Corey descubrió que había descansado todo este tiempo en uno de los barcos de los piratas de la Bandera Negra; además, sus heridas habían sido tratadas por Fabian Demmogh, el Capitán de más alto rango en la organización, y uno de los doctores más aptos llamado Tyson.
Sin embargo, Corey no estaba dispuesto a asociarse con ese grupo de personas si eso significaba convertirse en un prisionero.
Cuando el adolescente se acercó a la borda del barco, su vista se llenó del color claro del mar y cielo; era agradable ver un panorama distinto y sentir el movimiento de las olas que al tocar la proa se rompían.
De forma tranquila, Fabian se colocó junto a Corey para disfrutar del paisaje junto a él.
—Valkyries —Fabian pronunció con elocuencia—, hay algo que —empero fue interrumpido.
—Corey —dijo el adolescente con fuerza—, ese es mi nombre.
—Corey —Fabian aceptó y continuó—: hay algo que todavía no te he preguntado.
—¿Respecto a qué?
—El Libro del Sello… ¿Qué planeabas hacer con éste una vez salieras con vida de esa pelea contra Oro-Gris?
Corey suspiró; dio un paso para girar un poco y contempló a Fabian. El capitán devolvió la mirada y no retiró su mueca sonriente.
—N-No lo sé… Ignatis Magika todavía merece pagar por todo lo que ha hecho —Corey replicó con un tono descontento—, pero tampoco deseo aliarme a los rebeldes.
—¿No?
—No —reiteró el adolescente de manera honesta.
—Si quieres venganza contra Ignatis Magika, entonces tu mejor movimiento sería convertirte en un rebelde junto a los líderes Siegfried y el traidor de Bladschmith.
—Creo que la rebelión está por terminar… María Siegfried es la última líder, y su frente está demasiado dañado.
—Sí es verdad. Ignatis Magika ha asegurado control en casi todo Dukens, y en unos meses más comenzarán la invasión a Ryuu-Lonh.
Corey agachó el rostro. Era una desgracia que el planeta entero cayera en las manos del grupo más opresor y corrupto del mundo; pero él no podía hacer nada para impedirlo. A diferencia de Fabian, o de María, él no era un líder, y aunque fuera poderoso, jamás podría enfrentar a los magos que mantenían el control de esta organización: el Rey Yarghmid, el Alto Líder Robinson, el General Kaspher y el Comandante Reillg.
—Lo único que deseo es vivir a mi manera —Corey dijo en voz alta.
—Sí, eso sería estupendo —Fabian opinó—, imagínate: vivir sin preocupaciones de una guerra, sin tener que esconderse por ser de un modo u otro, ya sabes… una vida tranquila y con unas cuantas aventuras.
—Sí, algo así.
—Sin embargo, Corey —Fabian se movió y se recargó en la baranda; su expresión se tornó seria. Agregó—: tú fuiste quién robó el Libro del Sello de mis bodegas en Breeck… Y ahora fuiste quién lo robó del grupo de esos mercenarios de mierda.
—Lamento haberte causado problemas, pero no es como si tú tuvieras el derecho sobre este artículo.
—Nadie lo tiene —rebatió el pirata—, porque nadie de nosotros puede sellar dragones. Sí, somos los descendientes de las líneas familiares de los diez magos que fueron capaces de ayudar a Alysa Rockman, la primera Bruja del Sello… Es obvio que ese poder todavía corre por nuestras venas, quizá en menor cantidad, pero somos capaces de influenciar la magia y energía de los dragones. Es por eso que la Élite ha dominado a este mundo, pero ello ha llevado a una tiranía y a un orden tan destructivo que nuestro planeta está, otra vez, en una guerra decadente. ¿Lo ves, Corey? Ese libro representa lo que nuestro mundo es en la actualidad: una leyenda perdida… una sociedad utópica que jamás conseguiremos.
—Entonces… ¿por qué lo robaste de los mercantes de Von Werff?
—Porque soy un maldito pirata —pronunció con honestidad el mayor—, y es parte de mi código robar lo que no tiene un dueño como tal. Ni Von Werff, ni el resto de los políticos corruptos deben apoderarse de algo así. Al mismo tiempo, Ignatis Magika se metió con nosotros, y cualquiera que ose provocarnos la paga caro.
—Sí, sí —Corey dijo con desaire—, eres muy malo y cruel.
—No es eso, no… No lo es… Corey, nosotros somos rebeldes, pero sin el interés de enfrentar a los líderes políticos en una guerra directa… Nosotros queremos vivir bajo nuestras propias reglas y eso significa violar las leyes de muchas sociedades. Sí, somos piratas, pero también somos políticos, negociantes, mercenarios y rufianes…
—Eso… —Corey analizó a toda prisa y compuso—: ¿eso quiere decir que planeaban usar el Libro del Sello para conseguir algo de ellos, de sus enemigos?
—Correcto. —Fabian sonrió con melancolía.
—María Siegfried me dijo que una nueva Bruja del Sello ha nacido.
—Sí, es verdad: tu hermana menor. Pero mi madre cree que ella no será entrenada. De hecho, nada de eso va a cambiar la forma en como nuestro mundo se rige.
—¿Por qué?… ¿Es porque el Libro del Sello no está con Ignatis Magika?
—En parte, así es. Pero en la otra mano, la guerra entre Ryuu-Lonh e Ignitem está a punto de explotar. Con ayuda de la Dragonita, nuevas armas han nacido: cañones de destrucción masiva, bombas capaces de desaparecer ciudades enteras, aviones con velocidades súper-sónicas, pistolas de alto alcance y devastación, así como tanques de guerra que son protegidos por corazas impenetrables.
Por unos minutos, Corey mostró consternación.
Fabian se giró y acortó la distancia con el adolescente.
—No pongas esa cara, Corey.
—¿Y qué se supone que nos depara el futuro con una guerra así? —Corey dudó con miedo.
—Nada, pero haya guerra o no, nosotros no intervendremos.
—Sí, es claro que ustedes tienen cierta estabilidad porque son mercantes.
—No, no sólo por eso.
Corey agachó el rostro.
—No sé que hacer —el menor reveló la verdad con una voz desilusionada.
—Es obvio que no querrás entregar el Libro del Sello a Ignatis Magika.
—No, obviamente no lo haría.
—Pero, aunque la rebelión mágica terminará, podrías condenarlos para siempre o…
Fabian levantó el rostro de Corey con cautela y sonrió con cordialidad.
—¿Pero? —Corey cuestionó.
—Pero podrías asegurar algo más con ese libro.
—¿C-Cómo?
—Corey —Fabian pronunció con un tono respetuoso el nombre del otro—, tú no deseas hacer nada, al parecer, y nadie debería obligarte a intervenir en un conflicto del cual tú huiste. Lo entiendo. Sin embargo, la repercusión de nuestras acciones podría hacer la diferencia para futuras generaciones.
—Capitán —la voz ronca de un pirata interrumpió la escena; el hombre era alto y con el estómago un poco hinchado por el alto consumo de alcohol y comida.
—Héctor —Fabian dijo al abandonar su posición—; ¿qué pasa?
—Estamos por llegar al Puerto Negro. La Capitana Demmogh lo estará esperando.
—Bien… Preparen las anclas, cierren las velas mayores y de baria. Prepárense para desembarcar. —Miró a Corey de frente y soltó su rostro—. Lo siento, Corey, pero debo informarle a mi madre de lo que ocurrió en Breeck.
—Entonces, ¿soy un… prisionero?
Fabian soltó una risita suave.
—No, no lo eres. Eres mi invitado de honor —aseguró Fabian con su rostro sonriente.
El pirata de nombre Hector y Fabian se retiraron para conducir al barco. Corey regresó el interés al horizonte y descubrió que una niebla demasiado densa se acercaba a ellos; empero, por su cabeza pasaban tantas cosas que no prestó importancia al trayecto que seguía la nave.
¿De qué forma él podría aportar a una rebelión fallida? Si la líder María Siegfried sobrevivía, quizás pasaría el resto de sus días oculta… Además, Corey no tenía contacto con nadie más de la Élite que ya había desaparecido de las sociedades. Comprendía que el Libro del Sello contenía la información a cerca de una especie de Elegido que podría emplear una magia especial para cazar dragones y capturarlos; aunque desconocía el verdadero alcance de ese poder.
Al entrar a la niebla, la velocidad del barco bajó y Corey llevó a su mente por otro pensamiento. Por todo lo que había sufrido en su infancia, en las calles de Dragonnis, Westheyk y Greysten, así como lo último ocurrido en prisión, no deseaba dejar el camino libre a los magos y brujas de Ignatis Magika. Si la guerra se desataba, y si la sociedad mágica triunfaba, una era de oscuridad reinaría en el mundo, pues los deseos de los líderes actuales eran el poder y dominio. ¿Por qué el mundo se encontraba envuelto en tanto caos? Corey no podía comprenderlo.
Una vez el barco fue anclado en el puerto dentro de una especie de bahía natural y gigantesca, con una isla central de relieves filosos, los piratas bajaron con prontitud.
Corey fue conducido por Fabian; pasaron por el puente de carga y llegaron frente a un puerto repleto de edificios irregulares que parecían mercados, cabañas con marcas distintas, dos faros altos y de una arquitectura gótica, y una especie de pared natural de acantilado superior.
—Fabian —un hombre de tez oscura, cabello largo y peinado en rastas, de ojos oscuros y facciones chatas se interpuso en el camino de los jóvenes; hablaba con una voz seductora y tersa—: tu madre te está esperando. La Capitana Demmogh desea saber todo lo que pasó en Breeck y asegurarse de que recuperaste el Libro del Sello.
—Aasim —Fabian pronunció lo más neutral posible—, en unos minutos llegaré a la corte de mi madre.
—¿Y este niño? —dudó Aasim.
—Es Corey Valkyries, un… —Fabian suspiró y compuso con el tono más tranquilo que consiguió—: un amigo de paso.
Corey notó una extraña tensión entre Aasim y Fabian, pero no opinó. Por lo menos no había sido nombrado como un prisionero y no había sido tratado con descortesía.
—No hagas esperar a la capitana.
—No lo haré —Fabian replicó casi como reprochando—. Ven, Corey, vayamos a hablar con mi madre.
Con prisa, Fabian guió a Corey por una especie de elevador rústico que funcionaba gracias a un mecanismo de poleas de carga. Habían entrado junto a otros piratas que conversaban sobre temas distintos, así que no pudieron hablar entre ellos dos.
Sin problemas, arribaron hasta una planicie superior repleta de edificaciones conjuntas entre sí, callejas como puentes colgantes que conducían hasta otras construcciones que parecían utilizar las paredes de las montañas del norte. Corey nunca antes había visto una ciudad pirata, ni mucho menos habría imaginado que todo el poblado se congregaría de esa manera.
—Ven —Fabian dijo al tomar su mano.
El simple acto de caminar de la mano de Fabian causó en Corey una sensación de inseguridad; ¿a caso Fabian no comprendía lo que otros podrían pesar de algo tan simple pero reprobable?
Primero pasaron por el interior de una casa amplia que era un mercado dividido en secciones, subieron unas escaleras y cruzaron un puente colgante, entraron a una especie de torre que tenía tres pisos y cuartos que parecían salones de estudio, luego bajaron y por fin caminaron por una calleja entre dos inmuebles y arribaron frente a una torre inclinada que parecía ser sostenida por las montañas.
—¡Fabian! —la voz de una jovencita recibió a los muchachos—, ¡regresaste!
De pronto, Fabian fue abrazado con fuerza y cariño. Corey soltó a Fabian y contempló la escena. La muchacha debía ser dos o tres años menor que él, pero era alta; su cabello era negro, largo y ondulado, y sus ojos de un tono café hacían un juego hermoso con su tez morena. Para su edad, tenía el cuerpo marcado por el ejercicio constante, y vestía un atuendo con mayas, una falda negra, un corsé con detalles rojizos y un sombrero pirata de color negro.
—Leora —Fabian dijo con emotividad—, ¿te has portado bien?
—Obviamente, hermano. ¡Ah! Por cierto —Leora se distanció de su hermano y continuó sus palabras—: mamá te está esperando.
—Lo sé.
—¿Oh? —Leora contempló a Corey—. ¿Quién eres?
—Ah —Corey titubeó y respondió con un poco de timidez—: me llamo Corey… Soy descendiente de la familia Valkyries.
—¡Un mago como mi hermano!
Aquella frase le reveló a Corey un hecho interesante: Fabian era el único de los descendientes de la Familia Demmogh que todavía poseía el don de la magia.
—Leora, ¿podrías ir al Beat-O a buscar mi gabardina? —Fabian pidió con un tono amable.
—¡Ay, hermano! Siempre tan distraído… Yo la traigo.
Sin esperar más, Leora salió corriendo hacia la calleja y se adentró en el edificio contrario.
Fabian suspiró con pesadez y volvió a mostrar su sonrisa usual.
—No hay muchos magos o brujas en nuestras tripulaciones, así que es normal que ella actúe así —reveló Fabian—. Ven, vayamos con mi madre.
—¿Estás seguro de que será buena idea de que yo vaya?
—Sí, porque tú eres quien robó el libro… Y podrás responder nuestras dudas.
Acto seguido, los dos caminaron por el recibidor redondeado y subieron por unas escaleras de espiral construidas desde la pared. Quizá pasaron cinco puertas, Corey no estuvo muy seguro, pero entraron a una con grabados de runas de la lengua de los dragones y con el escudo de la Bandera Negra.
En el interior encontraron una especie de estudio, con una alfombra en el centro, una mesa hasta el final, un mapa gigantesco en la pared derecha y una bandera junto a la ventana. Detrás del escritorio había una mujer de tez morena, ojos claros y cabello corto. Su cuerpo mostraba tatuajes variados que relucían por su chaleco estilizado, así como varias joyas bizarras en sus orejas, muñecas y cuello.
—Fabian —pronunció la mujer con un tono maduro que iba de acuerdo con sus facciones un poco toscas—, te estaba esperando. Pasa.
—Hola, mamá —Fabian dijo con tranquilidad—, ¿cómo estás?
Otra vez Fabian tomó la mano de Corey y lo llevó junto con él hasta el escritorio. Ambos se distanciaron al quedar frente a la mujer.
—Me alegra que hayas vuelto en una pieza —expuso la Capitana Demmogh.
—Sé que escuchaste muchos rumores, en especial el hecho de que perdí el Libro del Sello durante mi estadía en Breeck; pero te puedo asegurar que lo he recuperado.
De pronto, la pirata contempló a Corey y sonrió.
—Valkyries —dijo ella—, tú robaste el libro de los almacenes en Breeck, ¿correcto?
—Eh… —Corey pensó sus palabras con prontitud. Algo en esa mujer lucía bastante peligroso—. S-Sí…
—Estaba con un grupo de mercenarios. Él fue la razón por la que unos fanfarrones como ellos lo consiguieron —Fabian repuso.
—¿Y qué pasó con Ignatis Magika? —inquirió la pirata.
—Nos emboscaron… porque nos persiguieron… Pero al huir, se enfrascaron con Corey y los mercenarios. Luego los rebeldes asesinaron a Bladschmith y creo que la líder Siegfried quedó libre.
—¿Dónde está el libro?
—Está bajo el control de él —advirtió Fabian.
—¿Qué? —Corey interrumpió con el rostro lleno de miedo.
—Usó su magia para detectarlo en el almacén, y el libro está protegido por su poder.
—¿Por qué no lo mataste y ya? —inquirió la mujer.
—Mamá, no voy a matar a un mago con ideas como las nuestras —Fabian reprochó.
La Capitana Demmogh suspiró; abandonó su lugar y se acercó hasta la ventana.
El silencio fue demasiado pesado y abrumador que incluso Corey creyó que una pelea iniciaría en cualquier momento.
—Fabian —por fin habló la capitana—, te he enseñado que los hechiceros de Ignatis Magika son… muy peligrosos.
—Corey no pertenece a Ignatis Magika —Fabian dijo a toda prisa—, es un fugitivo… como nosotros. A-Además —titubeó un poco y agachó la cabeza al cruzar los brazos—; él e-es muy fuerte. Puede usar Magia de Tiempo.
—¿Y, eso qué, Fabian? —contrapuso la mujer al dar una media vuelta y contemplar a su hijo—; él no es un pirata.
—P-Podría serlo… —Fabian levantó el rostro y retó a su madre con la mirada—. Corey podría unirse a la Bandera Negra. Tú dijiste que necesitamos líneas defensivas poderosas, y ahora más que iniciará la guerra entre Ignitem y Ryuu-Lonh.
—Fabian, por favor, deja de ser tan ingenuo.
De forma sorpresiva, Corey notó el rostro de Fabian enrojecerse un poco.
—¡N-No es ingenuidad, mamá! ¡Este chico podría ser un gran aliado!
La capitana volvió a respirar con profundidad; regresó a su lugar y se sentó en la silla.
—Si tanto te gusta el chico, sólo dímelo y ya.
¿Qué?, Corey dudó en silencio e hizo un esfuerzo mayor por ocultar su sorpresa.
—¡M-Mamá! —Fabian reprochó con un tono atolondrado—, ¡p-por los dragones! ¡N-No he insinuado eso!
Sin previo aviso, la puerta se abrió y Leora entró con toda su energía; se colocó junto a su hermano y ofreció la gabardina.
—¿Mamá? —Leora habló sin consternaciones—, ¿puedo jugar con Aasim?
Fabian tomó la gabardina y buscó el Libro del Sello; a continuación lo colocó sobre el escritorio con fuerza.
—Cumplí con la misión —Fabian dijo con enojo y sequedad—, así que puedes joderte a Ignatis Magika como quieras. También, si no deseas que Corey se una a nuestra tripulación, entonces considera que deberemos enfrentarlo para arrebatarle el libro… De una vez te digo que yo no voy a pelar contra él…
Y, sin otra palabra más, Fabian dio la media vuelta, caminó hacia la salida y abandonó la habitación.
—¿Oh?, ¿pasó algo malo? —Leora inquirió.
—Vete, cariño. Tengo que hablar con el joven Corey —la capitana ordenó con un tono maternal.
—Está bien.
Una vez Corey y la capitana quedaron solos, la tensión fue en aumento. ¿A caso Corey tendría que pelear contra la Capitana Demmogh?
—Corey Valkyries, ¿por qué robaste el libro de nuestros almacenes? —preguntó la mujer.
—E-En… —Corey suspiró y decidió decir la verdad—: no lo sé.
—¿Disculpa? —la capitana mostró asombro.
—Cuando lo vi… lo único que pensé fue que era… increíble. El poder que irradia es… es oscuro, muy oscuro. Fue como un reflejo. Pero antes de que yo pudiera decidir robarlo como tal, otra persona lo hizo; lo agarró y luego nosotros huimos de la bodega.
—¿Y para qué lo deseas?
—Quiero vengarme de Ignatis Magika, de mis padres… Quiero mandarles un mensaje.
—¿Cuál?
—Que nadie puede burlarse de mí, ni mucho menos seguir tratándome como un objeto y error. No soy la marioneta de nadie, y si tengo que usar mi magia para protegerme de aquellos que sólo desean sacar ventaja de mí, ya sea física, o emocionalmente, entonces los destruiré.
La Capitana Demmogh asintió con la cabeza y sonrió.
—Ah —expuso la mujer con deleite—, ahora veo por qué Fabian se ha fijado en ti.
De pronto, Corey sintió a sus mejillas sonrosarse; había sido casi como si hubiera recibido un cumplido de una forma muy peculiar.