La oscuridad comienza a disiparse y se oyen voces familiares, pero parece que no están cerca; es como si estuvieran en otra habitación. Unas suaves manos acarician la frente de Oliver, despertándolo de apoco.
—Onii, por fin despiertas —Frente a los ojos del adolescente se hace el hermoso rostro de su hermana menor, Ada.
La vista de Oliver se aclara y puede percatarse de la escena: está acostado sobre el regazo de su hermana, que siempre es muy cariñosa con él.
—Ada, ¿qué pasó…? —Habla el joven e intenta levantarse, pero cae de nuevo sobre las piernas de su hermana debido a un fuerte dolor y ardor que siente en su brazo izquierdo.
—El abuelito dice que fuiste atacado por un perro muy grande.
Oliver queda en silencio, intentando recodar lo que pasó; «Fuimos a explorar una casa abandonada cuando de repente apareció una especie de portal y...»
—Onii, ahora tendrás una cicatriz en el brazo, te verás más varonil. Tendré que cuidarte de las zorras que se acercarán a ti —Interrumpe sus pensamientos la preadolescente de cabello fucsia con una sonrisa de psicópata.
El muchacho suelta un «je-je…» nervioso. Ada puede ser una hermana muy cariñosa pero también es extremadamente celosa.
—No sabía que ustedes son tan cariñosos… —Habla el muchacho de tez morena junto a otro de tez mestiza, son sus amigos, Michel y Edd.
Ambos amigos de Oliver llevaban varios minutos en el sofá frente a los hermanos Brown, aunque permanecieron callados.
—¿Cuánto llevan ahí?
—Prácticamente desde que nos trajeron a tu casa, todo lo que pasó fue sacado de una película… —Responde Michel.
—Si… —Afirma Edd.
—Chicos, ¿qué es lo que pasó…? —Oliver aún confundido decide preguntar.
—Esa cosa te atacó hasta dejarte inconsciente, pero justo llegó tu abuelo y nos salvó —Responde Edd, todavía en estado de shock.
—¿Mi abuelo? —Oliver levanta una ceja ante esa respuesta, ¿Cómo puede ser que un anciano de casi de ochenta años lo pudo haber salvado de un ser tan extraño y agresivo? ¿Y qué eran esas cosas? ¿Un portal? ¿Un monstruo? ¿Alienígenas? ¿Experimentos del gobierno? No sabe lo que pudo haber sido, pero eso no es normal, está seguro.
—Si fui yo… —El anciano entra por la puerta que da para el pasillo principal junto con su madre y su abuela, Linda y Carmen.
Minutos antes
La claridad del día ya había desaparecido; al ser la temporada de invierno la luz natural se va más temprano. Es alrededor de las siete treinta p.m. y van en taxi por las calles frías y parcialmente ocupadas por diversos tipos de coches con sus luces alumbrando sus caminos. No es una visita normal, quiere hablar con su hija y su familia sobre lo que está ocurriendo, se está comenzando a salir de control. Esas criaturas comenzaron a aparecer por todo el mundo hace aproximadamente dos meses y medio; al principio eran muy raros los casos de avistamiento, pero ahora se pueden encontrar dos de esas criaturas a la semana. Lo peor es que las personas normales corren peligro y todavía recuerda la primera vez que se cruzó con una de esas aberraciones...
—Por fin en casa…
Ingresa a su hogar, la puerta principal da directamente a la sala de estar con un televisor anclado a la pared en medio de una biblioteca que ocupa toda la pared, un sillón que apunta al mismo y una mesa de sala hecho de madera y cristal.
—¡Cariño, ya llegué!
Entra a la cocina para buscar un poco de comida.
«¡POM!» se escucha un fuerte golpe proveniente del sótano. El hombre hace una pausa para prestar atención a lo sucedido; quizás sea su imaginación jugándole una broma de mal gusto, después de todo estuvo todo el día trabajando.
«¡POM!» un golpe aún más fuerte. El hombre se encamina por el pasillo hasta llegar a las escaleras que dan para la parte superior donde están las salas para visitantes, pero eso no le interesa, lo que le importa es lo que está debajo de esas escaleras, la entrada al sótano. Sin dudarlo se introduce sigilosamente en la parte inferior de la casa, presiona el interruptor de la pequeña y débil luz del lugar que apenas alumbra el lugar.
—¿Qué pasó aquí? ¿Quién está ahí? —Levanta la voz con tono intimidante.
No hay respuesta de ningún tipo. Echa una mirada nuevamente para volver a analizar el lugar y nota algo. El cofre que había dejado olvidado hacía décadas en el fondo del sótano está con marcas, garras y golpes como si alguien hubiera intentado sacar lo que se encuentra dentro de él a como diera lugar, pero solo un hechizo muy poderoso o un ataque muy fuerte podría abrirlo. El canoso se acerca lentamente al cofre y frota sus puños para luego golpear ambos levemente: era la manera de hacer aparecer sus "magtus", los guantes mágicos que todo mago utiliza para canalizar sus poderes; son blancos y completamente lisos. Abre su palma derecha apuntando a la cerradura del cofre y hace un gesto girando sus manos en sentido de las del reloj y el candado se abre al instante.
—¿Destierra Espíritus? —Nombra por lo bajo al único objeto dentro del baúl, su antigua espada.
Toma delicadamente dicho objeto y analiza su estado actual: la madera de la empuñadura está hinchada y astillada, el metal que separa el filo del mango se encuentra doblado y oxidado, la hoja de acero angelical está tan vieja que su antiguo color plateado brillante ahora es un naranja opaco.
—Creo que te descuidé por un par de décadas —Ríe un poco, mientras se rasca la cabeza avergonzado.
«Grrr...» se escucha detrás de él. El anciano rápidamente se voltea para ver de dónde proviene el gruñido y ahí lo ve: parece una mujer, pero su cuerpo está seco hasta los huesos, en cuatro patas, sus uñas era garras muy largas, su boca es un hocico lleno de colmillos, su piel pálida como un muerto, sin ningún pelo en su cuerpo desnudo. La criatura no duda mucho y de un salto se abalanza sobre el hombre, pero al percatarse del ataque el anciano rápidamente empuña la espada y atraviesa con dificultad el pecho de su atacante.
—¿Pero qué cosa es esto?
Deja caer el cuerpo del monstruo y lo mira fijamente para intentar recordar si era algo que había visto antes; en ese instante pensó «¿Será el espíritu del cual tanto rumorean?»
—Vaya Julián, qué viejo te has puesto… —El cadáver levanta la cabeza con ojos encendidos al rojo vivo y una voz familiar sale de la boca inmóvil de la bestia muerta.
El anciano queda en silencio, recordando la última vez que escuchó esa voz, la última vez que usó su espada, la última vez que se enfrentó a un espíritu o mejor dicho a un demonio; el asombro y el escalofrío dejan escapar una palabra, un nombre de sus labios: «ÉL...»
—Ja, ja, pareces asombrado.
—Creí que te había desterrado y cortado tu comunicación con este mundo...
—Lo hiciste, pero me las arreglé para volver.
—¿Qué quieres aquí? —Pregunta sin rodeos y tomando aún más firme su gastada espada.
—Ya lo verás...—Se limita a decir; al instante el cuerpo que había sido reanimado vuelve a su estado anterior, un saco de carne y hueso.
—¿Eres tú quién hace tanto ruido? —dice Carmen al despertarse por el alboroto.
El anciano, todavía en estado de shock, alza la mira y solo dice «Llama al sub-consejo de magia del norte de inmediato…»
—¿Estás bien? —A su lado, la mujer interrumpe sus pensamientos.
—Claro que si —Se limita a decir mientras toma su mano y le da un beso.
Ya estaba a la puerta de la casa de su hija y parece que sumergirse en sus pensamientos hizo que perdiera la noción del tiempo. Bajan del taxi luego de pagar y se dirigen a la entrada del hogar.
—Buenas noches Don Julián —Saludan al unísono los adolescentes que estaban esperando a algo o a alguien.
—Buenas noches jóvenes, ¿los atendieron?
—Sí, su nieto fue a buscar abrigo —Responde el joven de tez morena.
El anciano mueve su cabeza para responder y toca el timbre de la casa. La puerta se abre y detrás de ella hay una niña teñida de rosa con flequillo al costado.
—¡Abuelitos! —Grita y pega un salto para abrazarlos, provocando la sonrisa en ambos —. Pasen los estamos esperando —Agrega y los arrastra hasta el interior del hogar.
—Hijo, siéntate un rato en el sofá —Ordena la madre del muchacho con tono serio, a lo que el joven simplemente lo hace.
«¡Ahh!» suelta un suspiro el hombre canoso llevándose su mano derecha a la frente, parece que va a decir algo que no quiere, pero debe hacer.
—Está bien, hemos hablado con los padres de Michel y de Edd e incluso con el sub-consejo del norte y están de acuerdo —Dice con tono firme, no parece el abuelo de Oliver: él siempre tiene un tono de voz amable que le agrada a cualquier persona con la que habla.
—¿De acuerdo en qué? ¿Qué cosa del norte? —Pregunta Michel mientras seca una gota de sudor que escapa de su frente, lo disimula bien, pero lo que vivió hace una hora lo dejó en shock, tiene miedo y muchas dudas.
—Para revelarles su verdadera identidad.
Los tres jóvenes junto con la niña suelta a la vez un «¿Ah?»
La anciana junto Julián se adelanta dos pasos para tomar la palabra:
—Hace aproximadamente dos mil años hubo un suceso muy importante para la humanidad. Un grupo de humanos estaba realizando un culto, no tenemos mucha información sobre lo que pasó en él pero sabemos que dio en resultado la evolución de algunas especies del planeta. Entre ellas la raza humana, la cual se dividió en cuatro grupos: el primero fue el de los normales, luego los llamados mágicos, los terceros se denominaron kinéticos y los cuartos llevan el nombre de elementales —Explica la mujer de cabeza canosa lentamente, para que los chicos puedan procesarlo.
—Nosotros descendemos de la segunda rama, los mágicos —Continúa la palabra Linda Brown, poniéndose a la par de su madre.
Los cuatros adolescentes quedan en total silencio, están en estado de shock, no saben si es una broma de mal gusto o es verdad. Su razón les dice que es una mentira, eso no está documentado en los libros de historia, pero lo que vivieron hace rato en la casa abandonada les dice que es posible.
—¿Es una especie de broma? —Michel se cruza de brazos y toma una posición desafiante.
—No lo es. ¿Alguna vez se preguntaron por qué Ada tiene un color de ojos tan extraño? —Linda responde con tono amable, señalando a su hija menor.
—Si ese es el caso ¿Por qué nos enteramos ahora? —Oliver lleva la mano derecha a la barbilla dando a entender que ahora tiene aún más dudas.
—Porque hace ocho años se estableció que los descendientes podrán ser introducidos a partir de que cumplan la mayoría de edad, pero esta vez se les permitirá a ustedes por ser un caso especial.
—Por ahora les voy a pedir tres cosas —Habla Don Julián —: primero que no le hablen a nadie sobre este tema, segundo que se vayan a dormir y tercero que dejen de tomar sus "vitaminas" —Agrega haciendo las comillas con los dedos.
—¿Vitaminas?
—Son pastillas que les hemos estado dando a Oliver, Ada y Edd durante varios años para contener sus poderes, pero les dijimos que eran vitaminas por el simple hecho de que no queríamos que hicieran preguntas.
—Yo nunca he tenido que tomar "vitaminas" —Interrumpe Michel.
—Eso te lo tendrán que explicar tus padres.
Nadie dijo nada después de eso; los adolescentes se limitaron a despedirse e ir cada uno a su hogar.