Por un tiempo prolongado, Corey pensó lo que debía hacer. Sí, para obtener aquél objetivo de vivir sin ataduras debía actuar de forma distinta… ¿se convertiría en un mago rebelde, capaz de herir a quienes no poseían magia?, ¿lucharía batallas contra Ignatis Magika junto a la rebelión?
Durante casi veinte años la rebelión había luchado contra los opresores de Ignatis Magika y todas las sociedades que estaban aliadas a ella. Sin embargo, los resultados eran catastróficos: asesinatos masivos contra magos y brujas, así como la desaparición total de tres familias de la Élite Mágica, entre otras cosas. Ignatis Magika tenía una organización interna superior a cualquier otra sociedad, incluso a los tres reinos más grandes del planeta; había demostrado su tiranía al asesinar a todos los descendientes poderosos de las familias opositoras y habían forzado a los líderes rebeldes a esconderse de por vida. Por ejemplo, la Familia Demmogh, que antiguamente había pertenecido a la Élite Mágica, había sido orillada y violentada al grado de que sus únicos dos descendientes con vida parecían ajenos a la guerra entre Ignatis Magika y la rebelión; aunque Mirna Demmogh había obtenido el apellido al contraer matrimonio con Marcos Demmogh, había fundado la Bandera Negra, los piratas más conocidos de todo el mundo, pero no tenía la capacidad de anteponerse a esos lunáticos. Luego estaba la Familia Zetrak, los primeros líderes rebeldes; ni siquiera se conocía si quedaban con vida algunos de sus miembros, pues habían sido masacrados de la peor forma. Y, por último, la Familia Andaluz, de quieres se hablaban rumores; se creía que habían tenido que abandonar el continente y que se ocultaban en el Imperio de Ryuu-Lonh.
No, Corey no deseaba vivir en una guerra que ya estaba perdida, pero…
Pero, pensó presuroso, tampoco puedo quedarme de brazos cruzaos y seguir huyendo…
—No puedo unirme a la rebelión —por fin reveló Corey.
—Tampoco dije que lo hicieras… Pero si deseas deshacerte de aquellos que te aprisionan, de tus pensamientos que te atan a ellos, deberás encontrarte a ti mismo en este caos. Sí, eres un Valkyries, un mago de la élite, pero… ¿Qué es lo que te hace ser tú y no otro mago más de la Familia Valkyries? —contrapuso la mujer.
No hubo respuesta.
—¿Serás capaz de huir y esconderte de nuevo? —prosiguió ella—, ¿o vas a demostrar quién eres y lo que puedes hacer? Chico, deja de odiar tu magia.
Lo que puedo hacer… Dejar de odiar mi magia, Corey repitió en silencio.
—Y-Ya no quiero ocultarme… Sobre que soy un hombre… No quiero seguir rodeado de gente como aquellos mercenarios que me han dado la espalda sólo por mi identidad.
—¿Y cómo lo harás? Si ellos te han vendido al enemigo, ¿no? ¿Te quedarás de brazos cruzados?
—N-No quiero matar.
—La muerte es un privilegio que ningún traidor o canalla merece… O eso dice Mirna.
Corey miró a la mujer con seriedad.
—Tampoco quiero torturarlos.
—Hay muchas formas de tortura —insistió la mujer—, que no requiere del dolor físico. Dime, ¿qué hiciste para que ellos te vendieran a los hijos de la mierda de Ignatis Magika?
—N-Nada… —contestó Corey con tristeza—. En realidad, deseaba trabajar junto a ellos… Son buenas personas.
—¿Buenas personas? ¡Joder, niño, te han abandonado! Tan sólo mírate, abatido, humillado y encerrado por Ignatis Magika. Un camarada jamás te traicionaría.
Corey sollozó en silencio. Aquella bruja decía la verdad. Él había sido abandonado por Raymond, agredido por Donovan, señalado y utilizado por el líder Chad.
—Pero… —Corey dijo con su voz quebrada—, no sé que hacer.
—Eran mercenarios, ¿no?
Asintió Corey con la cabeza.
—Los mercenarios aman el dinero y las comodidades. ¿Qué sabes de sus misiones o contactos?
—Von Werff y… El Libro del Sello.
—¿D-Disculpa? —la mujer inquirió; inclusive había movido su cuerpo y provocado un sonido en las cadenas al rechinar—. ¿El Libro del Sello, de la Princesa de los Dragones? ¿El mismo de la Leyenda de Cristal?
—Sí. Lo usarán en una misión para capturar a un dragón.
—Joder… ¿Sabes lo que pasaría si mi gente hubiera obtenido ese libro tiempo atrás?
—No…
—Habríamos ganado la guerra… Pero eso no importa más. Tal vez Ignatis Magika tenga magos y brujas como tu hermana, con poderes idénticos a los de la Princesa de las Leyendas: Alisa, pero jamás podrían desarrollar su magia si ese libro nunca cae en sus manos.
—Yo… Puedo usar mi magia y conjuntarla con dragones. No es igual al poder de las leyendas, porque no puedo sellar dragones en cristales, pero sí alterar su poder.
—Mierda…
De pronto, una circunferencia pequeña apareció frente a la mujer; era un tipo de hechizo que Corey desconocía, pero podía asegurar que algunas runas estaban relacionadas al fuego y al calor.
Ella es una bruja de la Familia Siegfried, Corey aseguró en su mente. Conocía la magia 'latente como las flamas de un volcán' que sólo los magos y brujas de esa familia dominaban a la perfección junto a los descendientes de los Bladschmith.
Las cadenas de la mujer se deshicieron como si el mismo metal fuera fundido por el fuego extremo; luego, la braza líquida se movió hacia el exterior de la celda y golpeó los cascos de los guardias al solidificarse. El metal cayó al suelo y se quedó estático junto a los hombres inconscientes. La mujer caminó hasta Corey, se inclinó para ayudarlo y mostró una mueca maternal.
—Tu magia es idéntica a la de aquellos que lucharon junto a Alisa hace muchos años… ¿Cuál es tu nombre?
—¿Cómo usaste tu poder? La fortaleza está plagada de inhibidores mágicos —reprochó Corey.
—Porque poseo esto —dijo la mujer.
La bruja mostró un cristal estético, del tamaño de la palma de su mano, casi como si hubiera sido tallado para que su cuerpo fuera delegado y sus puntas un poco alargadas. Era de color morado, con manchas rojizas y negras.
—¿U-Un… dragón? —Corey pronunció atónito.
—Sí. Es Veneno, el dragón que representa esa defensa natural en algunas especies de la naturaleza.
—¿Y por qué no has escapado de aquí?
—Estoy esperando a que capturen a un traidor, al cabrón de Bladschmith.
—Pensé que esa familia era rebelde.
—No… Nos han vendido para obtener el perdón de la Familia Yarghmid, los actuales Reyes de Dukens; y todo para dedicarse a las industrias y máquinas. Han abandonado el camino de la brujería, justo como los Demmogh hace cien años. Sé que traerán al maldito que reveló todos nuestros planes… lo juzgarán, pero primero llegará a esta prisión. Sin embargo, eso no es lo importante aquí, niño, sino lo que has revelado: El Libro del Sello.
Corey suspiró. Se había prometido no confiar en nadie más…
De pronto, las cadenas que sostenían al adolescente se diluyeron al ser fundidas.
—Mi nombre es María Siegfried —la bruja expresó al ofrecer su mano como saludo—; sé que tú eres un Valkyries, pero… ¿cómo te llamas?
—Corey —dijo Corey con una sonrisa al aceptar el saludo—, Corey Valkyries.
—Corey, si conoces la ubicación del Libro del Sello, entonces podrías ayudarnos.
—No quiero ser un rebelde, ya te lo dije.
—Lo sé, y no lo serás; lo único que te pido… para salvar a tu hermana de una vida de esclavitud, para vengarte de los mercenarios y para salir de esas cadenas, ¿por qué no usar esa arma a tu favor?
—¿C-Cómo?
María sacó un cristal; era oscuro y con manchas grises que formaban un espiral interno. María colocó el cristal en la mano derecha de Corey y la cerró; hasta este momento Corey reconoció una calidez que esa mujer irradiaba.
—Si el libro será usado en contra de un dragón, y tú puedes combinar tu magia con la de un dragón, utiliza a Presagio. Es una dragón de estilo Estatus Vivo.
—¿Estatus Vivo?
—Si conjuntas tu magia al máximo potencial conseguirás afectar a un ente con vida, y Presagio usará su hechizo.
—P-Pero…
—Sé que sabrás que hacer en el momento, Corey. Sin embargo, considero que si ese libro cae en las manos erróneas, todos nosotros nos convertiremos en herramientas por completo… Ignatis Magia dominará el mundo y la libertad como la conocemos dejará de existir… incluso tú nunca podrás conseguir vivir fuera de esta maldita locura.
—¿Por qué me ayudas?
María sonrió como si estuviera frente a un ser amado y especial. Corey se percató de que ella era más que sólo una líder en la rebelión… Ella poseía un aura de misticismo y sabiduría.
—Dime, Corey, ¿cómo es que tus antiguos camaradas obtuvieron el Libro del Sello?
—Eh… Lo robamos de los almacenes del puerto Breeck, de las bodegas de la Bandera Negra.
—Comprendo… Mirna ha enseñado a sus hijos a que los actos más banales como la piratería son, en realidad, el acto más alto de rebeldía contra la sociedad. —María sonrió con orgullo. Luego dijo—: si consigues de vuelta el libro, habrás arruinado los planes de esos mercenarios y les darás en su orgullo. Salvarías a un dragón… y habrías obtenido tu pase de defensa contra Ignatis Magika.
—Me perseguirán.
—Sí, por desgracia así será. Pero, sé que tú harás lo necesario con ese objeto. Corey, tú no eres —empero, María fue interrumpida.
Un grupo de guardias se acercó hasta la puerta de la celda; iban acompañados por el enmascarado que había torturado a Corey.
—¡¿Qué rayos está pasando?! —gruñó el enmascarado.
—Ve, Corey —María susurró—, ve y termina con el sufrimiento que te consume. Ignatis Magika no merece tu interés… y esos mercenarios no merecen tu perdón…
—¡Abran la puerta! Voy a darles su merecido.
—¿Y el nuevo? —preguntó un guardia mientras empujaba al preso que recién llegado que sujetaba por unas cadenas.
—¡Ve, Corey!
Una vez la puerta fue abierta, hubo caos. Los guardias ingresaron y usaron unos bastones que se encendían con flamas en las puntas; atacaron de frente, pero María los detuvo sin recibir daño alguno por el fuego. En la otra mano, el enmascarado sacó una espada y se lanzó contra Corey; el adolescente reaccionó a toda prisa y creó una especie de barrera de cristal con ayuda de un hechizo y la arena y tierra de la celda.
Corey podía usar su magia sin importar los inhibidores; era increíble, pero no había tiempo para pensar en eso.
Con maestría, Corey creó una circunferencia con trazos variados y runas del aire; doblegó al viento y con una ventisca potente arrojó al enmascarado hasta la puerta de rejas.
—¡Un gusto concrete, Corey! —María dijo con entusiasmo mientras derrocaba a los guardias—; ¡sé que encontrarás lo que tanto deseas, nunca dejes de soñar e intentarlo!
—M-María…
—Ve, ve y destruye lo que tanto te ha causado dolor.
Corey aceptó las palabras de María y abandonó la habitación; en la entrada encontró a un hombre rubio y de vestimenta elegante, pero no se detuvo. Si ese sujeto era Bladschmith, entones sería María quien se encargaría de él.
***
El transcurso fue relativamente desastroso; Corey había empleado la piedra de las paredes, el oxígeno mismo y algunos recursos extra para usar hechizos y abrirse paso hasta el final. Había tomado una especie de toga para cubrir su cuerpo antes de abandonar el edificio.
Al salir de la prisión, notó que estaba cerca del puerto. Era de noche, así que todavía tendría oportunidad de alcanzar a los mercenarios antes de que llegaran al bosque del norte.
Corey inició el paso, pero se percató de algo: su cabello ya no era largo y sería más complicado vestirse como chica.
Entonces, se acercó hasta los mercados pesqueros que estaban por cerrar, se mezcló entre la poca gente y se detuvo frente a un negocio con algunas baratijas y ropajes de pescador.
—¿Cuánto por este atuendo y las botas? —Corey preguntó con su tono más calmo posible.
El mercante lo miró por unos minutos, dio unos pasos hacia el frente y ahora observó la mercancía.
—Dos platinos —dijo el hombre robusto.
Corey metió las manos en el bolsillo de la toga y transmutó unas piezas de metal que había dentro; no deseaba robar, pero debía darse prisa. Entregó los platinos falsos y tomó la ropa.
Al alejarse, buscó un sitio desolado y se vistió. Los pantalones eran un poco cortos, pero con las botas no era notorio; la playera era de manga larga y el chaleco tenía el corte clásico de los marineros de la actualidad. Corey se dirigió hacia el malecón y por la orilla usó el agua para contemplar su reflejo.
Está… totalmente destruido…, pensó al ver su cabello.
Con la arena y un hechizo, Corey creó una daga y comenzó a cortar su cabello para dar una forma menos dispar.
Mejor, se animó en silencio.
En esos instantes, Corey deseó conocer algún conjuro de transportación para acelerar el paso, pero se conformó al rentar un carruaje básico y pequeño. Había usado otra vez monedas falsas, pero esta vez no se sintió como la primera ocasión.
***
El viaje duró toda la noche y casi unas horas más de la mañana; Corey había usado ese tiempo para meditar.
Si encontraba a los mercenarios, entonces tendría que abandonar aquellas sensaciones que parecían recriminatorias; su corazón se achicaba de tan sólo pensar en Raymond. Sin embargo, no había olvidado lo que Donovan había hecho con él, ni tampoco las palabras del líder Chad.
A pesar del dolor que había conocido con esas personas, Corey no deseaba matarlos; lo había asegurado en la celda junto a María. Sí, tal vez robar el Libro del Sello causaría un daño en esos individuos, aunque Corey no estaba completamente seguro de la magnitud.
A pesar de la confusión, reconocía algo: todo el miedo que lo había rodeado hasta este instante no provenía sólo de su huída desde sus once años; era algo que había generado desde antes. Sus padres habían repetido frases cargadas de deseos propios y habían ignorado su sentir; habían impuesto su voluntad sobre él y nadie lo había escuchado. Había creído toda su vida que para ser digno de algo, incluso del respecto, debía ser escuchado por otros y aceptado; pero él también se había ignorado y rechazado a sí mismo. Lo había hecho por el terror de decepcionar a otros; se había enfocado en ese miedo que había provocado en su interior un deterioro hacia su propia persona.
Corey se reconocía como un mago poderoso, pero el resto de su imagen era borrosa. Tenía un talento peculiar por su afinidad con los dragones. Quizás María también, pensó con seguridad. Gracias a esa bruja él había obtenido un cristal. Ese cristal contenía a un dragón que había sido sellado y mantenido bajo el poder de algún mago o bruja, probablemente María, por un hechizo arcano.
Cuando contempló el cristal, Corey se sintió identificado; él era aprisionado por su propio pensamiento. Sus ideas sobre lo que otros deseaban de él, sus hostigamientos por seguir los deseos de otros… esa era su verdadera prisión.
Corey llevó el cristal hasta su bolsillo y lo dejó allí.
Ya no más, Corey aseguró en su mente.
Desde este momento, Corey se identificó como un individuo con talento único, con un cuerpo y apariencia que eran suyos y que no debían satisfacer los gustos de otros, con una fuerza de voluntad propia y capaz de llevarlo por los caminos que él deseara… La soledad no era su enemiga, como lo había creído; quizás era la forma en como podría estar en paz consigo mismo. Para él era suficiente aceptar y comprender como natural sus deseos, pues sabía que no causaba daño alguno al enamorarse del sexo masculino.
Tal vez su espirito se transformaba, y eso estaba bien. Empero, una vez su mente llegó al presente de vuelta, se encontró con una realidad difícil.
Debía tomar una decisión. ¿Cómo llevaría a cabo su venganza?, ¿mataría a Donovan?, ¿torturaría a Raymond?, ¿destruiría a Chad? No estaba tan seguro de ello… Si al robar el libro causaría dolor, desolación y caos en sus vidas… ¿lo haría por esa razón?
El dolor era inevitable, y creía que podría demostrarles a esos mercenarios que él no era ningún error, ni mucho menos una persona de la que pudieran burlarse.
De pronto, el caballo se detuvo y relinchó con susto. Corey actuó con rapidez, pero no pudo controlar al animal. Algo en las cercanías provocaba pavor en el pobre equino.
Corey bajó del carrito de carga y cortó las amarras; el caballo galopó hacia el lado contrario y no se detuvo.
Una energía densa y apabullante inició a expandirse; era como si un manto transparente cubriera todo a la redonda. Si ese era el poder de un dragón, entonces Corey desconocía el verdadero potencial de esas bestias.
A toda prisa, corrió en dirección a la concentración de energía. Cada vez más el camino se llenaba de árboles gruesos y cubiertos por la nieve; la temperatura quemaba por el frío extremo y la vegetación estaba oculta debajo de una capa blanca de nieve.
Corey se detuvo en seco al presenciar una escena impresionante.
En una zona abierta, con rocas sobresalientes, se hallaba una bestia enorme, de cuerpo alargado, con una cola llena de picos de hielo, una melena de puntas gruesas y de un azul cristalino, con alas extensas e invertidas que nacían desde sus patas delanteras y una parte de su lomo superior. Era un dragón de apariencia agresiva, de un rostro mortífero y ojos rojos; en su frente se apreciaba una escama hecha de vidrio que tenía en su interior un tono negro. Cerca del dragón había un grupo de personas que se movía de manera constante y evadía el poder del monstruo.
La creatura lanzaba de su boca un rayo de hielo que al tocar los objetos lo congelaba todo.
Corey tragó saliva y aguardó por unos instantes. Los mercenarios de Oro-Gris eran unos estúpidos al creer que un monstruo así de poderoso podría ser capturado. Empero, las ballestas y flechas que arrojaban contra el dragón causaban daño; eran reliquias mágicas capaces de doblegar al dragón.
Nuevamente, Corey observó el cristal que había sacado del bolsillo; ahora creía que no era justo.
De manera segura, Corey se adentró al enfrentamiento; por fin había decidido de qué forma arrebataría el Libro del Sello y llevaría a cabo su venganza.