Balam yacía boca abajo, la sangre a su alrededor poco a poco se expandía en un enorme charco, sus quejidos habían dejado de sonar, fue un golpe directo al corazón. Un sujeto calvo vestido con harapos lo veía sonriente desde el sillón.
—Vamos, ambos sabemos que no puedes morir.
El hombre calvo se levantó y pateó un par de veces el cadáver frente a él, al no recibir respuesta su rostro se empezó a inquietar. Las arrugas en su nuca parecían tomar formas diversas. Esa extraña sensación de incomodidad se hizo presente.
"Tal vez me equivoque de tipo"
No había rastro alguno de que Balam volviera a vida, su frio cadáver solo seguía desangrándose en el piso, el color de su piel ya se había tornado pálido, y el olor a muerte impregnaba el lugar.
—En fin, creo que me si me equivoqué, han pasado años desde que vi al monstro inmortal, vamos a ver qué tiene de comer en el refrigerador, total dudo que él pueda cenar algo jajaja
Su enfermizo tono sádico se mezclaba con una expresión psicótica, ya no estaba en sus cabales, solo tenía depravación en su más puro sentido. Las leyes humanas estaban lejos de significar algo para él, violar, matar secuestrar, mutilar, solo eran acciones sin sentido.
Él ya era preso de los vicios más viles del ser humano. La virtud era una palabra que nunca conocería.
Mientras rondaba la casa, se encontró con una foto familiar, una mujer alta de buenas proporciones, sus finos gestos eran exquisitos, a sus ojos era una delicia al paladar. "La cena parece estar servida", paso por su mente.
Una joven hermosa con una mirada inocente, abrazada con ella. "Hasta que supliques que te mate rápido" Se lamio los labios mientras tocaba su entrepierna.
A su lado se encontraba una anciana, sonriente, pero sin mayor gracia, "La amarro y que vea todo lo que le a las chicas para después morir golpeada, suena bien"
Las ideas en su cabeza se proyectaron como una ráfaga, tenía todo listo, no importaba si este sujeto no era el monstro inmortal. Total, no lo recordaba.
En aquellos días de prisión, él era un joven que sufrió a manos de los demás convictos, su forma de ser solo era la proyección su maestro y verdugo. La misma pinta, la misma forma de hablar, la enfermedad. Todo era una copia de aquel rey de Sodoma.
Al hurgar en el refrigerador, su rostro se llenaba de alegría, hacía mucho que no tomaba leche fría, o veía fruta fresca, su sentido de alerta se había desvanecido. Estaba completamente absorto en los alimentos frente a él, era un lujo que no podía disfrutar estando encerrado. Por primera vez en mucho tiempo podía saciar su hambre. Con el hocico lleno de comida empezó a buscar por las habitaciones, al poco rato encontró la habitación de Evelin, busco entre su closet hasta encontrar ropa interior. "Vine buscando cobre y encontré oro"
Sin perder tiempo empezó a masturbarse con las prendas, completamente perdido en sus instintos animales. Solo le quedo arrodillarse y dejarse llevar por algunos minutos. Su respiración parecía cansada, habían pasado algunos días desde que se aprovechó de alguna chica, su cuerpo le pedía a gritos otra víctima.
El olor a cloro y pescado invadió el lugar, un aroma repugnante al que ya estaba acostumbrado. Se paró y fue a buscar algo para entretenerse, ver la televisión hasta que llegara otra víctima para saciar sus placeres mundanos.
El enorme charco de sangre estaba solitario cuajando en la sala, ver sangre era normal en su día a día. Al sentarse en aquel sillón fino, pudo notar que era más suave de lo que nunca había sentido antes, estaba familiarizado con el piso áspero donde dormía cada noche en su celda. Él era un simple esbirro, el más insignificante de una larga cadena de psicópatas, que habitaban aquella prisión.
A pesar del poder que poseía su jefe, nunca salía, adoraba su castillo lleno de policías y custodios, donde los cuidaban de que no saliera a la luz las atrocidades que hacían dentro. Un inferno en la tierra que rayaba en lo abominable, donde todo estaba permitido, menos hablar de ello.
"Cuanta paz"
Ese era el único pensamiento en su mente, se sentía liberado y tranquilo, libre de hacer lo que le plazca, fuera de las rejas él era un súper hombre, había dominado la lujuria y la había hecho crecer lo suficiente para disfrutar de las habilidades sobre humanas, aquellas que eran necesarias para hacer valer su pecado y alimentarlo cada día.
Hace unos días era un simple peón en la prisión, donde todos son iguales y quienes mandan son aquellos monstros imparables que ya ni siquiera parecen humanos. Aquí afuera era imparable, un simple cuchillo era un arma formidable, no necesitaba más, el sujeto que acababa de matar le doblaba el tamaño, físicamente se veía impresionante, haberlo matado sin resistencia era un logro sorprendente.
Cuantas veces podría hacer esto hasta dar con su objetivo, no lo sabía, pero la emoción lo mantenía con vida.
"Espera y el cadáver…"
Sudor frio recorrió su espalda, al voltear despacio y buscar, se dio cuenta que ya no había un cadáver, solo estaba el charco de sangre cuajándose. No había marcas de que se hubiera arrastrado, simplemente desapareció. El temor lo invadió como nunca antes había sentido. Fue torturado de muchas formas antes, conocía el miedo de primera mano, sin embargo, esto era nuevo, el sujeto que había matado desapareció sin rastro.
"Cuando te encuentres con él, hazla prueba de su inmortalidad, nunca bajes la guardia y dale el mensaje, ese sujeto es una bestia, no sé qué fuera de su vida, solo estoy seguro de una cosa, incluso con mi poder actual, dudo ganarle, así que se profesional"
Las palabras de su rey sonaron en su cabeza y por fin cobraron sentido.
—Tienes 5 segundos para empezar hablar o estás muerto…
Una voz grave, sonó en toda la habitación, era como si fuera omnipotente, la sensación de miedo se volvió terror en un instante. La habitación se volvió fría y el aire se hizo pesado, respirar era difícil, no había salida a pesar de que las puertas estaban abiertas.
El tik tok del viejo reloj en la pared sonó tan lento que fue eterno.
Una bolsa negra yacia inerte dentro de la camioneta, Limpiar el desastre de ese tipo fue tardado y muy molesto. La ira segregaba en forma de un aura alrededor de su cuerpo, sus ojos inyectados en sangre parecían los de una bestia en su estado más puro. Solo el silbar despreocupado se podía considerar una muestra de cordura, con los años lo había practicado. Mientras entonaba en un silbido, Moonlight Sonata de Beethoven, cubría todos los restos de la masacre que hizo.
"No quiero que Evelin se espante"
Era la única cosa que rondaba su cabeza. Su instinto paterno creció los últimos años, de alguna forma era una especie de freno de emergencia para su bestialidad. Sin embargo, ese sujeto fue imprudente, ataco con dolo a Balam, buscando saber su identidad, solo para entregar un mensaje turbio.
"Los dioses antiguos empezaron a jugar, parece que a partir de ahora quienes poseemos un pecado despertado seremos las piezas de ajedrez. Yo soy un rey y mande a uno de mis peones para avisarte, No quiero deberte nada, pero si los dioses quieren que te mate hare todo lo que este a mi disposición. NO podemos ir en contra de su voluntad, sabes que ellos deciden a quien le dan este poder absurdo, porque quieren entretenerse. Si nos volvemos a ver espero que sea como aliados, enfrentar a un monstruo como tu sería un suicidio. No le temo a la muerte, pero será una lástima perder mi hermosa Sodoma en la prisión."
La breve grabación mostraba a un sujeto calvo, con una sonrisa deformada por la depravación, a sus pies decenas de hombres desnudos agonizaban y se retorcían como gusanos dentro de una celda tapizada de terciopelo. Una vista infernal, de un sitio en la tierra. Él conocía perfectamente ese sitio, pero ahora era un lugar enfermizo.
Si los matara a todos le haría un bien a la humanidad.
Por ahora era mejor desaparecer el cuerpo dentro de la bolsa. Mientras menos evidencia exista de que conoce a esos sujetos, las cosas irían mejor.