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Chapter 20 - Casualidades del destino

Me encuentro acostada en la hierba fresca de un parque solitario a los pies de un gigantesco árbol, puedo sentir como los rayos del sol que se cuelan entre las ramas y calientan ligeramente mi cuerpo. Creo que es bueno tener pequeños momentos a solas para sentirme tranquila.

A la mañana siguiente de aquel encuentro tan extraño, Balam actuaba distinto, como si su mente estuviera en otro lado. Tan distante que su cuerpo emitía una sensación fría.

Willy lo notó de inmediato por la mañana y en automático se puso en guardia, su sonrisa desapareció por completo y en su lugar la sed de sangre que emanaba era palpable en el aire.

Aquella vista era horrible, los ojos muertos de Balam solo apuntaban a Willy con una súplica silenciosa, sin embargo, ninguno se movía en absoluto.

Poco a poco Flor y la bebé se retiraron al notar que había algo muy malo, en la sala de la casa solo estábamos los tres. Yo no entendía lo que sucedía solo me quede detrás de Balam mientras mis piernas temblaban.

—Dijiste que la niña jamás desarrollaría un pecado, te advertí de la posibilidad, dijiste que estaba a salvo…

La voz de Willy era tan dolorosa que me lastimaba, sus sentimientos de odio y tristeza se trasmitían con cada palabra.

—Shub-Niggurath…

Cuando Balam mencionó aquel nombre, su voz se distorsiono levemente, el clima dentro de la sala bajo tanto que podía ver mi respiración al exhalar. Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron y fue inevitable retorcerme con los escalofríos que llenaron mi cuerpo.

Por su parte Willy se puso pálido y sus brazos temblaron incontrolables. El terror en sus ojos era claramente visible.

—Esa cosa parece estar involucrado, no importa cuánto me esfuerce, no importa nada de lo que haga, todos a mi alrededor parecen condenados a sufrir de una u otra forma.

Balam empezó a caminar lento rumbo a la puerta mientras me tomaba de la mano, al pasar a un lado de Willy, lo tomo por el hombro y sonrió.

—Nos veremos otro día mi amigo, cuida a tu esposa y a tu hija, vive feliz y sin lastimar a nadie, recuerda que la Ira te puede consumir, nunca permitas que las palabras ajenas te afecten.

Las lágrimas recorrieron el rostro de Willy, desde la puerta de la cocina Flor y la bebe, miraban con tristeza la escena.

—Hay cosas en este mundo que no se pueden evitar y ya me he dado cuenta de eso, tal vez tu tienes un futuro brillante, no lo manches al quedarte atado a mí, somos familia, pero no tienes que cuidar todos mis pasos. Solo promete que si algo malo llega a suceder ayuda a Evelin.

—No tienes que decirme eso, conozco lo que debo hacer…

—Lo sé, mi hermano estaría orgullo de ver que eres un verdadero hombre, se feliz y procura no despertar tu pecado.

Con esas palabras, salimos de su casa y nos fuimos sin decir nada más. Durante todo el viaje de regreso no cruzamos palabra alguna, apenas y nos comunicábamos con señales o miradas entre nosotros, era tan extraño y pero no se sentía mal.

El semblante de Balam había cambiado, estaba pensativo todo el tiempo. Al llegar a la casa fue directamente a un mueble pequeño donde guarda unos cuadernos viejos, algunos eran simples cuadernos de papelería, otros eran un conjunto de hojas amarradas con hilos, algunos trozos de cartón cortados y apilados con muchas cosas escritas.

En cuestión de minutos quedo empapado de tantos papeles en su escritorio que apenas lograba verlo.

—Llama a Shivis y dile que estaré ocupado unos días más, si gustas puedes ir al restaurante por tu cuenta, te vendría bien salir y tomar aire fresco.

Esas fueron las primeras y últimas palabras que salieron de su boca en un largo tiempo. Desde entonces voy sola al restaurante y platico con la abuela. Cuando le conté sobre aquel ser que apareció en medio de la noche, quedo atónita y me abrazo con fuerza.

Por momentos ella quería llorar, pero se negaba hacerlo. Me miraba como si nunca más me volvería a ver. Deslizaba sus manos ásperas y frágiles sobre mi cabeza y sus labios se movían como si recitara una oración que nunca puede escuchar. El silencio reinaba en sus palabras.

Julie al enterarse de la historia, dejo de hacer sus típicas bromas e insinuaciones y pasaba todo el tiempo con la expresión perturbada, sus ojos se movían en todas direcciones cuando alguien pasaba a su alrededor.

Ambas vivían con el terror de aquel ser, cuando pronuncie el mismo nombre que dijo Balam, el lugar se llenó de un frio indescriptible y las personas que comían en el restaurante tenían caras incomodas, como si algo dentro de aquellas palabras afectaran a todo el mundo. Incluso sin haber escuchado directamente el nombre, eran afectados por la misma sensación de pesadez, miedo y ansiedad.

Cada que volvía a casa en el carro de Julie, me esperaba en el patio, la moto y el 4x4 se empezaban a llenar de polvo, dentro del lugar había un desastre de libros tirados por doquier. El demonio de cabellos blancos rondaba despeinado y harapiento, hablando solo mientras sostenía un libro distinto cada día.

Yo limpiaba lo que podía y calentaba la cena que me daba la abuela. Él dejo de comer conmigo y en su lugar solo me sonreía al tomar su plato y meterse en su despacho a seguir leyendo. Haciendo anotaciones de forma constante en un pizarrón.

En mi pecho una sensación de dolor crecía constantemente todos los días, hasta que un día decidí salir por mi cuenta como él había sugerido en primer lugar.

Así fue como llegue a este parque, un poco alejado de casa, Balam me había enseñado a manejar la moto para cualquier emergencia. Así que simplemente la tomé y salí a dar un paseo hasta encontrar un lugar tranquilo.

En el tiempo que llevo acostada en el pasto, solo pasan por mi cabeza ideas egoístas y algunas depresivas. Entre ellas una sensación de que todos me mienten. Desde Balam y Willy que parece que siempre están conspirando con algo, saben muchas cosas y siempre hablan al aire como si quisieran comentar abiertamente cosas que no deben y aun así lo hacen.

Me molesta esa actitud de ellos, por lo visto sabían que era esa cosa o criatura o alucinación y nunca me dijeron nada parece que sabían de su existencia y no me advirtieron, ellos planeaban todo el tiempo mi futuro sin mi consentimiento, esconden tanto que ya no sé si son buenas personas o solo lobos disfrazados de ovejas.

Por otro lado, la abuela y la pervertida también parecían saber, pero su miedo es notorio, y desean ayudarme a olvidar que todo eso paso. Han intentado apoyarme a su modo.

Ayer la abuela me dijo con palabras entre cortadas que lo mejor para mí por ahora es ir escribiendo un diario. Sus labios no pudieron más, como si los obligaran a estar cerrados y después guardo silencio mientras miraba por la ventana con nostalgia. A los pocos minutos respiro profundo y me dijo que anotar en un diario toda mi vida sería lo más conveniente. No me quiso decir más, dijo que por ahora eso funcionaria para estar más tranquila y dar el siguiente paso.

No los entiendo, tengo muchas lagunas sobre lo que sucede a mi alrededor, mientras me pongo a pensar en ello, más me confunden, quisiera que todo fuera tan simple. Sin complicaciones.

¿Tan difícil es amar y ser amado? ¿Qué nadie te guarde secretos importantes?

Me hacen sentir como una niña estúpida que necesita que la estén protegiendo todo el tiempo, no soy tan débil, de ser así hace mucho me hubiera suicidado. Aunque no creo que lo hagan con mala intención sigue doliendo el ser subestimada, todos me tratan como a una niña. Tal vez tienen razón y lo soy.

Los días pasaron de esa forma, hasta contar dos meses en la misma rutina, Balam rara vez salía de la casa, hacia llamadas y leía todo el tiempo algo distinto. Con los días su rostro estaba más demacrado y salvaje. Su aura de desesperación me hacía imposible estar dentro de la casa.

La abuela se encargaba de los negocios y yo le ayuda, por la tarde salía en la moto y me sentaba en aquel parque lejano, bajo el mismo árbol, a escribir en mi diario todo desde que llegue a casa de Balam.

La abuela recomendó que fuera desde niña, pero me da asco pensar en aquellos días. Técnicamente mi vida empezó con el encuentro de un borracho furioso y una joven que huyo de casa.

Cuando la abuela leyó todo lo que estaba escribiendo, su cara paso de la risa, el enojo, la tristeza y el asombro. Me dijo que hacían falta muchas cosas. Así que ahora estoy como siempre a la sombra del árbol escribiendo, pero sin animo en realidad me sentía devastada.

Hoy al salir Balam veía con nostalgia la foto de una mujer alta y joven, por lo poco que pude ver tenía el cabello largo moviéndose al compás del viento, unos lentes redondos y sonreía gentilmente mientras sostenía un ramo de flores, su atuendo era sencillo, jeans, botas y una cazadora negra, a su espalda un andador que iluminaba la noche con luces de colores.

No solo eso, había varias fotos tiradas en el suelo, por lo visto uno de los libros que agarro las tenía guardadas. Fotos de ambos, en solitario, de un bebé, de muchos jóvenes, de bares, conciertos, etc.

Él estaba de rodillas ya jamás notó mi presencia, mi intención era acercarme y animarlo con un abrazo hasta que lo vi perdido en las fotos. Me sentí tan dolida que solo di media vuelta y salí a toda velocidad en la moto.

No pude llorar, no lo sentí necesario, y aun así mi estado de ánimo era malo. Todo se me conflictuaba, no quería nada, escribir mi diario se volvía pesado por que recordaba que mucho los momentos alegres que teníamos juntos, eran al olvidar a todo el mundo.

—Toma, hace calor.

Al levantar la vista quede en shock, la voz grave y melódica de un hombre me saco de mis pensamientos. La barbilla partida acompañada de una sonrisa encantadora, dejaba ver un par de labios carnosos de un color carmesí intenso, su piel bronceada y unos ojos grises del mismo color del acero, su peculiar cabello corto con chinos definidos. Sumamente alto y de complexión atlética.

Todo en él era tan distinto, pero por alguna razón veía a Balam, su voz y gestos coincidían, eran tan similares y tan distintos.

—Disculpa mi atrevimiento, suelo venir a este parque a relajarme en mi hora de descanso del trabajo, y desde hace unas semanas he visto que vienes aquí y tomas este refresco mientras quedas pensativa.

Acercó a mis manos la bebida de manzana que siempre traigo conmigo, hoy no había pasado a comprarlo por lo que sucedió.

—Descuida no soy un acosador… Solo que coincidimos mucho… Bueno solo pensé, también suelo tomar la misma… Hoy te vi más pensativa… Ya sabes, pensé, tal vez ella se le olvido o… Diablos ya no sé qué estoy diciendo.

La seguridad con la que me había hablado al principio desapareció, sus orejas se pusieron rojas y movía mucho las manos en señal de nerviosismo; mientras veía como sufría de pena por su osadía no pude evitar reírme.

Cualquiera se hubiera ido con una decepción así y sin embargo se sentó a un costado de mío mientras también se reía. La tensión de mi cuerpo se liberó por completo, esa fue la primera vez que dejaba que un hombre desconocido se acercará tanto a mi de esa forma.

Mi sexto sentido del peligro no se había activado, todo lo contrario, me sentía en confianza, había algo en ese chico que me tenía encantada, tal vez fue un momento, un instante en donde mi dolor me permitió ver que más hay en el mundo.

—Gracias por la bebida. Mi nombre es Evelin.

Dije con una enorme sonrisa que lo hizo sonrojarse aún más.