Haro abrió los ojos lentamente y la luz solar le dio la bienvenida. A medida que comenzaba a recobrar la consciencia, recordó poco a poco todo lo que había sucedido. ¿Había alguna posibilidad de que fuera un sueño? Miró a su alrededor. Hasta donde alcanzaba la vista, solo había árboles y tierra. Aquello significaba que realmente había pasado lo que creía. Un Geist le había poseído.
Dándose cuenta de lo que significaba, Haro se miró las palmas de las manos rápidamente. Esperaba ver aquellas gigantescas y de color negro que había visto ayer, pero en su lugar se encontró con sus pequeñas y normales manos de humano. Se miró el resto del cuerpo buscando confirmación. Tal y como pensaba, no quedaba ningún rastro de la sustancia negra que se había apoderado de él hacía unas horas. El Geist había desaparecido.
Haro soltó un gran suspiro de alivio y se tumbó en el suelo del bosque unos segundos. Si el Geist le había dejado en paz, no tendría que entregarse a la policía ni morir. Con mucha suerte, nadie le había visto la cara y no sabrían que él había sido el responsable del accidente de anoche. Al pensar en ello, los recuerdos de los tres atracadores siendo asesinados por el Geist volvieron a su mente, y tuvo que hacer un esfuerzo por no vomitar. Le gustase o no, él había matado a esas tres personas. Aunque fueran pandilleros y criminales, aquellos hombres probablemente tenían familias o personas que les echarían de menos. Y todo por culpa del estúpido Geist.
Se levantó lentamente hasta estar de pie. De repente recordó todos los golpes que había recibido la noche anterior y todos los huesos que probablemente tenía rotos. Se llevó las manos a su brazo y sus costillas esperando a que llegara el dolor insoportable, pero nunca llegó. Esperó unos segundos, extrañado. De hecho, ni siquiera le dolía un poco en las zonas donde había recibido más daño. Se miró el brazo derecho y lo movió con total libertad. ¿Acaso el Geist le había curado sus heridas? Parec��a la única explicación posible. No sabía por qué una criatura monstruosa como esa le sanaría, pero no se quedaría más tiempo pensándolo.
Rebuscó en el bolsillo de su sudadera hasta dar con lo que buscaba. Sacó su teléfono móvil y lo examinó. La pantalla estaba muy fragmentada, probablemente por la caída y los múltiples golpes que había recibido el día anterior, pero parecía que seguía funcionando. Encendió la pantalla e inmediatamente vio una explosión de notificaciones correspondientes a una sola persona: Félix.
Incontables "¿Dónde estás?" y "¿Cuándo volverás?" habían sido enviados desde anoche, muestra de la preocupación de su compañero de piso. Desde sus ojos, Haro no había llevado la cena, ni tan solo vuelto a casa en toda la noche. Era normal que se preocupase de aquella manera. Tendría que pensar qué le contaría cuando llegase de vuelta al piso.
Otra cosa llamó la atención de Haro en la pantalla de su móvil. Eran las 8:06h. Haro abrió los ojos como platos, asustado. En menos de una hora tenía clase en la universidad, y ni siquiera sabía dónde se encontraba en aquel momento. Si pretendía que el ataque Geist no había sucedido, podía seguir con su vida normal, lo que significaba que tenía que ir a la universidad como siempre. Y no podía arriesgarse a perder clases. Comenzó a correr en la dirección por la que recordaba que había venido el monstruo, esperando encontrar el camino de vuelta.
Tras más de media hora corriendo por el bosque y las calles de su barrio, Haro por fin estaba cerca de su casa. En tan solo un par de giros habría llegado y entonces sería cuando llegaría una de las partes difíciles: pensar qué le contaba a Félix.
No tuvo demasiado tiempo de reflexionar sobre eso, ya que en el siguiente giro que tomó una bizarra escena le hizo detenerse con miedo. No se había percatado antes, pero aquella era la calle donde el Geist le poseyó la noche anterior. Ahora estaba acordonada por la policía y había docenas de agentes y militares en el lugar. Por el suelo, Haro pudo identificar tapado por una sábana negra uno de los atracadores, concretamente al que el monstruo había aplastado. No podía ver cómo lo había dejado el Geist, pero un gran charco de sangre se había formado debajo de él.
Haro trató de calmarse. Estaba seguro de que el Geist había matado a los tres hombres, por lo que la policía no tenía ninguna manera de saber que había sido él quien provocó aquel desastre. Comenzó a caminar por la acera tratando de pasar desapercibido. No podía evitar ponerse nervioso al ver a tantos policías juntos. Aunque hiciera tan solo unas horas que pretendía entregarse, ahora no quedaba ningún rastro del Geist en su cuerpo, por lo que tenía la opción de vivir con normalidad, y por descontado no quería entregarse.
—Perdone. El de la sudadera roja —llamó una voz detrás de él. Haro se quedó paralizado, pensando en el peor de los casos. ¿Y si había una cámara en aquella calle y habían logrado averiguar que él era el responsable de todo aquello? Se giró lentamente mirando hacia el suelo mientras el policía se acercaba hacia él—. ¿Por casualidad pasó por aquí anoche? ¿Vio algo extraño?
Haro levantó la mirada hacia el policía, ligeramente más seguro. Parecía que no sospechaban de él.
—Lo siento, no estuve aquí. No vi nada —respondió Haro tratando de sonar convincente. El policía asintió y retrocedió ligeramente.
—De acuerdo. Lamento molestarle —se despidió el policía antes de girarse y continuar con su trabajo. Haro hizo lo mismo y siguió caminando sin mirar atrás.
Haro abrió la puerta del piso tratando de no hacer mucho ruido. Era posible que Félix siguiera durmiendo, y si podía evitar despertarse y ahorrarse la explicación de dónde había estado anoche, mejor. Al final no había tenido demasiada oportunidad de pensar lo que le diría, así que, si estaba despierto y le preguntaba, tendría que improvisar. Cerró la puerta también con cuidado, pero parecía que ya había sido escuchado.
Rápidos pasos sonaron desde el cuarto de Félix y en pocos segundos ya había llegado a la entrada, vestido con su usual pijama de ositos. Félix era un chico de la misma edad de Haro, ligeramente más bajo. Tenía el pelo negro y los ojos color miel. Era bastante guapo de cara, y con su característico carisma era normal que trajera alguna chica al piso de vez en cuando.
—Pero mira quién se digna a aparecer ahora. El señor "no me presento en casa en toda la noche" —comentó Félix con tono de reproche. A pesar de aparentar estar enfadado, Haro sabía que su compañero de piso se había preocupado por él.
—Tampoco es para tanto —trató de excusarse Haro, pero la mirada inquisitiva de Félix seguía clavada en él.
—¿Que no es para tanto? Ni un mensaje, ni una llamada, ni siquiera una nota. No tenía ni idea de dónde estabas.
—Me quedé sin batería —Haro se rascó la cabeza pensando en su siguiente excusa. Había valorado decirle la verdad a Félix, pero eso solo podía traer problemas. Podría asustarse y no querer vivir más con él, o llamar a la policía. Ahora que el Geist había desaparecido, lo mejor que podía hacer era olvidarlo y tratar de encubrirlo—. Además, tenemos diecinueve años. No es para tanto si algún día salgo de noche.
—¿Me estás diciendo que saliste de fiesta? ¿Tú? No me hagas reír —respondió Félix incrédulo.
—Pues sí. Salí de fiesta —sentenció Haro, tratando de sonar convincente. Tras unos instantes identificó el tono irónico de Félix y se molestó—. ¿Y por qué lo dices así? Ni que fuera lo más raro del mundo.
—La última vez que hubo una fiesta en la ciudad te quedaste en casa jugando a videojuegos porque, y cito, "era una pérdida de tiempo socializar".
—La gente cambia, ¿vale? Siento no haberte avisado, pero no volverá a pasar. Y ahora si me disculpas, llego tarde a la universidad —Haro cogió su mochila y salió del piso antes de darle oportunidad a Félix para responderle.
Tras un par de segundos, Félix se había quedado solo de nuevo. Suspiró al tiempo que negaba con la cabeza. Llevaban siendo amigos desde que tenía memoria, y siempre se lo habían contado todo el uno al otro. Por eso no lo entendía. No entendía por qué Haro le mentía a la cara.
Aunque la universidad no estaba muy lejos de su piso, Haro había llegado con bastante retraso. El lugar era bastante extraño, aunque en el buen sentido. La universidad se encontraba dentro de un gran campus, lleno de naturaleza y vida, pero estaba en medio de la ciudad. Haro solía compararlo con una ciudad aislada dentro de otra. Pero justo en aquel momento, la amplitud del campus no le estaba ayudando. La facultad de ciencias era de las que más lejos estaban, así que tenía que darse prisa si no quería perderse otra clase.
—¡Haro! —llamó una voz femenina por detrás de él, interrumpiendo sus pensamientos. Aun sin girarse, Haro ya sabía quién le había llamado. Solo había una persona en todo el campus que tenía la libertad de gritar en público de aquella manera: June.
Haro se giró para observar cómo la chica corría hacia él hasta alcanzarle. June era bastante más baja que él. Tenía el pelo por la altura de los hombros y pelirrojo y unos grandes ojos verdes que a menudo distraían a Haro. Desde que la había conocido, June siempre tenía una sonrisa en la cara. Era bastante movida, lo que contrastaba con su baja estatura. Tenía un cuerpo bien proporcionado y llevaba una ropa que destacaba sus atributos: unos vaqueros y una blusa azul.
—Buenos días —saludó Haro levantando levemente una mano
—Buenos días. Llegas tarde —informó June, mirándolo curiosamente
—Lo sé… He tenido algunos problemas —trató de justificarse Haro mientras se rascaba la cabeza
—¿Está eso relacionado con que lleves la misma ropa que ayer? —preguntó su amiga al tiempo que tocaba su sudadera.
Haro se estremeció, no por el contacto físico de June, ya que estaba acostumbrado, sino porque le había descubierto con lo de su ropa. Para evitar tener que seguir dándole explicaciones a Félix, Haro había salido de su piso lo más rápido que pudo, pero no había pensado en detalles como la ropa que llevaba. Cualquier otra persona no se habría percatado, pero June era tan observadora que a veces le sorprendía.
—Es una historia muy larga… —excusó Haro. June le miró unos segundos, como analizándole, pero para su suerte no pareció querer indagar más sobre el tema.
—No importa. Te has perdido Termodinámica. Ha sido bastante aburrido sin ti. La profesora no paraba de repetir lo mismo todo el rato —explicó June
—Te aburrías porque eres muy inteligente —respondió Haro—. Por cierto, ¿podrías pasarme los apuntes? Yo no soy como tú, si me pierdo una clase no entenderé nada en la próxima.
—Claro. Pero solo si me traes comida de Félix —propuso June, guiñando un ojo en tono bromista. Ella y Félix nunca se habían conocido en persona, pero Haro le había dejado probar en más de una ocasión la comida de su compañero de piso, y le había encantado. Desde entonces siempre que tenía ocasión le pedía.
—Hablaré con Félix. Seguro que prepara algo rico para la ti —June sonrió y cerró los ojos unos segundos, probablemente imaginando el sabor de los platos de Félix —. Por cierto, deberíamos irnos ya. No me gustaría perderme otra clase.
June volvió a la realidad y asintió. Juntos comenzaron a caminar hacia la facultad. La actitud risueña y abierta de June hacía que Haro nunca se aburriera cuando estaba con ella, ya que siempre podían hablar de cualquier tema, por insignificante que fuera, y sería sin duda una conversación entretenida.
Aunque ya estaban en primavera, el clima continuaba siendo bastante frío. En un momento concreto, una ráfaga de aire frío pasó cerca de ellos. June había desarrollado la costumbre de acercarse bastante a Haro cuando tenía frío, por lo que le agarró del brazo, poniéndolo bastante cerca de su cuerpo. Haro se sonrojó ligeramente. Era precisamente por ese tipo de acciones que varios conocidos de la universidad les habían preguntado si eran pareja. Después de todo, no era usual ver a una chica acercándose tanto a un chico cuando eran solo amigos.
Honestamente, a Haro no le importaría. June era guapa, inteligente y divertida, por lo que probablemente pasaría un buen rato si saliese con ella como pareja. Sin embargo, tenía bastante claro que June solo le veía como un amigo. Sí, se acercaba bastante, pero eso era probablemente debido a la personalidad desvergonzada e independiente de su amiga: simplemente no tenía vergüenza en acercarse a él cuando tenía frío. Además de eso, Haro nunca había percibido ninguna señal de que pudiera realmente gustarle a June, y prefería no arriesgar su amistad a dar un paso en falso.
Llegaron justo a tiempo para el inicio de las prácticas de laboratorio. Como era normal, Haro se puso la bata, las gafas protectoras y los guantes. Aquel día iban a trabajar con sustancias ácidas y básicas, por lo que era mejor estar protegido si no quería recibir quemaduras químicas.
—¿Equipo de seguridad listo? —preguntó June mientras revisaba el protocolo de la práctica
—Listo —respondió Haro con seguridad. Por fin estaba comenzando a superar lo que había sucedido la noche anterior, aunque no creía que pudiera olvidarlo nunca.
—Perfecto. Hoy tenemos que estudiar reacciones de neutralización. Necesitaremos ácido sulfúrico e hidróxido de sodio concentrado —indicó June con firmeza.
—Entendido, mi señora —bromeó Haro. Cuando estaban en ambientes de trabajo serio, como el laboratorio, June se ponía realmente concentrada. Casi parecía otra persona en comparación con su yo jovial de fuera de clases. Haro estaba seguro de que sería una gran química cuando se graduase.
—Traeré el ácido, tú enc��rgate del hidróxido de sodio —ordenó June—. Y asegúrate de no tirártelo por encima.
—Lo intentaré —contestó Haro, siguiéndole la broma a su amiga. Caminó hasta el estante de los productos químicos y tras rebuscar entre recipientes con nombres extraños por fin encontró el que estaba buscando. Lo trajo de vuelta a su la mesa donde iban a realizar el experimento, donde June le esperaba con el ácido sulfúrico.
Unos toques en la puerta interrumpieron su concentración, haciéndole mirar hacia el sonido. Cuando lo hizo, se le heló la sangre. Dos oficiales de policía estaban entrando por la puerta del laboratorio. No iban vestidos de uniforme, sino que llevaban ropa normal y la placa colgada del cuello. En pocos segundos, todos los alumnos miraban a los policías intranquilos, pero Haro el que más. Los murmullos comenzaron entre sus compañeros. No era ni mucho menos normal que la policía les interrumpiese una clase, por lo que sabían que algo iba mal.
Si Haro se había comenzado a tranquilizar sobre lo que pasó la noche anterior, ahora estaba igual de nervioso que cuando había pasado por delante de la policía aquella mañana. Comenzó a repasar de mentalmente de nuevo todas las vías en las que podrían haberle descubierto, pero no se le ocurrió ninguna. Decidió simplemente observar callado lo que le tenían que decir.
—Discúlpennos la intromisión —explicó uno de los policías—. Soy el inspector Casero y este es el subinspector Mora. Venimos de parte del departamento de policía de la ciudad.
El profesor se acercó a ellos también ligeramente alterado porque dos policías interrumpieran su clase.
—Claro. ¿En qué podemos ayudarles? —preguntó servicial. El policía que se había presentado, Casero, caminó unos pasos hasta estar más o menos delante de todos los alumnos. El que se llamaba Mora lo siguió ligeramente inseguro. Haro trató de encogerse lo más posible para no llamar la atención.
—Ayer entorno a las 23:00h ocurrió una posesión Geist unas calles hacia el oeste del campus —Todos los alumnos se miraron entre ellos, sorprendidos y asustados, y comenzaron a murmurar. El inspector continuó—. Hubo tres víctimas mortales y varios coches destruidos. Según unos testigos, el Geist huyó de la escena del crimen, y no se le ha vuelto a ver más, por lo que creemos que el poseído tiene la capacidad de cambiar a su forma humana a voluntad.
Casero caminó por la clase a medida que explicaba, mirando las caras de los alumnos. Por suerte para Haro, él y June se encontraban prácticamente al fondo de la clase, por lo que el inspector no lo tendría fácil para mirarle.
Tras terminar su explicación, los estudiantes parecían más confundidos que antes. Hasta donde habían explicado por las noticias, los Geist no podían transformarse de vuelta a humanos hasta que morían, por lo que alguien capaz de hacerlo sin duda supondría un reto nuevo para la policía.
Aun así, Haro tuvo que contenerse para no decir algo al respecto. Sabía que estaban hablando de él, pero de ninguna manera podía transformarse a voluntad. Estaba seguro de que el Geist que le había poseído ya no se había marchado y que no iba a volver nunca más. Haro solo quería olvidar lo que había ocurrido, no continuar pensando en ello hasta en la universidad.
—Tenemos el trabajo de preguntar a los alumnos de la universidad en busca de testigos, así que, si alguien vio o escuchó algo raro anoche cerca de la universidad, contactad con la policía —terminó de explicar Casero. Antes de marcharse, dio una última ojeada a los alumnos y su mirada se cruzó con la de Haro por unos instantes. Para la suerte del estudiante, el inspector continuó su camino y desapareció del aula junto al subinspector. Haro respiró profundamente, como si hubiese estado conteniendo el aire desde que aparecieron los policías. Parecía que se había librado. Ahora solo tenía que esperar a que la policía se olvidara del accidente y entonces podría vivir tranquilo.
—Otro Geist en la ciudad… Es de locos —le comentó June, quien parecía estar reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. Por extraño que pareciera, su ciudad era de los lugares del país donde más posesiones se habían producido. De hecho, había oído incluso que el gobierno estaba mandando a más policías a la ciudad para poder tener un mejor control sobre el asunto.
—Y que lo digas —respondió Haro ligeramente nervioso. Se puso a recolocar los recipientes químicos para tratar de distraer ligeramente su cabeza. Notó de reojo cómo June le miraba.
—¿Oye, tú no vivías al oeste del campus? —preguntó la chica. Haro se distrajo por la pregunta tan concreta de June, poniéndose nervioso al instante.
Por descuido derramó el recipiente con ácido sulfúrico que estaba manipulando, vertiendo el contenido sobre la mesa y más importante: sobre su mano.
—¡Haro! —gritó June al presenciar el accidente. El chico tardó unos instantes en reaccionar, pero rápidamente se apartó de la mesa y se cubrió la mano empapada con ácido, esperando que el fuerte dolor viniera. El resto de sus compañeros ya los miraban con sorpresa y preocupación cuando June decidió actuar rápidamente. Cogió a Haro del brazo y lo llevó corriendo hasta los grifos del laboratorio. En pocos instantes, la chica abrió el grifo y puso la mano de Haro bajo el agua.
Tanto los otros estudiantes que había en el laboratorio como el profesor se acercaron rápidamente hacia Haro y June, atraídos por el escándalo. Antes de que se dieran cuenta, los alumnos estaban hablando sobre lo que había sucedido.
—¡Eh, eh, eh! ¿Por qué tanto alboroto? —preguntó el profesor haciéndose espacio entre los jóvenes chismosos.
—Es Haro. Se le ha… derramado el ácido sulfúrico encima —contestó June casi al borde del llanto. La chica era consciente de lo peligrosa que era aquella sustancia y estaba realmente alterada por Haro.
Haro observó cómo el profesor ponía cara de terror al escuchar las palabras de June. Sabía que el ácido sulfúrico podía disolverle la piel y causarle quemaduras graves, pero no estaba sintiendo ningún tipo de dolor. Aun así, tenía miedo de mirarse la mano afectada. El profesor sacó la mano de Haro del agua y la examinó con expresión preocupada. Tras unos segundos, miró extrañado a Haro.
—No tienes absolutamente nada —dijo el profesor. Tanto Haro como June, quienes habían estado evitando fijarse en la mano, la miraron con incredulidad.
—Es cierto —corroboró June, extrañada, pasando sus dedos por la mano de Haro—. Ni siquiera está irritada.
Haro suspiró del alivio al saber que no le había sucedido nada. Tan solo con ver a June alterada, se le había encogido el corazón durante unos segundos.
—No lo entiendo. He visto cómo le caía en la mano —explicó June
—¿Estáis seguros de que era ácido sulfúrico? —preguntó el profesor
Ambos compañeros de laboratorio miraron hacia su mesa, donde también había caído el químico. Las hojas de papel y libretas que había encima ahora se estaban volviendo de color negro y estaban humeantes a causa de la corrosión. El profesor se giró, alterado. Al ver lo que sucedía, corrió hacia la mesa, pensando qué hacer a tiempo que se rascaba la cabeza, nervioso.
Mientras el profesor trataba de arreglar el estropicio que había montado Haro, June miró a su compañero desconcertada. Le volvió a mirar la mano, y luego a los ojos.
—¿Cómo…? —comenzó a preguntar June, pero sabía que Haro tampoco conocía la respuesta. Haro también se miró la mano. En ningún momento había sentido la quemadura que el ácido debería haberle provocado, pero él había visto claramente cómo se derramaba el líquido en la mano.
—Se suspende la clase. Que cada uno recoja sus cosas y se marche. Tengo que arreglar este desastre —anunció el profesor. Los estudiantes le hicieron caso, algunos aliviados porque se hubiera terminado la clase y otros lanzando miradas de molestia a Haro por haber arruinado la práctica.
June, quien todavía sostenía la mano de Haro, los guio hacia fuera de la clase. Haro veía que claramente estaba tratando de entender lo que había ocurrido. Antes de que pudiesen salir, Haro tuvo una extraña sensación. Era bastante familiar, pero ligeramente desagradable al mismo tiempo. Notó cómo la sensación pasaba de su pecho a todo su torso y después a sus extremidades y cabeza. Cuando se miró los brazos para ver qué sucedía se le heló la sangre. La misma masa negra y morada que le había invadido el día anterior estaba volviendo a extenderse por su cuerpo. El Geist había vuelto.
Inmediatamente al darse cuenta, Haro soltó la mano de June, lo que hizo que la chica se girara para comprobar qué pasaba. Al verlo, los ojos de June se abrieron como platos y ella permaneció inmóvil. Algunos otros alumnos también eran testigos de lo que sucedía.
—No, no, no, no… Esto no puede estar pasando —se quejó Haro mirando sus extremidades. Por imposible que le pareciera, estaba siendo poseído de nuevo por el mismo Geist. Él creía que, tras poseerle una vez, el monstruo se marcharía, pero era lo contrario. Estaba volviendo, y además más rápido que la noche anterior. En pocos segundos ya había cubierto sus extremidades y se extendía hacia su cabeza. La desesperación comenzó a apoderarse del chico.
—Haro… —lo llamó June con una voz casi imperceptible. Haro la miró a los ojos antes de ser consumido por el monstruo y le dijo una palabra: "Huye".
El campo de visión de Haro pasó a ser completamente negro. Tras unos segundos de expectación y sensaciones raras por todo su cuerpo, la misma imagen que había visto la noche anterior apareció delante de él. El Geist había abierto los ojos.
La gran criatura negra rugió con intensidad antes de golpear las mesas de la clase. Todos los estudiantes gritaron de terror y corrieron hacia el exterior de la clase, incluido el profesor. Todos menos June. Los ojos morados del monstruo se fijaron en la compañera de Haro, quien no se había movido ni un paso. En su cara había sin duda miedo, pero también otras emociones que Haro no pudo lograr descifrar.
Haro sintió que el Geist analizaba a la chica. No sabía muy bien por qué, pero no parecía querer atacarle, lo que era un alivio para él.
Unos pasos rápidos llamaron la atención del monstruo, y también de Haro. No sabía cómo, pero podía distinguir mucho mejor entre todos los sonidos. Los pasos venían del pasillo que llevaba al laboratorio, pero no se estaban alejando, sino que se acercaban hacia ellos. En pocos instantes, dos figuras conocidas entraron en el lugar. Casero y Mora, los inspectores que habían interrumpido la clase hacía unos minutos, ahora entraban de nuevo en el laboratorio, excepto que esta vez llevaban pistolas en la mano.
Ambos policías le apuntaron con sus armas, dispuestos a dispararle. Haro se percató instantáneamente de lo que iba a suceder. Aunque los policías pretendieran apuntarle a él, June, quien seguía desconcertada, estaba en la línea de tiro. En otras circunstancias, Haro pensaría que los policías no dispararían si había un inocente en peligro, pero aquello no era lo que iba a pasar. Haro podía ver los ojos del inspector Casero desde el Geist. Eran los ojos de alguien que quería conseguir su objetivo a cualquier coste, aun si eso implicaba matar a June.
Casi instintivamente, Haro hizo que el Geist saltase hasta donde estaba June, cubriéndola con su enorme cuerpo de monstruo. Extendió sus gigantescos brazos alrededor de la chica para evitar que le impactase cualquier bala, y entonces comenzaron los disparos. Haro no estaba seguro de cómo, pero, aunque podía sentir los impactos de las balas en la espalda del monstruo, no sentía ningún tipo de daño. Era como si aquellas armas mortíferas hubiesen pasado a ser pistolas de juguete contra el Geist.
Haro esperó unos segundos a que hubieran terminado los disparos y entonces se separó de June de un salto. La chica se quedó mirando al Geist con ojos analíticos, como si estuviera procesando lo que había pasado. Como si hubiese agotado el tiempo de dejarse controlar por Haro, el Geist volvió a su comportamiento agresivo y amenazante. Por la ira que Haro podía sentir desde el interior del monstruo, parecía que los disparos le hab��an enfadado. El Geist comenzó a mover los brazos de un lado para otro, mandando a volar mesas, sillas y todo lo que se encontrara en su camino.
Los policías no perdieron tiempo y volvieron a disparar al monstruo. Aunque no le podían hacer daño, Haro sabía que el Geist tenía la intención de matar a aquellos policías, y era algo que quería evitar. Usando el "músculo" que había utilizado hacía unos instantes para proteger a June, Haro trató de hacer que el monstruo se moviera en dirección contraria a los policías. En un primer momento, su intento de tomar el control pareció funcionar. El Geist se giró para darle las espaldas a los policías, pero aquello lo dejó enfrente de una pared, cortándole el paso. Ya sin el control, Haro esperó temeroso a ver cómo reaccionaba el monstruo. Como si aquello no fuera un obstáculo para el Geist, este levantó el puño derecho y asestó un fuerte puñetazo a la pared, provocando un enorme estruendo. Sorprendentemente, la estrategia del monstruo había parecido funcionar, ya que ahora había un enorme agujero en la pared de la universidad, que daba directamente al exterior.
El Geist se giró un último momento para mirar a June, quien seguía en estado de shock, y saltó al exterior. Aunque los laboratorios estaban en el tercer piso de la facultad, el Geist impactó el suelo con sus extremidades, rompiendo el pavimento alrededor y sin él recibir ningún daño por la caída.
Como era normal, el exterior de la facultad estaba repleto de estudiantes, quienes comenzaron a gritar y correr en cuanto vieron a la enorme bestia. Haro había sido bastante afortunado de no haber herido a nadie en la caída, pero parecía que hasta ahí llegaba su suerte. Al ver tantas personas y ruidos diferentes, el Geist comenzó a ponerse más furioso. Rugió con intensidad, dejando atemorizado a cualquiera que no lo estuviera ya. Haro no estaba seguro de poder controlar los impulsos asesinos del monstruo, pero tendría que hacerlo si no quería hacer daño a nadie. Haro gruñó para sus adentros. Tendría que haber ido a la policía aunque el Geist hubiera desaparecido. Si lo hubiera hecho nada de lo que estaba ocurriendo hubiese pasado. Pero no lo había hecho, y ahora tenía que atenerse a las consecuencias.
Uno de los múltiples rugidos del Geist se vieron opacados por otro sonido que venía de detrás de él. Era como una mezcla entre aullido y gruñido. Antes de que pudiera girarse para ver qué había provocado el sonido, algo se abalanzó sobre el Geist por la espalda. De repente Haro sintió un dolor agudo en el hombro izquierdo, que el monstruo pareció sentir también. Movió el brazo para tratar de golpear a lo que fuera que le había atacado, pero la criatura se había movido con una velocidad increíble hasta colocarse delante de Haro.
Ahora que lo podía ver, Haro sintió temor y confusión al mismo tiempo. Delante de él había una criatura bastante más pequeña que el Geist de Haro, aunque considerablemente más grande que una persona. Era de color blanquecino, y tenía una forma que recordaba bastante a la de un lobo, aunque de aspecto más monstruoso. Tenía unos colmillos afilados, probablemente con lo que había atacado a Haro, y unas garras también temibles. Tras haber visto de cerca el suyo propio, Haro no tuvo ninguna duda. Le estaba atacando otro Geist.