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Chapter 22 - Breve historia de un reo

Las gotas de lluvia salpicaban a diestra y siniestra a través de las rendijas de la celda de castigo, una a una formaban el charco donde yacía el cuerpo sin vida de lo que alguna vez fue un hombre que cometió muchos errores en la vida.

Las ratas que anidaban entre las paredes, corrían de un lado a otro en completa libertad, los gritos de agonía de aquel hombre resonaban cada noche sin piedad de manera que no podían salir de sus huecos por el miedo que les producía; sin embargo, esta noche había oportunidad.

El silencio abrupto de un pabellón de castigo ensordecía el grito más agudo. Entre el murmullo incesante del viento que no permitía escuchar otra cosa que el sonido de la nada. La voz de aquel hombre, retornó con la forma de un gemido de ultra tumba, que lograba erizar los pelos de todas las ratas que vagaban libremente a lo largo y ancho de los pasillos.

De inmediato toda criatura rastrera del lugar, desapareció dentro de sus nidos dejando solo a ese hombre que poco a poco se incorporaba de nuevo como si nada hubiese pasado. Las marcas de la soga en su cuello seguían en el mismo lugar, se había roto por lo vieja que era y al azotar el cuerpo, se produjeron heridas extras en la cabeza y rostro, la sangre en su boca, aunque estaba coagulada se sentía caliente. La rigidez del cuerpo se perdió a los pocos minutos y su respiración continuo como de costumbre. La mirada perdida en un punto fijo en la pared y decenas de lágrimas que formaban un caudal en sus mejillas, dan una pequeña idea de sus sentimientos confundidos. Era su noveno intento de suicidio en el mes. Las manos llenas ampollas reventadas temblaban sin descanso gracias al frio del ambiente, la época de lluvias se había adelantado ese año, la temperatura dentro de la prisión era en general tan baja que cada semana varios reos morían de hipotermia sin tener un mínimo de atención médica.

En lo profundo de su mente, se creó la remota idea de que podría aprovechar eso para dejar de existir en el mundo, el peso de su conciencia no le permitía vivir, era un cascarón vacío con la tentación de romperse, pero que jamás se agrietaba. No importaba la forma, siempre era traído de vuelta a la tierra de los vivos, en contra de su voluntad.

De vez en cuando un ser extraño se presentaba frente a él, no podía definir si era hombre o mujer, alguien vivo o muerto. Las primeras veces era difuso, no había algo real al grado de que pensó que su imaginación ya le jugaba bromas. "Espero que la locura sirva de algo y me termine matando"

Esas palabras salían de forma frecuente de sus labios, sin siquiera pensar en ello.

Una tarde mientras caminaba libre por el patio de recreación, después de varias semanas de no ver la luz del día dentro de la celda de castigo, un prisionero se le acerco tímidamente. Era un joven acusado injustamente de violación por su exnovia. El pobre tipo era un friki virgen que apenas había cumplido la mayoría de edad, la chica había jugado con él simplemente porque no le caía bien a su hermano. Un completa ridiculez.

El pobre sujeto caminaba despacio, acomodando sus lentes mientras las manos le temblaban. Estar cerca de ese otro sujeto no era sencillo para él, aquel tipo era alto, fornido, con decenas de cicatrices por donde vieras y lo más intimidante una cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo, el cual ya no existía, su parpado levemente levantado, dejaba ver una oscuridad absorbente sin comparación.

Las leyendas que corrían entre los pasillos, hablaban de un ser inmortal, capaz de volver a la vida sin importar cuantas veces, ni la manera en que muriera, se contaba que incluso al cortarle la cabeza esta buscaba el cuerpo y se regeneraba. Una parte era cierta, pero al igual que toda leyenda había un poco de exageración.

Aprovechando la situación, los presos más viejos y mañosos, decidieron jugar con eso. A los nuevos que veían sin potencial de sobrevivir en ese ambiente les ponían una condición, si lograban matar ese tipo, podrían pertenecer a la pandilla y de esa forma podrían evitar todos los malos tratos habidos y por haber. En caso de fallar, solo dios sabría las aberraciones que tendrían que pasar. El miedo se apoderaba de aquellos presos ingenuos y decidían aceptar sin dudar la oferta.

Ese joven friki, tenía miedo de matar como es natural, pero el miedo a ser juguete de otros reos era aún mayor. Se armó de valor y al ponerse frente a frente al monstruo, lo apuñalo a plena luz del día, su timidez desapareció solo unos instantes ya que el horror se apodero de él, su mano ensangrentada todavía sostenía el cuchillo improvisado con un pedazo de hierro limado, aquel monstruo ni se inmuto ante el ataque. Solo lo observaba con un solo ojo, irradiando una bruma llena de odio y salvajismo que erizaba los pelos de todo el cuerpo.

Los reos que vieron la escena, ya estaban acostumbrados a esa reacción brutal, no necesitaba un golpe solo su mirada llena de odio, para lograr intimidar. El pobre chico salió corriendo despavorido a esconderse del mismo demonio, pero nunca lo persiguió, se quedó parado esperando la muerte, una que nunca llegó, la herida dejo de sangrar y aplicó un torniquete con su camisa, sabía que mañana cerraría por si sola.

—De nuevo lo hizo jefe, ese monstruo ya no debería estar aquí.

—Eso es cierto, deberías mutilarlo entre todos, total él decidió que no pelearía por más que lo intentemos matar.

—Yo opino que lo unamos a la pandilla, ese sujeto incluso podría ayudarnos a escapar.

Comentarios de esa naturaleza llovían por todos lados. El jefe de la pandilla los escuchaba atentamente mientras se saboreaba los labios, a su lado tenía a dos jóvenes con el cabello largo que obligaron a convertirse en travestis para disfrutar de sus servicios sexuales. La degenera sonrisa era espeluznante, un hombre en sus treinta, calvo de casi dos metros y con un cuerpo atlético, lleno de tatuajes alusivos a distintas sectas y pandillas.

Se bajó el pantalón y con un movimiento de los ojos, obligo a uno de los jóvenes travestis a practicarle una felación a mitad del patio, obviamente nadie diría nada y harían de cuenta que nada está pasando, mientras él seguía sonriendo y viendo al infinito.

—Ese sujeto es como yo.

Fueron las únicas palabras que salieron de su boca mientras todos seguían hablando entre ellos sobre qué hacer con ese monstruo. Los ojos de aquel sujeto calvo se tornaron de un aura morada brevemente. Nadie lo notó, nadie lo veía a los ojos a menos que supiera que está por ser asesinado y quería suplicar por su vida.

Aquella noche, los gritos de un joven suplicando se escucharon sin cesar mientras eran opacados por los gemidos de placer y las risas. Nadie quería salir de su celda, nadie podía hacer nada, solo voltear la mirada y esperar a que el destino nunca los pusiera en ese lugar.

En una celda olvidada yacía tumbado en el suelo el famoso monstruo de la prisión. Intentando conciliar el sueño, abrazaba una manta buscando olvidar por unos instantes el lugar donde se encontraba.

—El mismísimo Asesino de asesinos, una leyenda urbana que surgió hace no mucho en las calles de varias ciudades. Un sujeto que se mueve a una velocidad sorprendente y según una cámara de seguridad capaz de doblar la puerta de un carro con sus manos.

La voz tétrica lo saco de intento de sueño lo puso en guardia, ambos eran altos y fornidos, pero una situación así, el calvo era aún más grande, sin embargo, el monstruo era más intimidante.

—Tranquilo señor "yo no mato" su secreto está a salvo conmigo, después de todo solo es una leyenda urbana, no porque la policía siguiera un caso al que le dio carpetazo al no encontrar culpables, usted va a suponer que yo sé algo. Después de todo, quién creería en la palabra de un reo condenado por violación.

El monstruo decidió ignorarlo y volver al suelo para intentar dormir.

—Si imagina que un violador serial al que encerraron por 15 chicas cuando en realidad fueron más de doscientas, queda libre por proporcionar información útil para dar con el paradero de un asesino multi homicida con más de seiscientas muertes comprobables.

La sed de sangre fue palpable en toda la habitación de manera que una gota de sudor recorrió la nuca del calvo y su eterna sonrisa degenerada casi se perturba.

—¿Qué necesitas?

—Tu ayuda para escapar…

—Me niego

La respuesta fue contundente, no había más de que hablar, aquel sujeto calvo debía morir esa noche.

—¡Espera! También soy como tú… tengo una semilla del caos dentro de mí, cuando domine la lujuria, ese ángel vino a mí, me ha estado guiando, incluso me ayudo a conseguir la información sobre ti y hacer las conjeturas…

El monstruo lo observaba con cautela, no podía creer en los delirios de otro reo, y menos si era así de peligroso.

—Él me dijo que negociará contigo y tal vez habría una manera de salir de aquí…

—Si tú llegarás a salir de aquí, créeme que te arrancaría las extremidades y regaría tus restos en el campo para que al menos sirvas como fertilizante.

El calvo no dejaba de sudar frio, él también era un hombre sin escrúpulos y capaz de cometer atrocidades sin que eso lo afectará, pero esta vez tenía un demonio en carne viva capaz de volver de la muerte, por más que le buscará una salida, pelear solo lo llevaría a su inevitable final.

Había encendido una mecha directo a un barco cargado de pólvora.

—Entonces que te parece un trato, ayudo a que tu salgas antes de tiempo al dar información y tú te deshaces de aquellos reos que son peligros potenciales y están por ser ingresados al pabellón…

El monstruo no apartó la mirada del calvo mientras buscaba una razón para aquel trato o un vestigio de cordura en sus palabras. Su respiración se volvía grave al punto que parecía un depredador a punto de atacar.

—¿Qué ganas tú con ese trato?

—Es simple, no quiero otros reos que puedan quitarme los pocos privilegios que hay, si no puedo salir por lo menos quiero estar en la cima aquí, ellos van a ser ingresados de forma gradual gracias a su nivel de peligrosidad, para evitar que descontrolen todo. Me conviene que solo seamos tú y yo, en lo particular no me agrada tener a un monstruo inmortal cerca, si tú te puedes ir y dejarme gobernar todo aquí estaría perfecto.

—En tus palabras hay algo que no me cuadra, ¿Cómo sabes que serán ingresados?

—El alcaide es mi amigo, tenemos gustos similares y le he enseñado un par de cosas que se pueden hacer con una adolescente virgen recién robada…

—Me das asco

—Eso lo sé, pero salir de aquí no es sencillo, mi rostro estuvo en las noticias mucho tiempo y todavía circula mi foto en algunas estaciones de policía, salir me serviría solo para divertirme en una secundaria o en alguna oficina llena de mujeres. Porque después lo más probable es que me abatan a tiros. Si voy a salir tendría que pasar mucho tiempo o tener un guardaespaldas como tú.

—Jamás te ayudaría con tus fetiches maldito enfermo, lo ideal es que te quedes dentro y te pudras conmigo o te arranque de una vez la cabeza

—¡Espera señor venganzas! Solo te estoy dando toda la información que necesitas para tomar una decisión. Si tú me ayudas serás libre y yo podré seguir con mi pequeña Sodoma y Gomorra en la prisión. ¡Todos ganamos!

El silencio se volvió abrumador de golpe, ambos hombres estaban parados uno frente al otro con el brillo de la luna colándose por la rendija de la celda.

—Solo una condición más, tendrás que hablarme de esos delirios sobre el ángel ese…