Virla tira el cuaderno y aprieta sus manos sobre su cabeza. El dolor de cabeza no para y parece pulsar cada vez más hasta el punto que piensa que explotará.
"No, ese no es mi nombre, estoy segura" Pero sin importar cuanto lo intenta, lo único que se le viene a su cabeza es ese nombre extraño: Virla, y nada más.
La chica siente otro nombre en la punta de su mente, en las voces de su memoria rota, pero cuanto más intenta recordarlo más le duele su cabeza. Susurra el nombre una y otra vez, dejándolo llenar sus oídos – asegurándole que nunca lo había oído antes – con la esperanza de que así recordará su verdadero nombre, pero se tiene que detener cuando se empieza a marear y a sentir sus sienes palpitar.
Dolorosamente se levanta de donde estaba agachada en el suelo e intenta despejar su mente mientras se pellizca el puente de su nariz. Cuando se ha disipado el dolor casi por completo, abre sus ojos y siente la necesidad de patear algo y su impulso encuentra su lugar en la bolsa cerca de ella.
Pasa su mano por su cabeza, y al sentir su mente un poco más despejada, Virla mira a su alrededor, sin saber que espera encontrar exactamente.
Tiene sed, y cuando le da reconocimiento a eso el hambre también se hace saber.
Rápidamente la chica escanea las calles en búsqueda de algún lugar en el que pueda haber comida, como un restaurante, una tienda o un mercado. Su mirada finalmente cae en unos locales no muy lejos de donde está y su estómago parece gruñir cuando discierne los postres en la vidriera de uno de ellos. Entonces con una última mirada al edificio detrás de ella, recoge el cuaderno y el lapicero del suelo y se pone en marcha.
A medida que camina, recoge cosas que cree que tal vez le sirvan, como un maletín y una botella la cual se termina el agua apenas la tiene en sus manos. Se empieza a dar cuenta de que hace más frio de lo que se había percatado al principio y no le ayuda que esté llevando una bata que difícilmente le cubre en vez de ropa. Se debate si recoger algo de las pilas de ropa que están tiradas a lo largo de los andenes, pero si realmente están ahí porque personas las dejaron así, no le gustaba mucho la idea de ponerse algo que no sabía quién había usado antes. Finalmente se decide por recoger una chaqueta gruesa.
Cuando llega a las tiendas curiosamente dispuestas, se tiene que detener un momento para mirarlas mejor.
En algunas de ellas no había ninguna pared que dividiera el interior del exterior y estaban separadas entre si por paredes bajas que no llegan al techo, en otras se podía ver a través de las ventanas que no tenían cajeros. Hay una tienda en una esquina que parece ser de dos pisos, con ventanas de suelo a techo dejando ver el espectáculo dentro; cientos de estantes con dulces están dispuestos de tal forma que hace parecer que la tienda estuviera hecha de ellos. Esa tienda era probablemente la que más la tentaba.
Pero a pesar de cuanto quería contemplar los locales, el hecho de que la mayoría dejan a la vista sus adentros por completo hace crecer su apetito.
Virla empieza a caminar a uno de los locales, lo que parece un pequeño mercado, pero por un segundo piensa ver algo moverse por el rabillo del ojo y se detiene. La chica voltea de inmediato y espera unos segundos. Esta vez oye un sonido, un siseo. Una persona.
La chica se mueve cuan rápido sus piernas le permiten hacia el local del que provino el sonido. Es uno de los locales abiertos, una tienda de postres, todos empaquetados. Cuando Virla llega frente al local le falta el aire a pesar de que realmente no corrió y el lugar no estaba muy lejos.
Mira a cada lado y no tarda más de un segundo en ver al niño tirado en el suelo. Virla corre hacia él y en unos cuantos pasos se encuentra frente suyo. El niño levanta su mirada, su cara en una expresión de dolor. Virla no reacciona a lo que ve, solo se arrodilla y toma al niño de los hombros.
- ¡¿Estás aquí solo?! ¿sabes a donde se fueron los demás? – las palabras le salen en un pequeño hilo cortante, y le cuestan más de lo que esperaba.
El chico solo la mira, el miedo que cruza sus ojos la detiene de seguir sacudiéndolo y de tal vez amenazarlo por respuestas, dándose cuenta de que lo está asustando. Realmente no había pensado que haría si encontraba a nadie, solo tenía un motón de preguntas, pero ahora no sabía que decir.
Virla se sienta frente al niño esperando a que se calme, su cuerpo temblando ligeramente mientras sostiene su mano con recelo. Deberá de tener unos once o doce años. La chica pasa sus manos por su cara mientras aclara sus pensamientos.
- ¿q-qui-en e-ere-e-s? – el niño tartamudea.
Virla levanta la mirada. Se ha alejado un poco de ella.
- Soy… - la chica duda, sin saber ella misma cuál es la respuesta correcta – No sé quién soy – responde en un susurro,
Inmediatamente lo mira a los ojos al darse cuenta de lo inútil que eso sonó. El chico se estremece con la mirada, y hace que Virla se percate que lo está asustando cada vez más. Estira su mano al chico e intenta sonreír.
- Perdón, me llamo Virla, no te quería asustar – Su voz parece cortarse por algo más que su ronquera cuando dice el nombre.
El chico duda si tomar su mano, hasta que ella se cansa y la baja un poco incómoda. Virla se fija en la mano que aun sostiene como si se hubiese herido. No sabe si acercársele, puede que eso solo haga la situación peor. Decide por usar sus palabras a pesar de lo costoso que sigue siendo hablar, pero un sonido la detiene.
Virla se da cuenta de que el ruido proviene del chico, que ahora agarra su barriga con una de sus manos. La chica suspira y logra sacar una pequeña sonrisa. Se levanta pesadamente y empieza a revisar los paquetes llenos de postres, los cuales están dispuestos en unos dispensadores que nunca había visto antes. La chica se decide por uno de los ponquecitos, así que se acerca para tomarlo.
- ¡NO! – el niño grita.
Virla se detiene y se aleja de los postres en un salto. Mira al chico, a sus ojos cristalinos. Él se levanta, finalmente soltando la mano que había mantenido escondida por tanto tiempo. Está roja.
La chica mantiene su mirada, esperando que se explique. Y mientras el chico parece armarse de valor para hablarle, Virla nota que no solo estaba temblando por el miedo; tiene frio. Al contrario de ella, él lleva una ropa azul que parece un pijama, pero probablemente no le proporciona mucho más calor que lo que ella lleva puesto. Duda si entregarle su chaqueta, "No seas egoísta" se regaña, pero antes de poder convencerse a sí misma, el niño empieza a hablar.
- Intenté tomar uno de los paquetes, pero algo pareció electrocutarme – lo dice tan rápido que por casi Virla no lo entiende.
- De acuerdo, tendré cuidado.
La chica empieza a revisar alrededor de los dispensadores, buscando alguna idea del porque pasó eso, y es ahí cuando ve en la plataforma debajo de las dispensadoras un pequeño rectángulo que sobresale. El rectángulo lleva una pantalla que brilla y muestra unas palabras en un idioma desconocido y con unas figuras: una tarjeta y una pulsera. Luego aparece la silueta de una mano con un punto en la muñeca y la señal de cancelado.
Virla supone que se requiere poner una tarjeta en la plataforma para poder usar las dispensadoras, así que se pone a buscar entre las ropas tiradas en el suelo por alguna billetera, si es que dejaron eso atrás también.
El chico espera silenciosamente mientras Virla hurga entre las cosas tiradas en el suelo. No tarda mucho en encontrar una cartera y cuando está por levantarse e ir adonde las dispensadoras, se fija en un abrigo en una de las pilas. Lo toma rápidamente y cuando se acerca a la pared se la entrega al chico.
- Cúbrete – y con nada más que una mirada hacia el abrigo, el chico obedece.
Busca dentro de la cartera y no tarda mucho en ver la billetera, al lado de un celular. Saca los dos y mete el celular rápidamente en uno de los bolsillos de su chaqueta mientras el chico aún está distraído poniéndose su abrigo. Sinceramente aún no sabe si debería de fiarse de cualquiera simplemente por su edad.
La billetera no tiene efectivo, aunque cuando la ve mejor realmente no parece ser una billetera. Virla empieza a probar con todas las tarjetas que hay dentro, hay al menos unos cuatro o cinco, hasta que una produce un "bip" y se detiene. Unos números aparecen en la pantalla; hay que poner una contraseña.
La chica maldice en su mente y vuelve a abrir la billetera y después la cartera con la esperanza de encontrar alguna nota, pero no tiene suerte, así que se rinde en tomar algo de una de esas dispensadoras. Si lo que el chico dice es cierto, no quiere sacrificar su mano.
Después de un momento otra opción más simple se le viene a la mente. Empieza a revisar a través del local hasta que termina saliendo a la calle cuando no lo encuentra dentro. Pero inmediatamente afuera lo ve.
En el suelo hay una bolsa de papel tirada, asomando un pan empaquetado. Toma la bolsa revisando que haya suficiente comida dentro y voltea para volver donde el niño, pero él ya se adelantó y está asomado en el borde del local. El chico la mira esperanzado, pero a la vez dudando si parte de esa comida será para él.
Virla camina hacia él y señala un local al frente de en el que están que parece ser un pequeño restaurante.
- Allá hay unas mesas, sentémonos a comer en una, podemos hablar cuando hayamos comido algo. – Sin estar segura de que más decir o si el chico la acompañará siquiera, da la vuelta dudosamente.
La chica empieza a caminar y antes de que pueda voltear a revisar si él la está siguiendo el chico ya está a su lado. Al elegir una mesa en la terraza, Virla saca todo lo que está dentro de la bolsa para ver mejor su contenido: Un par de panes, unos quesos y un postre; un pedazo de torta de chocolate que los dos miran con anhelo. Cuando se sienta, deja su maletín en el suelo y empieza a dividir la comida, concediéndole la torta al chico a pesar de cuanto le costó soltarla cuando lo hizo.
El chico empieza a devorar la comida sin decir nada y después de verlo por un momento Virla también lo hace. Por un buen rato no se dicen nada hasta que el silencio se vuelve incómodo. El chico es el primero en hablar.
- Gracias - Virla lo mira perpleja; realmente no esperaba que dijera nada – p-por la comida.
- No es nada, - responde la chica – no es como si fuera mía.
El chico empieza a dudar, sin saber nada más que decir.
- ¿Sabes que pasó aquí? – pregunta repentinamente.
"Así que tú también estás perdido" lamenta Virla.
- Sinceramente no sé, mis memorias están muy borrosas, – le da otro mordisco a su pedazo de queso – yo… yo desperté bajo ese edificio, no sé por qué. – la chica señala al edificio bajo el que antes estaba, que sobresale entre los demás.
- Yo también – responde él.
Virla supone que debió de ser la persona que estaba causando todo ese ruido después de que despertó. Y cuando lo piensa mejor, aun así lo haya hecho un poco antes que ella, despertar casi al mismo tiempo era de por si extraño. ¿Por qué estaban dormidos para comenzar? Virla empieza a pensar en lo último que recuerda antes de despertar otra vez, parecía haberse desmayado yendo a algún lugar, ¿había estado en un coma? ¿por cuánto tiempo?
- ¿Virla? – la chica reacciona a la a voz ronca del niño y vuelve en sí.
- ¿Sí? – responde rápidamente.
- Ah, nada, solo es que te fuiste por un momento.
- Perdón, es que simplemente todo esto es muy extraño, ¿de por casualidad no oíste ninguna alarma cuando despertaste?
- No – el chico contesta lentamente mientras lo piensa él también.
Después de un momento Virla lo nota tragar pesadamente, debe de tener sed. Piensa en el termo con agua que tiene consigo, pero luego recuerda que ya se tomó todo el agua, así que la chica se levanta y toma la botella.
- ¿A dónde vas? – pregunta el chico con un evidente temor a quedar solo.
- ¿Tienes sed? Voy a llenar el termo – después de un momento el chico asiente y vuelve al pedazo de pan que aún le falta por terminar, tratando de esconder el sentimiento de hace un momento.
La chica lo mira por una última vez y se pone en marcha. Tarda más de lo que esperaba en encontrar algún grifo, ya que la cocina estaba cerrada y se le hizo difícil encontrar los baños. Cuando vuelve, el chico ya ha empezado a comer la torta y la devora, excepto por un pedazo que apartó.
- No me tenías que dejarme un pedazo – Virla se sienta y le pasa la botella al chico, quien inmediatamente la agarra y no tarda un segundo en poner en su boca – por cierto, no me has dicho tu nombre.
Espera con un poco de ansias por la respuesta mientras el chico termina de tomar el agua. Realmente tenía sed.
- Telos – la chica espera un momento por si va a decir algo más hasta que él se da cuenta de su mirada dubitativa - ¿Qué?
- ¿Ese es tu nombre de pila?
- Si
La expresión de confusión que él le muestra ante la pregunta la deja más perpleja a ella, nunca había escuchado un nombre así. Tal vez el chico sea de otro país, pero no parecía muy probable ya que se están comunicando perfectamente y no resaltaba ningún acento en su voz. Tampoco mencionó ningún apellido, tal vez simplemente no lo quiso decir.
Virla se decide por preguntarle por su apellido, pero se detiene cuando una voz gruesa parece hablar en su oído.
~"Bienvenidos concursantes, al nuevo mundo. Ya que finalmente todos han despertado es momento de que comencemos." ~
Virla mira a Telos, pero el chico no ha movido su boca un centímetro. Su expresión revela que él también la escucha.
~"Tienen 50 minutos…"~
- Esa voz otra vez – dice Telos con sus manos en su cabeza.
- ¡¿Otra vez?! – se sorprende Virla.
~"… para prepararse antes de que el mundo se comience a mover y los territorios se separen. No olviden su misión"~
Virla espera unos segundos a que diga algo más, pero cuando el silencio llena su mente y está segura de que terminó, una parte de lo que dijo la voz la hace pensar. Todos han despertado. Ellos lo habían hecho mucho antes, no se podía referir a ellos, entonces…
La chica se levanta de su silla dejando las cosas atrás. Mira hacia donde el edificio y corre unos cuantos pasos antes de verlas.
Personas.
Hay personas caminando, confundidas, esparcidas, buscando, hablando.
Pero hay personas.
Virla toma sus cosas, guarda un poco de la comida que quedó en su maletín, se come el último pedazo de torta en un bocado y se pone en marcha antes de que Telos siquiera termine de asomarse.