Aunque no había encontrado su cuerpo ni tampoco indicios de su paradero, Juan Madera, o como se le llamaba anteriormente: John Timber, se encontraba muy satisfecho al saber que Santiago se encontraba fuera de combate y moralmente destruido como para ser considerado una amenaza. sonriendo, puso los pies sobre la mesa de su despacho mientras fumaba su habano y leía los documentos que tenía en la mano, documentos que podrían hacerlo un hombre muy rico en una futura contienda que se cocinaba dentro de California, un territorio Mexicano que en cualquier momento pasaría a formar parte de los Estados Unidos. Timber sabía que la idea de expansión de los estados sobre aquel árido desierto era una pérdida de tiempo. Aquella tierra era inútil en todo sentido de la palabra, solo territorio árido con salvajes acechando a cada minuto y con varios pueblos pequeños que no tenían ningún futuro. El Oeste solo era tierra de pistoleros, salvajes y forajidos de la ley que buscaban en aquel desierto un refugio de sus perseguidores. Forajidos como lo fue él en el pasado, mucho antes de llegar a San Domínguez, convirtiéndose en el gobernador por la fuerza de sus armas. Diez pobladores torpes no eran un peligro para Timber y tras pagarle una buena suma de su fortuna, robada del banco de la ciudad de Nueva York, al sacerdote local, fue más que suficiente para que terminase siendo gobernador de forma legal con el apoyo eclesiástico de por medio. Su segundo al mando era el sheriff del pueblo y manteniendo las buenas costumbres de aquellos mojigatos fue más que suficiente para complacer a todos.
El futuro de San Domínguez se encontraba en sus manos y aun así teniendo ese poder él… deseaba mas, deseaba… poder vengarse de…
El sonido de la puerta al abrirse lo sacó de sus pensamientos, García aparecía con el resto de su documentación necesaria para el siguiente paso de su plan maestro.
Colocando la documentación en su mesa, Juan se acercó a ella en silencio tomándola y empezando a leerla, mientras lo hacia García le dijo:
- Esta tarde tuvimos otro problema con ese forajido que solía robarnos cada semana
- Supongo que se escapó antes de que pudieses llegar ¿verdad?- le preguntó Juan molesto leyendo los archivos
- En realidad está muerto… él junto sus amigos fueron brutalmente ejecutados- le contestó García bajando la cabeza en señal de vergüenza
- ¿No te parece un poco excesivo el matar de forma salvaje a unos patéticos ladrones de bancos de segunda mano?- observó Juan sin dejar de leer los archivos
- Es que no fui yo alcalde- le contestó García con pesar
- ¿Quien entonces?- preguntó impaciente Juan sin dejar de leer los documentos
- Una muchacha… muy joven, se llama Shirley- le contestó García sintiéndose nervioso; pero a Juan no pareció importarle y solo le dijo
- Vaya chica- terminando de leer el papel, le contestó- al parecer la muchacha tiene más pelotas que tú, amigo
Largando una risa agradable, le devolvió la documentación añadiendo:
- Todo está en orden, solo queda esperar a que vengan pasado mañana- acomodándose en su silla, colocando los pies sobre la mesa y sus manos sobre la nuca, Juan añadió- espero que tus muchachos les den una cálida bienvenida cuando las tropas del general Torres arriben
- Así lo hare señor- le respondió García tomando el papel emprendiendo la retirada- así lo hare
Tras haberse retirado, Juan vio desde su ventana aquel pequeño pueblo que le había servido muy bien durante todo ese tiempo, pronto les devolvería el favor a aquellos pueblerinos con creces. Riendo se dispuso a dormir un poco en su amueblada y lujosa oficina.
Dentro de dos días las tropas del General Luis Torres llegarían a San Dominguez dispuestos a tomar el pueblo como un cuartel para las tropas Mexicanas que buscaban ir a California con un solo fin: preservarla como un estado Mexicano y reagrupar el ejercito bajo el mando de Torres con el fin de recuperar Texas entre otras tierras quitadas a la nación vecina.