—Oye, Corey, ¿quieres ir con nosotros al mercado de ropa? —Hilda preguntó con un tono amigable.
El grupo había terminado una misión de categoría simple, así que el resto de la tarde estaba libre. Debido al buen desempeño de Corey, Hilda, Julien y Raymond habían comenzado a interactuar mucho con el adolescente y conversaban con él con amabilidad. Empero, Corey no estaba seguro de las intenciones de Donovan, pues él era el único del grupo que sabía que era un hombre. A pesar de esto, Donovan había tomado distancia, y la interacción con él era seca.
—Eh —Corey buscó por una excusa—; no lo sé.
—¿No lo sabes? —Hilda dudó incrédula.
—También iremos nosotros —Raymond aseguró—, anda, ven. Nos divertiremos.
—Está bien —aceptó Corey.
***
El mercado más grande de la ciudad estaba ubicado en el centro, ocupando más de cinco calles intercaladas entre ellas por banderines que guiaban por las diferentes tiendas.
En los puestos externos se encontraban alimentos en su mayoría, mientras que las tiendas comunes proveían un sinfín de productos que la gente podía adquirir.
Corey iba junto a Hilda y Raymond, Donovan y Julien habían tomado distancia y se detenían cada que la mercancía llamaba su atención. El resto del grupo tenía pendientes por resolver, así que no habían asistido a esa salida.
—Oye, Corey —Hilda inició la conversación—, ¿qué pasó entre tú y Donovan? Desde hace un par de días te ha dejado de acosar… No me digas que lo mandaste a la mierda de una vez por toda…
—En realidad —Corey dijo con desilusión—, él decidió tomar su distancia.
—Qué raro —Raymond opinó—, Donovan no se da por vencido tan fácil. Con Hilda tomó casi ocho meses hasta que ella le rompió el corazón.
—Yo no le rompí el corazón —Hilda compuso con enojo—, él es un idiota que suele enamorarse sin dejar que otros decidan. Además, le dejé en claro que yo tengo novio.
—Imaginario.
—Pero sirvió para que dejara de joder. No lo tomes a mal, Raymond, pero tú y Donovan son clásicos chicos sin cerebro. Una chica necesita hombres de verdad.
—¿Hombres de verdad?
—Como tu padre. Es apuesto, inteligente, sabio y líder de una banda de mercenarios. Sí, tendrá ya sus años encima, pero sigue siendo un buen partido.
—Hilda —Raymond usó un tono molesto—, es mi padre… Por lo menos podrías evitar hablar de él así cuando yo estoy presente.
—Como sea… Corey —Hilda ignoró a Raymond y compuso con alegría—, si Donovan no es tu tipo, entonces ni qué hacer.
Corey agachó el rostro y suspiró. Deseaba que todo fuera más fácil para revelar la verdad, pero no podía.
La conversación referente a Donovan no continuó; el resto del tiempo, los jóvenes se pasearon por los mercados, compraron algunos objetos de su gusto y charlaron de vez en cuando. Por unos momentos, Corey disfrutó de la compañía de los otros y olvidó sus preocupaciones; compró nueva ropa, adornos para su cabello, algunos libros de hechicería y figurillas para adornar su habitación.
Al caer la noche, decidieron cenar en un restaurante popular del mercado y pidieron una mesa grupal. Hilda se encargó de la organización y los pedidos, pues era una costumbre para ella ser como una vocera en situaciones simples y básicas.
Corey aprovechó para ir al baño y agradeció que estuviera desocupado. Cuando cerró la puerta, retiró el sombrero característico que usaba y arregló un poco su cabello; sus ojos claros contemplaban su imagen tierna y tan distante del pasado que se permitió suspirar con pesadez. Todavía tenía inseguridad del futuro con esos mercenarios, pero no podía negar que le agradaba convivir con ellos, en especial con Hilda y Raymond.
Hilda era una joven entusiasta y con habilidades para el combate; solía bromear mucho y le gustaba hablar de ropa con Corey. Raymond había cambiado su actitud desde que él había salvado al líder Chad, y ahora se comportaba como un amigo cercano. Nunca antes Corey había considerado llamar amigos a otras personas, y aceptaba que era muy agradable.
De pronto, la puerta se abrió y Corey reacción con rapidez.
—E-Está ocupado —dijo el adolescente.
La imagen de Donovan apareció; el muchacho se detuvo y contempló a Corey.
Corey prefirió evitar un problema, así que colocó su sombrero y salió; empero, Donovan salió detrás de él y lo sujetó del brazo con fuerza.
—¿Sabes por qué no le he dicho a nadie? —Donovan dijo con severidad al emplear más fuerza y estampar a Corey contra la pared cercana.
—O-Oye… N-No te he hecho nada malo —Corey retó con miedo.
—Podría decirle al jefe, pero no quiero convertirme en el enemigo del grupo entero.
—Y te lo agradezco, pero… —Corey intentó hablar, pero Donovan colocó su mano en su boca.
—Que te quede claro algo, desviado de mierda; soy un profesional y comprendo que tenemos una misión muy difícil en un par de meses más, por eso no quiero arruinar nuestra ganancia altísima. Considera que una vez pase la misión, le revelaré al grupo que eres un enfermo.
Donovan usó más fuerza y comenzó a asfixiar a Corey. El adolescente intentaba alejar al otro, pero estaba asustado.
—¿Donovan? —la voz de Raymond sonó cercana—, ¿qué estás haciendo?
Corey fue liberado, pero Donovan no se alejó.
—Nada que te importe, Ray.
—¿Por qué molestas a Corey? Pensé que ya no estabas interesado en ella.
—¡No lo estoy! —Donovan gritó; dio dos pasos hacia Raymond y agregó—: no te metas en los asuntos de otros.
—No sé qué fue lo que ocurrió, pero no tienes el derecho de agredir a una persona sólo porque no siente lo mismo que tú.
—¡Joder, qué esto no tiene que ver con sentir!
—Entonces, ¿por qué la agrediste? —insistió Raymond con calma—. Sé que no es la primera vez… Pero ahora es más que obvio que la detestas.
—Pronto lo sabrás.
Y, sin otra palabra más, Donovan se alejó por el pasillo hacia las mesas. Raymond se acercó a Corey y tocó su hombro.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor.
Corey asintió con la cabeza y acomodó sus ropas.
—Nunca pensé que Donovan se tornara tan agresivo contra una chica sólo porque no es correspondido. Nunca lo hizo con Hilda.
Corey no respondió; evitó la mirada de Raymond y dio unos pasos hacia la izquierda.
—Espera —Raymond dijo al sujetar al adolescente de los hombros—; si vuelve a amenazarte o agredirte, dímelo, por favor. Sé que no confiaba en ti, Corey, pero nos has demostrado que quieres ser parte del grupo. Salvaste a mi padre de Ignatis Magika, y le has revelado que no trabajas para ellos… Eres mi amiga.
—G-Gracias —Corey replicó y agachó el rostro.
—Vayamos a cenar.
***
Una vez el grupo regresó a la base central de Oro-Gris, cada uno de se dirigió hasta su respectiva habitación. Sabían que mañana tendrían una misión complicada en los campos de cultivos del oeste, por petición de una familia de agricultores. El jefe les había informado a su llegada, pero repasarían los detalles durante el desayuno.
Corey entró a su habitación y adornó las mesitas junto a la cama con las figurillas que había escogido; por suerte, Donovan todavía no diría nada al resto del grupo, así que tendría tiempo para planear su huida y recolectar suficiente dinero para vivir por su cuenta.
Con suma lentitud, Corey retiró sus ropajes y se colocó en la cama; cerró los ojos y comenzó a sentirse pesado.
Sin embargo, la puerta de la entrada fue abierta y cerrada; Corey estaba seguro de que había colocado el seguro, por lo que se sorprendió. Usó las cobijas para cubrirse bien y miró hacia la entrada.
—¿D-Donovan? —Corey dudó atónito—, ¿qué haces aquí?
Donovan traía en su mano el libro que habían robado de las bodegas de los piratas de la Bandera Negra; se acercaba con un paso firme hasta que se detuvo frente a la cama.
—Había tomado esto porque pensé que sería un lindo detalle; pensando que eras una chica y que te interesarías por mí —reveló Donovan. Luego puso el tomo sobre la mesita.
—L-Lo… lamento. —Corey se odió por pronunciar esa frase. ¿Por qué debía disculparse por algo que él no consideraba que era su culpa?
Sin previo aviso, Donovan sujetó las manos de Corey y lo ató a la cabecera de la cama con ayuda de una soga que traía consigo. Corey forcejeó, pero Donovan actuó a toda prisa; ya había tapado la boca del adolescente con un pedazo de tela y ahora se colocaba sobre él al retirar las sábanas.
—Eso no quita el hecho de la humillación que me hiciste pasar, basura —Donovan expuso con molestia.
Corey negaba con la cabeza y su voz sólo se escuchaba por su garganta; imploraba que lo dejara en paz.
Acto seguido, Donovan sacó una espada corta que portaba en su espalda y amenazó el cuello del menor.
—Aunque quiera matarte, no lo haré; pero sí te daré tu merecido.
Donovan volteó el arma, abrió las piernas de Corey y mostró disgusto en su rostro. Corey movió sus piernas, pero sintió el filo de la espada en su miembro y detuvo su cuerpo. Donovan sonrió con seguridad y asintió con la cabeza.
—Sí, basura, si sigues moviéndote, voy a cortarte la polla —se rió con burla mientras hablaba con un tono seguro—; al final no la usas. Ahora, como eres un desviado de mierda, supongo que te gusta que otros follen tu culo, ¿verdad?
Corey volvió a negar con la cabeza; estaba tan asustado que temblaba de vez en cuando.
—Eso está por verse, maricón.
De forma abrupta, Donovan colocó la punta ovalda del mango de la espada en la entrad del adolescente y comenzó a empujarla hacia adentro.
Corey cerró los ojos; hacía sonidos para indicarle a Donovan que se detuviera, pero el metal frío abría de forma dolorosa su cuerpo. Cuando sintió la cabeza del mango casi en su interior, curvó su cuerpo debido al dolor. Sus lágrimas caían hacia los costados y había acelerado su respiración por la desesperación.
—Joder, basura, manchaste de sangre mi espada —Donovan habló con jugueteo, crueldad y gozo—, vas a tener que limpiarla con tu boca, ¿entiendes?
Corey sintió que su cabello fue jalado y su rostro abofeteado; abrió los ojos y contempló a Donovan con terror.
—¿Qué pasa, marica, no es suficiente?, ¿quieres que meta todo el mango?
La cabeza de Corey negaba con rapidez y se empapaba de más lágrimas.
—Pero es lo que te gusta, basura.
Donovan sujetó con cautela el filo superior de la espada y empujó otra vez hacia adentro. La voz de Corey se percibía ahogada a través de la tela en su boca; pero para Donovan no era razón para detenerse, así que se acomodó y reanudó su actividad.
Sin embargo, la puerta fue tocada y abierta. Raymond preguntó si podía pasar y miró la escena por unos segundos; luego reaccionó a toda prisa y corrió hasta Donovan. Sin pensarlo, Raymond empujó al otro joven y lo golpeó en el rostro.
—¿Qué mierda estás haciendo, cabrón? —Raymond reclamó con enojo.
Donovan limpió la sangre de su boca y sonrió al contemplar a Raymond.
—¿Por qué no lo ves por ti mismo? —Donovan contrapuso.
Raymond giró la cabeza hacia la izquierda y encontró a Corey lleno de lágrimas, temblando y con su cuerpo violentado.
—¿Qué mierda te pasa, Donovan? —Raymond insistió al encarar de nuevo al otro.
—¿No lo ves? Es un hombre —Donovan dijo con calma.
—Pero… ¿por qué mierda le estás haciendo esto?
—Es un maricón, Ray; es lo que les gusta.
—Joder, está llorando. ¿Qué tan imbécil puedes ser, Donovan?
Raymond se acercó a Corey, lo desató con rapidez y observó su cuerpo inferior. Hasta este momento se percató de la sangre.
—Eres un imbécil y un hijo de la gran mierda, Donovan —Raymond dijo con un rostro molesto—; tampoco era para que le hicieras esto al chico.
Corey intentó sentarse, pero el dolor en su trasero era alto y suficiente para impedirle el movimiento con libertad. Raymond tomó el mango de la espada y la jaló con lentitud y cautela. Corey cerró los ojos; llevó sus manos hasta el objeto ajeno que salía de su cuerpo y lloró con gemidos ahogados. Cuando Raymond sacó la espada, la tiró al piso y dio unos pasos hasta Donovan para sujetarlo de su ropa y empujarlo en dirección a la salida.
—Lárgate, cabrón —Raymond ordenó con molestia—, y no te atrevas a molestarlo otra vez. Si osas amenazar a Corey, yo te difamaré y haré que mi padre te expulse del equipo.
—¿Cómo puedes defender a un marica? —renegó Donovan.
—¡Dije que te fueras!
Donovan no replicó y salió de la habitación.
Corey retiró el trapo amarrado a su boca y sollozó con dolor; nunca antes había experimentado algo así de horrendo, y jamás creyó que su primera interacción sexual sería un atentado de violación. Desde su vida como fugitivo, había sido en exceso precavido para protegerse; y ahora había sido atado y había quedado sin capacidad de usar su magia para defenderse.
���¿Corey? —Raymond se sentó al pie de la cama e intentó tranquilizar al adolescente—; eh… ¿estás bien?
Corey limpió su rostro y detuvo su llanto. Levantó el rostro y miró a Raymond con una mueca cargada de dolor y miedo.
—No voy a hacerte daño —Raymond aseguró.
El menor se puso de pie y se sostuvo de la cajonera cercana. Raymond reaccionó y, al levantarse, ayudó a Corey. Los pasos de Corey eran lentos pero conducían hasta el baño.
—¿No quieres que te acompañe y te ayude?
Corey negó con la cabeza. Intentó abrir la puerta del baño, pero Raymond lo hizo; se adentró con lentitud y cerró la puerta. Al estar solo, Corey se echó a llorar y se apoyó en el lavamanos. ¿De qué manera él había provocado a Donovan?, ¿por qué ese joven había hecho algo así? Corey estaba devastado.
Abrió el grifo del agua y mojó su rostro. Su mente estaba concentrada en el sinfín de dudas que lo atormentaban, pero el dolor le hacía actuar con precaución; usó una toalla limpia y la empapó. Corey limpiaba sus piernas y glúteos, e intentaba borrar las sensaciones y acciones en contra de su persona. Durante esos momentos se había sentido despojado de su cuerpo; como si hubiera sido un objeto que le perteneciera a otros, a Donovan.
—¿Corey? —la voz de Raymond sonó detrás de la puerta.
Una vez terminó de limpiar su cuerpo, Corey lavó la toalla para retirar la sangre. Sus ojos contemplaban el líquido rojo y por primera vez en toda su vida deseó vengarse. De hecho, no sería difícil, ya que él poseía un tipo de magia tan arcana que sólo unos cuantos magos y brujas de la Élite que habían peleado en la Guerra de las Razas, casi mil años atrás, habían empleado. Él podría aumentar su potencial con ayuda de las bestias conocidas como los dragones y así pulverizar ciudades enteras, podría despojar a los seres vivos de sus esperanzas e ilusiones y corromper sus mentes. Sin embargo, esa misma magia que él poseía era la causa de todas sus desdichas.
—¿Corey? —Raymond insistió.
Corey suspiró con profundidad y calmó a sus pensamientos. Una de sus principales razones por negar el entrenamiento mágico de Ignatis Magika había sido que él consideraba que la venganza y las ideas de superioridad eran incorrectas; entonces, desertó de su deseo por vengarse.
—S-Salgo en seguida —pronunció el adolescente con su voz quebrada.
De algo estaba seguro, él jamás sucumbiría al deseo por el poder sobre otros; pues Corey creía que la peor traición que existía era abandonar sus propios principios y valores. Entonces, cerró la llave del lavabo y salió del baño.
Raymond todavía estaba en la habitación, con su rostro de consternación, confusión y desilusión. Corey caminó hasta la cama y se sentó al recargar su espalda en la cabecera y evitar demasiada presión en su parte inferior.
—Corey —Raymond se acercó a la cama, se sentó y dijo con una voz preocupada—; yo sé que el imbécil de Donovan te hizo daño… Porque no tiene derecho a comportarse así sólo porque tú seas un hombre…
—Descuida —Corey habló—, no le haré nada. Si eso es lo que te preocupa. No lo haré… Tampoco puedo dejar a tu grupo, porque necesito más dinero para salir del país.
—¿Salir del país?
—Aquí… no me queda nada. Ahora es más claro que no seré bienvenido en ningún lugar, así que… puedes estar tranquilo. Me iré en cuanto haya juntado suficiente para viajar a Ryuu-Lonh o al continente del extremo sur.
—Corey… Yo… No creo que Donovan deba salirse con la suya, pero…
—¿Y qué vas a hacer? —Corey preguntó con desinterés.
—¿Cómo?
—Sí, tú, ¿qué harías? No es como si fueras a decirle a tu padre, porque al final ustedes necesitan de mi magia.
—No es sólo eso.
—Claro, es el hecho de que no seguiste los abusos de Donovan y ahora crees que otros pensarán de ti que eres un cobarde.
—¡Joder, qué no! —Raymond se molestó. Se puso de pie y se acercó hasta la cabecera de la cama—. Donovan es el hijo del mejor amigo de mi padre, y esto le da ventaja sobre ti. Además, yo no podría hacer mucho; y, es verdad, necesitamos de tu magia. Vamos a buscar un tesoro que ha solicitado la Familia Real, y con ese amuleto vamos a enfrentar a un dragón… para otro cliente. Te necesitamos… Pero… Tienes derecho a vengarte.
—Ya te dije que no lo haré —Corey recalcó con severidad; se volteó para quedar de costado, pero Raymond tomó su hombro.
—Corey… hay otra cosa.
—Ya tienes tu respuesta, ahora déjame en paz.
A continuación, Raymond se inclinó un poco y besó a Corey en los labios con suavidad. Corey abrió los ojos por la impresión que sentía; intentó moverse, pero estaba tan cansado que no lo consiguió.
—No quiero que pienses que todos somos unos idiotas —Raymond susurró al distanciarse un poco—; porque… aunque seas un hombre, no puedo evitar sentirme así… como en las nubes cuando estoy contigo o te veo.
—D-Déjame… —Corey pidió con un tono quebradizo.
—Por favor… A eso vine; quería decirte cómo me siento y… besarte… Porque me atraes. No esperaba encontrarme con lo que pasó, pero… A pesar de que haya descubierto que eres un hombre, no puedo evitar desear estar a tu lado. Tu cuerpo, tu imagen… me atraen mucho.
Corey bajó la mirada y evitó llorar de nuevo.
—Por favor, dame una oportunidad.
Raymond levantó el rostro de Corey y lo besó nuevamente.
—Por favor —insistió el mayor.
Mierda, Corey pensó con angustia. Estaba totalmente seguro de que cometería un error si aceptaba los sentimientos de Raymond.
—¿P-Podría pensarlo? —Corey pronunció al fin.
—Claro —aceptó Raymond al alejarse—; sólo recuerda que yo no te haré daño como Donovan.
Raymond besó la frente del adolescente, lo cobijó y dejó que se acostara por completo; después le deseó buenas noches y salió de la habitación.
Corey cerró los ojos y sollozó en silencio. Deseaba desaparecer y nunca despertar en ese mundo cruel y vacío.