el dolor. Pero no ayuda mucho que el silencio le permita oír sus latidos desesperados y su respiración descontrolada.

La chica abre sus ojos al darse cuenta de lo inútil que es intentar calmarse, e intenta ver donde está desde la posición en la que se encuentra.

La camilla, alta e imponente, se alza al lado de ella. Es de hospital, pero no parece el tipo de camas en las que uno es hospitalizado. Mira a su otro lado y se encuentra una pared. No está en un cuarto de hospital, está en un pasillo.

El pasillo está en completo silencio. No hay un solo indicio de que alguien esté cerca, de que haya alguien dispuesto a explicarle que sucede.

En un lamentable esfuerzo por sentarse, la chica intenta acercar su mano a la camilla para ayudarse. El dolor sigue ardiendo en cada parte de su cuerpo, pero la idea de quedarse tirada en el suelo por quien sabe cuánto tiempo en quien sabe qué lugar no es muy atractiva tampoco. Así que agarra con fuerza una de las patas de la camilla y traga saliva, preparándose mentalmente para el dolor que le provocará el movimiento. Entonces, cuenta mentalmente.

"Tres" Aprieta con más fuerza la pata.

"Dos" Inhala profundamente una vez más.

"Uno" Y en cuestión de segundos se sienta.

Esta vez su garganta se abre en un grito estridente. La chica intenta calmarse, suprimir el dolor, pero lo que ve no le permite hacer ninguna y simplemente hace crecer la lista de preguntas.

En el suelo, esparcidos alrededor de la camilla, hay unos uniformes. Pequeñas pilas de ropa tan inquietantemente fuera de lugar. No son solo los uniformes, hay accesorios de vestir y unos zapatos sobresalen de los montones, también ropa interior. Pero no hay una sola persona para reclamar el desastre.

El silencio parece pesar más por cada segundo que pasa. El pasillo tiene varias puertas, todas cerradas. No hay mapas o guías, pero se puede ver una puerta doble que dice salida a lo lejos, en el fondo del pasillo. Probablemente lleva a unas escaleras de emergencia.

Cuando la chica la nota empieza a buscar algo que no está ahí. Y es entonces cuando se percata de algo que había parecido olvidar hasta ese momento.

La chica es miope. O debería serlo. El cartel no está cerca. No debería de ser capaz de discernir las letras lejanas, y los objetos lejanos tampoco deberían de ser nada más que manchas.

Aun así, su vista está perfecta.

"¿Qué está pasando?" Sus instintos le ruegan por moverse y caminar. Salir de ese lugar, encontrar a alguien, pedir ayuda. Quiere respirar el aire de afuera; necesita estar afuera. Pero su cuerpo parece no poder corresponder, el dolor haciendo una tortura de cada movimiento.

Entonces, con cuidado, la chica hace uso de sus bazos para acercar sus piernas a ella misma y apoyar la planta de sus pies en el suelo. Agarra una barandilla que está justo debajo del colchón, vuelve a contar desde tres y se levanta con un gruñido.

Finalmente sobre sus pies, un ligero dolor de cabeza nubla su vista por cambiar de posición tan repentinamente. Suelta la barandilla y se toca la frente con el ceño fruncido. Y es solo cuestión de segundos hasta que sus débiles piernas ceden a su peso, e imposible de mantenerse balanceada cae rotundamente.

La chica logra amortiguar la caída con sus manos, pero sus rodillas también toman gran parte del golpe. Se sienta rápidamente antes de que sus brazos también dejen de soportarla, esta vez con su espalda apoyada sobre la pared.

Las náuseas se empiezan a apoderar de su cuerpo. La bilis asciende quemando su garganta, intenta no vomitar, pero el líquido amarillento la deja más rápido de lo que puede evitarlo. La ropa que está utilizando se ensucia, lo que antes era una simple tela blanca amarrada con un nudo a sus espaldas, ahora tiene una mancha asquerosa amarillenta.

Aun débil para moverse la chica se resigna a limpiarse la boca.

La chica cierra sus ojos y empieza a respirar lentamente. Intenta recordar lo último que sucedió antes de despertar en ese lugar.

Recuerda haber estado caminando a algún lugar, después, de la nada, todo desapareció, la oscuridad se apoderó de su mente. Su siguiente memoria es haber despertado en esa camilla. ¿Se habrá desmayado?

Aun intentando aclarar sus recuerdos borrosos, un ruido atrae su atención. Voltea inmediatamente a la dirección de donde proviene y el silencio vuelve a apoderarse del lugar. Estaba muy lejos, de no ser por el silencio total no lo habría escuchado. Parecía que algo se cayó. ¿Habrá alguien más ahí?

La chica traga saliva, se reacomoda sobre sus piernas mirando hacia la salida, y apoyada en la pared a su lado empieza a levantarse lentamente. El dolor sigue presente pero ya no se siente tan débil como antes. Antes de que su mano ceda y se resbale en la pared lisa, pone su otra mano en la camilla y tira el peso de su cuerpo encima.

Aprovechando la camilla como caminadora, apoya la mayor parte de su peso en ella para empujarse lentamente hacia el final del pasillo. Medio empujando, medio arrastrando sus pies, la chica espera que algún otro sonido le indique que no está sola, algún movimiento, cualquier cosa que le asegure que no imaginó lo de antes. Pero llegó a las puertas grises bajo el letrero de salida al final del pasillo y el silencio parecía ser el único presente.

Con piernas temblorosas la chica se acerca a las puertas, una mano estirada y la otra apoyada en la camilla. Una placa cruza el medio de cada una de las puertas, y cuando presiona la mas cercana a ella la puerta se abre silenciosamente.

La chica intenta abrir la otra puerta también para poder pasar la camilla, pero esta está en el miedo, haciendo más difícil de lo que debería presionar la placa en la otra puerta, y se siente muy débil para hacer el esfuerzo extra de reacomodarse y mover la camilla. Y es probable que haya escaleras más adelantes, tendría que dejar la camilla en cualquier caso.

Termina de abrir la puerta y como era de esperarse esta da al descanso de unas escaleras. Tambaleándose la chica se mueve un poco más rápido para alcanzar la barandilla de las escaleras antes de que se caiga. Apoyada en esta, toma un respiro y se endereza un poco con su mirada en las escaleras frente a ella que llevan hacia abajo. Después de un momento de pensarlo mira las que llevan a arriba, las dos mal iluminadas. ¿Debería bajar o subir? Hasta el momento no ha visto ninguna ventana, es posible que esté bajo tierra.

Como si le respondiera, algo parece golpear el suelo a lo lejos, arriba. La chica duda si debería subir, pero la idea de que encuentre a alguien si sube le parece más tentadora que el silencio que la espera si desciende por esas escaleras. Así que se reacomoda frente a las escaleras ascendentes.

Tomando aire, pone un pie en el primer escalón, después el siguiente y suelta el aire en un suspiro. Vuelve a hacerlo unas cuantas veces hasta que llega al siguiente descanso y se detiene para respirar un momento antes de seguir.

La chica apoya una de sus manos en su rodilla y con la otra se sostiene de la barandilla. No se sienta, temiendo no poder levantarse otra vez. Alza su mirada, contemplando las escaleras que parecen ser más largas de lo que son, y con un gruñido se endereza y empieza a subir las escaleras.

Mientras sube, con su mirada en los pies asegurándose de que no se tropiece, se pregunta si debería de entrar a ese piso, o seguir subiendo. No parece un entrepiso, y realmente no se ha asegurado de donde está. Debería de revisar, tal vez encontrar una ventana y tener un vistazo a fuera.

Cuando finalmente sube el último escalón con un suspiro, la chica eleva su mirada y se encuentra con algo que la hace sentir un poco estúpida. Al lado de la puerta hay un letrero con un número y una palabra que no logra entender, probablemente había otro en la puerta de abajo, tiene que ser el número del piso.

El número es negativo, probablemente está en un piso bajo tierra. La chica vuelve a acomodarse frente a los siguientes escalones, y empieza a ascender con más seguridad que antes, aunque no más rápido.

Pero a medida que sube por las escaleras silenciosas se empieza a hacer las preguntas que no había querido hacerse desde que despertó. "¿Habrán realmente evacuado? Si lo hicieron ¿A dónde y por qué? ¿Por qué me dejarían en la mitad de un pasillo? ¿Es esto siquiera un hospital? No lo parece" La chica maquina sus pensamientos cada vez más rápido y sin darse cuenta ya está dando la vuelta en el descanso para subir el último tramo de escaleras. "¿Y si no hay nadie aquí arriba y los sonidos eran por algún animal?" Deja la idea en el momento que cruza su mente e intenta pensar en otra cosa. No le sirve de nada ser pesimista ahora.

Finalmente llega frente a la puerta, esta no tiene número, solo una palabra y una letra bajo ella. En ese momento también se da cuenta de que no tenía que haberse preocupado sobre cuanto subir, no hay más escaleras. Respira profundamente a medida que acerca su mano a la palanca que hay en la puerta, percatándose de que ya no se siente tan débil, que ya se puede mantener parada por sí misma.

Presiona su peso en la palanca, aliviada de que finalmente podrá salir de ahí. Al cruzar la puerta, una fuerte luz blanca le da la bienvenida. Cierra los ojos de inmediato y los vuelve a abrir lentamente dejando que se acostumbren al cambio en la iluminación.

Cuando sus ojos finalmente se ajustan a la luz, la chica logra ver el pasillo que se extiende frente suyo. Pero no da más de dos pasos cuando la puerta se cierra tras ella, entonces un impulso la hace voltear.

Intenta abrir cada una de las puertas, pero ninguna se mueve un centímetro. Solo se podían abrir desde dentro. Pero cuando se decide por intentar abrirlas una vez más "de otra forma", se percata de una pequeña pantalla con números en la pared de al lado. La puerta necesita una contraseña para abrirla, y ella no sabe cuál es, así que se rinde antes de gastar más energías en algo que realmente no vale la pena.

¿Por qué tendría seguro la puerta que lleva a los pisos de abajo? La chica voltea mientras intenta sacarse la idea de la cabeza, mientras intenta no imaginar que se supone que hacía ahí abajo, porque es imposible saberlo. Justo ahora debe de concentrarse en lo que está haciendo y salir de ahí. Un paso a la vez.

Cuando llega a la siguiente puerta, la abre y deja atrás el corto pasillo. Al otro lado hay una sala inmensa. El sol brilla fuertemente y la chica eleva su mano a sus ojos. Inmediatamente a su lado hay una larga mesa con dos sillas y unas computadoras frente a cada una, debe de ser la recepción, entonces la sala debe de ser la entrada.

Aparta su mano lentamente y lo primero que logra discernir al otro lado del salón son unas inmensas ventanas de suelo a techo que dejan ver claramente las calles de afuera. No tarda mucho en encontrar el par de puertas de vidrio en el centro de la pared, pero la chica deja de pensar en la salida cuando se da cuenta de lo que le falta a las calles y edificios más adelante.

No hay personas. Ni un solo alma camina por la silenciosa ciudad afuera. :–

La chica camina cuan rápido puede a través de las baldosas blancas. Su respiración se empieza a cortar más con cada paso, y podría jurar de que su cabeza esta por estallar con el creciente pulso de su sangre.

Abre las puertas débilmente y da un paso afuera. Mira a cada lado. Se adentra en las calles vacías. Se acerca a una hilera de autos más adelante y revisa dentro de cuantos puede, pero no encuentra a nadie en ninguno.

Se está alejando de un carro cuando es consciente de su reflejo y voltea inmediatamente al espejo a su lado. Realmente no se ve diferente, aunque no sabe que esperaba. Su pelo ha sido cortado y no es más que un dedo de largo, su tez está un poco pálida y nota de que está más delgada de lo que se había percatado al principio, pero lo que le llama su atención son sus ojos. Sus irises antes de un marrón tan oscuro que generalmente se confundía con negro ahora parecen tintados de un blanco que los esclarece hasta perecer marrón claro.

Mira desesperada a su alrededor y vuelve su mirada al edificio del que acaba de salir. No es un hospital, eso es definitivo. Su cabeza da vueltas en todas las posibilidades de porque está ahí, en las vagas explicaciones que se le vienen a la mente, pero sus pensamientos aún están muy borrosos como para que se pueda conformar con una. El problema no es solo la falta de personas, y el cambio en ella, sino que tampoco tiene ninguna idea de donde está.

La chica se deja caer en el suelo. Y simplemente mira al edificio bajo el que despertó como si este pudiera darle alguna respuesta en cualquier momento.