—¿Ellos siempre pelean de esa forma? —preguntó Jedrek mientras era jalado del brazo por la niña.
—Sí, normalmente lo hacen para aliviar su estrés, dice el tío Abraham que siempre fueron así, desde que eran niños no hacían más que pelear. Mi papá siempre fue demasiado burlón y cínico, por otra parte, mamá siempre fue muy temperamental.
Jedrek estaba confundido, no entendía como una pareja como esa podría funcionar. Sin embargo, él personalmente había sido entrenado por la Señora Selene en los últimos días, podía confirmar con certeza sobre el carácter temperamental que poseía. Sin duda alguna había extraño en esa pareja.
De fondo se podía ver como el General salía volando como costal directo a la selva mientras era perseguido por una furiosa Ministro con sed de venganza.
—Tu ignóralos, en el fondo papá lo hace para que ella tenga una manera de liberar toda la tensión en su cuerpo y mente. Dirigir una nación no es sencillo incluso con lo relajados que son mis padres.
La sonrisa de aquella niña era cautivadora, de forma que Jedrek solo podía sonrojarse. Se perdí en sus pensamientos mientras era llevado sin rumbo entre helechos y arboles sin fin.
—…Espera…Si ellos son tus padres…
—Así es soy una chica encantadora y no puedes decir lo contrario, mucho gusto, pero ahora quiero llegar rápido así que no hables.
Con un comentario fuera de lugar ella lo obligo a callarse. Las risas de la niña eran escandalosas, su naturaleza traviesa era sin duda su mayor virtud, si es que se le puede decir de esa forma.
Al ritmo que iban mientras atravesaban la selva, se podía escuchar cada vez menos los sonidos de la ciudad. Solo eran las risas de dos niños que corrían sin rumbo definido. Los inmensos arboles llenos de lianas, y aves que coreaban una canción sin descanso eran su única compañía.
Después de algunos minutos el aliento les hacía falta, esa era la diferencia de ser niños normales y tener que revestir su cuerpo usando la tetra energía. La rutina a la que se habían acostumbrado, en donde entrenaban de forma constante para fortalecer su cuerpo, se pudo alejar por instante.
Ambos sonreían al ver que no tenían idea de que estaban haciendo, solo querían jugar, dejar de lado sus preocupaciones y tener una vida normal. La belleza de una selva llena de vida contrastaba con su idea de ser libres.
—¡Vamos! —insistió Ixchel— Ya estamos cerca de un lugar bonito.
Sin poder resistirse, Jedrek la siguió nuevamente, todas sus preocupaciones se esfumaron por un momento, él jugaba con sus compañeros de esa forma en su aldea. Todos se conocían desde que nacieron, sus padres eran amigos, toda la aldea era una unión completa. El voltear atrás solo lo ponía triste, ya había perdido todo eso, solo quedaban sus amigos, y siempre estaban tristes, ahora todos debían ser adultos a temprana edad, no solo ellos, todos los huérfanos ahora lo veían como si fuera su líder. La razón era sencilla, él había demostrado que era poderoso.
Todos querían estar cerca de alguien que los cuidara, aún tenían la necesidad de aferrarse a alguien más fuerte. Los últimos días se sentía vacío, ya no podía jugar de la misma manera, debía comportarse serio todo el tiempo, todos lo buscaban y le pedían indicaciones, él también era un niño, las ganas de llorar por sus padres también le quemaban por dentro.
Sin embargo, siendo llevado de la mano por esta niña en medio de una selva era un cambio inesperado, la sonrisa en su rostro había vuelto, aunque fuera solo una breve ilusión.
Después de algunos minutos, llegaron a un acantilado donde cientos de aves de distintos tamaños y formas sobrevolaban el lugar, la vista era maravillosa, siendo que el cielo azul contrastaba con el inmenso océano que se extendía hasta donde el horizonte permitía ver. Las nubes ocasionalmente aparecían, dando las más diversas formas cual papel tapiz.
Los sonidos se mezclaban en uno dando paso a un canto de la madre naturaleza que mostraba a esos niños la perfección del mundo en que vivían.
—¡Mira allá!
Señalaba con entusiasmo la peña Ixchel. En el costado del acantilado, había algunos Coatl entrando y saliendo de sus cuevas, al ponerles atención se podían ver los huevos de colores tornasol que custodiaban en todos y cada uno de los nidos.
—Cuando mi papá los libero de la barrera dimensional junto a otras especies, los coatl convirtieron este lugar en su paraíso.
Los ojos alegres de aquella niña iluminaron el rostro de Jedrek, la emoción que ella transmitía era indudablemente una maravilla. Llego justo en el momento en que más necesitaba un amigo.
—Ellos… ¿Son como el que montabas en el puerto?
—Más o menos, ese que viste se llama Beto, mi papá la encontró cuando era un huevo perdido hace muchos años, son viejos amigos desde entonces, aunque en esos días mi papá pensaba que era macho, por eso el nombre, hasta que mi tío le explico que en realidad todas son hembras hermafroditas.
La sorpresa de Jedrek fue sincera, ella le hablaba con tal naturaleza que le hacía pensar que siempre se conocieron
Observaron por un largo rato en silencio con miradas cautivadas por todo el movimiento de las especies que convivían en armonía en el acantilado, todas sabían lo que debían hacer, sin molestarse entre ellas, era el curso natural de la vida. Un orden perfecto que siempre debió existir.
—Me gustaría que las personas fueran iguales a los animales. — Dijo Jedrek en voz alta.
—¿Por qué? — Preguntó Ixchel, con una expresión de desconcierto.
—Solo míralos, nadie molesta a nadie sin que sea necesario, cazan para sobrevivir y eso genera violencia, pero tiene un propósito. Las personas no son así, ellos solo son violentos porque les place hacerlo.
Jedrek apretaba los puños al recordar la matanza en su aldea y el sufrimiento de su madre en el barco. Los horrores del ser humano lo habían marcado a temprana edad.
—Eso es cierto, pero no puedes hacer mucho por las personas, solo son tontas. Si lastiman a otros uno debe ser más fuerte para evitarlo.
El comentario de Ixchel perturbo al pelirrojo, en cierto sentido, ella tenía razón. Aquellos que son fuertes no necesitan preocuparse por el sufrimiento, solo necesitan de la fuerza para añejar todo lo malo.
Sin querer, había empezado a desarrollar esos pensamientos. Necesitaba ser más fuerte que cualquier otro si quería evitar que humanos tontos le arrebataran todo lo que tenía de nuevo.
—Sabes, ya eres muy fuerte.
Como ella le estuviera leyendo la mente, la niña dijo en voz alta mientras se acercaba a su rostro escudriñando cada parte de su cabeza, como si buscara algo entre sus cabellos rojos.
—¡Espera!…
Ruborizado y espantado por el acercamiento repentino, aventó a la niña sin una pizca de delicadeza. Lo que hizo que se cayera de sentón mientras ella también quedaba en shock.
—Este… Perdón me sorprendiste… — Dijo Jedrek asustado por haberla empujado.
—Normalmente eso sería una declaración de guerra en mi contra y nos tendríamos que batir en duelo usando Tetra. —Se levantó sin problemas mientras decía eso con una sonrisa malévola en su inocente rostro.
—Hoy tendrás suerte, pero me dejaras jugar con tu cabello como compensación ¿De acuerdo?
Jedrek no quiso replicar ya que había confirmado que esa niña era la hija de la Ministro y el General. Si los rumores eran ciertos, ella era una de los guerreros más fuertes en la Atlántida, no solo eso, si no que hace unos días se había batido en duelo por el título de "Candidato a héroe", aunque él fuera más fuerte que muchos guerreros en los campos de entrenamiento, aún estaba muy por debajo de ella y su nivel de pelea.
Básicamente sería un suicidio.
—De todas formas… ¿qué hacemos aquí?
—Te quiero conocer. —Respondió al instante la niña mientras agarraba el cabello rojo de Jedrek y se ponía a jugar con el.
—¿A mí? ¿Por qué?...
—Porque eres fuerte y dicen los rumores que mi papá o mi tío, alguno de los dos dejó un hijo bastardo, escuche que era fácil identificar ya que es el único con cabello rojo y rizado en toda la ciudad, pero no te pareces a ninguno, además tu aura de batalla es distinta. Así que creo eres una especie de genio en el uso de Tetra… y eso me gusta te quiero como un nuevo amigo y compañero de entrenamiento.
Con aquella declaración triunfal, la pequeña Ixchel había conseguido un nuevo amigo mientras Jedrek, sudaba frío, algo en aquellas palabras le recordó el sádico entrenamiento de la ministro. Sus piernas temblaban y una sonrisa nerviosa invadió su rostro, mientras la niña jugaba despreocupadamente con el cabello de él para hacer trenzas.