Félix se encontraba sentado en el sofá, mirando con atención la pantalla de su ordenador. Cerca de él estaba June, quien lo observaba expectante apoyada en una pared. Tras un rato, Félix finalmente levantó la mirada.
—Solo es un foro. Toda la información que hay aquí podría ser falsa —concluyó Félix.
—¿Por qué alguien mentiría sobre ser poseído por un Geist? —preguntó June, convencida de tener la razón.
—No lo sé. Solo digo que es bastante extraño —reflexionó el chico—. Es más fácil de creer que están mintiendo en un foro de internet que no nuestro propio gobierno.
June se inclinó un poco hacia delante. Aunque conocía a Félix desde hacía menos de dos horas, sentía que su objetivo común de encontrar a Haro les había hecho ganar confianza con bastante rapidez.
—Lo único que se me ocurre es que nos oculten información para que los deshumanicemos todavía más —opinó June.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes, si todo lo que sabemos sobre los Geist es que son monstruos malignos todo el mundo estará de acuerdo en eliminarlos. Pero si realmente sigue habiendo personas normales dentro de ellos la cosa cambia —explicó June.
—Los buenos y los malos —resumió Félix—. Entiendo lo que quieres decir. Es más fácil matar a los Geist si solo son simples monstruos.
—Exacto —concluyó June—. Además, es la única explicación que se me ocurre en la que Haro sigue vivo.
Félix vio cómo June se encogía visiblemente al decir eso. Aunque era amiga de Haro desde hacía poco más de un año, era obvio que era una persona muy importante para ella.
—Lo sé. Por eso te creo —aseguró Félix—. Pero aunque sea verdad no tenemos ni idea de por dónde comenzar a buscarlo.
June mantuvo la mirada perdida unos segundos, pensando en lo que había dicho Félix. Caminó hasta el sofá y se sentó a su lado, cogiendo el ordenador de sus manos.
—Tengo algo que enseñarte —musitó.
Tras unos instantes, June le mostró la pantalla del ordenador a Félix. En ella había diferentes fotografías de personas y de Geist, con sus nombres debajo. Lo primero que le llamó la atención fue ver "Haro Dubois" en el primer puesto, con una fotografía de su compañero de piso y una de un gran monstruo negro encima. Era la primera vez que veía al Geist que había poseído a su amigo, y la verdad es que era aterrador aun a través de una pantalla.
—¿Eso es…? —comenzó a preguntar, pero June le interrumpió
—Los Geist más buscados. Cuando la policía no consigue capturar a uno, lo publican en esta página para que la gente los identifique si aparecen —explicó la chica
Félix echó un vistazo al resto de personas de la página. Le sorprendió comprobar que había muchos más Geist libres de los que creía, más de mil solo en su país, y por lo que oían en las noticias aquella cifra iba en aumento. No solo había gente como Haro, sino también ancianos o incluso niños. Según estaba viendo, los Geist tenían formas y colores muy diferentes, aunque todos compartían un aspecto espeluznante que le ponía los pelos de punta.
—Woah, no sabía que había tantos Geist sueltos —comentó Félix al tiempo que ojeaba algunos de los perfiles de la página.
—Yo hasta ayer tampoco lo sabía. Los casos de posesiones comenzaron a aumentar hace diez años, pero algunos rumores afirman que hay casos desde la segunda guerra mundial.
Félix miró a June, impresionado. Haro le había contado que la chica era muy aplicada cuando hacían algún trabajo juntos, pero no imaginaba que lo fuera también fuera de la universidad.
—Veo que ayer estuviste ocupada —dedujo Félix, debido a toda la información que había recopilado June desde el accidente del día anterior. La chica lo miró sin perder la concentración.
—Sí, lo estuve —volvió a mirar a la pantalla del ordenador—. ¿Pero no crees extraño que habiendo cientos de Geist sin capturar la mayoría de ataques sean de nuevas posesiones?
Félix frunció el ceño, pensando en lo que acababa de escuchar.
—Ahora que lo dices sí. Es casi como si los Geist hubieran desaparecido —miró a la chica con una ceja levantada—. ¿Qué crees que significa?
—De lo que he deducido, creo que tras la primera posesión la persona y el Geist siguen unidos por algún motivo. No solo eso, sino que por algunas noticias que he podido encontrar, creo que las personas pueden volver a transformarse, tal vez de manera controlada. También creo que cuantas más transformaciones hay más se consigue el control del Geist. Por eso hay algunos ataques de Geist ya identificados que atacan bancos o joyerías —explicó June, casi absorta en sus pensamientos. Cuando terminó de hablar, se percató de que Félix la miraba con una expresión de asombro y confusión.
—Ahora entiendo por qué Haro siempre hacía los trabajos de la universidad contigo —respondió Félix, haciendo que June se sonrojara ligeramente—. ¿Eso es todo lo que has encontrado?
—Que esté segura, sí, eso es todo. Pero tengo alguna otra idea más que me falta comprobar.
—Ahora lo entiendo —musitó Félix para sí mismo. Al notar la mirada confundida de June decidió explicarse—. Hace dos días Haro desapareció por la noche y no volvió hasta la mañana siguiente. Cuando le pregunté trató de inventarse una excusa, pero yo sabía que me ocultaba algo. Después de pensar en lo que has dicho creo que el Geist le poseyó aquella noche y por eso no volvió a casa.
—¿Entonces crees que Haro se ha transformado más de una vez? —preguntó June
—Sí, así que tu teoría tiene bastante sentido. Aun así la pregunta sigue siendo la misma: ¿a dónde fue después de la posesión de la universidad?
June se levantó del sofá y se puso a caminar por el salón. Se la veía claramente esforzándose por encontrar la respuesta.
—Quizá buscó ayuda de gente conocida. ¿Sus familiares viven cerca? —preguntó June
—Oh, no, por ahí no vamos a encontrar nada. Será mejor que pensemos en otra cosa —aconsejó Félix rápidamente. June se extrañó bastante de que Félix cambiara de tema tan deprisa, pero supuso que simplemente vivían lejos.
El piso se quedó varios minutos en silencio, con ambos jóvenes pensando con esfuerzo en alguna solución.
—No tenemos nada —asumió Félix, ligeramente desanimado. Después de que June le hubiera explicado todo lo que había descubierto, creía que tenían alguna posibilidad de encontrar a Haro, pero parecía que no iba a ser así.
—Eres su mejor amigo, ¿verdad? ¿No se te ocurre algún sitio a donde puede haber ido? —preguntó June, tratando de sacar algo de información útil.
—A Haro no le gusta mucho salir de casa. Siempre que va a cualquier sitio nuevo trata de aparentar seguridad, pero en realidad se pone nervioso. Por eso no tengo ni idea de dónde puede estar.
June desvió la mirada hacia abajo.
—Debe estar pasándolo mal —pensó la chica en voz alta.
—Lo sé… —dijo Félix, pensativo. Tras unos segundos volvió a mirar a June con cierta decisión—. Escucha. Creo que es prácticamente imposible seguirle la pista a Haro. Pero ha habido bastantes posesiones en esta ciudad. De hecho, creo que la última fue hace un par de semanas.
June lo escuchaba con atención, sin imaginarse a dónde quería llegar.
—Es una posibilidad muy remota, pero quizá si encontramos a otra víctima Geist podamos descubrir algo sobre Haro —explicó Félix sin mucha seguridad.
—Es una buena idea. Merece la pena intentarlo —opinó June, cogiendo el ordenador y buscando entre los Geist buscados más recientes. Mientras se movía con rapidez por la página, Félix intervino:
—¡Espera, espera! Vuelve al anterior —saltó Félix de repente, sorprendiendo a June. Estaba claro que alguno de los perfiles de la página había llamado su atención.
—¿Qué pasa? Todavía no he llegado al más reciente —preguntó la chica al tiempo que abría el perfil anterior.
—Este —Félix señaló a la pantalla. En ella había una fotografía de un hombre joven y sonriente. Según ponía en la advertencia de la policía, se había transformado hacía menos de dos meses y era muy peligroso—. Yo conozco a este tipo. Nuestras madres eran amigas cuando éramos pequeños.
Ambos jóvenes se miraron con confianza.
—Si puedo encontrar dónde vive su madre quizás podemos dar con él…
—… y encontrar a Haro —terminó June, esperanzada.
Sin mediar más palabras, los dos se pusieron manos a la obra, trabajando con rapidez para poder seguir la única pista que tenían hasta el momento.
Haro se quejó cuando el algodón con alcohol presionó su herida. Tras el "entrenamiento" con Romo, que había durado más de lo que esperaba, habían vuelto a la casa de Tomás. A pesar de la explicación que le había dado el hombre momentos antes, de que los poseedores de Geist eran muy resistentes y prácticamente inmortales, Haro había terminado con moratones y rasguños por todo el cuerpo después del combate.
Sin duda después de aquel entrenamiento respetaba a Romo mucho más que antes. No había conseguido asestarle ni un solo golpe y todo lo que recordaba era salir volando por los aires una y otra vez y dolor. Si había terminado con solo algunas lesiones era sin duda gracias a su habilidad Geist de resistencia, aunque también era consciente de que Romo se había contenido con él. Si era tan fuerte así, Haro no quería ni imaginarse cómo de fuerte debía de ser su Geist.
—Tranquilo, con tu factor curativo mañana ya volverás a estar como nuevo —aseguró Vera, quien se había ofrecido a tratar las heridas de Haro en cuanto habían llegado a la casa.
—Gracias por ayudarme. Debe haber sido penoso ver la batalla desde las gradas —comentó Haro, algo avergonzado por su estrepitosa derrota
—Oh, para nada —respondió Vera con su usual tono positivo—. Ha sido impresionante. Aunque Romo no paraba de golpearte, tú seguías levantándote como si nada.
—Creo que es porque no estaba luchando en serio —habló Haro, quien no estaba muy acostumbrado a recibir cumplidos
—Aunque lo hiciera, la mayoría de Geist que conozco no durarían ni la mitad de lo que has durado tú contra Romo. Incluso creo que estaba comenzando a cansarse de golpearte —Vera sonrió, divertida—. Tu Geist debe de ser muy fuerte para protegerte tanto. Qué pena que no haya podido verlo.
Haro no supo qué contestar a eso. Se limitó a mirar al suelo y tratar de no quejarse cuando el algodón con alcohol presionaba sus heridas. Para su suerte, Vera continuó hablando casi sin hacer pausas.
—Mahana dijo que era negro como una sombra y gigante. Nunca he visto ninguno así… También dijo que eras muy fuerte para ser un novato.
—¿Eso dijo? Creía que me odiaba —explicó Haro con un tono algo irónico
—Bueno, dijo que eras un cretino —confirmó Vera mientras terminaba de curar la última herida—. Mahana es una chica muy emocional. Siempre trata de protegernos y se enfada cuando alguien se mete con nosotros. Después de todo somos todo lo que tenemos. Pero cuando la conozcas más seguro que os lleváis muy bien.
—Eso espero —contestó Haro mientras reflexionaba sobre lo que Vera le acababa de decir. En ningún momento había pensado que los Geist tuvieran problemas, ni mucho menos que se sintieran solos. Pero después de lo que había escuchado se comenzaba a dar cuenta de que todas aquellas personas habían pasado por lo mismo que él. Habían dejado a sus familias porque se habían vuelto monstruos y además los perseguían. Por experiencia, sabía que aquella situación no era para nada placentera.
Mientras Vera terminaba de recoger el material médico, la puerta de la habitación se abrió de golpe, haciendo que ambos miraran con atención. Delante de ellos apareció Kai, quien parecía querer decir algo importante.
—Tomás ha dicho que acaba de recibir una llamada. Va a venir Leonardo —informó el niño dirigiéndose a Vera.
Haro no conocía a ese tal Leonardo, pero cuando miró que la expresión de Vera pasaba de alegría a preocupación, supo que era alguien importante.
—¿Cuándo? —preguntó la chica algo seria, contrastando con su jovialidad usual.
—En cualquier momento —contestó Kai, quien parecía entender la importancia de la situación, aunque no estaba tan preocupado como Vera.
Vera comenzó a caminar con prisa hacia la puerta, lo que provocó que Haro se levantara y la siguiera, algo asustado.
—¿Qué ocurre? ¿Quién es ese Leonardo? —preguntó con interés
—Es un hombre muy peligroso —resumió Vera, dejando a Haro con las ganas de saber de qué trataba el asunto.
Sin oportunidad de poder preguntar nada más, entraron al salón, donde se encontraba todo el resto del grupo. Parecía haber un ambiente de preocupación colectivo que no tranquilizó a Haro. Incluso Tomás, quien se había mostrado imperturbable desde que había llegado, parecía algo alterado. En cuanto entraron en la sala el hombre miró a Mahana.
—Bien, ahora que estamos todos podéis marcharos —ordenó Tomás a la chica, quien sin hacer ninguna pregunta se levantó y se dirigió hacia la puerta, desde donde Haro observaba.
Antes siquiera de que se diera cuenta, Mahana le cogió de la manga y lo llevó hasta el exterior de la casa, seguidos por Kai.
—Espera, ¿a dónde vamos? —preguntó Haro, totalmente desorientado
—Lejos de aquí —le respondió Kai, quien parecía algo entusiasmado por salir a la calle tan de repente.
—No lo entiendo. ¿Por qué solo nosotros? ¿Quién es Leonardo? —Siguió preguntando Haro. Había pasado todo tan rápido que no había procesado todo lo que ocurría. Un fuerte tirón en su manga le hizo tropezar, y cuando volvió a estar en pie Mahana le miraba irritada.
—Como sigas hablando lo próximo será una patada —advirtió la chica con tono serio
—Pero… —comenzó a decir Haro, pero una patada le interrumpió antes de que pudiera hablar
Tras la conversación que había tenido con Vera hacía poco rato, lo que menos quería Haro era enfadar más a Mahana, por lo que se limitó a callarse y seguir a la chica.
El único que parecía divertirse en aquella situación era Kai, quien prestaba atención a la casa a medida que se alejaban de ella.
Caminaron durante varios minutos por los suburbios de la ciudad sin mediar palabra. Aunque a Haro le preocupaba ser reconocido, Mahana parecía tener eso controlado, ya que solo caminaban por zonas poco transitadas donde no encontrarían a nadie.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la casa, Mahana hizo que se detuvieran en un callejón vacío. Habían caminado tanto que ni por asomo Haro podría encontrar el camino de vuelta.
Mahana esperó unos segundos y suspiró. Se giró hacia Haro con cara de pocos amigos. Esperando otra patada, Haro se tensó.
—Leonardo es un Geist que viene a visitar a Tomás de vez en cuando. Trae dinero y suministros y algunos papeles para proteger a Tomás de la policía. Es un hombre bastante rico —explicó la chica
—Pero eso es bueno. ¿Entonces por qué estamos huyendo? —preguntó Haro sin entender
—Porque está loco —contestó Mahana—. Siempre que viene obliga a Romo, Vera y Lidia a luchar contra él. Tomás hace que nos vayamos para que no sepa que existimos y no nos haga daño.
Haro no podía acabar de creer que alguien quisiera enfrentarse a Romo por placer. No podía ni imaginarse lo fuerte que tenía que ser Leonardo para luchar contra tres personas.
—Yo creo que exageran demasiado —expresó Kai con actitud segura—. No puede ser tan fuerte como dicen. Seguro que yo podría vencerlo si quisiera.
—Claro que sí, mocoso —bromeó Mahana poniendo una mano sobre su cabeza con actitud condescendiente. Kai se sonrojó.
—Oye, no me llames así delante del nuevo —se quejó el chico enfadado, quitando la mano de Mahana de su cabeza. Haro tardó unos segundos en darse cuenta de que se refería a él. No se había percatado hasta el momento, pero parecía que Kai intentaba aparentar ser fuerte y adulto delante de él. Por algún motivo, eso le parecía sorprendente.
—Lo que tú digas —contestó Mahana, claramente ajena a las intenciones de Kai.
—¿Vosotros le habéis visto? —preguntó Haro, volviendo al tema de Leonardo
—Siempre estamos lejos cuando él llega —respondió Mahana. Aunque por todo lo que había escuchado parecía un hombre muy peligroso como le había dicho Vera, tenía algo de curiosidad.
—¿Y qué hacemos ahora? —preguntó, esperando órdenes de Mahana.
—Nada. Esperamos unas tres horas hasta que se haya ido —contestó la rubia, apoyándose en la pared y cruzando los brazos.
Haro imitó a la chica y se sentó en el suelo, pensando en lo que acababa de escuchar sobre Leonardo.
—Oh, olvidé mi consola en casa —comentó Kai con la mirada perdida.
Debía de haber pasado una hora cuando Haro perdió la noción del tiempo. No tenía ninguna manera de mirar la hora, y la única que llevaba un reloj allí era Mahana, aunque le daba algo de miedo preguntarle. Mahana había pasado la mayoría del tiempo observando cómo Kai jugueteaba con un gato callejero y había evitado la mirada de Haro durante todo el rato.
Por su parte, sabía que tenía que disculparse con Mahana para poder al menos tener una relación neutral con ella en lugar de hostil. Nunca había sido demasiado bueno para disculparse, pero si había un momento adecuado, era aquel.
—Esto… Mahana –la llamó Haro, e inmediatamente los ojos glaciares de la chica se posaron sobre él, haciendo que se estremeciera.
–¿Qué quieres? –preguntó la chica, impasible
–Yo… quería disculparme por lo que dije sobre que erais unos monstruos. –comenzó Haro–. Sé que te molestó que lo dijera. Estaba asustado, y no sabía mucho sobre los Geist, aunque eso no es una excusa. Fui un idiota y ahora no pienso eso para nada. Lo que trato de decir es que lo siento.
Mahana escuchó las disculpas de Haro con una cara de póker. Cuando este acabó permaneció en silencio unos segundos. Haro no sabía si había aceptado sus disculpas o si se había enfadado aún más, pero no parecía muy amigable.
–¿Insultaste a mi familia delante de mí y ahora quieres que te perdone? –respondió por fin la chica. A Haro se le heló la sangre al escuchar aquella respuesta–. La gente no cambia tan fácil.
–Pero eso no era lo que pensaba realmente. Ahora sé que sois buenas personas –contestó Haro, tratando de justificarse
–No me caes bien. Y no somos amigos –terminó Mahana, volviendo a apartar la vista de Haro.
El chico se quedó algo desconcertado después de aquella respuesta. La voz de Félix resonó en su cabeza, recordándole algo que solía decir: "Podría haber ido peor", excepto que no podría haber ido mucho peor que aquello.
Mahana le odiaba y no parecía que fuese a cambiar de opinión. Sabía que no podía caerle bien a todo el mundo, pero al mismo tiempo no le entusiasmaba la idea de que alguien le odiara, sobre todo si iba a estar conviviendo con aquella persona. No sabía cuánto tiempo más se iba a quedar con la familia de Tomás, pero no quería llevarse mal con Mahana en aquel tiempo. Tendría que esperar el momento adecuado para hacerse su amigo.
Tras un rato más en silencio, a Haro de repente se le puso la piel de gallina y un escalofrío recorrió su cuerpo. Miró a Mahana y a Kai, y los dos también parecían extrañados.
–¿Qué ocurre? –preguntó Haro, levantándose–. Se me han puesto los pelos de punta.
–Alguien se está transformando –respondió Mahana, alerta.
–¿Podemos notar cuando alguien se transforma? –preguntó Haro, impresionado.
–Sí, pero solo si no está muy lejos. Eso significa que hay una posesión cerca de aquí. –explicó la chica y se giró para mirar al otro chico–. Kai. Tenemos que ir a ver. Alguien puede estar en peligro.
A Haro se le heló la sangre al pensar que había una posesión cerca de él. Aunque la familia de Tomás fuera segura, las personas poseídas por Geist seguían siendo muy peligrosas.
Kai se acercó con rapidez a ellos, listo para lo que fuera.
–Por fin algo interesante –comentó el chico con entusiasmo.
Mahana miró a Haro.
–No te muevas de aquí –ordenó la chica, imperativa. Tras decir eso dio un toque a Kai y ambos comenzaron a correr en dirección al ruido. Tras unos cuantos pasos una familiar masa se extendió alrededor de ellos y en menos de un segundo tenía enfrente a Cookie y Headman, quienes se movieron con velocidad hasta que Haro los perdió de vista.
Era la primera vez que veía a un Geist transformarse en persona, aparte de él. Seguía impresionándole que en tan poco tiempo personas normales como él pudiesen transformarse en aquellos peligrosos monstruos.
Una vez solo, Haro se quedó de pie, algo nervioso por lo que podía ocurrir. Su prioridad número uno era no transformarse, ya que según le había dicho Michiko si lo hacía su vínculo con su Geist se fortalecería tanto que sería imposible de romper. Si hacía caso a Mahana y se quedaba allí era muy poco probable que ocurriese algo peligroso que le obligara a transformarse. Lo mejor era quedarse quieto.
Un fuerte sonido, como el de un edificio derrumbándose resonó en la distancia. Haro se mantuvo alerta, preocupado. Esperaba que fueran Mahana y Kai salvando al Geist, como pasó con él. Solo de imaginar la gente que podría estar en peligro, se puso aún más nervioso.
Tras unos segundos de silencio, algo llamó la atención de Haro. Al principio no escuchaba nada, pero comenzó a oír un leve sonido que identificó como una voz. Al fijarse para tratar de escuchar lo que decía se dio cuenta de que no era una voz cualquiera. Era alguien pidiendo ayuda.
La voz provenía del mismo lugar por el que se habían marchado Mahana y Kai. Seguramente ellos dos estarían ocupados luchando contra el Geist y no podían ayudar a aquella persona en peligro. Haro se planteó si debía ir a ayudar a aquella persona. Mahana le había dicho que no se moviera, pero si estaba cerca, podría volver antes de que llegaran. Por otra parte, no quería arriesgarse demasiado, ya que podía ponerse en peligro a él o incluso transformarse sin querer.
Se llevó las manos a las sienes. Si no ayudaba a aquella persona, no sería mucho mejor que los Geist que mataban gente. Sería prácticamente como si la hubiera matado él. Si tenía la oportunidad de ayudar, tenía que hacerlo.
Corrió en dirección a la voz, que cada aumentaba el volumen a medida que se acercaba. No sabía muy bien en qué parte de la ciudad se encontraba, pero prácticamente todos los edificios y calles que veía parecían abandonados o inhabitados. No debía vivir mucha gente en aquella zona, lo que hacía aún más increíble que hubiese una posesión Geist.
Haro giró unas cuantas calles hasta llegar a donde la voz cobraba más intensidad. Ahora que estaba cerca, claramente era la voz de un niño pidiendo ayuda. ¿Se habría quedado atrapado en algún sitio? Si era así, tenía que ayudarlo. La voz provenía de un estrecho callejón que había cerca. Aunque debía ser mediodía, el callejón estaba tan oscuro que costaba distinguir qué había al final. Dudoso, Haro se adentró en el callejón.
Tras unos segundos caminando, los ojos de Haro se acostumbraron a la oscuridad. También se estaba acercando mucho a la voz, ya que la podía escuchar prácticamente a su lado. Era bastante difícil de creer que la hubiese escuchado desde tan lejos. Quizás había sido por sus superhabilidades de Geist.
El callejón terminó de golpe, haciendo que Haro se detuviera. Una gran valla metálica le impedía el paso, pero había una puerta en medio. Comprobó la puerta, que por suerte estaba abierta. Sin pensar demasiado se adentró más en el callejón, esperando por fin poder encontrar al niño. Para su sorpresa, cuando caminó unos cuantos pasos tras la valla metálica el llanto se detuvo completamente. Quizás el niño había conseguido salir de donde estaba atrapado.
–¿Hola? ¿Necesitas ayuda? –preguntó Haro en voz alta. Esperaba al menos la respuesta del niño, pero solo recibió silencio. Se dio cuenta de repente de la mala pinta que tenía aquella situación. Retrocedió hasta la valla metálica, pero la puerta ya no se abría. Alguien la había cerrado por el otro lado. Haro comenzó a sentir pánico. Alguien le había encerrado en aquel lugar.
Evaluó dónde se encontraba. No podía saltar la valla ya que había un techo que le detenía antes, como si se encontrara en una especie de túnel. Dudaba que pudiese romper la valla, pero recordando lo que había aprendido aquella mañana con Romo, lo intentó de todas formas. Aunque tratase de concentrarse, no conseguía aquella superfuerza que tanto le había asombrado antes. No podía salir de allí.
Increíblemente asustado, Haro dio la espalda a la valla y avanzó por el callejón, esperando encontrar una salida al otro lado. Con mucha suerte, aquello solo era una broma de mal gusto. Cuando por fin llegó al otro lado del callejón, la luz solar lo deslumbró. Se encontraba en un gran espacio rodeado de edificios, como un gran claro en la ciudad. Todas las salidas que identificó estaban también tapadas por más vallas. Además de eso, por encima de él otra gran valla tapaba todo el lugar, formando algo parecido a una jaula gigante.
Haro se percató de que había bastantes figuras en el lugar. Las escaleras de emergencia, las ventanas de los edificios, los balcones, en todos los lugares elevados había personas con aspecto de pandilleros, todos ellos observándole con interés, como si estuviesen evaluando una presa.
Haro trató de retroceder y volver al callejón, pero algo cayó de uno de los balcones para impedir su huida. Se trataba de un hombre joven con largas rastas negras y sin camiseta. Tenía unos músculos muy marcados y algunos tatuajes cubriendo su torso. Miró a Haro con una macabra sonrisa.
–Mirad quién ha caído en nuestra trampa –anunció el hombre, abriendo los brazos.