La oscura noche sirvió como un perfecto camuflaje para Winchester quien pudo llegar al pueblo sin ser vista por nadie, subió en secreto al cuarto de Ana y descargó sus nervios abusando de Juan una vez más. Una última alegría en el pueblo antes de la batalla de mañana donde tendría que ser lo más cauta posible para no llamar la atención de los soldados Mexicanos y los Hombres de Madera quienes no se esperaban el pequeño baile que tendrían mañana. Tras terminar de saciar sus bajos instintos con su prisionero, le dio un beso en la frente y se retiró a donde se encontraba su base secreta, dentro de poco el pueblo vería con sus propios ojos el destino que le espera si no deciden decir basta de una vez por todas.
Ana contemplaba con pesar a su amado Santiago, se encontraba dormido y el sudor corría por su frente, no parecía tener una pesadilla pero no estaba segura del todo. De lo que si estaba segura era que ese sudor no se debía al calor del desierto o a una fiebre sino a algo más, una sensación de vulnerabilidad, miedo y pesar que lo habían convertido en un pobre muchacho asustado. Esos bastardos destruyeron a su amado revolucionario y si era verdad que mañana habría una batalla campal entonces Ana ayudaría, quisiera Winchester o no, esta era su batalla y pelearía hasta el final.
Vinieron con el sol de la mañana, un ejército compuesto por treinta jinetes armados con fusiles y tres cañoneros dispuestos a tirar el pueblo abajo. Los Milicianos de Madera, al verlos, se sorprendieron de que el ejército Mexicano quisiera hacer tratos directamente en el pueblo. Sin embargo cuando la pared del banco fue tirada por la primera bala de cañón, los Milicianos supieron que ellos no habían venido con intenciones de negociar sino de conquistar.
Los pobladores salieron de sus puestos de trabajo y casas para mirar como el ejército de México bombardeaba sus hogares mientras los Milicianos huían por sus vidas
¡MADERA!- gritó furioso el general López- ¡HE VENIDO POR TI Y POR SAN DOMINGUEZ! Mierda- susurró Madera al ver a las tropas Mexicanas rodeando su pueblo
El alguacil Ramírez salió de su oficina siendo acompañado por varios Milicianos. Tratando de verse intimidante, confrontó al general Mexicano.
¡Muy bien! ¡¿Qué es lo que sucede aquí?!- le preguntó tratando de verse rudo ¿Así que ustedes piensan que pueden robarme y salirse con la suya así como así?- les preguntó el general López mostrándole la carta donde el gobernador le vendía el pueblo a las tropas de México- ustedes me vendieron esta tierra y ahora quiero lo que me corresponde o abriremos fuego contra ustedes ¿Qué fue lo que dijo?- susurró el joven que atendía el banco ¿Vendió nuestro pueblo?- preguntó el Barbero horrorizado ¡Hijo de puta!- exclamó James furioso al comprender lo que ocurría ¡Eso no es verdad!- le replicó con temor Ramírez mirando para ambos lados, mostrándose acusadoramente nervioso- ¡Y no tienes como probarlo! Me importa un carajo probarlo o no- le siseo el general Mexicano- quiero que nos lo entregues ahora o lo tomaremos por la fuerza ¡Entonces tendrá que ser por la fuerza!- exclamó el alguacil desenfundando su pistola que estaba lista para disparar
No hubo advertencia de ningún tipo, Ramírez le disparó al pecho del General López acabando con su vida, sin embargo esa acción le costó cara porque los granaderos lo apuntaron con sus armas y lo fusilaron. Ramírez alzó los brazos mientras caía de rodillas con su cuerpo cubierto por cientos de agujeros de color rojo. Cayendo de cara, el Alguacil del pueblo fue ejecutado mientras las Milicias abrían fuego sobre los soldados dando inicio a la batalla.
Winchester se encontraba en la terraza de la taberna apuntando a ambos objetivos con su rifle. Mientras ambos se mataban, ella se haría cargo de acabar con los pocos sobrevivientes que quedaban.
Los cañonazos no se hicieron esperar y la iglesia donde las mujeres se encontraban orando fue destruida matando a varias de ellas, las que quedaban se encontraban heridas y sus esposos fueron a rescatarlas. Que esos infelices se mataran entre ellos, sus familias era lo más importante en ese momento.
Las milicias se veían superadas por los soldados profesionales quienes desenvainaban sus sables y cortaban las cabezas de los hombres de Madera. Ana, desobedeciendo a Winchester, se aproximo a donde estaba el campo de batalla y sin contenerse, con su escopeta, disparó contra los hombres de Madera y contra los soldados.
Winchester apuntó a los cañoneros y disparó sobre la cabeza del primero, recargó con rapidez y disparó sobre el segundo. Los otros cuatro se dieron cuenta de su presencia y apuntaron con sus cañones a donde ella se encontraba. El soldado, que sostenía la antorcha encendida del segundo cañón, recibió un disparo en su cabeza y cayó al suelo soltando aquella antorcha que se dirigía a donde se encontraban los barriles de pólvora que se encontraban de repuesto. Los tres cañoneros, que quedaban, dispararon las balas que dieron cerca de Winchester destruyendo el edificio y tirándola hacia el suelo. Varios escombros cayeron sobre ella sepultándola debajo del edificio, que largó una gran cantidad de humo en donde todos peleaban, dejándolos a ciegas los unos a los otros.
El fuego tocó un poco de la pólvora que se encontraba en el suelo al lado del barril y siguió camino hacia el interior. Cuando los cañoneros vieron a sus espaldas que había sucedido con el mechero, la pólvora estalló en una fuerte llamarada que envolvió a los tres junto a los cañones. El fuego lanzó las balas de cañón al aire y estas, como si fuesen meteoritos, cayeron por todas partes destruyendo la casa del gobernador, la barbería, el banco y el colegio abandonado. No solo los edificios recibieron las balas de cañón sino también los soldados y milicias que peleaban en medio del humo, al final nadie veía nada y solo se oía muerte junto a disparos por todas partes. Ana tuvo que salir de su escondite mientras continuaba matando todo lo que se le acercaba. Un sorpresivo disparo en el hombro la obligó a soltar su escopeta. Acostada en el suelo, sujetándose su herida, distinguió la silueta del gobernador Madera siendo acompañado por el maldito clérigo del pueblo y siete Milicias sobrevivientes.
Para cuando el humo se disipó sobre el pueblo, se pudo ver la devastadora destrucción junto a los incontables cadáveres de Milicianos, caballos y soldados Mexicanos. El resultado, aunque un poco incierto, fue la victoria de los Milicianos de Madera sobre las tropas invasoras. Siendo siete milicias las únicas sobrevivientes junto al gobernador, el clérigo, Ana y, por supuesto, Winchester quien en ese momento se encontraba muy herida y dada por muerta.