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Chapter 11 - CAPITULO 10: EL MALIGNO PLAN DEL GOBERNADOR ES REVELADO

La reunión había terminado y los hombres se dirigían por el camino a donde estaba el pueblo; pero antes tomarían una desviación en los montes para poder cambiarse las ropas de soldados y colocarse en su lugar las ropas de civiles. Hasta el momento los planes del gobernador estaban siendo exitosos, Stan sabía que haber traicionado a ese idiota de Santiago fue una gran idea, si solo pudiese dar con su hermano para convencerlo de que se pasase de su lado. Suponía que solo era cuestión de tiempo y poco esfuerzo para lograrlo debido a que Jim siempre había sido un pobre cobarde que ladraba más de lo que en realidad mordía; pero al menos era prudente en comparación con Santiago. Cuando se unió a su causa era porque en realidad creía en ella, Stan era un hombre de ideas concretas e inamovibles, siendo ellas la política junto con la religión su punto más fuerte. Al principió si estaba en desacuerdo con lo que el gobernador hacia; pero a diferencia de su hermano, Stan si era un hombre que peleaba hasta las últimas consecuencias y no temía a la muerte ni al dolor físico, solo temía al infierno. Cuando oía a Santiago hablar en contra del gobernador Madera, Stan si creía en su palabra, si creía que podía haber un cambio; pero jamás estuvo a favor de una revolución, ni en ese momento ni tampoco ahora con sus amigos a su lado dispuestos a cumplir sus deberes con su nación y con su Dios. Oía a Santiago hablar en contra del gobernador, aumentando sus deseos de un futuro mejor para San Dominguez y ni bien comenzó la rebelión, Stan se debatió internamente si debía seguir al lado de Santiago e incluso si debía traicionar o no a ese revolucionario que buscaba un mejor futuro por medio de las armas, el mero hecho de que su hermano siguiese ciegamente a Santiago hacia que su debate se intensificara; pero cuando Ana, una vil prostituta, entró a su grupo fue que Stan comprendió de qué lado estaba en realidad. Él no era un sucio revolucionario sino un patriota cuyo actuar se basaba en la ley. Tras ir con el padre Carlos y confesar sus pecados, este le aconsejó que traicionara a Santiago en nombre del señor, algo que Stan no tardó en hacer. Sus antiguos camaradas fueron ejecutados por su propia mano, lloró al hacerlo; pero lo hizo porque era su deber con Dios y con la patria. Solo dejó a su hermano vivir porque era su hermano, sin embargo si él no renunciaba a sus patéticos intentos de tumbar al gobernador entonces no le quedaría más remedio que eliminarlo, fuese o no su hermano. Detestaba en el fondo de su corazón el destino que sufrió Santiago, sin embargo no se arrepentía de haber cumplido con su deber cristiano. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el primer disparo que recibió el hombre estaba a su lado. No se había percatado siquiera de que se adentró lo suficiente en la angosta ladera de unos montes donde se convirtieron en blanco fácil para sus cazadoras.

Fuera cual fuera la razón por la cual ellos se adentraron a esa ladera no le importaba, cabalgaban por un desfiladero siendo blanco fácil para ella, Winchester le susurró:

- ¿Deseas atacarlos o seguirlos devuelta al pueblo?

- Si ellos vuelven al pueblo, entonces esta persecución habrá sido en vano, sea lo que sea que el gobernador planea debe ser detenido de inmediato- cargando su rifle, Ana, le contestó a Winchester- ha llegado la hora de actuar

- ¡Así se habla!- rió Winchester cargando su rifle dispuesta a pelear un poco con esos sujetos

Estando dentro del desfiladero no se percataron del peligro hasta que el primer hombre fue asesinado de un disparo en la cabeza, los otros se armaron casi de inmediato; pero, antes de poder apuntar siquiera, dos de ellos fueron asesinados de disparos que impactaron en sus rostros, quedando dos restantes

- ¡Tenemos que huir pronto!- gritó Stan; pero un disparo en su hombro lo tomó por sorpresa obligándolo a caer del caballo. El corcel de su compañero se asustó y empezó la huida, sin embargo la cabeza de su jinete explotó, como si fuese una calabaza tirada por la cima de ese barranco, y el cuerpo cayó al suelo con su bota enredada en la silla. El caballo continuó con la huida arrastrando el cadáver de su jinete todo el camino de vuelta a casa

No tuvieron ni siquiera la oportunidad de defenderse. Tomando su fusil, Stan, intentó ver de dónde provenía el ataque; pero antes de poder ver la silueta de Ana, un disparo se oyó y el sonido retumbó en todo el desértico desfiladero. El brazo derecho de Stan había sido herido, soltando su arma, Stan trató de huir; pero otro disparo le alcanzó hiriendo su pierna izquierda. Trató de reptar por el suelo, sin embargo ya era tarde. Bajando por el desfiladero, con sumo cuidado, Ana apareció delante de Stan apuntándolo con su rifle.

- Hola Stan- lo saludó Ana-¿Me recuerdas?

- Tú… la puta- jadeó Stan poniéndose de espaldas al suelo, encarándola de algún modo- de haber sabido que eras igual de… peligrosa que… Santiago… te habría asesinado antes

- Y yo de haber sabido que nos traicionarías, te habría matado hace mucho tiempo atrás- le contestó Ana sintiéndose colérica- lindas ropas, ¿A qué se debe ese uniforme tan pulcro que llevas puesto?

- No… no es de tu incumbencia- le contestó Stan tratando de darle pelea todavía a su enemiga

- Vimos que te reuniste con un soldado Mexicano- le respondió Winchester hurgando en los bolsillos del pantalón blanco de Stan en búsqueda de ese papel que observaron unos minutos antes- ¿acaso desean dejar de ser milicia?

- ¿Quien… quien eres tú?- le preguntó Stan molesto

- Alguien que desea ver a su alcalde morir- le contestó Winchester encontrando el papel y sacándolo de un solo movimiento- John Timber es un peligro para todos los civiles inocentes, soldado

- ¿Quién?- preguntó Stan sorprendido

- John Timber- le contestó Winchester abriendo el papel empezando a leerlo- o Juan Madera, es lo mismo; pero en español. Un peligroso tratante de blancas que dominó varios prostíbulos en el estado de Texas hace unos años atrás, él logró huir de las autoridades durante la gran cacería de criminales de mil ochocientos cincuenta y ocho. Mi primer trabajo como caza recompensas también

- ¿Tra… tratante de… blancas?- preguntó horrorizado Stan al descubrir aquella terrible verdad

- Al parecer el señor pulcritud no supo nunca para quien trabajaba en realidad- sonrió de sádico placer Ana al oír eso

A la distancia se oyó el aullar de los coyotes, el olor de la sangre los atraía y estos estaban hambrientos.

- Lo mejor es que nos vayamos- le sugirió Winchester a su compañera- volvamos con tu amado, algo me dice que te interesara lo que tengo que decirte

- Muy bien- le respondió Ana siguiendo a su amiga

- No… esperen… no me dejen aquí por favor… no se vayan- le rogó Stan a las dos mujeres que se retiraban de allí

- Siempre fuiste un pobre mojigato Stan, órale a Dios que te ayude. Nosotras tenemos cosas importantes que hacer- le contestó Ana retirándose de allí

- Por favor- casi gritó Stan viéndolas alejarse, una vez que se perdieron de su vista, dio un alarido- ¡POR FAVOR, NO ME DEJEN SOLO, POR DIOS!

Pero ya era tarde, intentando arrastrarse, sintiendo una agonía terrible al hacerlo, Stan emprendió su pobre huida rogándole a Dios que lo salvara; pero los Coyotes no tardaron en aparecer

- Aléjense- les dijo con un tono de voz casi inaudible- largo de aquí bestias inmundas, aléjense de mi

Los Coyotes eran diez o quizás doce, posiblemente trece, Stan no lo sabía bien; pero veía como estos le gruñían mientras lo miraban con un deseo carnívoro que helaba su sangre.

- Largo por favor- susurró Stan; pero terminó dando su ultimo alarido de horror antes de que los Coyotes se arrojaran sobre su indefensa presa- ¡ALEJENSE, NOOOOARRRGGG!

Cuatro o cinco de aquellos animales se abalanzaron sobre él y lo despedazaron con sus mandíbulas dejando un reguero de sangre sobre ese acantilado. Lo poco que quedase de Stan difícilmente seria reconocido por las Milicias del alcalde cuando fueran a buscarlo, al parecer a Dios tampoco le gustaban para nada los boca flojas y menos los traidores.

Volvieron a la mina abandonada, con sumo cuidado para no ser vistas por los hombres que portaban capuchas rojas con rifles en sus espaldas, bastantes problemas tenían con los hombres de John Timber como también preocuparse por aquellos psicópatas religiosos. Santiago se veía mejor y todavía adormilado; pero ni bien vio a su amada aparecer, no pudo evitar gritar:

- ¡ANA!

- ¡Santiago!- exclamó Ana corriendo a su encuentro abrazándolo- ¿te encuentras mejor?

- Eso… eso creo… en realidad yo- le contestó Santiago bajando su cabeza junto con su mirada para que su amada no viese la vergüenza que sentía en su corazón en ese momento

- No te preocupes amado mío, hemos vengado tu honor. Pronto podremos contra atacar- lo alentó Ana haciendo que Santiago solo gimiese de dolor

- Ana… yo… no puedo seguir adelante, por favor no pienses que es porque mi hombría ya no existe ni porque no crea más en mi causa es porque… porque no deseo… no deseo - mirándola con los ojos llorosos le confesó con una exclamación- ¡No deseo perderte como perdí a mi madre!

- Santiago… esa fue la razón por la que me llamaste mamá cuando te encontrabas tan mal- le preguntó Ana con un tono amoroso

- ¿Acaso hice eso?- le preguntó Santiago sorprendido, no recordaba para nada todo lo sucedido tras la violación

- Si, lo hiciste- le contestó Winchester mostrándole a ambos la nota- antes de hacer otra escena melodramática, quizás quieran leer esto

- ¿Qué es esto?- le preguntó Santiago a Winchester, ella le contestó

- El "sí" del presidente de México ante la propuesta del alcalde Juan Madera de convertir San Domínguez en un campamento provisorio para el ejército Mexicano. Al parecer ya no desea gobernar el pueblo y busca desmantelarlo mientras él se va con una gran cantidad de dinero a sus espaldas, en pocas palabras: el alcalde puso el pueblo a la venta