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Chapter 7 - Atlántida parte 1

Un área rodeada de grandes atlantes de piedra, se eleva hasta donde la vista alcanza. Decenas de guerreros entrenaban sin descanso como parte de sus actividades.

Mujeres, hombres, ancianos, niños y jóvenes por igual venían todos días según las indicaciones del primer ministro.

La ley marcial implica una mejora en los ciudadanos en un sentido estricto, la Atlántida se rige bajo la premisa de que no hay ejércitos, ni enfermedades, ni crimen.

Para muchos es un tema complicado, pero aquí se ha vuelto una rutina normal. "Ejercicio, disciplina y valores nos harán una sociedad más amena" Es el slogan que se puede ver pintado en la pared principal a un costado del área de descanso.

Un grupo de ancianos platica plácidamente mientras se estiran y colocan sus catalizadores en las muñecas. Sus ojos cambian con ligeras auras de colores distintos entre sí.

Sus cuerpos recuperan la vitalidad de la juventud al usar la tetra-energía y con una carrera que sería imposible a su edad, parten directo al circuito de obstáculos.

Al principio suena cruel decir que incluso gente con discapacidades deben venir a los campos de entrenamiento, pero todo lo contrario, la calidad de vida mejora constantemente.

El poder de la creación es capaz de cambiar el estilo de vida de las personas, no solo como guerreros, si no cualquier profesión.

La habilidad de sanar es muy solicitada y muchos llegan a este pequeño continente en busca de médicos.

Por su parte, construir casas de forma autosustentable, se convierte en un reto formidable, pero al tener mayor fuerza física y habilidades para mover grandes cantidades de material sin usar maquinaria, facilita las cosas.

El trueque de productos y servicios producidos en el continente también ha mejorado al tener una mayor variedad que en las ciudades normales.

Cualquiera puede conseguir un trabajo, educación y vivienda, todo es subsidiado por el gobierno, por eso la gente está más tranquila y por eso suele aceptar tener que venir aquí todos los días a fortalecerse.

Es en este campo donde Selene, la primer ministro, se encuentra sentada bajo la sombra de un árbol de mangos, disfrutando plácidamente de uno. En ese sitio, ella observa con detenimiento a todos y cada uno de los habitantes.

Existen alrededor de 50,000 de ellos, distribuidos en las tres pequeñas ciudades del continente, curiosamente conoce a todos y cada uno de ellos. Todos la saludan con respeto y familiaridad.

Su estatus político solo sirve para presentaciones y de vez en cuando ejercer su autoridad ante aquellos que quieren aprovecharse de la buena voluntad de su pueblo.

Muchos criminales que se escabullen al pedir asilo, creen que por vivir una vida pacifica, la gente aquí es débil y de mente inocente. Lo cual es todo lo contrario; su estilo de vida pacifico mezclado con educación estricta y un toque de reglas militares, los ha vuelto más fuertes que cualquier ser humano en la historia.

Dirigidos por una mujer muy sociable y carismática, pero también firme y de voluntad inquebrantable.

En contraste, el enojo de esa mañana había pasado rápidamente, pero todavía tenía deseo de venganza con su esposo.

Ella, solo contemplaba el horizonte mientras veía el flujo de tetra- energía siendo absorbido por los enormes Atlantes de piedra. Solo aquellos que tenían un control magistral de ese poder, eran capaces de verlo.

Su mirada fue atraída por un objeto que no suele verse en manos de los aprendices. Un macuahuitl, siendo sostenido por un niño pelirrojo, no nada más él, un grupo de niños a su alrededor, sostenía palos de entrenamiento con la misma forma.

La intriga le ganó y usando su anormal velocidad, se escabulló sigilosamente, hasta donde estaban, sin dejar de comer su mango.

La esgrima de los niños dejaba mucho que desear pero lo hacían con fervor. Seguían las indicaciones de María, la asistente de Selene y una de los entrenadores del lugar.

—Vamos niños, levanten más los brazos y mantengan la espalda recta. —Gritaba con entusiasmo al ver que sus pequeños aprendices avanzaban a pasos agigantados después de un mes de haber llegado a la ciudad.

Ella fue la misma persona quien los recibió en la aduana, un ligero instinto maternal y la nostalgia, atormentaron sus pensamientos al escuchar como perdieron a sus familias para poder llegar aquí. Decidió quedarse con ellos hasta que pudieran valerse por sí mismos.

Al igual que ellos, fue huérfana desde la infancia pero tuvo la fortuna de conseguir ser polizonte en un barco pesquero y llegar hasta el continente Atlante. Sufrió mucho en ese viaje, pero pudo soportarlo gracias a un marinero que se apiadó de ella.

Ahora, cuidaba a los niños y los entrenaba diariamente. Ellos tenían su propio líder, un niño pelirrojo que portaba lo que llamaba "Tesoro de su aldea", esa arma tenía el sello de Kukulcán, muchos intentaron quitárselo, pero se negaba con rudeza.

Habían estado viviendo en la casa migrante en "La Bahía Sur" todo este tiempo. El periodo de enseñanza básico fue un éxito, de esa forma la inmersión en la sociedad no tendría mayor problema.

Hoy era su primer día en los campos de entrenamiento centrales. Todos portaban catalizadores menos Jedrek, al parecer ya podía usar la tetra-energía sin necesidad de uno.

Fue tomado como una especie de prodigio y la voz se corrió entre algunos guerreros que turisteaban en la Bahía sur esos días.

Entre los guerreros que entrenaban a la distancia, nació el rumor de un hijo perdido del General. Los buenos oídos de Selene lo captaron, pero un rumor no era algo que le importará.

Sin embargo, ella seguía observando con curiosidad a la distancia, el joven no tenía técnica, pero su fuerza potencial era extraña. No solo él, los dieciséis que lo acompañaban poseían un aura propia.

Algunos guerreros tardaban años antes de conseguir eso. Incluso la mayoría prefería usar sus catalizadores para tener un ritmo constante de poder.

Pero esos niños los estaban usando para estabilizarse, para regular la fuerza que emitían.

Dejando de lado la falta de entrenamiento y habilidades marciales, podrían considerarse guerreros atlantes por el simple hecho de un manejo óptimo de la Tetra-energía.

—Señorita María, ¿Cuánto tiempo debemos repetir estos movimientos?—Preguntó el más chiquito de los niños.

—Hasta que sus cuerpos tengan memoria muscular, vamos una ronda más y se pueden ir a comer. —Dijo ella en un tono alegre.

Los niños asintieron y siguieron entrenando. Selene se movió a velocidad sónica y fue por más mangos. Creó una canasta sencilla con las ramas del árbol al aplicar Tetra sobre ellas, las cuales empezaron a moverse como si estuvieran vivas, tejiéndose entre sí.

Al volver los niños estaban exhaustos, buscando un espacio donde sentarse.

Sus rostros mostraban incredulidad al ver que una hermosa mujer apareció de la nada y sostenía una canasta con frutas.

—Tomen niños, se están esforzando mucho así que les traje un regalo—dijo Selene sin soltar su propio mango—Siento que los he visto antes... ¿De dónde vienen?

—Son los niños de los que le comente está mañana Maestra, me estaré haciendo cargo de ellos un tiempo. —Respondió María en un tono alegre.

—Eso lo sé sonsa—dijo sonriente mientras seguía comiendo— Yo me refiero a que sus rostros se me hacen conocidos. ¿De dónde vienen?

—Del archipiélago panameño—Contesto Jedrek— Nuestra aldea estaba oculta más allá de las ruinas centroamericanas, entre la zona inundada y la zona de manglares, en una isla llena de selva, pero mercenarios atacaron una noche... Y todos... murieron.

Su voz era firme y dolorosa. Se podía ver la convicción en sus ojos, la perdida y la tristeza eran una sombra que difícilmente podría quitarse de encima.

—Esa arma, ¿Dónde la conseguiste?—dijo Selene mientras se sentaba a su lado.

—Era el tesoro de mi aldea, nuestros padres la veneraban, decían que "Los hermanos viajeros" la regalaron hace muchos años como un recuerdo. —

En su memoria un recuerdo quemo cada gramo de consciencia. Selene buscó durante años a un grupo de esclavos al que perteneció cuando era niña. En aquel entonces conoció a un joven de nombre Tezca y a su maestro Kukulcán, quienes salvaron a todos y los pusieron en libertad.

Durante años uso su influencia como héroe y gobernante para buscar a sus amigos y traerlos, pero fue como si la tierra se los hubiera tragado. Se había resignado a nunca más verlos.

—El archipiélago... Ese lugar está desolado se supone que solo las iguanas viven ahí...—Selene estaba perdida en sus pensamientos—Busque en esa zona hace unos doce años... pero creo que no también como debía.

El dolor se hizo evidente en su rostro, ella quería salvar a sus amigos por eso se fue con Tezca y Kukulcán, aprendió a pelear y consiguió dominar la tetra-energía, para poder convertirse en héroe y así poder ayudar a salvar a todos los que sufrían en el mundo.

La realidad es que al final nunca puedes ayudar a todos por más que te esfuerces.

Sus ojos se plantaron con melancolía en el pequeño Jedrek y una palabra salió de sus labios. El pequeño reconoció el nombre de su madre de inmediato.

—Ella... Fue mi madre, ¿Usted la conoció?—

Ignorando la pregunta, Selene camino y acaricio las cabezas de todos los niños con gran cariño. Observaba los gestos de cada uno, entrecerraba un poco los ojos y después decía un nombre o dos.

Los niños asentían cuando escuchaban el nombre de su madre o padre.

—Todos ustedes... La vida es tan curiosa, no sé qué pensar. María, por favor cuídalos mucho, estoy en deuda con sus difuntos padres, no me perdonaré si algo les pasa. Niños, les prometo que bajo mi ala jamás sufrirán de nuevo, ahora pueden decirme Maestra. Si sobrepasan en talento a María, no duden en venir conmigo, les mostraré el siguiente nivel del poder. — dijo como despedida y siguió su curso sin mirar atrás.

Incluso como una gobernante laxa y relaja, no podía mostrar fácilmente su aflicción.

Algunas gotas recorrieron sus mejillas y cayeron al piso.

—Curioso, me sudan los ojos —dijo esbozando una sonrisa triste con su clásico sarcasmo—Creo que más tarde, daré un paseo con ellos, después de todo, son mis sobrinos.